24 abril 2002

Su 'delfín' Julián Muñoz (GIL) será el nuevo alcalde de la ciudad de la Costa del Sol

Jesús Gil y Gil dimite como alcalde de Marbella tras ser inhabilitado por el Tribunal Supremo por el ‘caso de las camisetas’

Hechos

El 24.4.2002 D. Jesús Gil Gil dimitió como alcalde de Marbella, siendo reemplazado por el hasta entonces teniente de alcalde, D. Julián Muñoz, que se definió en su toma de posesión como ‘un hombre de Jesús Gil y del GIL’.

Lecturas

El 11 de abril de 2002 el Tribunal Supremo ratifica la condena a 28 años de inhabilitación a D. Jesús Gil Gil como alcalde de Marbella. razona que «de los hechos probados resulta que el Sr. Gil comprometió fondos del Ayuntamiento de Marbella por una cifra que ronda los 1.000 millones de pesetas, parte importante de la cual benefició al club que él preside, el Atlético de Madrid, y en el que tiene la titularidad de gran parte del capital, y a una sociedad a la que quería agradecer un importante favor de contenido económico que le había hecho. La Sala llega a determinar que Gil «ha burlado el funcionamiento democrático de los ayuntamientos, en el que resulta esencial la participación de los distintos grupos que lo integran, que ejercen el control político de las decisiones discrecionales que puedan adoptarse. Y también la del interventor, a quien corresponde el control económico como garantía de los gastos al presupuesto previamente adoptado».

Ante la sentencia el 23 de abril de 2002 D. Jesús Gil Gil anuncia su dimisión – que presenta como víctima de una ‘persecución política’ – como alcalde de Marbella cediendo la alcaldía al concejal del GIL D. Julián Muñoz Palomo, que asegura que es un hombre fiel tanto al GIL como al Sr. Gil. El Sr. Muñoz Palomo está casado con Dña. Mayte Zaldívar, considerada amiga y colaboradora del Sr. Gil Gil.

24 Abril 2002

La verdadera Marbella de Gil

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Jesús Gil, en vísperas de otro juicio más (éste, por el caso Atlético de Madrid), festejó ayer su libertad condicional anunciando que hoy mismo dimitirá de su cargo de alcalde de Marbella. Como bien resalta la oposición en el municipio malagueño, «es más sencillo para cualquier persona decir que se va voluntariamente que irse con una notificación por parte de la Policía judicial», tras haber confirmado el Supremo su sentencia de inhabilitación para cargo público durante 28 años.

No sólo eso: esa dimisión forzosa, anunciada a bombo y platillo, y acompañada de las habituales descalificaciones del fiscal Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, y del director de EL MUNDO, permite a Gil una última y sin duda útil pirueta. Se va cinco minutos antes de que lo echen, con lo que pretende salvar parte de la aureola de mártir con la que se ha presentado siempre ante sus incondicionales.

El Gil que se bate ruidosamente en retirada es el de los grandes triunfos en las municipale que acabaron estrepitosamente en las generales de 2000 y sobre todo el del milagro de Marbella, que él sigue presentando como su gran aval. Consistió en un vigoroso lavado de cara y un restablecimiento del orden público en un municipio turístico que, ciertamente, iba cuesta abajo. Pero fue un milagro con trampa o, mejor dicho, con muchas trampas: una villa integrada en su excepcional entorno natural se convirtió en una jungla de asfalto y rascacielos, el orden público se fundó en la intimidación que ejercían unos matones disfrazados de policía local, y los números rojos grave endeudamiento municipal ante las instituciones financieras y deudas ingentes con Hacienda y la Seguridad Social pueden lastrar el desarrollo de la ciudad durante largo tiempo.

Y luego, claro está, queda el enriquecimiento de Gil y sus adláteres con el saqueo de las arcas municipales, y la malversación en casos como el de las camisetas del Atlético, el del jinete o el de la estatua rusa. Todo es sabido, pero todo ha tardado mucho en avanzar en los tribunales, entre otras cosas por los robos de expedientes judiciales.

Ahora dice el perseguido Gil que se quiere ir a Brasil, lo que sería sospechoso si no agregase que se expatriará cuando no queden casos pendientes ante los tribunales. Vistas las perspectivas judiciales del casi ex alcalde, parece que va a tardar en poder marcharse a su paraíso tropical y futbolístico.

18 Abril 2002

Ex Gil

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Nunca se sabe, pero la carrera política de Jesús Gil, alcalde de Marbella, parece haber llegado a su fin. Alcanzó la cima en las elecciones de 1999: presentó candidaturas en 13 municipios de ambas orillas del Estrecho y obtuvo 87.000 votos y 93 concejalías. Ya sólo le quedan 22, de las que 15 están en Marbella.

Ahora, tras años de aplazamientos, sumarios y sentencias le están llegando en tromba: el Supremo acaba de condenarle a seis meses de prisión y 28 años de inhabilitación por el caso de las camisetas, y la semana próxima será juzgado por el caso Atlético de Madrid. Entretanto, el juez que le acusa de malversar fondos del Ayuntamiento de Marbella le ha enviado a la cárcel, junto a seis colaboradores, por tres días, para evitar la destrucción o manipulación de pruebas. La prisión incomunicada está prevista para ello, y aunque pueda parecer raro que el juez la aplique a los dos años de iniciado el procedimiento, antecedentes como la desaparición de sumarios en el juzgado de Marbella -aunque no haya pruebas de la implicación de Gil- habrán aconsejado seguramente extremar las cautelas.

Su programa municipal prometía ‘gestionar los recursos como una empresa’. La Fiscalía Anticorrupción estima que ha gestionado Marbella como si fuera una empresa, pero de su completa propiedad: le acusa de falsedad en documentos públicos y malversación por un importe de 27 millones de euros.

Gil sigue de alcalde, a la espera de que la sentencia de inhabilitación sea ejecutada. Estos días ha alardeado de su intención de saltársela a la torera y seguir gobernando el Ayuntamiento desde su oficina particular, como hacía hasta ahora. Es cierto que la inhabilitación no afecta al resto de sus ediles, pero también lo es que parte de su equipo se enfrenta a numerosos procedimientos relacionados con irregularidades o delitos urbanísticos. La experiencia de Ceuta y otras localidades aconseja no descartar una desbandada. Pero incluso si no la hay, es evidente que el grupo de Gil no podrá seguir gobernando como hasta ahora, y para ello tendría que llegar a acuerdos con la oposición. Algo cercano a lo imposible.