24 enero 2007

Jesús Quintero estrena temporada en TVE (‘La Noche de Quintero’) con la primera entrevista a ‘Farruquito’ después de su condena por matar a un hombre al atropellarlo y darse a la fuga

Hechos

El 24 de enero de 2007 se emite el programa ‘La Noche de Quintero’ en TVE que incluye una entrevista a D. Juan Manuel Fernández Montoya.

25 Enero 2007

Quintero se pone farruco

Javier Pérez de Albéniz

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Ya se empiezan a notar los cambios en TVE. Porque no me digan que no es un soplo de aire fresco poder ver, en la televisión pública y en ‘prime time’, a Jesús Quintero entrevistando a Farruquito, a Coto Matamoros y a la familia Banderas. Los tiempos están cambiando… ¿Verdad?

«Si nos juzgan por cotillas… están en su derecho», dice Quintero en la melodramática presentación de su nuevo programa. Pues si usted lo dice… Quintero es un entrevistador histriónicoun predicador incorregibleun romántico descafeinadoun poeta cínico y… seguramente un pedazo de cotilla. El dominio de los silencios y los tiempos, técnica televisiva que le hizo famoso, ya no le basta para sostener su carrera.

Quintero lleva 20 años haciendo el mismo programa, las mismas entrevistas. Pero la miserable televisión moderna le exige algo más. No es suficiente con cuatro pausas y los chistes de dos ‘freaks’ desdentados. Para tener audiencia en el siglo XXI, para seguir firmando jugosos contratos, es necesario husmear en la miseria. Morbo. Cotilleo. Y ahí es donde aparecen Farruquito, Matamoros y los Banderas.

La entrevista a Farruquito, para colmo de males, no fue nada del otro mundo. Y no entro en si ha costado 20 kilos o ha sido gratis. Sólo sé que fue decepcionante al estar concebida como un producto promocional, un intento por limpiar la imagen pública del bailaor.

Farruquito aparecía como un tipo derrotado que reconocía su culpa y pedía perdón. Pero lo cierto es que se trataba de un delincuente que sólo hacía ante las cámaras lo que debió hacer el día del atropello: ser consciente del delito cometido. «La reclusión mejora la condición humana», escribió Max Aub en una de sus más oscuras reflexiones. «Para obtener hombres extraordinarios hay que encarcelarlos de ordinario cierto tiempo».

Para que el retorno de Quintero a TVE hubiera sido redondo, un éxito arrollador, debería haber rizado el rizo. Sin cortarse. Yo le hubiese aconsejado hacer el programa en directo desde Fago. El pueblo de Huesca lleva días convertido en un plató de televisión. El escenario perfecto para aquel que dice huir de los ratones coloraos pero aún entiende la televisión como un espectáculo, como una búsqueda deseperada de audiencia, como un cotilleo camuflado de gran exclusiva.

26 Enero 2007

Mejor confesor que filósofo

Carlos Boyero

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Obvio por cargantes las explicaciones entre líricas y psicoanalíticas que Jesús Quintero ofrece sobre su abandono de antiguas identidades artísticas como El loco de la colina, El ratón colorao y El lobo estepario y haber decidido a partir de ahora asumir su reencontrado yo. Todo ello para explicar las trascendentes razones de que su nuevo programa, o sea, el de siempre, se llame Quintero. Tampoco presto excesiva atención a sus rituales discursos humanistas y poéticos sobre las personas y las cosas. Toda esa parafernalia filosófica tendrá su ancestral y entregado público, pero no soy yo.

Pero sí espero que este excepcional comunicador utilice su genuina magia para que los mudos hablen y desnuden su privacidad ante los sorprendidos o embelesados espectadores. Quintero también pretende ser selectivo al afirmar: «Quiero un público que cuando está despierto, está más despierto que la mayoría». El anhelo es lícito pero no sé que opinarán al respecto los financiadores de su nuevo invento, colocado en horario de lujo. Puede ocurrir que si el depredador share no se enamora de él, los espectadores de calidad que ama Quintero, se queden a dos velas, y los prosaicos fenicios sustituyan el encanto de la palabra por cualquier gilipollez cantarina, bailarina o esctrictamente hepática, de las que tanto le gustan a los que están dormidos aunque estén despiertos.

Y la cosa empieza bien. Vino, jamón, queso y tortilla, cositas entrañables de la tierra para crear relajante atmósfera y torrencial expresividad con una pareja guapa, famosa, rica y feliz. Antonio Banderas se presta a ejercer de traductor con lo que cuenta su enamorada esposa, la maravillosa comedianta y muy atractiva protagonista de «Algo salvaje» y «Armas de mujer». La gatuna Melanie Griffith, todo dulzura, sonrisa y buen rollo, sólo pierde los papeles cuando susurra: «Que se joda Bush», pero enseguida rectifica o matiza su incendiario deseo. Antes ha contado que lo que más le gusta de España es la forma de relacionarse que tienen sus habitantes. Está claro que no es asidua u ocasional oyente de la emisora bendecida permanentemente por Dios, la fe y la razón.

Todo fue demasiado indefendible en la tenebrosa historia de Farruquito. Pero Quintero, el confesor más dotado y persuasivo, le ofrece la palabra al satanizado y condenado. Él admite su culpa y la justicia de su cárcel, pero pide respeto para su desolación, para que los buitres no agudicen más el peso terrible que va a soportar su conciencia durante el resto de su vida. Escohotado siempre derrocha conocimiento, mordacidad, irreverencia y clase. Juntarlo con el tal Matamoros no me pareció una idea feliz, ni siquiera surrealista, solo grotesca. Tampoco logra conmoverme ni afiliarme la certidumbre de Quintero de que « el éxito aburre y la fama cansa, lo único que perdura es la obra». ¡Venga ya, tío!