19 julio 2007

El nuevo presidente de los populares de Cataluña será Daniel Sirera

Josep Piqué dimite como Presidente del Partido Popular de Cataluña por sentirse ‘desautorizado’ por Ángel Acebes Paniagua

Hechos

El 19.07.2007 se hizo pública la dimisión de D. José Piqué como presidente del PP en Cataluña, fue reemplazado por D. Daniel Sirera.

Lecturas

El 19.07.2007 se hizo pública la dimisión de D. José Piqué como presidente del Partido Popular en Cataluña haciendo público un comunicado en el que consideraba que se había sentido desautorizado por la dirección nacional del Partido Popular y, en particular, por su secretario general D. Ángel Acebes Paniagua. La dirección nacional ha designado a D. Daniel Sirera como nuevo presidente del PP catalán.



EL NUEVO PRESIDENTE DEL PP CATALÁN, DANIEL SIRERA, EN LA ÓRBITA DE JIMÉNEZ LOSANOS

pique_sirera_2003 D. Josep Piqué con D. Daniel Sirera

El nuevo presidente del PP catalán, D. Daniel Sirera, se esforzará desde el principio de su mandato en mantener buenas relaciones con ‘el clan’ mediático que encabeza D. Federico Jiménez Losantos, director del programa ‘La Mañana’ de la COPE, que había emprendido una dura campaña contra el PP catalán en general y contra la persona de D. Josep Pique en particular, así como  a favor de votar a Ciutadans en Cataluña, hasta el punto de que el Sr. Sirera logrará ser el encargado de presentar el libro del Sr. Jiménez Losantos sobre Barcelona, presentado unos meses después.

HASTA LA BATALLA FINAL EN EL CONGRESO CATALÁN:

D. Daniel Sirera asume la presidencia del PP catalán de manera temporal, pero la batalla final entre los distintos bandos del PP de Catalunya será en julio de 2008, en el que se enfrentaría el sector de los hermanos Fernández Díaz, el sector del Sr. Sirera y el sector más catalanista de la Sra. Nebrera, aunque la dirección nacional tratará de imponer una candidata de consenso.

19 Julio 2007

Carta a Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular

Josep Piqué

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Querido Presidente y amigo Mariano:

Como recordarás, hace varios días te escribí para comunicarte mi decisión de dejar la dirección del Partido en Cataluña y, por añadidura, mi dedicación a la política. Creo que te daba razones más que suficientes para justificar mi actitud. Y, pienso, sinceramente, que todas siguen siendo válidas. En otro momento, y en circunstancias distintas, ya te ofrecí mi puesto ante la clara desautorización a la que me había sometido la Dirección a través del Secretario General.

Tu solicitud, argumentada sólidamente no sólo en términos políticos sino, sobre todo, humanos, y mi aprecio personal y político hacia tu persona, logró que, entonces, reconsiderara mi postura.

Como sabes, he seguido trabajando, en circunstancias nada fáciles y en el seno de un Partido en el que no faltan mezquindades y miserias (que debo decir que se compensan, más que de sobra, con gente admirable por la que siento un enorme respeto y reconocimiento y que me han ayudado a mantener las ganas y la ilusión).

Recientemente, en virtud de lo que te expuse en mi carta, llegué a la conclusión de que mi permanencia no era sostenible y así te lo trasladé, con toda sinceridad y honestidad, y convencido de la irreversibilidad e inevitabilidad de mi salida, y desde la convicción de que era lo mejor, para ti y para el Partido, que fuera cuanto antes.

Tu petición de que abriera unos días de reflexión y, sobre todo, mi profunda voluntad de no perjudicarte, a la vista de los argumentos personales que me utilizaste, logró, de nuevo, que lo haya intentado otra vez, sabiendo, como tu sabes, que mi compromiso no iba a ir, en ningún caso, más allá de las generales y con el único objetivo, en lo personal, de contribuir a tu victoria que deseo fervientemente por el bien de España y de todos.

Creí que eso pasaba por reforzar mi autoridad y, haciendo los cambios y los ajustes necesarios que yo comparto, no aprovechar la circunstancia para demoler mi imagen propia frente a la sociedad catalana, e intentar dañar a personas que, con errores, sin duda, pero también aciertos, se han dejado la piel por nuestro proyecto.

Y como es evidente que se ha querido hacer así desde la Dirección del Partido, y aún constándome que no por ti, el daño ya es irreversible. Lo malo es que creo que, consciente o inconscientemente, el daño se ha hecho, sobre todo, a ti y al Partido.

Pero, queda aún tiempo para las generales y para que otras personas se pongan al frente del Partido en Cataluña y te hagan la mejor campaña electoral.

Siempre mantendré mi afecto y aprecio hacia tu persona y hacia nuestro Partido que me ha dado la oportunidad de conocer a magníficas personas, de descubrir nuevos amigos, y de poder prestar, modestamente, un servicio a los intereses generales, tanto en labores de gobierno, como desde hace ya cuatro años, desde la oposición.

Con toda mi estima.

Josep Piqué

20 Julio 2007

Génova se impone

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Las tensiones entre la dirección nacional del Partido Popular y sus responsables en Cataluña se han cobrado la primera víctima política: Josep Piqué ha presentado a Mariano Rajoy su dimisión irrevocable. A lo largo de la legislatura, el ex ministro había apostado por un discurso político centrista, en abierto contraste con la radicalización impuesta desde la calle de Génova por Acebes y Zaplana. Piqué entendía que ése era el único camino para ampliar la base electoral del PP en Cataluña, en imparable retroceso desde la tramitación del nuevo Estatut y la dura campaña de los populares, que muchos de sus propios votantes percibieron como un ataque injustificado. Quizá haya que achacar a esta línea de dureza auspiciada por la dirección nacional el mal resultado del PP catalán en las elecciones municipales del 27 de mayo y, sin embargo, el chivo expiatorio ha terminado siendo su principal crítico dentro del partido.

La diferencia entre socialistas y populares en Cataluña fue determinante en el resultado de los dos últimos comicios generales: pasó de los cinco a los 15 diputados, contribuyendo a la pérdida por el PP de la mayoría absoluta y de las elecciones. Ante la disyuntiva de buscar el centro, y hasta un cierto aroma catalanista, o radicalizarse para recortar de nuevo las distancias, Génova parece haberse decantado por esta última línea para afrontar la próxima convocatoria, y de ahí que haya impuesto a Piqué los encargados de dirigir la política del partido hasta marzo. No se trata de caras nuevas, sino de la recuperación de antiguos dirigentes desplazados por el ex ministro y su concepción de la política conservadora. Junto a Alberto Fernández Díaz, que, de acuerdo con las instrucciones de Acebes, se hará cargo del comité de campaña en razón de su buen resultado en Barcelona, el nuevo coordinador de organización será Xavier García-Albiol, responsable en el pasado de un vídeo propagandístico de tintes racistas. Génova ha dejado claro el discurso con el que concurrirá a las generales en Cataluña, y tal vez en el resto del país. Este movimiento está en abierta contradicción con la teoría de Rajoy acerca de las nuevas caras y mensajes que deben acompañarle en la campaña de las próximas elecciones.

Acebes remató su golpe de timón exigiendo a los disconformes con la nueva línea que se marcharan a casa y no molestasen. A Piqué no le ha gustado y ha seguido su consejo. Génova se ha deshecho, así, de quien consideraba un lastre en su estrategia de confrontación radical. Pero, al mismo tiempo, ha creado una vacante en su cartel electoral que les puede llevar a un fiasco considerable en Cataluña.

20 Julio 2007

Piqué, otra convulsión en el PP

ABC (Director: José Antonio Zarzalejos)

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La dimisión de Josep Piqué de la presidencia del PP de Cataluña introduce al primer partido de la oposición en una innecesaria crisis, cuando todavía se vivía en la organización el regusto amargo de la precipitada retirada de Jaume Matas en Baleares. Es difícil indagar con plena seguridad cuáles han sido las causas de esta decisión del dirigente catalán, porque la secuencia temporal de los acontecimientos conduce a un análisis confuso de los acontecimientos. Si -como informó ABC antes de que lo hicieran otros medios- el propio Piqué había aceptado y asumido el miércoles los cambios organizativos que le proponía la dirección nacional del PP, resulta desconcertante que tal consenso quedase roto ayer, jueves, inmediatamente después de la publicación de unas interpretaciones periodísticas objetivamente lesivas para la imagen del dirigente popular.
Piqué se desdijo ayer de su convenio con Ángel Acebes e hizo recaer sobre la dirección nacional del partido la responsabilidad última de su dimisión. Algo ha debido de ocurrir -por ahora sin determinar- para que un miembro de los llamados «maitines» -sanedrín de notables del PP con los que Mariano Rajoy mantiene una sintonía particular- mude tan rápidamente de criterio sin que las más altas instancias del partido hayan sido capaces de evitar una decisión que, objetivamente, repercute de forma negativa sobre la imagen de la formación.
En Cataluña los resultados electorales del PP estaban por debajo, no sólo de las expectativas -el saldo de las municipales no fue bueno-, sino también de sus necesidades para disponer de oportunidad de ganar las elecciones generales en el conjunto nacional. Era precisa una reorganización, nuevos nombres y un impulso igualmente nuevo para afrontar en mejores condiciones los comicios legislativos. Parece inconcebible que Piqué, por una parte, y la dirección nacional del partido, por otra, hayan sido incapaces de acordar los términos de esa reorganización e, inmediatamente después, de transmitirlos a la opinión pública con el necesario discurso integrador y cohesivo que los populares requieren en estos momentos.
La crisis resultante -verdaderamente evitable- concierne a Piqué, que habría debido aguantar el tirón, pero también a la dirección nacional del PP, cuya autoridad se ha visto cuestionada en poco tiempo por dos presidentes autonómicos en comunidades de vital importancia política y electoral, Baleares y Cataluña. No se trata de repartir culpas o de igualar recriminaciones, sino de apelar a la responsabilidad colectiva del Partido Popular: con episodios como éstos se está ofreciendo bazas argumentales a sus adversarios, que en su discurso crítico cuartean la percepción del PP, cuya imagen ha de ser la de un partido con pluralidad de sensibilidades pero perfectamente disciplinado y cohesionado en coherencia con el delicado momento por el que atraviesan la sociedad española y el propio Estado.
El Partido Popular es la expresión de la derecha democrática española, del muy amplio sector liberal-conservador nacional, de los ciudadanos moderados y de los sectores centrales de la sociedad española. El PP es un partido para una gran mayoría electoral; una organización con vocación de Gobierno que ha demostrado durante dos legislaturas que dispone de proyecto, programa y personas para llevarlo adelante con eficiencia y rigor. Una organización de estas características ha de favorecer un liderazgo fuerte -en este caso el de Mariano Rajoy- y deponer diferencias para encararse al Gobierno y al Partido Socialista con una unidad de acción indubitable, sin fisuras y con moral de victoria. Dimisiones como las de Piqué o -siendo distinta, también lesiva para el partido- la de Matas no permiten sostener un buen diagnóstico sobre la situación interna del primer partido de la oposición y responsabilizan a todos sus dirigentes a conjurarse en la unidad y la discreción para alcanzar la cita electoral con posibilidades de victoria. Porque España la necesita.

20 Julio 2007

La irresponsabilidad de Piqué

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La dimisión de Josep Piqué como presidente del PP catalán es todo un torpedo en la línea de flotación del principal partido de la oposición y una auténtica faena para Mariano Rajoy, que se ve obligado a afrontar una seria crisis interna cuando faltan ocho meses para unas elecciones generales en las que se juega su futuro. El ex ministro y líder del PP en Cataluña anunció ayer su dimisión, un día después de que el secretario general, Ángel Acebes, viajara a Barcelona para comunicar personalmente ante la junta directiva una reorganización interna, que previamente había sido pactada con el propio Piqué y con Rajoy. Al parecer, el ya ex presidente popular en Cataluña se sintió desautorizado por la dirección nacional y no suficientemente respaldado por Rajoy, porque quería anunciar él los cambios ante los órganos del partido. Además, Piqué responsabiliza al secretaro general de haber filtrado a diversos medios una interpretación, a su juicio errónea, de estos cambios como un «golpe de mano» de Génova contra él.

Sea como fuere, Piqué se ha comportado con una gran irresponsabilidad y de forma muy poco leal con un partido que le acogió en su Ejecutiva al mismo tiempo que se hizo militante, gracias a que el entonces presidente Aznar le puso en la primera línea de la política como ministro portavoz y después como responsable de la codiciada cartera de Exteriores. Tras perder las elecciones, Rajoy apostó por situarle al frente del PP catalán, una organización que evidentemente necesitaba un revulsivo que Piqué no fue capaz de darle. Las explicaciones que ha dado su entorno sobre la dimisión suenan únicamente a excusas. Piqué lleva suficiente tiempo en política como para no tener la piel tan fina. Mucho más teniendo en cuenta que Acebes en ningún caso puso en duda la continuidad de su liderazgo en el PP catalán y hasta insinuó que sería el cabeza de lista por Barcelona en las generales.

Es más que probable que la espantada de Piqué sea una forma de endosar a los demás la responsabilidad de sus pésimos resultados electorales en las pasadas municipales en Cataluña, donde sólo se mantuvieron firmes los feudos de las personas con las que él no sintoniza, como Alberto Fernández en Barcelona. Es evidente que el PP tiene un serio problema en Cataluña de cara a las generales. En 2004 logró sólo seis escaños por 21 de los socialistas. El tibio nacionalismo catalán de Piqué, o su vergonzante españolismo, no ha servido para que el partido se recupere electoralmente en esa comunidad. Pero su dimisión en este momento es un contratiempo grave. Los hechos demuestran que hubiera sido mejor que Rajoy hubiera aceptado su renuncia cuando hace dos años le echó un primer órdago con sus injustas e insolidarias críticas contra Acebes y Zaplana.

02 Noviembre 2006

El problema no es la COPE sino Piqué

Ignacio Villa

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Las elecciones autonómicas de Cataluña han dejado encima de la mesa muchas lecciones políticas que habrá que ir metabolizando en los próximos días. Una de ellas ha sido el fracaso del modelo de Josep Piqué para el Partido Popular catalán. El tremendo nerviosismo de Piqué es un signo claro y evidente de que sabe que los resultados obtenidos no son buenos, pese a las excusas que pueda intentar aducir. Por eso arremete contra la COPE –la emisora de buena parte de sus votantes– al decir que ha sido decisiva en esa pérdida de votos. Si ya es lamentable encontrarse en la vida diaria con personas incapaces de aceptar la derrota sin achacar a otros la responsabilidad por la misma, en política esa actitud resulta especialmente impresentable.

Pero dejando de lado los enfados y pataletas de Piqué, lo que realmente debe preocupar al Partido Popular y especialmente a su presidente, Mariano Rajoy, es la corriente interna que existe entre las filas populares sobre la necesidad de moderar el mensaje para asentarse en un inexistente espacio de centro. Piqué es un ejemplo, pero no el único, de la opinión más o menos extendida entre las filas populares de que ante las elecciones generales hay que ofrecer una imagen pastelera y meliflua, un perfil «centrado» que no asuste a un electorado que nadie ha visto pero que Arriola y los suyos dicen que existe. No quieren darse cuenta de que una gran mayoría de los votantes del PP no buscan ni moderación ni estridencias; tan sólo quieren un partido que defienda unos principios y un proyecto claro para España ante los desvaríos del Gobierno Zapatero.

Piqué no quiere aceptar que el problema de unos los resultados electorales que es incapaz de digerir no es la COPE. Su problema es el haberse abonado a un discurso ambiguo, cercano a las propuestas convergentes, y que pasa de puntillas sobre lo que es el proyecto del PP para toda España. Piqué ha querido hacer la guerra por su cuenta y ahí tiene los resultados. Es cierto que sólo ha perdido un escaño respecto a las anteriores elecciones, pero sería un error situar ahí el foco del análisis. El verdadero problema está en que los populares han perdido una oportunidad histórica en convertirse en una fuerza parlamentaria decisiva. Después de una legislatura convulsa –con el 3%, con el Carmelo, con Carod negociando con ETA, con la ruptura constitucional que supone el nuevo Estatuto–, el Partido Popular no sólo no ha subido, como sería lo normal, sino que ha bajado tanto en votos como en escaños. Algo tienen que haber hecho mal.

Algunos en la dirección del PP pueden pensar que perder escaños es un excelente resultado. Ellos sabrán. Es el planteamiento propio de quienes ya han aceptado la derrota como su destino político natural. Pero Rajoy debería tomar nota de lo que se le puede venir encima si adopta la misma línea que Piqué. El pasteleo es incompatible con los principios, y la falta de principios en un partido de derecha es sinónimo de fracaso electoral. Se ha visto en Cataluña, pero parece que el PP está dispuesto en empecinarse en el error. Es cierto que en otros lugares de España no existe un partido como el de «Ciudadanos» para recoger el voto de rechazo a la ambigüedad del PP, pero siempre está el refugio de la abstención para el votante irritado con la falta de modelo nacional. Si los populares deciden encerrarse en su torre de marfil, el fracaso está asegurado. Si el PP deja la defensa nítida de los principios para parecer más «moderados», que miren a Cataluña y vean lo que les espera.