1 octubre 1977

Pasará a ser 'Adjunto' al Presidente de PRISA, José Ortega Spottorno

Juan Luis Cebrián Echarri aparta a Darío Valcárcel Lezcano de la redacción de EL PAÍS forzándole a dimitir como Subdirector

Hechos

El 1.10.1977 el diario EL PAÍS informó de la dimisión de D. Dario Valcárcel como Subdirector del diario EL PAÍS, pasando a ocupar el cargo de ‘Adjunto al Presidente de PRISA’.

Lecturas

El director de El País, D. Juan Luis Cebrián Echarri, destituye el 30 de septiembre D. Darío Valcárcel Lezcano como Subdirector del periódico. Valcárcel Lezcano continúa siendo accionista, Secretario del Consejo de Administración de PRISA y Secretario de la Junta de Fundadores de El País. Además, el mismo día en que se hace pública su destitución en El País, el 1 de octubre, el presidente de PRISA, D. José Ortega Spottorno, le designa Adjunto a la Presidencia de PRISA, un cargo de nueva creación.

El día 29 de octubre será otro de los fundadores, D. Carlos Mendo Baos, el que dimitirá de todos sus puestos en PRISA (miembro del Consejo de Administración y miembro de la Junta de Fundadores de El País), acabando así con el último hilo de Fraga Iribarne con la cúpula de El País. La dimisión de Mendo Baos provoca un bloqueo en la Junta de Fundadores por haber un empate entre partidarias de la actual línea (D. José Ortega Spottorno y Juan José de Carlos Aparicio) y los críticos (D. Darío Valcárcel Lezcano y Ramón Jordán de Urríes Martínez de Galinsoga).

En declaraciones a un miembro de La Hemeroteca del Buitre, D. Dario Valcárcel Lezcano explicó que fue el propio D. Juan Luis Cebrián el que le llamó a su despacho para pedirle que dimitiera como subdirector «vamos, que me echó».

LA REDACCIÓN EN MANOS DE CEBRIÁN Y MP

cebrian_1978martin_prieto_tiempo Con la salida del Sr. Valcárcel de la redacción de EL PAÍS, se reforzaba el poder de D. Juan Luis Cebrián (Director) y D. José Luis Martín Prieto ‘MP’, que desde septiembre de 1976 ocupaba el cargo de ‘Adjunto al Director de EL PAÍS’ lo que en la práctica le convertía en ‘número 2’ del diario de PRISA una vez desaparecida la figura del subdirector.

Primera Página

Juan Luis Cebrián

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No cesaban las conspiraciones entre los herederos de la dictadura, irritados por la gobernación de Suárez, al que despreciaban de forma ostensible. Junto con ellos muchos sedicentes liberales no quisieron asumir que un antiguo jefe del Movimiento pudiera convertirse en el constructor de la democracia. Uno de los más activos entre esta pléyade de descontentos era Motrico. A mediados de septiembre de 1977 emprendí viaje a Canadá. Estaba previsto que el viaje durara dos semanas, pero a los siete días de comenzarlo decidí regresar a Madrid. Una llamada de Martín Prieto, que dirigía la redacción, me alertó sobre los movimientos y actitudes de Valcárcel, que trataba de orientar la línea editorial del periódico a beneficio de su tutor, el conde. “Si no vuelves pronto, para cuando lo hagas te encontrarás que ya han ocupado tu silla”, me advirtió. Apenas días antes Javier Baviano nos había avisado también a Polanco y a mí de lo que él consideraba comportamientos desleales por parte de Darío y durante un encuentro en Mayte Comodore, el restaurante de moda en la capital, decidimos los tres que debíamos prescindir de sus servicios cuanto antes. Acordamos esperar a que se produjera una coyuntura favorable para ello.

Director de El Papus Javier de Echarri Moltó.

Tras el sábado 24 me reuní con Suárez y Pío Cabanillas en La Moncloa.

  • Me acaba de llamar el rey – dijo Suárez – y me dice que mañana va a publicar EL PAÍS una doble pagina en que se pide mi dimisión y la formación de un gobierno de unidad nacional presidido, por ejemplo, por Areilza.
  • No sé nada de eso – respondí – pero en cualquier caso te aseugro que no es cierto.
  • Pues me ha dicho que se lo ha contado así Manolo Prado, a quien fue a ver el jueves Darío Valcárcel para comunicárselo y solicitar que le pasara el mensaje al rey.

Les comenté la versión de Darío totalmente contradictoria con la del presidente de Iberia. Llamé a Polanco para contarle el incidente y coincidimos ambos en que quizá era la oportunidad que esperábamos para deshacernos de la presencia del vasallo de Areilza en el equipo del diario. Decidimos que debíamos producir una destitución inmediata del subdirector por deslealtad. Levanté el teléfono, pedí que me pusieran con Manuel de Prado y Colón de Carvajal y confirmé en presencia de Jesús lo que Suárez y Cabanillas habían contaod

Reafirmamos en nuestra decisión previa nos dimos cuenta de que había un problema: además de subdirector, Valcárcel era secretario del Consejo de administración y miembro de la Junta de Fundadores. En nuestra opinión debía cesar en todos sus cargos, pues era la única forma de neutralizar del todo la influencia de Areilza. Así se lo hicimos ver de inmediato a José Ortega, que se comprometió a solicitar su renuncia después de que abandonara la subdirección.

Llamé a Valcárcel a mi despacho y le pedí que dimitiera de su puesto.

“Si se trata de que has perdido la confianza, entonces tienes mi dimisión. Entiendo que no puedo ser subdirector sin tu apoyo. No hay más que hablar”.

Tres o cuatro horas más tarde volvió Darío a llamar a la puerta de mi despacho. En tono más irritado e inseguro que el de la anterior conversación me dijo que lo había pensado mejor y que de ninguna manera estaba dispuesto a renunciar. Por sus palabras entendí que había ido a visitar a Areilza y este le había conminado a que luchara por su puesto.

  • Es inútil – respondí – ya he comunicado oficialmente tu marcha y, en cualquier caso, si esta no es voluntaria firmaré tu despido de inmediato.

Ante los hechos consumados se levantó dando voces, diciendo que de ninguna manera iba a permitir que le echáramos de su casa “porque esta es mi casa, la he construido yo desde el principio”. En su defensa acudió en seguida a José Ortega, que tenía la misión de hacerle abandonar los otros cargos. No sólo no la cumplió, sino que le nombró Adjunto a la Presidencia, en un acto que Polanco y yo entendimos de abierta hostilidad hacia nosotros, aunque estuviera basado en la debilidad del propio José. Con su actitud acababa de dar paso a una guerra entre accionistas que duraría años y marcaría el destino del periódico durante varias décadas.

El despido de Valcárcel como subdirector había desencadenado una guerra interna proporcionada por él, que logró mantenerse durante un tiempo como secretario del Consejo y miembro de la Junta de Fundadores. En fecha tan temprana como febrero de 1978 Darío había enviado ya un informe al presidente del Banco Urquijo, todavía propietario de un importante paquete de acciones, en el que solicitaba la sustitución del consejero delegado por un Comité Ejecutivo y la creación de un comité del consejo que vigilara la línea editorial del diario. Se trataba de una maniobra para destituirnos tanto a Polanco como a mí, orquestada en la sombra por Areilza y agitada por conspicuos liberales del accionariado, entre los que sobresalía Fernando Chueca Goitia, arquitecto de fama que presumía de pedigrí antifranquista.

Tensiones entre accionistas

Gregorio Marañon Beltrán de Lis

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En 1977 cuando las tensiones entre los accionistas se agudizaron en el Consejo y en la Junta de Fundadores, Cebrián propuso prescindir de Darío Valcárcel como subdirector y sustituirle por Augusto Delkáder. Jesús me pidió que arbitrase una solución que evitara un conflicto mayor entre los accionistas. Propuse que Darío fuera nombrado adjunto al presidente, que seguía siendo José Ortega, y que mantuviera su puesto de vocal y secretario del Consejo de Administración. Ambas partes aceptaron. Aquello sirvió para salir del trance, pero muy pronto Darío se convirtió en adalid de una gran parte de los accionistas discrepantes, especialmente de los vinculados a Areilza. Por su parte, Augusto inició una brillante carrera en PRISA e influyó con su buen criterio en muchas de las principales decisiones del Grupo. Y así sigue siendo ahora.

El Análisis

ADIÓS AL PROYECTO DE AREILZA

JF Lamata

Tener a D. Dario Valcárcel en la redacción con el rango de subdirector era una presencia incómoda para D. Juan Luis Cebrián. El Sr. Valcárcel era periodista, pero también era fundador y accionista de la empresa editora del periódico, PRISA, eso le daba un poso de fuerza ante el Sr. Cebrián: él era medio-propietario y el Sr. Cebrián no. No puede funcionar un corral con dos gallos. Una vez el Sr. Cebrián acreditó que tenía el apoyo del accionista con más peso económico, D. Jesús Polanco, se sintió con fuerza de apartar a D. Dario Valcárcel, el hombre que tenía la misión de convertir EL PAÍS en un diario liberal en la línea de D. José María de Areilza conde de Motrico.

Eso sí, el Sr. Valcárcel perdía poder en la redacción pero lo reforzaba en la empresa: pasaba ser adjunto a la presidencia de PRISA (con mucha más fuerza que el presidente D. José Ortega) y estaba en el Consejo de Administración y en la Junta de Fundadores, aún tenía poder para dar órdenes en EL PAÍS frente al Sr. Cebrián.

J. F. Lamata