12 enero 1996

Juancho Armas Marcelo califica desde el ABC al columnista de EL PAÍS Eduardo Haro Tecglen de ser un «profesional del odio»

12 Enero 1996

Para un profesional del odio

Juancho Armas Marcelo

Leer

Insistes, Haro con patética frecuencia en tus torvos errores. Es el mismo tiberio, cansino y fútil, del os sitópicos en toda la extensión de su memoria: no humillan su testud errática, sino que altivamente sostienen en el aire el artefacto inútil de sus miasmas, sólo por ver (y oír9 como la confusión mezquina que supuran igualmente prospera en sus lectores. Así escapan de sí, como los embusteros, los falsos y los bobos. Esa es la fuerza de tu sino ahora, estatua de sal por tus rencores y absurdo ventanal sin vistas: aparentar nobleza, que eso obliga, para que no miremos lo que más te duele; aparentar la altura que te falta, cuando son tus iras (Y tu tan paternal beneficencia) los únicos apóstoles del hecho.

La insistencia en el error que arrastras, no es propia del talento intelectual cuya mitología tan pesadamente sobrellevas. Tampoco puede  dárseles tanto a quienes, como tú, subidos a la parra que no tienen, inoculan su inquina para matar fantasmas contra los que un día te imaginaste genio: el teatro que tanto has detestado injustamente, y todo lo demás, porque te suena adverso. Por eso, entre miedos y sombras de tus galimatías, pocos te han contestado el gesto. Pero al resto, cuando queda de tu fatuo sectarismo, no es la senilidad que te acongoja enterrado en la urna (como disimulando, al borde de la página) sino el ruido perpetuo de cuanto perdiste a imagen y sonido de ti mismo.

Como el alcohólico (que no lo sabe; y si lo sabe, enfermo disimula); como el drogata, que enmascara ‘el mono’ como el suicida, que lo camufla y tapa. Así respiras, por las branquias abiertas de tu odio, sin buscar en los otros cuanto a ti te hace falta, sino para llevarlos al puro panteón de sus manías. Y mostrar luego la pieza, tú; humilde vencedor de altivas fieras, excusa y coartada de tu vida, de la que nunca hablas de verdad y tanto vanamente olvidas.

Es de maestros de esgrima de secundaria andar marcando el paso para que los demás te rindan reverencia, y académicamente te aplaudan y bendigan, como a un evangelista auténtico y osado. Y no es de recibo tu vicio maniqueo: condena a ‘los malos’, que no estamos de acuerdo con tus seniles fobias; y premiar a ‘los buenos’, porque te lo parecen, cuantos samaritanamente ocultan tus erratas. Las sombras son las nuestras in memoriam y al final la vida pasa cuentas sin prestarnos socorro. Cada uno es quien es, sus odios, Haro, sus amores, sus fantasmas, sus vivos y sus muertos.

J. Armas Marcelo