17 febrero 1994

Julián Lago trae a su programa a John Wayne Bobbitt, el hombre al que su mujer cortó el pene, que a raíz de la tragedia se ha hecho famoso en todo el mundo con entrevistas y cine porno

Hechos

Emitido el 17 de febrero de 1994 en TELECINCO.

Lecturas

John Wayne Bobbitt, el ex marine estadounidense que fue castrado por su mujer, se sentará en La máquina de la verdad para responder a las preguntas que le formule el presentador y director Julián Lago, el escritor Fernando Arrabal, el columnista de ABC Federico Jiménez Losantos, la escritora Carmen Rico Godoy, la cantante Massiel y el periodista Raúl del Pozo. Bobbitt, que asistió ayer a una rueda de prensa organizada por Tele 5 luciendo el típico aspecto de un mormón, comentó que lo único que pretendía con esta entrevista es restaurar su honor. Sin embargo no ocultó que su próxima cita es con una televisión alemana, ni que obtiene dinero del «merchandising» que ha originado el juicio.

27 Febrero 1994

Lorena Bobbitt

Francisco Umbral

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Los ojos. Si ustedes se fijan, Lorena Bobbitt tiene ojos de oveja con sueño, de peluquera tonta y cansada, de frígida. Los ojos de Lorena Bobbitt, la castradora de Virginia, durante el juicio, durante las entrevistas, son unos ojos planos, sin mirada, sin imaginación. La falta de imaginación llevó a Lorena a castrar a su marido, habiendo tantos recursos fácticos y legales contra una mala bestia como el marine señor Bobbitt.

Lo cual que estoy escribiendo castración, y a ella la llaman castradora, y no es verdad. La castración, médicamente, es la amputación de los testículos, que es lo que mata el sexo del hombre. El pene no es más que un vehículo, y además recambiable, como se ha visto en este caso, que yo sigo preguntándome si no será todo ello un invento de Julián Lago.

Norteamérica tiene una mitología de matriarcado, desde las pioneras del Mayflower que se masturbaban con el rifle caliente después de haber matado un indio. El matriarcado americano, pues, ha visto muy bien el acto de Lorena, hasta el punto de que la han convertido en un mito, en una mártir, en una María Goretti del feminismo.

Bueno, allá ellos. A mí lo que ha hecho esta señora me parece que es tan salvaje como linchar a un negro por robar un caballo. Pero Estados Unidos es una democracia violenta, y no hay más que ver su cine, del western al género negro, y ahora las de marcianos. O su novela, mucho más valiosa que la europea, como modernidad, pero cargada de una violencia que los europeos no sabemos dar, porque hemos ido a mejores colegios.

Los ojos de Lorena Bobbitt son casi de retrasada mental, de chica que mira sin ver, que no se entera, que no se aclara. Yo creo que le cortó el pene a su marido para hacerse un consolador. Si no le gusta que le den por cofa ¿para qué se casa? En el matrimonio ya se sabe que vale todo, hasta meter un murciélago en la alcoba para abusar de la esposa cuando está más asustada.

El tipo está no sé dónde. En cualquier caso, que tenga su castigo. Pero era un hombre enamorado a quien le gustaba el culo pequeño (como a mí) de las mujeres, de su mujer. Y los pechos pequeños. Cuando él le hablaba de esto, ella lo entendía como una humillación, o sea, que no se aclaraba la tía, como se ve bien por esos ojos planos, que miran y no ven, ojos de esfinge sin secreto, de pobre chica que trabaja en la pelu y tiene sueños de revista de peluquería.

El señor Bobbitt era la verdad de la realidad de la vida.

Lorena era y es una tonta del culo (pequeño y bonito), una Madame Bovary sin gracia, imaginación ni talento. Ante un marido bestia lo que vale es suicidarse, como la Bovary, dado que los amantes también son mediocres. A Lorena, como no le llega la imaginación para el suicidio, que es una cosa intelectual, sólo se le ocurrió coger el cuchillo de cocina y cortársela a su marido. No me imagino a la Bovary de Flaubert haciendo esa bobada. Al fin y al cabo estamos en Europa.

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El mito. Lorena se ha convertido en un mito porque Norteamérica está llena de sufragistas y bollaconas.

Lorena es ya la Juana de Arco de las castradoras, la Estatua de la Libertad Femenina, y en lugar de antorcha levanta la polla sangrante de su marido.

Todo muy hermoso para los turistas. Lorena ha sido absuelta porque es hispana y los hispanos son ya el gran problema civil en USA, de lo cual debemos alegrarnos. Lorena ha sido absuelta porque en el jurado había más mujeres que hombres. Lorena ha sido absuelta en un país salvaje que practica el ojo por ojo y polla por coño, y ahí está la silla eléctrica y otros usos medievales que persisten en la democracia más avanzada del mundo, según dicen.

El mito de Lorena viene a confirmar plenamente la «envidia del pene» de que habló el viejo Freud. Sólo se mata lo que se odia, sólo se odia lo que se ama, sólo se ama lo que nos domina. La relación hombre/mujer es siniestra desde Adán y Eva, sólo superada en horror por la relación hombre/hombre: Caín y Abel. El falo es el mito priápico de todas las culturas, y cualquier avezado en mujeres conoce la secreta religión del falo que practican las mujeres del mundo entero, desde El imperio de los sentidos (castración por amor, como todas), hasta la Televisión de España, no sé qué cadena, donde vi el otro día a una actriz: A mí es que me enloquecen los frenillos.

Pues eso.

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El culo. El culo, el culito de Lorena Bobbitt es lo que a uno le obsesiona. Ese culo pequeño, como el de Ana Belén. Los grandes culos femeninos, «como planetas de cobre», que dijo García Lorca, a uno es que le producen cierta desgana por exceso y exhibición. Uno va buscando el culo de su primera novia infantil, el culito de sus sobrinas adolescentes, ese culito que todavía anuncian por la publicidad.

El tosco, el violento, el torpe, el odioso señor Bobbitt estaba encoñado o enculado con el culo de su mujer, y cuando se burlaba de él en público no hacía sino enorgullecerse de tener una niña en la cama, que es lo que queremos todos. Pero al tipo lo habían educado en la marina, en la milicia, en la barbarie, y no supo cuidar ese culo de melocotón temprano, de manzana verde manzana, que le había tocado en suerte. Usó de crueldad mental con el culo de su señora, y ahora se ve como se ve, que todas quieren yacer con él por si el pene remendado se suelta y se les queda dentro para siempre, qué gozada.

El culo pequeño es adolescencia. Luego la mujer anchea. Lorena, como es tonta, no se había enterado de esto, y tenía y tiene complejo de culo. Culito de Lorena, dos mitades de manzana que nos hacen olvidar su cara de peluquera imbécil. Ahora se queja de que no va a encontrar novio. Culito de Lorena, ángela adónica de los poetas. Un poeta habría comprendido mejor ese culo, en lugar de brutalizarlo, como el rudo señor Bobbitt, el más temible entre la temible tribu de la Sexta Flota.