30 agosto 1980

La Democracia Cristiana chilena de Eduardo Frei Montalva rompe con la dictadura de Augusto Pinochet después de haberla respaldado durante siete años

Hechos

El 29 de agosto de 1980 se produjo un mitin de la Democracia Cristiana en la que fijó su posición sobre la dictadura de Augusto Pinochet.

30 Agosto 1980

El mitin de Chile

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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LA DEMOCRACIA Cristiana de Chile y, personalmente, su dirigente, Eduardo Frei, tuvieron una actuación importante en los acontecimientos que terminaron en el golpe militar de Pinochet y la caída y muerte de Allende. Las sucesivas elecciones chilenas produjeron el resultado equívoco de que en las presidenciales fuese elegido Salvador Allende, por Unidad Popular, y en las legislativas se mantuviese la mayoría de la Democracia Cristiana; desde esta posición los democristianos pudieron bloquear gran parte de la legislación propuesta por Allende, mientras en la vida cívica obstaculizaban la labor de gobierno y orden, participando en todos los conflictos de carácter empresarial -como la huelga de camioneros, el cierre de los comercios, etcétera- que condujeron a la situación caótica del país. Puede decirse que la Democracia Cristiana y Eduardo Frei ignoraban el carácter de las fuerzas que estaban invocando -a pesar de su estrecho contacto con ellas-, y de las que serían víctimas, aunque sin la crueldad que persiguió a los otros partidos políticos quedaron totalmente alejados del poder y sin derechos políticos. Es una aventura que le sucede a veces a la democracia Cristiana: ya le pasó a Gil-Robles y la CEDA el 18 de julio de 1936 en España, y la Democracia Cristiana de El Salvador ha quedado atrapada en su propia maniobra: una parte de sus miembros ha quedado dentro del Gobierno dictatorial que maneja el país, otros están en el exilio.Eduardo Frei y otros personajes de la Democracia Cristiana de Chile tampoco quisieron colaborar con la dictadura militar, que, a su vez, les rechazaba. Desde el principio se constituyeron en una oposición prudente y cauta, alentada por algunas jerarquías de la Iglesia católica; oposición que ha culminado con el gran mitin político al que asistieron entre 50.000 y 100.000 personas -ya se sabe la habitual divergencia en estas cifras- y en el que se sobrepasaron probablemente los límites de moderación propuestos por los organizadores. Como sobrepasa también la mera militancia de la Democracia Cristiana para reunir toda la oposición, incluyendo a antiguos partidarios de Allende y Unidad Popular, no sólo entre el público, sino también entre los oradores. El objeto primordial de este mitin era el de manifestar una oposición directa al proyecto de Constitución que será sometido a un referéndum sin verdaderas garantías el 11 de septiembre y que pretende legalizar por tiempo prácticamente indefinido el poder de Pinochet. La importancia de este acto puede ser comparada, en ciertos aspectos, a las huelgas de Polonia: significa el alzamiento de la libertad y de la dignidad contra una opresión forzada.

La trascendencia inmediata de este acto no puede ser exagerada. El régimen va a pasar por encima de él, y ya sus portavoces han esgrimido las consignas habituales, calificando a los democristianos de «tontos útiles» del marxismo. Pero configura a Eduardo Frei como el hombre en quien puede encarnarse un régimen de transición y en quien el Departamento de Estado de Estados Unidos puede ratificar su confianza para una «democracia límitada». Su etapa de Gobierno -fue presidente entre 1965 y 1970- se presentó ya como una posibilidad del reformismo frente al revolucionarismo, y las nacionalizaciones se hicieron previo acuerdo con los intereses de Estados Unidos (la Anaconda, la Kennecott). Se ha dicho que desde el golpe militar los contactos entre Frei y Estados Unidos no han cesado nunca y que estaba considerado como un hombre en reserva para la sustitución del régimen militar.

No parece que Pinochet vaya a seguir la línea de los militares peruanos, que han devuelto el poder a los civiles sin demasiadas condiciones; pero se tiene la seguridad de que no todos los militares chilenos, incluso los que participan en organismos de dirección política, están de acuerdo con la persona de Augusto Pinochet y con sus métodos de gobierno. Ya en septiembre de 1978, el general Gustavo Leigh hizo unas declaraciones en favor de un regreso a la normalidad constitucional, lo que le costó su cargo de comandante en jefe de las fuerzas aéreas y su puesto en la Junta: numerosos militares del arma aérea dimitieron entonces en señal de solidaridad. La propuesta de Frei de formar un Gobierno en el que figuren civiles y militares se dirige principalmente a los sectores del Ejército que han manifestado su descontento en repetidas ocasiones, que serían sensibles a las presiones de Estados Unidos y desearían salvar su honor de la enorme mancha de la represión. Al mismo tiempo, la celebración del mitin, como primera ruptura pública de los ciudadanos con el régimen, podría incitar a muchos timoratos o indiferentes a votar «no» en el referéndum, aunque probablemente los resultados estén decididos ya a estas horas, puesto que todo el control del escrutinio está en manos de los militares.

El mitin de Chile no es un paso decisivo contra la dictadura, pero tiene una gran trascendencia y configura una oposición unida en torno a un nombre que podría ser aceptado por muy distintas fuerzas nacionales e internacionales.