6 septiembre 1980

La dirección de RTVE de UCD suprime el programa ‘La Clave’ de José Luis Balbín por negarse a emitir su programa en diferido

Hechos

La emisión del 6-09-1980 del programa ‘La Clave’ en la Segunda Cadena de TVE, pese a estar anunciada no se realizó y fue la última emisión de esa temporada.

Lecturas

COMUNICADO DE TVE:

«Hoy no se emitirá el programa ‘La Clave’ al no haberse efectuado la realización del programa como estaba previsto por Televisión Española por negarse a su grabación, su director, José Luis Balbín. Televisión Española lamenta no ofrecer hoy a sus pesctadores el programa ‘La Clave’. El alto costo de la producción de programas en sábados y festivos ha obligado a la Junta de Televisión Española a ordenar la grabación, en jornada laboral normal, de todos los espacios, a excepción de aquellos que, por razones de información o urgencia, requieran una presentación simultánea o inmediata. Televisión Española entiende que estas normas son transitorias, y aunque han afectado a muchos programas, entre ellos algunos de actualidad, no ha encontrado más resistencia que en la dirección del programa ‘La Clave’, a pesar de que precisamente a su propuesta este programa venía transmitiéndose en diferido desde hace cinco semanas, con absoluto respeto, claro está, a la integridad el contenido de la grabación. Televisión Española desea haer público su interés en la continuidad de ‘La Clave’ y confía en la solución del problema que ahora impide su presentación’. (Dirección General de RTVE, D. Fernando Arias-Salgado, 6-09-1980)».

«La decisión de grabar el viernes es unilateral y la adoptó Luis Ezcurra, y nuestra negativa a que se emitiese en diferido ya era conocida de la dirección de Televisión Española y de la opinión pública. Enlatar el programa y distribuirlo cuando ellos decidan es una forma encubierta de censura, y nosotros hemos sufrido muchos casos de censura en ‘La Clave’, desde programas censurados íntegramente, hasta debates como el del Estatuto de los trabajadores, cuyas emisiones fueran prohibidas mientras eran temas de actualidad. ‘La Clave’ se concibió como un programa en directo, y no me pueden llevar esposado a dirigir el programa en diferido. No es que ahora me niegue a grabarlo, sino que me negaré siempre (D. José Luis Balbín, El País, 6-09-1980)».

05 Septiembre 1980

Catarro y estornudo

Manuel Martín Ferrand

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No acabo de entender el revuelo que produce, de repente, en los medios informativos el incierto futuro de ‘La Clave’. Lo que me pasma es que durante los últimos tres años José Luis Balbín haya podido llevar a buen puerto su magnífico programa, porque TVE no es como la Segunda Cadena de los sábados por la noche, sino como el conflicto que ahora se aventa.

TVE es televisión que, lejos de ser estatal se ha convertido en un torpe instrumento de la política gubernamental. Está regida por mediocres incapaces de utilizar el mucho talento profesional que se acumula en los pasillos de Prado del Rey, es utilizada como piedra para el escándalo y no como servicio a sus espectadores y no puede dar frutos muy distintos a éstos que ahora se presentan con injustificada sorpresa.

El hecho de que José Luis Balbín, que es uno de los mejores periodistas de que dispone Televisión Española, haya tenido que refugiarse en ‘La Clave’ en lugar de ejercer funciones responsables al frente de los telediarios, que debieran ser el tema prioritario de la televisión dado el momento social, político e histórico que atraviesa el país, ya sería para sospechar. Pero Fernando Arias-Salgado, su estado mayor y sus inspiradores prefieren a los serviles del oficio, a los tontos de baba, a los mediocres con ambición y a los dóciles sin criterio, y no prefieren a los balbines.

El gran escándalo es que los balbines de la televisión estén infrautilizados, marginados en actividades no fundamentales u olvidados como un mueble viejo. La anécdota que ahora se nos presenta carece de sentido. No es la enfermedad. Es nada más que un estornudo sintomático del gran catarro de nuestra televisión.

Manuel Martín Ferrand

06 Septiembre 1980

Censores en diferido

Ángel Fernández Santos

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No hay otra televisión creíble que la que se emite en directo. Esto lo sabe todo el mundo y, sin duda alguna, los directivos de Prado del Rey son de este mundo. Esto supone que quienes gobiernan TVE, al ordenar que el único programa serio en directo de la casa ‘La Clave’, se pase en diferido, desean que esa isla de credibilidad de ideas y de debate, desaparezca de sus pequeñas pantallas, más pequeñas ahora que nunca, y que todo se allí increíble. La verdad televisiva molesta a estos administradores de la mentira en diferido, y la han echado abajo.

Es ya larga la lucha del director de este programa, José Luis Balbín, por mantener en directo a ‘La Clave’. Padeció auténticos hachazos en algunas emisiones, que fueron cortadas por órdenes superiores fulminantes. Se demoraron programas. Se prohibieron otros. Se obstaculizaron muchos más. Luego, el pasado julio, llegó la amenaza del diferido, es decir, la neutralización, manipulación y consiguiente muerte de un programa que sólo tiene sentido en vivo. Y ahora, tras el paréntesis de agosto, en que tradicionalmente los programas se grababan con antelación, a los gobernantes de TVE se les ha recrudecido su connatural gusto por la cobardía y han decidido que la cosa siga así, en diferido, como el resto de los increíbles cadáveres con que nos malinforman, desinforman y apestan.

Pero ‘La Clave’ no debe seguir así. Balbín es propietario de los derechos de autor del programa y no debe permitir que otros lo envilezcan. En una democracia que, como la nuestra, afronta ahora años de profundización, la gente que merece la pena debe conservar su intransigencia y su arte de la espera. Que salga Balbín por la puerta grande antes que quedar dentro de Prado del Rey debajo de las mesas de los censores a sueldo. Y que espere a que éstos salgan de allí – que saldrán – por dónde y cómo se merecen, en su anonimato gris y profundo.

Ángel Fernández-Santos.

07 Septiembre 1981

Más difícil todavía

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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LOS DIRECTIVOS de Televisión, tras el helado invierno, en que dieron la callada por respuesta a las revelaciones de la auditoría del Ministerio de Hacienda, y el tedioso verano, en que transformaron la pequena pantalla en un cine de barrio dedicado al reestreno de materiales ínfimos, han comenzado a tornar las medidas pertinentes para prepararnos un otoño caliente.Primero, ha sido la tentativa de zanjar su muy particular conflicto con los directivos de la Federación Española de Fútbol, en torno a la transmisión de los partidos de Liga, mediante la adopción de represalias informativas contra los aficionados a ese deporte. El temor a una tormenta de protestas, o tal vez alguna indicación procedente de las alturas, ha hecho recapacitar a los altos mandos de Televisión y les ha disuadido de llevar a cabo su insólita e incongruente vendetta.

Sin embargo, los directivos de Prado del Rey parecen empeñados en emular las hazañas circenses de esos acróbatas que anuncian al distinguido público su próximo número al grito de «¡Más difícil todavía!». Ahora han decidido dar la puntilla al programa La clave, uno de los escasos espacios transmitidos en directo que hacían reconciliarse a los espectadores con la programación televisiva, y que servían para demostrar que los males de Prado del Rey no proceden de la falta de profesionales con talento, sino de la sobreabundancía de mandos incompetentes. La cúpula de Televisión ha conminado a José Luis BaIbín, realizador de un programa que ha conquistado la popularidad gracias a la importancia de los temas sometidos a discusión y a los criterios de imparcialidad y pluralismo con que son elegidos los participantes, para que suspenda las transmisiones en directo y grabe con anterioridad los debates. No hay que ser demasiado maliciosos para suponer que los altos mandos de Prado del Rey daban por descontada la resuelta y razonable negativa de Balbín a ese ultimátum.

El argumento de que esa medida nace de la conveniencia de suprimir el pago de horas extraordinarias los sábados, día en que se transmite La clave, es una broma sangrienta en labios de quienes han organizado e instrumentado las operaciones de derroche más espectaculares en el seno de una Administración ya de por sí despilfarradora. Pero ni siquiera ese parsimonioso propósito de ahorrar el chocolate del oro puede servir de cobertura a la cacicada de quienes han terminado por creerse que el monopolio estatal es un bien patrimonial a su servicio personal o del Gobierno, y a quienes llena de zozobra y de irritación la emisión en directo y sin censura posible de las intervenciones del popular programa. Porque una fórmula que posiblemente José Luis Balbín y la mayoría de los espectadores aceptarían sería el traslado de La clave a la noche de cualquier otro día de la semana -el viernes, por ejemplo-, lo que permitiría además. el ahorro de los gastos de la grabación previa de los debates. Modificación, por lo demás, que podría ir acompañada por la emisión, a través de la primera cadena, de un programa hoy relegado, injusta y arbitrariamente, a la segunda, sin duda para que se enteren los menos espectadores posibles.

En cualquier caso, nadie puede hacerse demasiadas ilusiones al respecto. José Luis Balbín y La clave estaban bajo la punta de mira de los censores -de antiguo y de nuevo cuño- desde hace mucho tiempo. La libertad de opinión sobre temas controvertidos y de interés general, y la participación en los debates de personas qué nada tienen que esperar del sistema establecido, eran demasiado para los inquisidores de Prado del Rey, como ya hubo ocasión de comprobar con los vetos interpuestos a determinados debates.

Por esa razón resulta cada vez más urgente que las Cortes Generales designen a los miembros del nuevo Consejo de Administración y que el Gobierno enseñe sus cartas con el nombramiento del nuevo director general de Radiotelevisión. Porque lo único evidente es que sin la enérgica entrada de la escoba en Prado del Rey cualquier esperanza de modificación de esa vergüenza nacional que es Televisión Española sería vana. A los actuales y sempiternos mangoneadores del monopolio estatal sólo cabe ya decirles una cosa: que se vayan. Cuanto antes.