8 junio 2010

La muerte del constructor Luis García Cereceda desata la lucha por su herencia entre su última esposa Silvia Gómez Cuetara y las hijas Yolanda y Susana García Cereceda

Hechos

El 8 de junio de 2010 la prensa informa del fallecimiento de D. Luis García Cereceda.

08 Junio 2010

García Cereceda, impulsor del 'boom' inmobiliario

Miguel Ángel Noceda

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Creó Lugarce y era propietario de lujosas urbanizaciones

En los años ochenta, cuando se produjo aquel boom inmobiliario sin precedentes en España -con especial virulencia en Madrid- y hablar de pelotazos era cotidiano, hubo varios nombres que pasaron a ser primera página de los periódicos como protagonistas. Saltaban a la luz operaciones que llevaban cifras de varios ceros, entonces millones de pesetas, y personajes que deslumbraban por sus habilidades en ese terreno. Uno de esos nombres era Lugarce, acrónimo de Luis García Cereceda.

Este emprendedor, que murió ayer en Madrid a los 72 años después de varios de lucha contra un tumor cerebral que se agravó el pasado diciembre, se había independizado a finales de los setenta de la inmobiliaria Sagar para crear su propia entidad, que en muy poco tiempo derivó en un verdadero imperio inmobiliario. Lugarce adquirió Afisa, una de las entonces destacadas del sector, y creó Procisa para cotizar en Bolsa. Con estas divisas dio los mayores pelotazos inmobiliarios. No había operación que se fraguara en el centro de la capital en la que no apareciera su nombre, a veces incluso como recurso propagandístico, aunque en realidad no participara.

Le tocó vivir la etapa de expansión de la economía española y, a su sombra, supo aprovechar el crecimiento inmobiliario. La base de su negocio fue la compra de edificios y solares que luego revendía o transformaba en viviendas y oficinas de lujo, al compás de la política de rehabilitación de cascos urbanos. Esa actividad le dio mucho dinero que luego supo manejar en tiempos de crisis sin demasiados problemas.

García Cereceda procuró estar siempre en la retaguardia, fuera de los focos de la noticia; pero sabía moverse como pez en el agua en los entresijos del ladrillo y del poder. Destacó por labrarse estrechos contactos con el mando político. Se le atribuye estrecha amistad con Adolfo Suárez -la sede del CDS era propiedad de Lugarce-; con Felipe González -la prensa rosa asegura que el ex presidente conoció a su actual pareja a través de él- y con varios ministros y altos cargos de los sucesivos Gobiernos de ambos.

Posiblemente porque le gustaba el contacto con la crema empresarial y política adquirió uno de los templos gastronómicos de la capital, el restaurante Zalacaín, lugar de obligado cumplimiento para cualquiera que se quiera significar. También fue uno de los primeros en aparecer con yate propio por aguas baleares y frecuentar el oropel de la pujante jet set.

Pese a su obsesión por la discreción y la aprensión a las cámaras, no pudo evitar los focos en diversas etapas de su vida. Estuvo involucrado en el escándalo político que protagonizó el PRIM, el confuso partido surgido de las filas de Alianza Popular (AP) que bloqueó la moción de censura de Alberto Ruiz-Gallardón contra el presidente socialista de Madrid, Joaquín Leguina. Últimamente volvió a los primeros planos por el afamado y elitista complejo urbanístico La Finca, en Pozuelo de Alarcón, donde reside gente de las más ricas del país, entre ellos varios futbolistas.

Y le saltaron algunas polémicas. Unas de índole profesional, como la adquisición en 2007 de una finca de 800 hectáreas a la familia Garrigues en Brunete que luego fue recalificada. Y otras de carácter familiar, por la lucha por su herencia, valorada en más de 1.000 millones de euros, y que implica a su actual esposa, Silvia Gómez-Cuétara; las hijas -Yolanda, frecuente en programas de cotilleo por su relación sentimental con Jaime Ostos jr., y Susana- y sus nietos.

Las últimas noticias sobre su ímpetu inversor remitían a la República Dominicana, donde propulsó un macroproyecto urbanístico junto a Juan José Hidalgo, presidente de Globalia, en La Romana, cerca de Santo Domingo. Allí quería hacer algo parecido a la madrileña La Finca, pero con puerto deportivo, residencias, torres y hoteles.

11 Junio 2010

Guerra de esquelas

Beatriz Cortázar

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Una auténtica batalla de esquelas se está viendo en las necrológicas de los diarios tras el fallecimiento de Luis García Cereceda, una de las fortunas más importantes del país. Ya en la misa previa a la incineración se vivieron momentos muy tensos como cuando apareció una de las hijas del fallecido, Yolanda, junto a su actual pareja, Jaime Ostos. La viuda, Silvia Gómez Cuétara, los hijos de su primer matrimonio con Ramón Hermosilla y Susana García Cereceda (que ha recibido por parte de la Justicia la custodia temporal de los hijos de su hermana) fueron testigos de cómo Yolanda leyó una carta dirigida a su padre que dejó a todos helados al escuchar las cosas que decía y cómo criticó a la viuda y a su hermana.

Ahora el segundo capítulo se está viviendo en las esquelas. La primera fue muy sonada en tanto en cuanto la firmaba su viuda, sus ‘hijos’ (sólo se cita a los que tuvo su esposa en su matrimonio con Hermosilla) y al resto de familia política, pero ni rastro de las dos hijas ni los nietos. Familiares de la viuda me aseguraron que por error olvidaron citar a Susana, la hija del emperador que está abuenas con la viuda en contra de su hermana. Tal vez por arreglar el ‘error’ ayer salieron nuevas esquelas donde sí aparecía la viuda, las hijas, los nietos, el hermano del fallecido, su primera esposa… Pero sin duda la esquela que ha dejado estupefacto a todo el mundo es la que presenta al constructor como ‘mi queridísimo emperador. Creador de máxima belleza’, de quien se dice que falleció ‘en la altísima torre y mazmorra de su imperio de piedra’. En el apartado familiar se cita a ‘su única verdadera emperatriz, Mercedes (la primera esposa); sus únicas herederas y reinas independientes por igual Susana y Yo (Yolanda); con sus propios reyes del corazón Julián y Jaime y sus príncipes mágicos.

13 Junio 2010

Indiscreto adiós a un hombre discreto

Luis Gómez

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Luis García Cereceda triunfó en los negocios sin marrullerías ni exhibiciones sociales, pero la batalla por su herencia se desliza hacia el culebrón

El único acto en el que Luis García Cereceda no pudo escapar de los medios de comunicación fue su propio velatorio. Hasta entonces había pasado por ser un empresario de gran fortuna y amistades influyentes con un perfil tan discreto que los archivos apenas conservan de él poco más de una fotografía. Jamás concedió una entrevista. Nunca se exhibió en eventos sociales a pesar de que sus empresas trabajaban para los clientes más exclusivos de Madrid.

Había logrado ser también un promotor inmobiliario alejado de los escándalos y apreciado por sus competidores, un hecho que, vistos los antecedentes, no deja de ser digno de atención. Así que cuando llegó la hora de cerrar su biografía, no había un material muy diferente al de un currículo desprovisto de notas de color. Si acaso, un detalle: era amigo de Adolfo Suárez y Felipe González.

En realidad, su círculo de amistades abarcaba lo más granado de la sociedad madrileña, incluyendo políticos (Gallardón, entre otros), periodistas y empresarios, pero la referencia a los dos primeros presidentes de la democracia ha servido de excusa útil para describir la posible influencia que pudo tener el personaje. Tan útil como equívoca, «porque Cereceda labró su amistad con Suárez cuando este ya había dejado la presidencia, y lo mismo sucedió con González», explica un amigo. Y es que Cereceda fue un constructor atípico, un hombre de enorme curiosidad, sonrisa fácil, gran generosidad y mucha paciencia. Sin esas cualidades no se entiende su éxito en los negocios y, sobre todo, su discreto tránsito en vida.

Como otros empresarios hechos a sí mismos, Cereceda tiene un origen humilde: hijo de padre ebanista y madre tendera. Fue observando a unos albañiles durante una reforma en la tienda de ultramarinos como decidió a los 18 años dedicarse a ese oficio. Montó una primera empresa de reformas, luego pasó a la construcción y finalmente a la promoción inmobiliaria, actividades todas en las que impuso un toque muy personal y buen gusto. Cereceda se pateó todas las obras y se ganó prestigio de buen constructor. «No le importaba tirar abajo una pared si no estaba bien rematada», dice uno de sus socios. Como promotor, hizo lo que otros no han sabido hacer: comprar y esperar el tiempo necesario sin caer en la tentación del pelotazo.

Hay muchas obras en Madrid que llevan la firma de Cereceda, entre otros el parque empresarial de Somosaguas, edificado hace 15 años con criterios muy avanzados donde trabajan actualmente 15.000 personas. Cierto es que también es propietario del restaurante Zalacaín («compró el restaurante por hacer un favor», explican varios amigos), pero su gran obra es La Finca, un terreno exclusivo para gente muy exclusiva, adquirido en los años ochenta a las afueras de Madrid, «cuando a nadie se le había ocurrido que cierta gente importante se iría tan lejos para instalarse», expone un promotor. La Finca tardó en fructificar más de 10 años. «Tomó decisiones que parecían una burrada y que ahora resultan una maravilla estética, como esos 17 lagos artificiales o esos 200 patos salvajes anillados. La parte del complejo que no está urbanizada tiene una calidad ecológica indiscutible. Asumió costes que no se podían repercutir. Eso es lo que no hacían otros», confiesa un colaborador.

La Finca fue su gran obra, que ahora disfrutan discretamente desde conocidos futbolistas hasta todo tipo de artistas y empresarios de éxito. «Cereceda era en el fondo un arquitecto sin título», comenta un antiguo amigo. «Era, también, un diseñador, un hombre de buen gusto». Había adoptado una idea muy americana, importada de algunos de sus viajes a Estados Unidos, la de gated community (algo así como una comunidad con puertas), un entorno de alta seguridad en el que las casas de diseño están enclavadas en fincas diáfanas, sin vallas perimetrales.

Actuaba como un perfeccionista. Así le sucedió también con una de sus aficiones, la navegación. «No era un gran marinero», comenta uno de sus amigos. «Le gustaba navegar. Podía haberse comprado un yate, pero eligió un velero y se trajo al mejor diseñador para compartir con él su fabricación».

Durante los Juegos Olímpicos de Sydney, en 2000, su vida sufrió un agudo revés: se le detectó un tumor cerebral. Se operó de urgencia en Australia, recibió tratamiento en Boston. Su dolencia tenía un pronóstico que no superaba los dos años de vida. Sin embargo, ha vivido 10 años. «Celebraba cada cumpleaños como algo especial, como un regalo», recuerda un conocido. Llegó a pensar que había dejado atrás el peligro y siguió al frente de sus negocios con el mismo empuje. Recientemente se le reprodujo el tumor y en pocos meses su vida se apagó.

De tales vicisitudes tuvieron conocimiento sus muchas amistades, pero nadie más. Su vida ha permanecido instalada en un elegante anonimato… que se quebró el mismo día de su fallecimiento. Las diferencias entre sus dos hijas, nacidas de su primer matrimonio con Mercedes (con la que se casó muy joven y de quien se separó hace casi dos décadas para volver a contraer matrimonio hace seis años), hacían presagiar la posibilidad de una tormenta familiar con una enorme herencia de por medio. Quien había elegido la discreción absoluta como norma de vida, no pudo diseñar el final adecuado. «Quizás fue su único error», dice un amigo. Y así, un desafortunado cruce de esquelas se ha convertido en un señuelo para buscadores de carnaza.

Había otras esquelas. Las que recuerdan a un buen jefe. O a un buen patrón, caso de la tripulación del velero. O una muy discreta, firmada por la familia de un amigo ya fallecido a quien Cereceda tributó en su día con un cariñoso mensaje: «Les vemos sonreír juntos en el cielo». Los amigos de Cereceda sufren un doble duelo estos días: por la muerte de un buen hombre y por la pena que produce oler la cercanía de las hienas dispuestas a enturbiar su memoria.

25 Enero 2013

Joaquín Torres: "Soy un bocazas"

Beatriz Cortázar

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Ha sido su carte de presentación hasta la fecha, de ahí que las últimas declaraciones del arquitecto Joaquín Torres anunciando que abandona la urbanización La Finca, en Somosaguas, hayan sido la bomba de la semana. Nadie imaginaba que Torres iba a lanzarse al ruedo de esta manera. Hoy lo hará con todo lujo de detalles en el programa ‘Sálvame Deluxe’, donde piensa despacharse a gusto ya que, según ha confesado ‘soy un bocazas’. Joaquín está enfrentado a las hijas de Cereceda, el difundo promotor de esta urbanización, por la manera en la que han llevado ciertos asuntos en los últimos meses; por ejemplo, obligar a Silvia Gómez Cuetara, viuda de su padre, a que desaloje la casa que ocupa en La Finca y que pertenece a una sociedad de ellas.

Tampoco Torres está muy contento con la relación profesional que mantuvo en su día con JAvier Bardem y Penélope Cruz, quienes tanto le presionaron para que no ha hablara de las reformas que había realizado en su casa de Valdelagua. Amancio Ortega también le pidó silencio absoluto sobre su mansión y Felipe González dejó sin terminar el proyecto de construirse una casa en Tánger, en una promocoión del que fuera su íntimo amigo Cereceda.

Joaquín Torres se ha convertido en todo un personaje no sólo por su labor como arquitecto, sino por la manera tan directa que tiene de contar cosas muchos de sus colegas jamás comentarían. Ahora, hablará de todo esto y más a raíz de la publicación del libro ‘Detrás de la Puerta’, con el que pretende dar muchos consejos del ‘arquitecto que da alma a las casas’.