19 julio 1977

La oferta del PCE a llegar a pactos con el PSOE (rechazada por los socialistas) causa una polémica entre Simón Sánchez Montero y el disidente del partido Fernando Claudín

Hechos

Una tribuna de D. Simón Sánchez Montero el 19 de julio de 1977 en nombre del Comité Ejecutivo del PCE explicaba la posición del partido con respecto a pactos con el PSOE.

10 Julio 1977

Dos tentaciones peligrosas

Fernando Claudín

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En su informe al comité central del PCE, Santiago Carrillo insistió en preconizar la participación del PSOE en el Gobierno. El comité federal del PSOE ha fijado claramente su posición contraria a esa recomendación, y lo mismo ha hecho el Centro. Uno y otro han procedido de acuerdo con los intereses de clase que representan. Pero la propuesta de Santiago Carrillo merece ser analizada. ¿Cuál sería hoy la situación del PSOE en un hipotético gobierno. Centro-PSOE? Evidentemente, una situación minoritaria y subordinada, como corresponde a la relación de fuerzas en el Congreso y en el Senado. Con unos aparatos del Estado que, en lo esencial, siguen siendo los del franquismo. Con poderes locales también franquistas hasta que sean renovados democráticamente.De acuerdo con la definición que da el propio Carrillo, el partido de Suárez es «una coalición de centro-derecha, que va a defender esencialmente los intereses de la gran burguesía». Si el Centro gobierna solo -afirma también el secretario general del PCE- «puede temerse fundadamente» que «las medidas para hacer frente a la crisis favorezcan sólo al gran capital y vayan en perjuicio de los trabajadores». Seguro, y por eso quiere gobernar solo. El PSOE no podría participar en el Gobierno, en las condiciones actuales, más que sometiéndose en lo esencial a esa política, corresponsabilizándose con ella, con el consiguiente quebrantamiento de su influencia en la masa popular que lo ha votado. Y lo mismo sucedería -sólo que en este caso también se perjudicaría el PSOE- con un «gobierno de concentración democrática (?) nacional que fuera desde el Centro a los comunistas»: el «mejor gobierno» en las actuales circunstancias, según Santiago Carrillo. Mejor, ¿pira quién? Porque no se trata de intereses estrechos de partido. El quebrantamiento del PSOE -lo mismo que el del PCE- sería un daño irreparable para la democracia y la perspectiva de su progresión hacia el socialismo.

Dada la fuerza parlamentaria de la izquierda, y, sobre todo, su fuerza real en el país, es posible impedir que las medidas anti-crisis recaigan exclusivamente sobre los trabajadores, es posible defender sus intereses en cierta medida (dentro del sistema capitalista sólo en cierta medida pueden impedir los trabajadores ser las víctimas propiciatorias de la crisis del sistema, y decirles lo contrario es pura demagogia); pero a condición, justamente, de que sus organizaciones políticas y sindicales desplieguen toda sus potencialidades y no se sometan a la política de la gran burguesía. Puede lograrse combinando la oposición parlamentaria de la izquierda con la presión sindical y popular en el país. Pero Santiago Carrillo objeta: «Desde la oposición parlamentaria, una labor de fiscalización y de reivindicación podemos hacerla nosotros, para eso no se necesitan ciento y pico de diputados; también la presión reivindicativa en las empresas.» ¡Peregrina tesis, a no ser que los ciento y pico diputados del PSOE sean considerados diputados de «aluvión», como los votos que los han llevado al Parlamento! En realidad, de haber prosperado la opción de Carrillo, el filme se desarrollaría más o menos as!: el PSOE asume la responsabilidad gubernamental de medidas económicas (y otras) adoptadas por un Gobierno hegemonizado por el partido de la gran burguesía. Sus ciento y pico diputados votan a favor. La UGT respalda y justifica esas medidas en el seno de la clase obrera. Los veinte diputados comunistas votan en contra, o aunque voten a favor pueden permitirse la crítica de lo que tienen de insuficientes para los trabajadores y de ventajoso para el gran capital. La sindical de Comisiones Obreras organiza «la presión reivindicativa en las empresas». Resultado: división de la izquierda en el Parlamento (que podría pasar por el propio grupo parlamentario del PSOE) y debilitamiento de su capacidad de representar en él los intereses de las masas populares; división de la izquierda en el país, posiblemente no sólo entre el PSOE y el FICE, sino en el seno del PSOE; división y enfrentamiento en el seno de la clase obrera, lo que debilitaría su capacidad de presión; ventaja para el gran capital y su partido; desgaste del PSOE, de la UGT, y posible fortalecimiento del PCE y de sus fuerzas sindicales. Pero fortalecimiento pírrico, porque sería a costa del debilitamiento del conjunto de la clase obrera y de las fuerzas populares.

La posición del PSOE

No hago un proceso de intención. Pero de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno, y también el de las soluciones tipo socialdemócrata. Santiago Carrillo declara en su informe que el eurocomunismo se diferencia de la socialdemocracia. Esta, hasta hoy, «equivale a capitalismo, a ad ministración leal de los intereses capitalistas». Pero cada vez que la socialdemocracia ha participado en gobiernos con partidos representantes de la gran burguesía, o ha gobernado sola, lo ha hecho con justificaciones muy semejantes a las que hoy utiliza el secretario ge neral del PCE para fundamentar su propuesta de participación del PSOE en el Gobierno, y -si fuera posible- del propio PCE. Hay un pasaje del informe de Santiago Carrillo que no tiene desperdicio en relación con este tema y cito in extenso: «Un partido puede gas tarse en el gobierno, pero también puede gastarse en la oposición si defrauda las esperanzas que el elector ha puesto en él. Y nosotros juzgamos que el aluvión PSOE está compuesto, por una parte, de votos de trabajadores que han juzgado que en este momento el PSOE, a quien . nadie, ni el Ejército, ha veta do o puesto reservas, estaba en mejores condiciones que el PCE para optar a puestos de gobierno, y también por una parte de votos burgueses que consideran que por la influencia de la socialdemocracia en los países más ricos de Euro pa el PSOE podría, como Soares en Portugal, atraer créditos e inversiones extranjeras. Es decir, el voto PSOE no es un voto militante más que en parte; es un voto disponible, viajero, que lo mismo puede asen tarse en el PSOE si éste justifica sus esperanzas, que emigrar hacia otras latitudes políticas.» De estos razonamientos se desprenden transparente mente dos moralejas. Primera moraleja: si el PSOE de frauda los «votos viajeros» burgueses estos emigrarán al Centro; para no defraudarlos el PSOE debe estar en el gobierno y hacer una política que inspire confianza al capitalismo extranjero, y por tanto al español, es decir, una política de leal administración de los intereses capitalistas (de ser desleal se acabaría ipso facto la credibilidad del PSOE ante esos intereses capitalistas y la posibilidad misma del gobierno Centro-PSOE); frente a esta política los «votos viajeros» obreros del PSOE emprenderían, en lógica respuesta, la emigración hacia el PCE. De votos de «aluvión» se meta morfosearían en votos «militantes». Segunda moraleja: el PCE no es socialdemócrata, pero el PSOE debería decidirse a serlo. Al fin y al cabo es su «destino histórico». Así cada uno estaría en su sitio, en su «espacio». No habría confusión y todos. tan contentos.

Otra perla del informe, que apunta en la misma dirección: «Si casi cinco millones de votos han ido al PSOE, no ha sido para que éste preserve su virginidad política, sino para que gobierne y gobierne bien, defendiéndolos. » ¿Para que gobierne «bien» estando subordinado al partido de la gran burguesía? ¿Para que Felipe pierda su virginidad con Adolfo? ¿Cree realmente Santiago Carrillo que los trabajadores han votado al PSOE para ese maridaje? ¿Sería leal así el PSOE a la alternativa que ha representado en su campaña electoral?

No estoy propugnando una política maximalista, que ignore el delicado equilibrio actual, la necesidad, ante todo, de consolidar la democracia (pero no de inmovilizarla, sino de dinamizarla, que es, por lo demás, la única manera de consolidarla). Ahora bien, creo posible una política realista desde la oposición que responda a ese objetivo, que junto con la solución del problema constitucional defienda eficazmente los intereses de los trabajadores -entendiendo este concepto en el más amplio sentido-, y prepare, al mismo tiempo, una alternativa de poder para la izquierda. Es decir, que conquiste para las verdaderas soluciones populares -y, por tanto, nacionales- a los problemas del país, un voto ampliamente mayoritario. Pero esta perspectiva requiere una política unitaria de los partidos de izquierda, de las organizaciones sindicales, de los movimientos de masas.

Dos peligros -entre otros- se perfilan desde ahora, que pueden bloquear la dinámica política y social expresada en las elecciones, dinámica que puede hacer factible la alternativa de izquierda a medio plazo. El primero es la tentación para el PCE de progresar a costa del PSOE, empujando a éste por la vía muerta de una política socialdemócrata, contraria a las resoluciones de sus congresos. El segundo, la tentación para el PSOE, si se deja embriagar por el éxito, de caer en un hegemonismo triunfalista respecto al PCE, con el señuelo de un «bipartidismo,» tipo inglés o alemán, que además de estar tan alejado de la realidad socio-política española conduciría a la misma vía muerta, aunque por otro camino. Si estas tentaciones no son vencidas, si no se abre paso una corriente de entendimiento y colaboración sobre la base de una política de izquierda, las esperanzas de hoy pueden ser seguidas de una gran decepción. Eso sí que sería defraudar al pueblo y alimentaría todas las corrientes maximalistas y disgregadoras. Sería, en la práctica, la política menos realista y más aventurera, la que conduciría a la involución y pondría en peligro la democracia.

19 Julio 1977

Tropezar en la misma piedra

Simón Sánchez Montero

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En el número de EL PAIS correspondiente al domingo 10 de julio se publica un artículo de Fernando Claudín titulado Dos tentaciones peligrosas. En él rebate la tesis de que lo mejor para la democracia española habría sido la formación de un Gobierno de concentración democrática, desde el Centro a los comunistas; o al menos, si no se desea la participación comunista, un Gobierno del Centro y del PSOE. La tesis fue expuesta por Santiago Carrillo, repetida en su informe al Pleno de CC del PCE y aprobada unánimemente por éste.

El artículo de Fernando Claudín es interesante por los problemas que plantea. Pero yo no estoy de acuerdo con las ideas principales del mismo. Los problemas puestos sobre el tapete son harto interesantes y una discusión sobre los mismos puede ser muy clarificadora. Sobre todo, a la vista del primer debate habido en el Congreso sobre los grupos parlamentarios.

No me parece ocioso decir que la tesis expuesta por Santiago Carrillo, al ser aprobada por el CC, es la opinión del PCE. Incluso es lícito decir que lo era ya antes, pues esa tesis es una consecuencia directa de la política del partido.

Es verdad que tanto el PSOE como la UCD se han opuesto a la formación de un Gobierno de concentración democrática. Están en su derecho de hacerlo. Pero también es verdad que, por tratarse de un problema nacional, que interesa a todos los españoles, tenemos derecho a opinar sobre él.

Una idea central de Fernando Claudín es que la situación del PSOE en este hipotético Gobierno Centro-PSOE sería, «evidentemente, una situación minoritaria y subordinada como corresponde a la relación de fuerzas en el Congreso y en el Senado». (El subrayado es mío.) Desde un punto de vista esquemático, numérico, haciendo abstracción de la vida, de la lucha política y de la situación concreta del país, el argumento de Fernando parece irrebatible. Pero desde el punto de vista marxista, dialéctico, teniendo en cuenta la situación en que vivimos hoy, ni es irrebatible, ni es justo. Añade Fernando: «El PSOE no podría participar en el Gobierno, en las condiciones actuales, más que sometiéndose en lo esencial a esa política (la del Centro, la de la gran burguesía), corresponsabilizándose con ella, con el consiguiente quebrantamiento de su influencia en la masa popular que lo ha votado.» ¿Por qué, inevitablemente, tendría que someterse, corresponsabilizarse y quebrantarse el PSOE? Claro está que puede hacer eso. Pero también puede hacer lo contrario: Elaborar con el Centro un programa de gobierno en el que sean tenídos en cuenta, al hacer frente a la grave situación económica y al resolver los problemas políticos, los intereses de los trabajadores, de los pensionistas modestos, de los pequeños y medianos comerciantes y empresarios, etcétera, y trabajar firmemente en el Gobierno, en el Congreso y en el Senado para que ese programa se realice. Y, al mismo tiempo, explicar en la calle su política, para que las masas se movilicen y presionen de manera pacífica y responsable en favor de ella. Puede hacer todo eso y mucho más sin romper nada, siendo un partido serio, gubernamental, que no falta a sus compromisos gubernamentales, capaz de defender el interés nacional al mismo tiempo que el de las masas populares. Esa política y ese Gobierno -mejor aún con la participación del PCE- son los únicos que pueden hacer frente a la situación actual, remontar la crisis económica y consolidar y desarrollar la democracia. No solamente no quebrantaría al PSOE, sino que acrecentaría y consolidaría su prestigio.

Según Fernando Claudín, «cada vez que la socialdemocracia ha participado en Gobiernos con partidos representantes de la gran burguesía, o ha gobernado sola, lo ha hecho con justificaciones muy semejantes a las que hoy utiliza el secretario general del PCE para fundamentar su propuesta de participación del PSOE en el Gobierno y -si fuera posible- el propio PCE».

Yo no creo que lo realmente importante de cualquier política sean sus «justificaciones », sino su contenido real. No lo que se diga, sino lo que se haga. Y no cree, que lo característico de la política so cialdemócrata sea su participación en gobiernos con partidos representantes de la gran burguesía, sino el contenido de esa participación, lo que han hecho, lo mismo cuando han gobernado en coalición que cuando han formado Gobierno solos. Se puede participar en un Gobierno con partidos burgueses para actuar de simples comparsas, para someterse, corresponsabilizarse y, en consecuencia, desprestigiarse; o gobernar solos para «adminisirar lealmente» el capitalismo, Esa es la política socialdemócrata. Pero se puede participar también en un Gobierno para, desde dentro y desde fuera de él, impulsar el desarrollo de la democracia, de fender los intereses populares, empujar la obra de transforma ción de la sociedad hacia el socialismo. Esta política no tiene nada que ver con la socialdemocracia.

Se puede, igqalmente, realizar una política oportunista dederecha y una política oportunista de izquierda. En España tenemos, en la actividad política del PSOE, dos ejemplos históricos, entre otros, que testimonian lo que digo.

En 1931, al proclamarse la República, el PSOE participó en el Gobierno con los partidos republicanos burgueses. Disponía de una gran fuerza en el Parlamento y en la calle. En los casi dos años que duró, el Gobierno hizo muchas cosas muy positivas. Pero no realizó lo fundamental: reforma agraria, democratización efectiva del aparato del Estado, etcétera. No lo hizo porque el PSOE se sometió a los partidos republicanos burgueses, marchó a remolque de ellos. El resultado fue el quebrantamiento del Gobierno y del PSOE, el triunfo de la reacción en las elecciones de 1933, que dio lugar al «bienio negro», con el aumento de la represión, el aplastamiento de la insurrección obrera de octubre de 1934 en Asturias…

En 1936, las izquierdas, unidas en el FP, volvieron a ganar las elecciones. Según Julián Zugazagoitia y otros muchos testimonios, Prieto y Negrín, entre otros socialistas, hicieron todo lo posible para que el PSOE participase en el Gobierno. Creían que era la única manera de evitar que la reacción pudiera realizar sus planes de aplastamiento de la República y de la democracia. Es posible -aunque hubiera sido muy difícil en aquella situación- que si Prieto y otros socialistas como él hubiesen participado en el Gobierno, lo hubieran hecho con el mismo espíritu de 1931-33. Pero lo que me parece indudable, visto con la perspectiva de hoy, es que si el PSOE hubiera participado en el Gobierno en 1936, y realizado en él una política no extremista, pero sí firme en defensa de la democracia y de la República, el levantamiento militar del 18 dejulio habría podido ser evitado, y con él las tremendas consecuencias que trajo para toda España, para todo el pueblo. Porque el Poder no habría estado únicamente en manos de hombres como Azaña y Casares Quiroga, cuya miopia e ingenuidad políticas, y su temor a la clase obrera (creo que hubo de todo en su actitud) permitieron preparar abiertamente, o casi, la sublevación militar. Pero el PSOE -según la opinión de su ala izquierda, mayoritaria- no participó en el Gobierno porque no quería repetir la triste experiencia de 1931-33. Es decir, subsanó un error histórico cometiendo otro mayor, de, pavorosas consecuencias para España, y, en primer lugar, para los trabajadores, cuyos intereses representaba.

Tengo que añadir que es proba ble también la responsabilidad del PCE entonces, si no vio el problema. Pero el PCE sólo tenía diecisiete diputados y su actitud no era decisiva. La del PSOE, sí.

Esas dos actitudes, de signo contrario -derechista la primera, izquierdista la segunda-, son el anverso y el reverso de una misma política oportunista. Yo no rememoro esos ejemplos para combatirá los camaradas socialistas ni en un intentó de debilitar al PSOE: en España no se consolidará la democracia, no podremos ir al socialismo si no es con la participación destacada del PSOE, y esos objetivos son los objetivos de los comunistas. Lo hago pensando en la situación de hoy. ¿Va a tropezar ahora el PSOE en la misma piedra, haciéndonos tropezar a todos? Yo tengo que decir con dolor, con toda cordialidad para los camaradas del PSOE, pero también con entera claridad, que hay muchos síntomas indicativos de que el PSOE de hoy no ha asimilado aquella doble y tremenda experiencia.

El artículo de Fernando Claudín me hace pensar que él tampoco la ha asimilado. Repetidamente habla de «alternativa de poder de la izquierda», presión de la izquierda en el Congreso y en la calle, etcétera. Sobre estas y otras cuestiones volveremos en un próximo artículo. Me da la impresión de que, a semejanza del PSOE, sigue moviéndose en el, mismo nivel de 1936, con el mismo primitivismo político de entonces. Pero han pasado cuarenta años, ¡tremendos años!, y no podemos volver a tropezar en las mismas o parecidas piedras en que tropezamos antaño. No puede perder nuestro pueblo esta nueva oportunidad histórica de establecer, consolidar y desarrollar un regimen de verdad democrático, que haga imposible la vuelta al pasado y abra de par en par las puertas del futuro.

Yo estoy convencido de, que el Gobierno de concentración democrática propuesto por Santiago Carrillo es el único que puede dar solución efectiva a los problemas de España en esta hora. La realidad lo demostrará así ¡Ojalá lo comprendan a tiempo los que hoy no lo ven!