4 noviembre 1989

La población aclama en las calles a Vaclav Havel y a Alexander Dubcek, cabezas visibles de la oposición democrática y el Gobierno promete elecciones libres a las que podrán presentarse partidos de derechas

La presión popular derriba la dictadura comunista de Checoslovaquia: Dimite Milos Jakes

Hechos

El 24.11.1989 dimitió el Secretario General del Partido Comunista de Checoslovaquia, Milos Jakes.

Lecturas

El desquite de Alexander Dubcek.

Ya anciano. El dirigente comunista reformador, depuesto mediante la ‘Primavera de Praga’ de 1968, ve ahora como es aclamado al tiempo que los dirigentes que apoyaron su depuración, son ahora los que se ven desbancados del poder.

25 Noviembre 1989

El guardabosques de Bratislava

Hermann Tertsch

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Alexander Dubcek demostró ayer en Praga que existe la justicia histórica

Alexander Dubcek, el líder de la primavera de Praga, protagonizó ayer un retorno triunfal a la capital checoslovaca. Tras más de dos décadas de práctico arresto domiciliario, objeto de insultos y calumnias de los medios oficiales, descalificado por la cúpula del que fuera su partido, Dubcek demostró ayer que sí existe algo así como la justicia histórica.

Los normalizadores, los estalinistas, los acomodaticios y oportunistas, aquellos que mandaron a Dubcek de guardabosques cerca de Bratislava, que expulsaron del partido comunista a medio millón de militantes, a las mejores cabezas de aquella revolución frustrada por los tanques, están acabados. Su máximo representante, Milos Jakes, acosado por una multitud que recién conquistada la libertad de manifestarse aclama a Dubcek.Ha callado muchos años este eslovaco que el lunes próximo cumplirá 68 años. Militantes de la oposición que se han expuesto más que él en estos años se lo reprochan. Es difícil predecir cuál será su papel en la nueva Checoslovaquia. Su proyecto de reforma del socialismo real ha quedado superado en la práctica por el desmoronamiento de este sistema. En todo caso, ayer el pueblo en Praga demostró que es todo un símbolo de la soberanía popular checoslovaca.

Fue aclamado por centenares de miles de personas en la histórica plaza de San Wenceslao. Habló ante la multitud durante tan sólo tres minutos. «Me alegro de estar con vosotros, os quiero y lo sabéis. Después de tanto tiempo, estoy aquí para ponerme a la cabeza del pueblo que quiere hacerse oír».

El que fuera pionero de las reformas del socialismo retorna a la vida pública cuando las ideas que él propugnó se han impuesto ya en todos los países (cinco) que participaron en la invasión que acabó en aquel trágico agosto de 1968 con su gran proyecto. Aquellos que, aupados al poder por los carros de combate extranjeros, reinstauraron un régimen posestalinista, rígido y represivo, y marginaron a todo el equipo de reformistas en torno a Dubcek, caen ahora bajo la presión de las masas en las calles.

Dubcek nació en Uhrovec, Eslovaquia, el 27 de noviembre de 1921, tres meses después de que sus padres regresaran de Estados Unidos, país al que habían emigrado en 1911. Tras intensa actividad política en Checoslovaquia, Alexander Dubcek fue nombrado primer secretario del partido comunista checoslovaco el 5 de enero de 1968, el mismo año en que las tropas de cinco países del Pacto de Varsovia invadieron el país para poner fin a las reformas democráticas. Él y otros dirigentes fueron detenidos y conducidos a Moscú, siendo obligados a una negociación que concluyó con la firma de un documento que puso fin al proceso liberalizador del régimen.

Destituido de su cargo, Dubcek fue durante un breve período presidente del Parlamento, embajador en Turquía y, expulsado luego del partido comunista, se vió obligado a trabajar como empleado de una empresa de explotación forestal en las afueras de Bratislava. Durante casi veinte años ha evitado manifestarse públicamente sobre la situación del país, pero desde hace dos años ha vuelto a reaparecer y ha concedido algunas entrevistas a medios de comunicación occidentales. Hace un año recibió el doctorado «honoris causa» de la universidad italiana de Bolonia y las autoridades checas le permitieron viajar a Italia, donde se entrevistó con el secretario general del Partido Comunista Italiano (PCI), Achille Occhetto, y con Juan Pablo Il. No fue autorizado a viajar a España el pasado verano.

25 Noviembre 1989

Y volver, volver, .volver...

Alfonso Rojo

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Hay quienes aseguran también que lleva demasiados años callado, que en el seno del partido no hay nadie aprovechable y que Alexander Dubcek, como Milos Jakes o Gustav Husak, sus «verdugos», ha perdido el tren de la historia. Ayer retornó a Praga, la ciudad en la que los paracaidistas soviéticos le hicieron prisionero la noche del 20 de agosto de 1968. Ha engordado ligeramente, necesita gafas para leer y se la han desplomado los mofletes, pero su nombre sigue despertando toda la magia y bastantes de los sueños que alentó hace dos décadas, cuando era un hombre que lideraba el primer intento de implantar un socialismo «con rostro humano» en Europa del Este. La historia de Alexander Dubcek, como la de Checoslovaquia, es la historia de un continuo deslizamiento hacia la frustración. Dubcek, que inició su carrera política en pleno estalinismo como líder sindical, era un joven cuadro del partido cuando Antoni Novotny ordenó, en 1957, hacer público un informe sobre los procesos y las ejecuciones de la negra etapa que desde 1948 hasta la muerte de Stalin en la URSS. En los años en que bajo la influencia de Kruschev se inició la primera «apertura», Dubcek comenzó a ascender lentamente en el escalafón del PCCh. A principios de la decada de 1960, los economistas más lúcidos del país realizaron la primera crítica a fondo del sistema. Sus tesis eran que la única salida a la profunda crisis era liberar a la economía del rígido control estatal e introducir elementos de mercado. Después se sumaron otros colectivos. En 1965, el espíritu autocrítico prendió, por fin, en las propias filas del partido. En junio de 1967 se reunió el Congreso de la Unión de Escritores, en el que los intelectuales solicitaron abiertamente una auténtica democratización.

El 5 de enero de 1968, Antoni Novotny, quien presidía el país y dirigía el PCCh desde 1953, pierde la primera batalla y se ve obligado a ceder el cargo de secretario general a un joven dinámico, de verbo tranquilo y maneras suaves llamado Alexander . Allí comenzó su revolución, con la propuesta de un «programa de acción» que fue debatido en todos los rincones del país. Pronto, su agresiva política «aperturista» despertó los temores de sus vecinos y en la noche del 20 al 21 de agosto las fuerzas del Pacto de Varsoviapenetraron en Praga. Dubcek y otros líderes fueron enviados a Moscú esposados como delincuentes. Ocho meses después, pese a un intento del PCCh de confirmarle como secretario general, se vio obligado a dimitir, y en junio de 1970 fue expulsado del organismo. «Veinte años se han perdido», dijo Dubcek en 1988 a un periodista occidental, cuando se cumplía el 20 aniversario de la «Primavera».

25 Noviembre 1989

Ahora, Praga

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL DIRIGENTE comunista checoslovaco Milos Jakes ha caído finalmente en el curso de la sesión del comité central del partido que se celebra estos días en Praga. El destituido secretario general representaba una fórmula inspirada en la tan citada frase de Lampedusa en Il Gattopardo: cambiar para que todo siga igual. Su intento de limitar la reforma a la economía estaba condenado al fracaso, sobre todo una vez que Polonia, Hungría, Bulgaria y la RDA han entrado con decisión por la vía de una auténtica democratización.Pero el factor decisivo del cambio en la cumbre checoslovaca es que los ciudadanos checos, como antes en la RDA y en Bulgaria, se han lanzado a la calle en Praga y otras ciudades, en masivas manifestaciones. La participación directa del pueblo en la eliminación de los dirigentes aferrados al pasado -que impulsa a los reformadores situados en el poder, aunque sean tímidos, a tomar medidas para abrir las puertas del progreso democrático- es una de las características más importantes de los momentos que estamos viviendo. Y ayuda a explicar la increíble velocidad de los cambios a los que asistimos. Es la revolución de la libertad que recorre el centro y el este de Europa. Sólo queda la excepción rumana.

Lo que está ocurriendo en Praga tendrá sin duda efectos muy significativos, y positivos, para el curso de la reforma a escala, europea. Por razones históricas, Checoslovaquia es, con mucha diferencia, la nación de Europa central mejor preparada para la democracia. Conoció un régimen parlamentario modelo en la etapa que siguió a la Primera Guerra Mundial.

Después de 1945 existió un auténtico Gobierno de coalición entre los comunistas y otros partidos, con la presidencia prestigiosa de Edouard Benes, liquidada de modo brutal por el golpe de Praga de 1947.

Cuando en 1968 Dubcek obtuvo el apoyo del Comité Central del Partido Comunista para iniciar -un nuevo curso, acabar con los métodos dictatoriales e intentar un socialismo con cara humana, encontró un eco profundo en amplísimas capas del país. La primavera de Praga fue el primer esfuerzo serio por liquidar el estalinismo y abrir cauce, en un país socialista, a un sistema pluralista y democrático. Por ello, cuando la perestroika de Gorbachov empezó a desplegarse no ya como reforma económica, sino como libertad de prensa, transparencia y mutación del sistema político hacia la democracia, muchos checoslovacos vieron en ello el rebrotar de una experiencia que ellos habían vivido. En cambio, el aparato dirigente de Praga, instalado en el poder de resultas de la intervención militar ordenada por Breznev, buscó en seguida la forma de evitar que pudiesen reavivarse los recuerdos de 1968.

Por ello se sustituyó en seguida al secretario general del partido -fue el primer caso en el bloque soviético-, pero para poner a una persona como Jakes, comprometida en la represión contra los hombres de laprimavera de Praga, y decidida a sentar el principio de que la perestroika no tenía nada que ver con la reforma checoslovaca de 1968, y de que Dubcek y sus compañeros debían ser tratados como entonces, es decir, como traidores al socialismo. Gorbachov, sin duda temeroso de un ritmo demasiado rápido en los cambios en los países del Este, no ha hecho hasta ahora una condena específica de la intervención militar de Breznev en 1968, aunque todos los principios de política exterior que proclama implican tal condena. De todos modos, Jakes ha podido utilizar hasta ahora esa ambigüedad.

Tal política ha entrado en crisis. Los avances de Polonia y Hungría han desmoralizado al equipo dirigente de Praga, al tiempo que han estimulado la voluntad popular de imponer con su acción el paso a la democracia. Lo sucedido en la RDA ha sido la puntilla. De tener con Honecker un apoyo para su inmovilismo, Jakes se ha encontrado con que el éxodo de los alemanes del Este -muchos de ellos atravesando Checoslovaquia-, la caída del muro y los cambios en Berlín-Este le dejaban aislado.

El retraso checolosvaco en incorporarse al proceso europeo de reforma se explica sobre todo por la represión que siguió a la intervención soviética de 1968. Hubo medio millón de expulsiones del partido comunista y fue eliminada de éste la generación que había vivido la experiencia de la superación del estalinismo en los años sesenta, la generación en la que se apoya Gorbachov en la URSS y de la que se nutren, en gran parte, los reformistas en otros países. Dentro del comité central ha prevalecido finalmente el criterio de los que desean abrir la puerta a la realidad. La experiencia demuestra que la reforma tiende a tomar perfiles netos hacia una democracia de verdad.

Checoslovaquia tiene hombres y tradiciones políticas para que su reforma pueda desarrollarse con una hondura democrática ejemplar.

08 Diciembre 1989

Anatomía de una purga

Revista TIME

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Para Milos Jakes, el inicio del fin comenzó a principios del pasado verano. [Ayer fue incluso expulsado del partido, junto a Miroslav Stepan]. Tras una serie de consultas privadas entre el dirigente del Partido Comunista Checoslovaco y Mijail Gorbachov y sus asesores, el presidente soviético dejó claro que la situación interna de la URSS exigía una condena de la invasión de Checoslovaquia en 1968. Si Jakes, de 67 años, no quería verse socavado por loslos acontecimientos soviéticos, tenía que actuar, y pronto. Así, se formalizó un acuerdo entre Praga y Moscú: Jalces convocaría una reunión del Comité Central y expulsaría a todos los miembros del Politburó implicados en la invasión de 1968, con excepción de sí mismo. Tras designar a un nuevo equipo dirigente elegido por él, Jakes procedería a rehabilitar a 460.000 miembros del partido que él ordenó purgar.

Sólo hubo un problema. Jakes renegó de su acuerdo. Con esta extraordinaria trampa comenzaban a desmadejarse los dos años de liderazgo de Jakes. A partir de diversas fuentes, Time ha investigado los últimos días del represivo régimen de Jakes.

El 17 de julio comenzaba la humillación de Jakes en el seno deI partido, con una videocasete que circulaba entre sus miembros en la que se veía a Jakes reprendiendo a sus subordinados por dejarle solo.

Poco después, el acuerdo de Jakes y Gorbachov ya se había concretado en la realización de tina purga en el Politburó. Pero transcurrió octubre sin que se hiciera nada. A mediados de noviembre, el ideólogo de la línea dura, Jan Fojtik, realizó una corta visita a Moscú para entrevistarse con Georgi Smirnov, jefe del Instituto de Marxismo-Leninismo de Moscú. Smirnov le informó de que el Politburó soviético había aprobado un documento en el que se condenaba la invasión de 1968.

Antes de que Jakes pudiera dar una respuesta adecuada, los acontecimientos se precipitaron. El 17 de noviembre, la policía antidisturbios de Praga reprimía manifestaciones de estudiantes. Jakes puso en marcha una maniobra de última llora para aplastar el levantamiento. Ante la evidencia de que el Ejército checoslovaco no tomaría parte en ninguna acción violenta contra el pueblo, Jakes recurrió desesperadamente a las Milicias Populares, que funcionaban en realidad como el ejército privado del partido. Al amanecer del 19, las milicias estaban desplegadas.

Incluso entonces, Jakes se resistía a las presiones internas del partido para convocar una sesión de emergencia del Comité Central. Según Antonín MIady, miembro del recién designado Politburó, «no sólo era el Comité Central, sino funcionarios regionales del partido quienes pedían a gritos la convocatoria». Finalmente, el Politburó puenteó a Jákes y convocó una reunión para el 24 de noviembre. Allí, Jakes intentó una última táctica para salvar su puesto: propuso una ley que permitiría la libertad de asociación y de manifestación.

Pero los 148 miembros del Comité Central, perfectamente conscientes del espíritu revolucionario existente en la calle, pusieron en marcha una purga interna. La ofensiva estuvo dirigida por el ex primer ministro Lubomir Strougal, de 65 años, sustituido en 1988 por Ladislav Adamec, de 63. Durante los últimos seis meses, tanto Strougal, todavía miembro del Comité Central, como Adamec: habían conspirado para sacar ventaja del momento. Los dos estaban de acuerdo en que Adamec solicitaría públicamente reformas, mientras Strougal utilizaría su influencia en el Comité Central para expulsar a Jakes y a otros miembros del ala dura. «En la sala todo parecía estar en calma, pero fuera la gente negociaba enloquecida», afirma un asistente.

Transcurridas ocho horas, Strougal y sus aliados consiguieron romper la resistencia de los valedores de Jakes. A cambio, los reformistas tuvieron que realizar tres concesiones: permitirían que dos representantes del ala dura, Miroslav Stepan y Miroslav Zavadil, jefes del partido y del sindicato en Praga, respectivamente, conservaran sus puestos en el Politburó; los cinco miembros eslovacos del Politburó también seguirían en sus puestos; en tercer lugar, ningún partidario de Strougal reemplazaría a los miembros expulsados del Politburó. Como resultado se produjo el nombramiento como prírner secretario de Karel Urbanek. Ante este hecho consumado, Jakes dimitió a regañadientes, junto a seis de sus aliados en el Politburó. Pero resultó que Urbanek era partidario de Strougal y estaba decidido a concluir la limpieza emprendida. En comunicación con Gorbachov, prometió llevar a cabo las rehabilitaciones a las que Jakes se había negado. Urbanek concluyó un pacto al que figuras clave de los expulsados del partido hace 21 años negaron su adhesión hasta que los últimos representantes del ala dura abandonaran el Politburó. El 26 de noviembre, Urbanek formalizó las dimisiones de Stepan, Zavadil y Lenart. La purga estaba consumada.