La primicia de la nueva cara de Belén Esteban tras operarse supone un éxito para la revista LECTURAS y el programa ‘Sálvame Deluxe’

La vi en el quiosco, estampada en la portada de LECTURAS como un anuncio anónimo. La vi pero no la vi. Quiero decir que pasó por mis ojos con la misma indiferencia con que una señorita de la teletienda pasa por mis sueños. Cuando ya me iba, sentí que una extraña pregunta bombeaba dentro de mis sienes con fuerza. ¿Será ella? ¿será ella? ¿será ella? ¿Será…? Más cotilla que ninguna, volví apresuradamente sobre mis pasos y me detuve frente a la portada de la revista. En efecto: era ella, Belén Esteban. La madre de Andreíta, rival de la Campa y musa televisiva del pueblo. La que dice que el Peloponeso está en San Blas.

Ha muerto su famosa nariz (hermana de la del Potro de Vallecas, escriben en Factual) y su labio superior ha adquirido el toque procaz y abultado de una tardobebé (para entendernos: de una B.B. tardía). También ha crecido su barbilla, hoy remodelada con cartílago de su costilla flotante, y han desaparecido las pesadas bolsas de los ojos. Sus pómulos parecen de cristal y sus músculos faciales, de látex.

Las fotos interiores dan cuenta de una belleza rubia y armónica, aunque ausente de identidad. No sé en qué punto del rostro habita el secreto de la fisonomía, pero es evidente que el bisturí del cirujano plástico se lo ha llevado por delante. Para Belén Esteban eso constituye un motivo de orgullo. Ahora se parece más a Paula Vázquez que a sí misma. También para el cirujano es un éxito, pues ha hecho una obra de caridad al tiempo que un buen trabajo de artesanía. Para los demás, el resultado es un fiasco. Belén Esteban se ha ido entre los despojos de la mesa de operaciones. El juguete roto está un poco más cerca de su íntima destrucción.

Carmen Rigalt