19 diciembre 2024
LA VANGUARDIA despide a su periodista Pedro Vallín tras ahber contestando a un valenciano que le había criticado en redes: «Mete la cabeza en el váter y hazte una dana doméstica»»

Hechos
El 19 de diciembre de 2024 el diario LA VANGUARDIA publica una nota de su Defensor del Lector reprobando un tuit de Pedro Vallín.
Lecturas
El 17 de diciembre de 2024 el periodista Pedro Vallín Pérez publica un comentario en la red social X (antes Twitter) en el que respondía a un usuario: «Eres valenciano. Mete la cabeza en el water y tira de la cadena. Se llama ‘dana doméstica’. Lo vas a gozar».
El tuit provocó una oleada de indignación en las redes sociales y reacciones en contra, así como de numerosos lectores de La Vanguardia, medio donde trabaja Vallín Pérez, a causa de su alusión hacia la tragedia ocurrida en la catástrofe de la DANA en Valencia en la que fallecieron más de doscientas personas.
La Vanguardia condenó el hecho a través de su subdirector y defensor del lector Joel Albarrán, exigiendo a Pedro Vallín la eliminación del mensaje y calificándolo de «Un tuit ofensivo que no representa a La Vanguardia» e «insultante hacia los valencianos y ofensivo hacia las víctimas de la dana».
El 24 de diciembre de 2024 Pedro Vallín Pérez es despedido de La Vanguardia.
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APOYOS A PEDRO VALLÍN DESDE LA TRINCHERA PROGRESISTA
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PEDRO VALLÍN HABÍA DEFENDIDO EL DESPIDO DE SAVATER Y NEGADO QUE UN DESPIDO PUEDE CONSIDERARSE ‘CENSURA’
A pesar que ahora desde el sector ideológico afín al Sr. Vallín se consideraba que su despido de LA VANGUARDIA era una censura, se daba la circunstancia de que el Sr. Vallín había defendido los despidos de otros profesionales.


19 Diciembre 2024
Un tuit ofensivo que no representa a 'La Vanguardia'
Defensor del Lector
Numerosos lectores y suscriptores han escrito y llamado este jueves al diario indignados por un mensaje en la red social X emitido por uno de sus periodistas, desde su cuenta personal, que era insultante hacia los valencianos y ofensivo hacia las víctimas de la dana. El mensaje, del redactor de cultura Pedro Vallín, de ninguna manera representa a La Vanguardia, que en todo momento se ha volcado en la cobertura de la tragedia y ha intentado no solo dar la mejor información, sino también mostrar su solidaridad y empatía con las víctimas y el conjunto de la población valenciana. Al conocer el contenido del mensaje, la dirección del diario ha exigido al periodista que retire el mensaje y ya no es visible.
“Eres valenciano. Mete la cabeza en el water y tira de la cadena. Se llama ‘dana doméstica’. Lo vas a gozar.” Este era el mensaje con el que Vallín respondía, el martes por la noche, a un lector que aseguraba que era un “brigadista del régimen” y que “admira a políticos corruptos”. El tuit de Vallín ha indignado a miles de personas tras viralizarse en la noche del miércoles y alcanzar cerca de un millón de visualizaciones antes de su retirada.
Aparte del disgusto expresado en la propia red social por cientos de usuarios, varios lectores y suscriptores han escrito al correo del Defensor y al espacio de Cartas al Director para expresar su enojo y pedir explicaciones. “Leo esto en Twitter con estupefacción. Al ser columnista en su periódico me gustaría preguntarles por su opinión y su política al respecto”, consulta uno de ellos. “Este tipo de declaraciones resultan alarmantes y contravienen los principios básicos de ética periodística, que promueven el respeto, la responsabilidad y la promoción de un discurso constructivo”, reflexiona otro. “Uno de vuestros redactores se ríe en Twitter de la dana, una tragedia que mató a cientos de españoles, como valenciano esto me ha chocado bastante”, añade otro lector.
En primer lugar, es necesario reiterar que el tuit no se emitió desde ninguna de las cuentas del diario, sino desde la cuenta personal del redactor y, como ya se ha dicho, que la dirección del diario la rechaza con firmeza por considerarla altamente ofensiva y exigió al periodista su retirada. De hecho, La Vanguardia decidió dejar de publicar en X el pasado 14 de noviembre precisamente por considerar que se ha convertido en una red social de desinformación y polarizante, que no contribuye a un debate constructivo y en la que los contenidos “tóxicos” adquieren mayor relevancia.
En su anuncio de que dejaba de publicar en esta red, el diario señalaba que “sus periodistas serán libres de seguir usando esta plataforma”, pero señalaba que debían hacerlo “dentro de las normas de contención y respeto de los derechos humanos y de la libertad de expresión que reclama que se mantengan en todos los ámbitos, incluidas las redes sociales”. En este sentido, La Vanguardia cuenta con un “Manual de estilo en redes sociales”, actualizado en 2019, para dotar a sus redactores de unas “reglas y consejos que todos los redactores y redactoras” deberían seguir también en sus cuentas personales y que en este caso no se habría seguido. El manual detalla que todos “los empleados deben evitar publicar en las redes sociales todo aquello que pueda dañar nuestra reputación de neutralidad, pluralidad y veracidad” y que “nuestro trato ha de ser siempre correcto y educado con todas las personas en las redes, incluso en esos momentos en los que ellos no mantienen las formas, o en aquellos momentos que critican nuestro trabajo”.
Pedro Vallín, por su parte, asegura que no tenía “ninguna intención de reírse de las víctimas” ni iba dirigida a ellas sino a un usuario concreto de la red, pero asume que el comentario fue “desafortunado”, “excesivo para el tuit al que respondía» y que “ha causado ofensa y daño innecesarios a gente que siente cerca el dolor de la dana”.
El redactor, que cree que el mensaje ha ganado más dimensión por la acción de “cuentas anónimas vinculadas a Vox y Nuevas Generaciones”, explica que por motivos personales no fue consciente de la indignación y del impacto sobre el diario que estaba teniendo hasta este jueves por la mañana. Entre las respuestas al tuit de Vallín se han producido mensajes amenazantes que el diario también rechaza con contundencia.
La dana del pasado 29 de octubre ha sido una gravísima tragedia que causó más de 200 muertos y ha provocado pérdidas y daños irreparables a miles de personas. Ante semejante desgracia, ningún mensaje debería empañar el compromiso y solidaridad del diario -con la delegación en Valencia que trabajó incansablemente durante semanas para informar sobre ella a la cabeza- con las víctimas.


25 Diciembre 2024
El linchamiento como expresión de la debilidad democrática
El periodista Pedro Vallín está siendo víctima de un linchamiento. En la era de las redes sociales esto no es nuevo, pues es tristemente habitual que cada día alguien sea víctima de una persecución digital y, también, presencial. A veces se trata de comportamientos espontáneos, pero muchas otras veces son campañas orquestadas con el objetivo de lesionar la imagen, dignidad y posición de un blanco específico. Esta vez le ha tocado a Vallín, pero mañana será cualquier otro.
Desde que tenemos registros documentados sabemos que las sociedades humanas son propensas al linchamiento. Las teorizaciones sobre este fenómeno son muy abundantes, y basta ver que habitualmente se informa sobre el comportamiento de las masas como un fenómeno natural e incontrolable en su magnitud y consecuencias, como cuando se describen los sentimientos humanos y orientaciones políticas como “mareas”, “tsunamis” u “olas”. A veces tienen un carácter progresista, pero la historia también está llena de “malas” decisiones tomadas por la masa; desde la muerte de Sócrates hasta los catorce millones de votos al partido nacionalsocialista alemán en verano de 1932.
La tradición reaccionaria y decimonónica liberal siempre vio al pueblo únicamente de esta manera, como una masa simple e inculta que podía ser manipulada por demagogos y populistas. Estas tradiciones siempre se opusieron a la ampliación de derechos que daba opinión y voto a las clases populares. Por el contrario, la tradición socialista y republicana siempre defendió el acceso a la palabra pública por parte de las masas como una medida que acompañara su educación y formación ciudadana, a fin precisamente de disponer de una vacuna contra las pulsiones irracionales que pudieran emanar desde abajo. La construcción del Estado de Derecho democrático –con sus garantías correspondientes para evitar la dictadura de las mayorías– y del Estado Social –ampliando los derechos sustantivos de todo el demos– fueron conquistas de estas últimas tradiciones. Pero hoy todo ello está en crisis.
En nuestro incierto e inseguro mundo, atravesado por una grave crisis ecosocial, los pilares de las democracias representativas modernas se están resquebrajando a un ritmo acelerado. No olvidemos que en Europa occidental la democracia moderna se construyó sobre las ruinas provocadas por la Segunda Guerra Mundial y la barbarie de la ideología nazi y fascista, las cuales habían supuesto la negación de la diversidad humana y de los endebles principios democráticos que habían ido avanzando desde el siglo XIX. La democracia moderna fue el resultado de un compromiso antifascista que hoy parece sólo existir en la nostalgia de nuestra memoria colectiva.
En las últimas décadas han vuelto los discursos de odio, que han normalizado la negación del ‘otro’ y justificado el estrechamiento del ‘demos’, esto es, del conjunto de la ciudadanía con derechos. El músculo reaccionario se ha endurecido, y Europa occidental se dirige velozmente hacia el modelo-fortaleza, es decir, a la constitución de sociedades excluyentes que protegen los modos de vida de unos negando el de los demás. En ese abismo, los principios y valores democráticos se antojan cada vez más débiles e insuficientes. Apenas queda ya quien se atreva levantar la voz frente a la barbarie en sus múltiples expresiones, desde la muerte de seres humanos en el mediterráneo y los campos de concentración a las puertas de Estados Unidos y Europa, hasta las normalizadas políticas xenófobas y clasistas contra los refugiados e inmigrantes dentro del mundo desarrollado. El modelo-fortaleza supone la redefinición del ‘demos’, es decir, un nuevo perímetro, mucho más reducido, del “nosotros”.
Es quizás significativo que la víctima del último linchamiento haya sido una de las pocas mentes liberales que quedan en nuestro país. Si bien el liberalismo doctrinal de principios y mediados del siglo XIX fue profundamente antidemocrático, el liberalismo democrático de finales del siglo XIX y comienzos del XX supo integrar la dimensión democrática con la prevención ante los múltiples abusos de poder –no sólo los estatales, sino también los corporativos y los económicos–. Ese liberalismo democrático, en ocasiones llamado republicanismo, comparte muchos espacios de pensamiento y acción con la tradición socialista ilustrada, conformando una alianza tensa, pero de indudable capacidad emancipatoria. El republicanismo federal español de fines del siglo XIX es una buena muestra de ello. Pero al liberalismo democrático español no se le dejó nacer como movimiento político, y hoy quedan contadas voces individuales capaces de representarlo. La mayoría de los que hoy se autodenominan liberales son en realidad subproductos de un capitalismo rentista, y además están siendo engullidos por la bestia iliberal. Vallín es, por el contrario, un coherente defensor de los principios liberales democráticos.
Vallín ha sido linchado –y luego despedido de su medio– por escribir un tuit en el que referenciaba la catástrofe de la DANA en Valencia, algo que ha enojado a algunos colectivos y que ha servido de excusa para cobrar viejas facturas con el periodista liberal. Muchos periodistas y políticos se han solidarizado en público con él, pero algunos –incluso periodistas de “investigación”– introducían sus mensajes con coletillas del estilo “no sé qué ha pasado, pero apoyo a Vallín” o “he estado fuera, pero apoyo a Vallín”, en una muestra clara de elusión del problema fundamental: Vallín ha hecho un chiste y ha sido perseguido y mandado al paro por ello.
La actual Constitución española, nacida de la correlación de debilidades de la transición, se mueve en un equilibrio muy complicado en muchos aspectos. En algunos momentos expresa fielmente el legado reaccionario, como cuando se refiere a la unidad de España y a su protección encomendada al estamento militar. En otros casos es la normativa construida después la que representa esa herencia, como cuando el código penal sigue sancionando los delitos contra la corona y contra los sentimientos religiosos. Se trata de un residuo de otra forma de pensar, más propia de los regímenes autoritarios, donde se penaliza la libertad de expresión frente a ciertas estructuras de poder –la Iglesia y la Corona, casi nada–. En España no pocos jueces se han prestado durante los últimos años a promover la interpretación más reaccionaria posible de estas normas, en lo que es un preciso termómetro de la derechización de las altas instancias del sistema judicial y de la sociedad misma.
Uno de los valedores más fieles de esa libertad de expresión ha sido precisamente Pedro Vallín, quien en coherencia con su esquema de valores ha promovido desde todas sus tribunas el derecho a expresarse libremente contra el poder. Incluso, y esto es importante, también –incluso, sobre todo– para aquellos que lo hacen mediante el mal gusto. Porque el humor puede ser exquisito, soberbio, audaz e inteligente, pero también puede ser zafio, burdo, primario y obsceno. Pero, y he aquí la clave, el mal gusto no debe ser un delito. Uno debe ser capaz de atajar las críticas por el ejercicio de esa libertad de expresión, también las más duras, pero no debería ser sancionado legal o profesionalmente por ello. Cuando esto sucede, como es el caso de Vallín, estamos ante una muestra de debilidad del sistema de valores que apuntala al sistema social. Que es, básicamente, lo que estoy diciendo sobre la fragilidad de las democracias representativas.
Existe cuerpo social suficiente para enfrentar la amenaza contra la democracia que supone esta deriva reaccionaria, ejemplificada en las grandes acciones de los Trump-Musk pero también en las pequeñas acciones llevadas a cabo a través de la capilaridad social, pero tiene que estar más organizado y ser más valiente frente a cada evento crítico. Seguramente esa defensa venga desde un bloque ideológico donde necesariamente estarán los liberales democráticos y los socialistas ilustrados, con todas sus tensiones. Y es que, aunque lo de Vallín pueda parecer un caso intrascendente y limitado, todo proceso social está empedrado de este tipo de pequeños pasos hacia el abismo; y, ojo, hoy han linchado y despedido a Vallín, pero mañana puedes ser tú. De hecho, probablemente ya mañana tengas más reservas al hacer bromas o escribir un mensaje en redes sociales. Y quizás algún día nos preguntemos si nos gusta vivir en una sociedad donde la gente tenga miedo a hacer chistes.