14 agosto 2022

Carolina Iglesias, Victoria Martín y Henar Álvarez abandonan las redes sociales denunciando 'amenazas' de sectores LGTBQ, progresistas y feministas

Linchamiento en redes a las mujeres de ‘Estirando el chicle’ por osar invitar a su programa a Patricia Sornosa, humorista que realizó chistes contra los ‘trans’ en el pasado

Hechos

El 10.08.2022 la cuenta de Twitter del Podcast ‘Estirando el Chicle’ anunció que en el programa de esa semana que se emitiría el 14.08.2022 tendrían como invitada a Dña. Patricia Sornosa.

Lecturas

En 2 años de existencia, comenzó sus emisiones el 3 de mayo de 2020, el podcast ‘Estirando el Chicle’ de las mujeres humoristas Dña. Victoria Martín y Dña. Carolina Iglesias se había convertido en uno de los espacios mejor valorados por la crítica por su carácter progresista y feminista, dentro de los parámetros de la corrección política actual. Entre sus principales colaboradoras se encuentra Dña. Henar Álvarez, otra representante habitual del activismo feminista entre cómicas.

Esta imagen quedó reventada cuando el 10 de agosto de 2022 la cuenta de Twitter de ‘Estirando el Chicle’ anunció que en su siguiente programa se entrevistaría a la también humorista Dña. Patricia Sornosa, figura ‘cancelada’ por las redes de lo políticamente correcto por hacer bromas contra los ‘trans’, actividad que la corrección política clasifica como ‘discurso de odio’ o TERF. Esto desató una ola de ataques contra las humoristas Dña. Victoria Martín y Dña. Carolina Iglesias, y también contra Dña. Henar Álvarez.

Ante las críticas, el 12 la cuenta oficial de ‘Estirando el Chicle’ publica un comunicado:

Comunicado de ‘Estirando el Chicle’ (12-08-2022):

Este años, para los programas del Summer Edition, planteamos invitar a nuestras colaboradoras que tienen programas propios con otras compañeras, a que viniesen a charlar junto a ellas de manera distendida.

A lo largo de nuestras cuatro temporadas hemos formado un elenco de invitadas diverso con quienes nos hemos divertido, pero también hemos hablado sobre sexualidad, racismo, identidad de género, feminismo, maternidad o bullyng. Nuestro compromiso con el colectivo LGTBIQ+ es especialmente importante, y es algo con lo que hemos sido muy claras a lo largo de estos dos años y medio de programa.

Nunca en un programa de Estirando el Chicle ha tenido cabida ningún discurso de odio que atente contra los derechos humanos de ningún colectivo, ni lo tendrá jamás. Esto, por supuesto, incluye a las personas trans, a las que apoyamos y defendemos tanto en el programa como en nuestro día a día.

Continuaremos haciendo comedia y trabajando para que nuestro espacio siga siendo diverso y seguro.

Gracias

Carol y Vicky.

El comunicado no sólo no hizo reducir las críticas, sino que las incrementó, porque los detractores de Dña. Patricia Sornosa consideraron que el hecho de que Dña. Patricia Sornosa no hablara nada del tema ‘trans’ durante la entrevista en ‘Estirando el Chicle’ no era excusa para el perdón, dado que el podcast estaba dando publicidad a una figura ‘cancelada’ o ‘blanqueándola’, por lo que las humoristas de ‘Estirando el Chicle’ fueron acusadas de difundir el odio y tanto estas como Dña. Henar Álvarez, ante la incomodidad que suponía ser atacadas no por sus enemigos habituales (sectores machistas o ultras), sino por sus teóricos aliados (sectores progresistas, LGTBQ) anunciaron que se retiraban temporalmente de las redes sociales.

La disculpa de Victoria Martín en Twitter (14-08-2022):

Buenos días gente,

En estos días estoy recibiendo una cantidad de mensajes de odio que, como persona que lleva muchos años en internet, jamás había recibido a este nivel. Miles de mensajes de odio, deseando mi muerte, capturas privadas absolutamente manipuladas y sacadas de todo contexto, amenazas de todo tipo, personas escribiendo a las plataformas y marcas con las que desempeñó mi trabajo como guionista y cómica para desacreditarme y pedir que me despidan y no vuelvan a trabajar conmigo, personas escribiendo a mi familia y a mi entorno. Me siento absolutamente vulnerada, deshumanizada y, la verdad, sin saber muy bien qué hacer ni cuál es la manera de reaccionar ante esto. A pesar de ser una persona adulta, más o menos estable, que sabe que esas cosas que se dicen son ABSOLUTAMENTE FALSAS y que las amenazas son solo eso, es muy frustrante y doloroso. Entiendo perfectamente, como sabéis los que lleváis tantos años siguiéndome, que la gente tiene todo derecho a expresar su descontento, a criticarme a mí y a mi trabajo y a comentar que un contenido no le gusta, que mis chistes son malísimos y que debería dedicarme a otra cosa (a veces tenéis razón y son una mierda), faltaría más, pero el nivel al que está llegando esto, la virulencia con la que estamos siendo atacadas está rebasando unos límites muy peligrosos, me pone profundamente triste. No escribo esto con ningún motivo más allá que el de desahogarme y contaros cómo me siento. Y también para que reflexionemos todxs sobre esta situación. Yo me tomaré mi tiempo también para hacerlo. Os mando un beso enorme. 

Dña. Carolina Iglesias decidió publicar una nota de disculpas confesando que había necesitado ayuda psicológica ante los ataques en redes.

La disculpa de Carolina Iglesias en Instagram (24-08-2022):

Ayer fue mi primer día de psicóloga y hoy me veo con fuerzas de volver a asomar la cabeza por aquí.

Quiero pedir disculpas a la gente que se haya sentido decepcionada, a mi colectivo LGTBIQ+, al que he fallado, y un gracias enorme a la gente que no nos ha soltado la mano en estas semanas tan duras.

Estoy en constante deconstrucción; en mis 29 años me he equivocado muchas veces y de cada error he sacado un aprendizaje. Aprendizajes como el de que me voy a seguir equivocando y, aunque asusta, esa es la vida y también la profesión que he elegido. Si queréis acompañarme en el proceso como hasta ahora, sois más que bienvenidas todas las personas 🙂

Otro aprendizaje es que nadie te enseña a gestionar una polémica, que no hay normas para enfrentarla y sentirla. El silencio no siempre comunica y mi silencio ha sido fruto del miedo al ver la magnitud de lo ocurrido, que me ha paralizado.
Gracias a nuestro público que nos expuso su desacuerdo de una forma tan educada, es un orgullo teneros. Y de nuevo: lo siento. No he sabido gestionarlo mejor.

Vicky, empezamos esto siendo dos pringadas que buscaban su lugar, y así seguiremos siempre. De la mano. Nos caemos, aprendemos y nos levantamos. Te quiero.

Palante con la vida.

Distinta forma de actuar tuvo Dña. Patricia Sornosa, que respondió a los ataques a su persona en vez de con disculpas, con nuevas burlas, manteniéndose en la trasgresión.

16 Agosto 2022

La paradoja de la crisis de ‘Estirando el chicle’

Paloma Rando

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Según quienes las critican, Carolina y Victoria han amparado el discurso tránsfobo, pero la paradoja de esta situación es que, en una especie de profecía autocumplida, si nadie hubiese señalado a Sornosa, es muy probable que su opinión sobre este tema no hubiese tenido ningún eco

Antes de crear Estirando el chicle, uno de los podcasts más escuchados de España, Victoria Martín y Carolina Iglesias crearon y protagonizaron Válidas, una serie que se puede ver en Youtube. La premisa de Válidas es estupenda: dos cómicas en horas bajas deciden hacerse pasar por pareja para conseguir un reconocimiento y un éxito que ellas creen que se les niega. Este punto de partida les sirve para hablar de imagen, valor, éxito y sus múltiples intersecciones y contradicciones, de la tiranía del like y de todas esas esclavitudes que parece comportar cierto nivel de celebridad. De haber existido entonces, podrían haber utilizado como sintonía La fama, la bachata de Rosalía cuyo estribillo recalca que la fama es mala amante y traicionera y que como viene se va, una versión moderna del If de Kipling, de esos versos en los que dice: “Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre, y tratar a esos dos impostores de la misma manera”.

Victoria y Carolina se han encontrado con el desastre después de haber invitado a su podcast a la cómica Patricia Sornosa por tener un podcast con una de sus colaboradoras, Patricia Espejo. O más bien después de que Twitter expusiera una serie de tuits suyos que parecen hacer gala de feminismo transexcluyente. La masa corrió a criticarlas por darle voz a Sornosa —aunque en el programa no hable del tema— porque su podcast se precia de abanderar la causa LGBT, y lo que en un principio podría entenderse como la expresión de un descontento legítimo acabó convertido en un linchamiento que Victoria ha descrito como el peor que ha sufrido. Según ellos, por el hecho de invitarla, Carolina y Victoria han amparado el discurso tránsfobo, pero la paradoja de esta situación es que, en una especie de profecía autocumplida, si nadie hubiese señalado a Sornosa, es muy probable que su opinión sobre este tema no hubiese tenido ningún eco.

Este escándalo, que incluye una gestión pobre de una crisis de imagen, un acoso de la peor categoría —de los motivados por las buenas intenciones—, una cómica sin gracia ni decoro y una situación muy desagradable podría servir de material para una hipotética segunda temporada de Válidas. Una que hablase de otros cuatro versos del If: “Si puedes esperar y no cansarte de la espera; / o si, siendo engañado, no respondes con engaños, / o si, siendo odiado, no incurres en el odio. / Y aun así no te las das de bueno, ni de sabio”. Según Kipling, heredas la tierra. O la madurez, quién sabe.

17 Agosto 2022

Los cuatro debates feministas que ha abierto la polémica del último programa de ‘Estirando el Chicle’

Isabel Valdés

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La llamada cultura de la cancelación y la transfobia son dos de las cuestiones que ha puesto sobre la mesa la humorista Patricia Sornosa, invitada al ‘podcast’ de Carolina Iglesias y Victoria Martín del pasado domingo que incendió las redes

La cosa empezó con un teaser de un minuto y 28 segundos el pasado miércoles, 10 de agosto. En la cuenta oficial del podcast Estirando el chicle apareció el avance del programa que se iba a emitir el domingo, para el que Carolina Iglesias y Victoria Martín habían invitado a Patricia Espejo y Patricia Sornosa. Esta última, una humorista a la que hay quien acusa de ser transexcluyente por sus comentarios y publicaciones, muchas veces agresivas e hirientes, sobre todo hacia personas no binarias, trans y queers. La sola presencia de Sornosa en uno de los podcast más escuchados en español, con dos Ondas ex aequo con Deforme Semanal Ideal Total y bandera de la protección de los derechos LGTBIQ+, abrió una batalla en redes que, una semana después, aún continúa.

Las seguidoras del podcast se dividieron en dos frentes claramente diferenciados: quienes acusaban a Estirando el chicle de haber dejado de ser un “espacio seguro” y haber comenzado a ser tránsfobo, y quienes aplaudían la “valentía” de haber llevado a alguien como Sornosa. De fondo, la polémica ha abierto ciertas cuestiones muy presentes en el movimiento feminista: la cultura de la cancelación —retirar el apoyo, en este caso social, al programa—, la discusión sobre la inclusión de la agenda trans en la oficial, las disculpas y cómo se repara el daño y el acoso en redes sociales.

Ante la avalancha de críticas, Iglesias y Martín publicaron un comunicado en el que aludían a su compromiso con el colectivo LGTBIQ+: “Es especialmente importante, y es algo con lo que hemos sido muy claras a lo largo de estos dos años y medio de programa”. Y también a parte de las acusaciones sobre haber permitido en el programa ciertos discursos: “Nunca en un programa de Estirando el chicle ha tenido cabida ningún discurso de odio que atente contra los derechos humanos de ningún colectivo, ni lo tendrá jamás”.

La nota, lejos de calmar la batalla verbal que se había generado, la avivó por otro flanco. Comenzaron entonces otras acusaciones: de no reconocer la “equivocación” y de no “disculparse”.

“De esto yo entiendo que dejáis que una persona que tiene un discurso de odio evidente se promocione en vuestro programa siempre que en vuestro programa no diga las cosas que suele decir para no daros mala imagen, que es colega y eso va por delante de su transfobia”, se leía en uno de esos tuits.

La cuestión escaló hasta tal punto que la ONG International Human Rights Foundation respondió a la cuenta de Estirando el chicle compartiendo una publicación de ONU Mujeres en la que se leía: “Women’s rights = Trans rights = Human rights” (Derechos de las mujeres = derechos trans = derechos humanos).

También muchas otras las apoyaron. “Chicas, tenéis todo mi apoyo y el de mucha otra gente. No todo el mundo tiene la misma opinión en absolutamente todos los temas, y además no creo que Patricia Sornosa odie a los trans ni mucho menos. Solo hace humor con algunas cosas absurdas y extremas. Seguid asi!!!!”, se leía en uno de ellos.

Sus otras dos colaboradoras habituales, Henar Álvarez y Lalachus, acabaron también haciendo publicaciones en sus redes en defensa de Iglesias y Martín y contra la oleada de “odio” que se había generado. Intentaban frenarla. Sin embargo, después de todo eso, Sornosa, compañera de Espejo en otro programa, Las Patricias, publicó este lunes un tuit más que reforzó y no calmó la ira en torno al debate.

“Estos días he recibido muchísimos mensajes de gente ofendida, he reflexionado y lo cierto es que me veo obligada a rectificar”, escribió junto a un pantallazo de otro tuit suyo, de varios días antes, en el que tachaba la palabra “hostelero” por “queer”. “Mis vecinos tienen un bebé que no para de llorar, les ha salido queer”.

Ese último tuit de Sornosa puede ejemplificar uno de los debates abiertos en torno a esta polémica, y el principal:

1. Las distintas posiciones dentro del movimiento feminista frente a las personas transexuales. Algo que se viene dando desde hace varios años y se ha agudizado en los dos últimos a cuenta de la ley trans. Tuvo su máxima representación el pasado 8 de marzo, cuando, por primera vez en la historia, el feminismo salió separado a las calles aquella tarde. Hubo dos manifestaciones en una veintena de ciudades españolas. En Madrid, que suele marcar el pulso de ese día, fue a la misma hora con recorridos diferentes.

En principio, y a la vista, fue la abolición de la prostitución lo que provocó la división. Sin embargo, la panorámica, en realidad, era y es más compleja. De fondo, sobre todo y en origen, la tensión la producen la incorporación de la agenda queer (las demandas de las identidades de género minoritarias) a la oficial, la del Ministerio de Igualdad; y la libre autodeterminación de género incluida en la llamada ley trans, es decir, que una persona pueda cambiar el nombre y el sexo en el DNI solo con su voluntad, sin necesidad de informes médicos y años de hormonación, como ha sucedido hasta ahora.

2. La cultura de la cancelación. La batalla anterior, que en redes se libra entre las llamadas TERF —feministas radicales transexcluyentes— y la parte del movimiento transinclusivo, es la que ha aterrizado en Estirando el chicle y ha provocado el segundo de los debates, la cultura de la cancelación. Algo también muy relacionado con el revisionismo histórico de ciertas figuras del mundo de la cultura, sobre todo hombres, como Woody Allen o Bill Cosby, y a raíz de toda la explosión del movimiento Me Too y la violencia sexual en mayor o menor grado que hizo aflorar.

Para el presente, en la cultura de la cancelación tampoco hay consenso, ni siquiera en su propia existencia, puesto que es inviable cancelar, en todos los sentidos y de forma generalizada, a un personaje o un producto cultural. En el debate, las preguntas son varias: ¿Merece la asistencia de una invitada dejar de seguir y apoyar Estirando el chicle? ¿Elimina todo el trabajo anterior de Iglesias y Martín un programa de poco más de una hora? ¿Ha sido una equivocación llevar a Sornosa a un programa públicamente posicionado a favor del colectivo LGTBI? ¿Puede primar la libertad de expresión en discursos claramente en contra de los derechos humanos de ciertos colectivos, como las personas trans?

3. La gestión de las crisis en el movimiento feminista. El tercer debate abierto, ¿cómo se repara esta fisura en un grupo que alcanza a miles y miles de seguidoras? Hasta ahora, el comunicado de Iglesias y Martín ha servido apenas para aumentar el enfado de quienes se ofendieron por la presencia de Sornosa; las acusan de no haber emitido disculpas ni reparación alguna del daño, indirecto, que pudieron haber hecho al colectivo trans. Y eso refuerza no solo los argumentos de los partidarios de la cultura de la cancelación, y lleva a la última cuestión de fondo:

4. El acoso en redes. A pesar de que las mujeres, sobre todo aquellas con relevancia pública, suelen enfrentarse a insultos y amenazas en las redes, el linchamiento público al que desde hace una semana se están viendo sometidas Iglesias y Martín es uno de los más virulentos de los últimos años y lleva varias direcciones que se retroalimentan: el de quienes se oponen a la inclusión de mujeres como Sornosa en el programa, contra las presentadoras, contra quienes defienden a la humorista y contra la misma cómica. Y todas esas direcciones, de vuelta.

Martín, en una publicación en su Instagram, decía que a pesar de llevar años en internet, jamás había recibido el nivel de mensajes de odio que ha tenido estos días. Odio en todas direcciones.

22 Agosto 2022

‘Estirando el chicle’: auto de fe para un auto de fe

Jimina Sabadú

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La idea de que hay que vetar a ciertas personas de los medios por lo que piensan es cerril y propia de estructuras mentales intransigentes

De la nueva polémica podcaster (ya les contó Paloma Rando) he sacado en claro que el consumidor de contenido activista no desea una vida justa para todos. Desea un clima beligerante donde exhibir su presunta virtud. Sigo a muchos “activista” con sus creaciones, gente que necesita exponer situaciones luctuosas para justificar su contenido, presente para justificar su propia presencia mediática. Esta dinámica se vuelve de vez en cuando contra ellos. El caso de Estirando el chicle ha cruzado todos los límites imaginables. Contexto: este podcast (Carolina Iglesias y Victoria Martín) invita a su mesa camilla a la cómica Patricia Sornosa a otra sesión de compadreo “feminista”. Pero los tuits de Sornosa dejan entrever que el colectivo transexual no le cae simpático. Yo no la llamaría tanto como tránsfoba, pero es opinable. Y gracias al cielo es opinable. Muchos oyentes comparan llevar a Sornosa con llevar a Hitler. Me van a perdonar, pero a Sornosa le faltan unos cuantos millones de crímenes de lesa humanidad para ganarse tal comparación. La idea de que hay que vetar a ciertas personas de los medios por lo que piensan es cerril y propia de estructuras mentales intransigentes. Una entrevista es una entrevista, no un cafelito entre amigotes.

También es verdad que ir recibiendo premios a la inclusividad y luego meter a un personaje sospechoso de todo lo contrario es cuanto menos resbaladizo. Es el problema de acercarse al poder, que pringa pero no contagia.

No me saquen la paradoja de la tolerancia de Karl Popper, por favor (y si lo van a hacer, que no sea ese tebeo viral de una página). Lo que esto trae es un “no digas nada, que luego te tocará a ti”. Este miedo no se manifiesta en gente abiertamente tránsfoba, sino en gente que puede disentir de algunos aspectos prácticos o meramente lingüísticos. O en gente a la que, sin más, le parecen mal los autos inquisitoriales. Incluso he visto a otra cómica exponer a quiénes siguen a Sornosa en redes para pedir que se las saque “de su cómodo anonimato” (citando a Ignasi Guardans en un tuit sobre los controladores). Yo misma escribo esto con reparo, pero el silencio es mucho más peligroso que la ira.

27 Agosto 2022

'Estirando el chicle': ¿quién se ríe ahora?

Juan Soto Ivars

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La mera presencia de Sornosa constituía una traición comparable a esconder un judío en casa en tiempos del Edicto de Granada. El programa ya no era un "espacio seguro"

Menuda la que le han liado a ‘Estirando el chicle’. Las quería matar el mismo segmento de público sediento de virtud moral que habitualmente ataca a gente que no son ellas. Al final es siempre lo mismo: cuando la moralina invade la cultura, el cuento termina igual en la Ginebra de Calvino que en el mundo de golosina de los creadores de contenido inclusivo de internet. En términos contemporáneos, woke devora a woke.

Os resumo: ‘Estirando’ es un podcast de humor feminista, inclusivo, LGTBIQ, antirracista y demás apellidos de patrimonialización de los derechos humanos que se os ocurran. Carolina Iglesias y Victoria Martín, las creadoras, son, todo hay que decirlo, muy graciosas. Exponen sus inseguridades, charlan de trivialidades, provocan, son rápidas y tienen mucho ingenio. No creo que esté de acuerdo con ellas en muchas cosas, pero a mí eso me da igual y por eso me gusta su programa. Además, su fórmula llena un hueco, un vacío: un humor de mujeres para mujeres que en cierta forma brillaba por su ausencia. ¡Me alegraba que les fuera bien!

Y lo cierto es que todo les iba muy bien: audiencia joven y apasionada, campañas de patrocinio, bolos y un apoyo institucional un tanto incómodo para la sensación de libertad, supongo, con el Premio Ondas y el Premio Arcoíris del Ministerio de Igualdad, además de felicitaciones personales de la ministra. Digamos un mundo color de rosa de humor de abajo hacia arriba (salvo si arriba está el mencionado Ministerio) y un espacio ganado para las cómicas españolas. Hasta que, un par de semanas atrás, las conductoras cometieron una grave herejía.

El crimen cabe en una frase que suena involuntariamente chistosa: esas dos mujeres empoderadas invitaron al programa que dirigen, presentan y mantienen a base de trabajo… a quien les dio la gana. ¡Pues muy mal! Porque resulta que esa persona en particular no tenía el sello de validez de la parte más chiflada de su audiencia. De hecho, lo que tenía era el sambenito de los herejes. Esa invitada era veneno.

Se llama Patricia Sornosa y es otra cómica feminista, pero de las que no ven con buenos ojos la cosa queer. Sornosa había estado publicando en Twitter comentarios, digamos, poco respetuosos con quienes creen que el sexo es un mero constructo social, así que bastó que ‘Estirando el chicle’ emitiera en las redes el anticipo del programa con Sornosa para que su querida audiencia perdiera los estribos.

El público, claro, ni siquiera esperó a ver de qué se hablaba en el programa. El programa, hasta donde sé, se ha emitido en Spotify pero no en YouTube. Pero da igual, porque no importaba el mensaje, sino abrir las compuertas del Parnaso a uno de los innumerables diablos que el activismo encuentra por todas partes. La mera presencia de Sornosa constituía una traición comparable a esconder un judío en casa en tiempos del Edicto de Granada. ‘Estirando el chicle’ ya no era un «espacio seguro». Y semejante pecado había que purgarlo, claro.

El delirio de histeria infantil y atosigadora que envolvió en cuestión de minutos a Carolina Iglesias y Victoria Martín por parte de esas caritas hasta entonces sonrientes fue tan impresionante que provocó mi simpatía más automática por ellas. ¿Cómo no ponerse de parte de las cómicas? Les gritaban que no podían dar visibilidad a una «terfa» y que les rompían el corazón. Era un chantaje emocional, ridículo e hiperventilado. Las dejaron KO en el primer asalto.

Dijeron que iban a reflexionar. ¿Cuál será la reflexión?, me preguntaba. Porque claramente acababan de recibir un mensaje contundente. Para mí, ese mensaje era cristalino: no existe un público más desagradecido y castrador que el que espera un 100% de identificación moral con tu contenido. Ese público no puede ser mantenido a raya, cometerás un desliz y te devorarán. Merece, por tanto, ser agitado, escandalizado, vapuleado, desafiado y confundido. ¿Sería esta la reflexión?

Pero, antes de que las creadoras pudieran mover pieza en el tablero, ya tenían encima otro caso de herejía. La arbitrariedad y vileza de los comisarios morales de internet (repito, una parte de su público) había hallado también rastros de un imperdonable racismo. Resulta que en un fragmento de no sé cuándo Victoria Martín había dicho «me huele la sobaca mora», de modo que los comisarios, todavía no satisfechos de sangre tras el atracón por transfobia contagiada, prorrumpieron ahora en chillidos estridentes convencidos de que Martín había dicho que a las moras les huelen mal los sobacos.

Lo más divertido de este segundo asalto no fue la insensatez de la acusación, sino la gente de izquierdas que, con titubeos y un pavor reverencial ante la magnífica furia de los suyos, salía a defender a Martín diciendo que igual ella se refería a que le olía el sobaco a ese fruto del bosque homónimo —oh fatalidad— con el gentilicio de las mujeres del Magreb. ¡Coño, que es una expresión de Albacete! ¿Es que nadie va a pensar en La Mancha? «Sobaca mora» no es racista. «Sobaca mora» es chanante.

El disparate llegó a provocarme una sana envidia, aunque en este momento yo mismo era trending topic por un artículo del que no me avergüenzo, cuando organizaciones antirracistas subvencionadas, activistas de los que dicen que el Islam es feminista e incluso la cuenta de Twitter de International Human Rights Foundation, Los Derechos Humanos Itself (Jaume de Urgell), se sumó a las críticas contra las pobres diablas por lo de la sobaca mora. El delirio había alcanzado el grado Estupidez Global Superlativa.

Fabuloso: de la noche a la mañana, las chicas de ‘Estirando el Chicle’ estaban provocando suicidios en la gente trans por invitar a Sornosa y además eran unas racistas necesitadas de urgente proceso de autocrítica y deconstrucción. De nuevo, yo me preguntaba: ¿reaccionarán como lo harían dos cómicas? Ante tamañas acusaciones injustificables, ante semejante montaña de insensatez e histeria digital inofensiva, ¿levantarán la cabeza y lanzarán el chiste que pone el absurdo ante el espejo?

Recordé entonces que, entre las apariciones de Iglesias y Martín en los medios de comunicación, hubo una las pasadas Navidades en el programa especial de Televisión Española ‘¿Quién se ríe ahora?’ Allí, varias humoristas eligieron y descontextualizaron chistes de cómicos de los años noventa para crear un sermón moralista sobre los límites del humor y lo inaceptable. Ya en aquel especial rodó la cabeza de una de las colaboradoras, Perra de Satán, porque le encontraron tuits de 2015 intolerables para los estándares que ella misma había marcado. Repito: woke devora a woke. Siempre. Ninguna de ellas la defendió entonces. ¿Habrían entendido ahora que si vas poniendo normas y castigos arbitrarios un día te los impondrán a ti?

Pues no. Las dos pidieron perdón por invitar a Sornosa y dijeron que estaban aprendiendo. Se habló de asistir al psicólogo por el dolor y de procesos de escucha. Vamos, que a Sornosa, su invitada, la dejaron tirada en el arroyo como a una perra. Ninguna de las dos tuvo la amabilidad de defender a su invitada, que al fin y al cabo era la que más insultos estaba recibiendo. No: había que soltar lastre, claramente. «La hemos cagado, perdón». Si Sornosa es intocable, no iban ellas a romper el tabú. ¡Eso se lo dejamos a los cómicos que no se ganan la vida con su trabajo!

Martín, por su parte, también pidió perdón por haber usado esa expresión, pese a que ella sabe tan bien como yo que no es racista, y que ella misma no es racista, ni pretendía ser racista, ni siquiera mínimamente ofensiva, y repitió lo de estar aprendiendo y escuchando. En suma, ambas agacharon la cerviz para protegerse. Repito las acusaciones: invitar a alguien tachado y cancelado (lo que yo llamaría «acto de valentía») y utilizar un chascarrillo de La Hora Chanante (lo que yo llamaría «problema de comprensión lectora de la audiencia»). En fin.

Sé que un elogio mío puede ser peor para sus reputaciones que un insulto, dependiendo de quienes dependen, pero aquí va: creo que las de ‘Estirando el chicle’ son lo bastante buenas como para volar alto si dejan de escuchar a los que gritan tanto. Os lo juro: se está mucho mejor en la indigencia social, expulsado de los círculos, como le pasa a Patricia Sornosa. Allí es donde se disfruta de la verdadera libertad. El ansia de permanecer en ese lugar donde te vigilan y castigan con sumo rigor por cualquier gilipollez es algo que no entiendo. Además, la mayoría de la gente no es así. La mayoría de la gente no es eso que chilla en Twitter.

Sornosa, por su parte, sí hizo lo que hacen los cómicos. O lo que hacen los locos. O lo que hacen los purgados por la intransigencia, en su libertad. «¿Ah, sí?», parecía preguntar, «¿ese monstruo soy yo? Pues tomad dos tazas». Y se cachondeó de la furibundia con un tuit, al que International Human Rights Foundation volvió a contestar, diciendo que hay que bloquear a Patricia. Menuda panda, de verdad. Bravo por ella.

28 Agosto 2022

Contra las disculpas: nadie debería humillarse ante sus acosadores

Sergio del Molino

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Tanto la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, como la cómica española Carolina Iglesias, de Estirando el chicle, han subrayado su condición humana tras las polémicas en que se han visto envueltas

Tanto la primera ministra finlandesa, Sanna Marin, como la cómica española Carolina Iglesias, de Estirando el chicle, han subrayado su condición humana en sus disculpas. “Soy humana”, dijo Marin. “Me voy a seguir equivocando”, dijo Iglesias. Como el Shylock de El mercader de Venecia, intentan conmover a la turba apelando a su común humanidad: si me pinchan, sangro como vosotras. Son humanas y, por tanto, imperfectas, falibles, pecadoras. Pero, con ayuda de los energúmenos de Twitter, prometen ser menos impuras y reemprender el camino de perfección moral con humildad y persistencia.

Los terribles delitos de ambas son, respectivamente, bailar en una fiesta e invitar a una cómica a un podcast. Por tan graves cargos hemos visto a una primera ministra hacer pucheros y a una presentadora de éxito confesar que necesita ayuda psicológica. El gentío les ha convencido de que son culpables de algo, aunque no tengan claro de qué, y solo mediante la contrición pueden ser perdonadas. Marin es la primera ministra de Finlandia y la líder del primer partido del país. Iglesias es una presentadora brillante que, junto a Victoria Martín, ha creado de la nada uno de los fenómenos mediáticos más potentes de España. Ambas están muy por encima de los gañanes anónimos que las amenazan, y es tristísimo ver cómo aceptan sus autos de fe.

Poco a poco, la sociedad descreída en la que crecí se transforma en una sociedad neorreligiosa, donde se exige virtud y se condena el pecado como en los tiempos oscuros. Y es cierto que tanto Marin como Iglesias han cabalgado sobre ese moralismo. Su popularidad se debe en parte a lo bien que han entendido los mecanismos de la culpa y la delación que rigen en la opinión pública hoy, pero yo no creo que donde las dan las toman: nadie merece un acoso así, y nadie debería humillarse ante sus acosadores.

04 Septiembre 2022

Teorías y delitos

Soledad Gallego Díaz

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Considerar que el sexo es un constructo social es una teoría que tiene seguidores y detractores y poco que ver con delitos de odio

La desaparición de espacios favorables al diálogo, a la discrepancia y a la generación de consensos es uno de los primeros objetivos de las mentalidades o movimientos totalitarios. Totalitarismo no es solo un tipo de gobierno (aunque sea lo más dramático), sino también determinado conjunto de prácticas y modos de pensar que afectan a los seres humanos y a sus relaciones sociales. Esas dinámicas llevan muchas veces a saltar el abismo que existe entre la razonable decisión de evitar consensuadamente la difusión de mensajes que promuevan el odio y la violencia contra determinadas personas o grupos y la muy saludable capacidad de criticar, reírse y disentir, es decir, el imprescindible pluralismo en el que cada uno es libre de expresarse. Se puede y se debe defender el derecho de todas las personas vulnerables a no ser atacadas ni rechazadas y criticar al mismo tiempo las teorías que defienden.

No basta con creer muy sinceramente en las ideas que uno defiende para quedar por eso protegido contra la crítica o, incluso, contra la burla, explicó el cómico Rowan Atkinson (Mr. Bean) hace unos años ante la Cámara de los Lores. Lo que puede exigir toda persona es respeto a su propia libertad de expresión y el derecho a ser protegido de violencia y acoso.

El discurso de Atkinson viene a cuento de lo ocurrido este verano con la polémica participación de la cómica Patricia Sornosa en el podcast Estirando el chicle. Por lo que se ve, Sornosa es muy crítica con la llamada ley trans (“me acusan de tránsfoba porque digo que hay que fijarse en los genitales de la ecografía y no en las manitas para saber si vas a tener un hijo o una hija”) y se ha reído en ocasiones del movimiento queer, calificándolos de “llorones”. Quienes defienden la mencionada ley y opinan que el sexo es un constructo social, tienen todo el derecho a defender sus puntos de vista y a participar en los debates que se susciten sobre esos temas. Por supuesto. Pero no pueden esgrimir el derecho a hacer callar a quienes no comparten sus teorías. Porque, de momento, considerar el sexo un constructo social es una teoría crítica que propone la sexualidad como construcción fluida, plural y negociada. Como toda teoría, tiene activistas que la defienden y es su derecho hacerlo, pero no a decidir que sus opiniones y creencias son imposibles de rebatir o criticar. De entrada, habría incluso que debatir en qué consiste eso de teorías sagradas e indiscutibles.

El dramaturgo Tom Stoppard afirmaba en una reciente entrevista que lo más preocupante para él en estos momentos era lo que llama “el cierre del pensamiento”, la cultura de la cancelación, un frenesí que no llegaba a identificar con el totalitarismo, pero que le parecía una amenaza muy presente. (El gran mito sobre la cultura de la cancelación es que solo existe en la izquierda, cuando siempre ha sido, y es, uno de los grandes instrumentos de la extrema derecha). “Sinceramente, no puedo dar el salto imaginativo a la cabeza de alguien que se sienta auténticamente ofendido por lo que dijo Rowling”, afirmaba Stoppard.

La escritora J. K. Rowling ha sido acusada de transfobia y acosada en las redes, aunque, si se acude a sus propias palabras en su web (jkrowling.com), lo único que está claro es que se niega a aceptar que el concepto de identidad de género deba reemplazar al del sexo y que ha expresado su rechazo a que mujeres trans que no se hayan sometido a tratamiento puedan acceder a espacios reservados a mujeres. Eso puede molestar a muchos activistas, pero tiene poco que ver con un mensaje de odio, un discurso que provoque delitos y acosos relacionados con el género o con el sexo y que deba ser evitado. Ni Rowling ni Sornosa, ni muchos críticos de la teoría queer, tienen dudas sobre el derecho de las personas trans a sentirse seguras y protegidas.

Es curioso que una de las directoras de Estirando el chicle, una humorista muy notable llamada Carolina Iglesias, pidiera perdón por la presencia de Sornosa en su programa y que explicara que los días en los que estuvo en silencio fueron “fruto del miedo al ver la magnitud de lo ocurrido, que me ha paralizado”. “Nada te enseña a gestionar una polémica”, explica. Efectivamente, pero el miedo es el peor de los consejeros.