14 febrero 1950

Se comprometen a darse ayuda mutua en caso de agresión de Japón 'o cualquier país relacionado con este'

Los dictadores comunistas de la Unión Soviética, Stalin, y la República Popular China, Mao, firman una alianza militar

Hechos

El 14.02.1950 Radio Pekín anunció la firma de acuerdo de amistad entre la República Popular China y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Lecturas

Mao Zedong es el dictador de la República Popular China desde octubre de 1949. 

LA ONU, EUROPA OCCIDENTAL Y ESTADOS UNIDOS SE NIEGAN A RECONOCER A LA CHINA DE MAO.

Después de dos meses de negociaciones, y durante una gran fiesta celebrada en el Kremlin, el dictador de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, José Stalin, y el dictador de la República Popular China, Mao Zedong, acaban de firmar un pacto este 14 de febrero de 1950 de asistencia y amistad entre ambos países comunistas por 30 años, que entre otras cosas incluye no permitir que vuelva establecerse Japón como potencia.

El acuerdo prevé la ayuda recíproca en el caso de uno de los dos países resulte agredido por un tercero. Por otra parte, la URSS devolverá a China el ferrocarril de Manchuria y retirará el ejército rojo de las bases de Port Arthur y Dairen. La URSS proporcionará a China un préstamo equivalente a unos 300 millones de dólares, destinado a acelerar el proceso de industrialización y a racionalizar y acrecentar rápidamente la producción agrícula.

Tan sólo unos meses después Mao ordenará la invasión del Tibet. 

El Análisis

El bloque comunista se ensancha hacia el Pacífico

JF Lamata

La firma, el pasado 14 de febrero de 1950, del tratado de amistad, alianza y asistencia mutua entre la Unión Soviética y la República Popular China formaliza una realidad que desde hacía meses ya inquietaba a Occidente: el bloque comunista no sólo es europeo. Con este pacto, los dictadores Stalin y Mao Zedong oficializan una camaradería política y militar que inquieta desde Tokio hasta Washington. Aunque China no haya ingresado formalmente en la COMECON, este tratado la convierte de facto en una pieza clave del engranaje soviético global.

Para los Estados Unidos y sus aliados, esta alianza supone un duro golpe geoestratégico: uno de los países más extensos y poblados del planeta —recién salido de una guerra civil victoriosa— declara su sintonía con Moscú en términos ideológicos y militares. Japón, reconstruido bajo el paraguas estadounidense, ve con especial alarma que el tratado contemple explícitamente el compromiso de ayuda militar. La Guerra Fría ya no es un duelo exclusivamente europeo: ahora se juega también en Asia.

Que la ONU siga reconociendo como «la China legítima» al Gobierno nacionalista exiliado en Taiwán parece cada vez más un gesto simbólico que una política efectiva. La realidad en el terreno es otra: Mao controla el continente, gobierna desde Pekín y ha sellado su alianza con el líder del Kremlin. Para sus partidarios, ambos son arquitectos de un nuevo orden justo; para sus detractores, representan la consolidación de dos de las dictaduras más represivas del planeta. Sea como fuere, el mapa del mundo libre acaba de encogerse un poco más.

JF Lamata