7 octubre 1950
En aquel territorio no había ni una sola escuela hasta la ocupación china
El dictador de China, Mao Zedong ordena la invasión del Tibet para acabar con el gobierno feudal del Dalai Lama
Hechos
El 7.10.1950 tropas de la República Popular China se anexionaron el Tibet.
Lecturas
Con la ocupación del Tíbet, planeaba desde tiempo atrás, los chinos lograron imponer, el 24 de octubre de 1950, su reivindicación sobre este territorio independiente situado entre la República Popular China y la India. En 1951 China se anexionó este estado del Himalaya.
Oficialmente, las tropas chinas iniciaron su invasión con el fin de «liberar a 3 millones de tibetanos de la opresión imperialista y para defender las fronteras occidentales de China». En 1951, un acuerdo de diecisiete cláusulas regulaban la anexión fáctica del Tíbet por la República Popular China. Si bien esta nación aseguraba a los tibetanos la autonomía y el derecho a la libertad religiosa, también les exigía la aceptación de una serie de imposiciones. Así, por ejemplo, debían reconocer la autoridad china sobre su territorio.
El conflicto entre el infranqueable Tíbet, situado en el Himalaya, y China tiene una historia de más de cien años. Ya a principios del siglo XVIII, tropas de la dinastía manchú ocuparon el país. Los chinos no se retiraron hasta finales del siglo XIX, para invadirlo de nuevo en 1910, después de que Gran Bretaña (1906) y Rusia (1907) reocnocieran la soberanía china sobre la región. En 1911 retiró sus tropas y una vez más el Tíbet se convirtió en una región prácticamente independiente.
Tras la represión de los años cincuenta, los tibetanos se levantaron contra los ocupantes en marzo de 1959. Los disturbios se iniciaron en el marco de la celebración de los festejos de la independencia que tienen lugar el 10 de marzo de cada año, con el ataque a algunas guarniciones chinas. Después de que, en el transcurso de los combates, se atacara con lanzagranadas el palacio de Potala, residencia del Dalai Lama, el líder político y religioso del Tíbet huyó el 19 de marzo a la India, país que accedió a concederle asilo.
Dos días después, el gabinete tibetano proclamó la independencia respecto a China, declarando nulos los acuerdos alcanzados en 1951 y recogidos en el ‘tratado de sumisión’. CComo respuesta, China traspasó los asuntos del gobierno tibetano al Panchen Lama, que, junto con el Dalai Lama, forma la cúspide de la organización jerárquica del lamaísmo, religión nacional del Tíbet desde hace siglos. Esta variante del budismo es una religión de monjes; los laicos tan sólo participan en la medida en que, entre otras cosas, adoran reliquias, rezan sin descanso y llevan amuletos. Entre el Dalai Lama, políticamente más influyente, y el Pachen Lama existió durante largo tiempo una marcada rivalidad, dado que uno se hallaba más orientado hacia la vecina India, es tanto que el otro se decantaba más por China.
Los combates entre los tibetanos y las tropas chinas se prolongaron hasta finales de marzo, momento en que estas últimas lograron hacerse con el control de la situación gracias a su superiodidad armamentística. Tras el aplastamiento de la insurrección, se inició un exilio forzoso para miles de personas que huyeron del Tíbet, la mayor altiplanice de la Tierra, denominada a menudo ‘el techo del mundo’. En las décadas siguientes, el gobierno chino intentó a través del establecimiento controlado de población china en el Tíbet, la asimilación política y cultural de la población autóctona. En 1964 destituyeron oficialmente al Dalai Lama y, un año después, también al Panchen Lama. Sin embargo, desde el exilio, el Dalai Lama continuó siendo la figura central en la lucha por la independencia del Tíbet y, en 1989, fue galardonado con el premio Nobel de la Paz por predicar la resistencia pacífica contra la ocupación de su país.
31 Marzo 1959
El Tibet lucha contra el comunismo
Desde el 19 de marzo, el pueblo tibetano está luchando contra el comunismo. ¿Conflicto de ideas? Como dijo, al estallar la sublevación un ideólogo del ‘coexistencialismo’? Por esta vez este coexisstencialismo, como tantos otros, se ha equivocado. Simple y claramente, estamos ante un alzamiento nacional, uno más de los que bajo las botas del invasor ocmunista se vienen produciendo y habrán de producirse inevitablemente. Pero también, uno de los que, salvo que llegue una ayuda inmediata, habrán de ser sofocados por los verdugos sin que el mundo libre – y, en primer lugar, esos pacifistas cada vez más parecidos a cómplices del comunismo – se decida a hacer algo más que protestar platónicamente. Durante cuarenta y ocho horas, los habitantes de la ciudad de Lhasa hicieron frente a los chinos rojos. Millares de cadáveres han sido quemados por la barbarie bolchevique. Antes de empezar la lucha, el fabuloso palacio de Norbulinka fue arrasado por la artillería soviética y la única explicación que puede darse a este acto de vandalismo es la de un desafío a lo que espiritualmente significa para el Tibet de monjes y pastores. Por consiguiente, ya no quedan dudas de que a pesar de las ofertas de ‘arreglo amistoso’ de los que se han hecho portavoces naturalmente, los pacifistas – Moscú y Pekin se proponen exterminar a todo un pueblo.
Aún después de la primera campaña de 1950 que condujo a la ocupación del país, Mao Tse Tung tuvo buen cuidado de guardar las apariencias y por el acuerdo de 1951, se comprometió a respetar la autonomí del Tibet y la estructura religioso-social. Con los pequeños países de Asia, el comunismo procede con la misma violencia, con la misma mala fe que Moscú con la Europa oriental de 1948.
Las soluciones que se ofrecen son de dos clases: una ayuda militar – ya ofrecida por la China nacionalista – que podría mantener una agotadora guerra de guerrillas contra el invasor chino, con probables repercusiones en las mismas poblaciones del país sometido a Mao Tse Tung, o una acción diplomática de envergadura. Se hablar de un recurso a las Naciones Unidas. ¿Quién no se acuerda de Hungría?
La rebelión patriótica del Tibet, los alzamientos de los ucranianos, el complot nacionalista descubierto hace una semana en Turcomedia; he aquí para no citar más que tres hechos, las pruebas de que el poderoso edificio de la URSS tiene el cáncer dentro. Pero ¿por qué limitarse a protestar cuando se ametralla a los anti-comunistas, en vez de ayudarles por todos los medios antes y cuando los hombres heroicos que se alzan en armas contra la bota soviética? Esta es una pregunta que debe hacerse la Humanidad, a la que, de transigencia en transigencia, los ‘coexistencialistas’ empujan dulcemente hacia los pelotones de ejecución de los bolcheviques.
Gómez Tello