19 marzo 2003

Cae la dictadura pero no aparecen las armas químicas que usaron Bush, Aznar y Blair para justificar la guerra

Los Estados Unidos invaden Irak poniendo fin al régimen de Sadam Hussein, dando comienzo a la búsqueda de él y sus colaboradores

Hechos

  • El 19.03.2003 comenzó la invasión de Irak por parte del ejército de ‘la coalición’ (Estados Unidos + Reino Unido).
  • El 9.04.2003 ocuparon Bagdag, la capital del país, poniendo fin al Gobierno de Sadam Hussein.

 

18 Marzo 2003

A la guerra ilegal

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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George Bush ha dado carpetazo a la diplomacia y abierto el camino de la guerra, en clara violación de la legalidad internacional. Bush y sus dos acólitos, Blair y Aznar, los tres de las Azores, ni siquiera han culminado su ultimátum al Consejo de Seguridad, pues ayer, minutos antes de que se reuniera la máxima instancia de la ONU, decidieron retirar su proyecto de resolución para la guerra. Han fracasado en su intento de convencer a la comunidad internacional en nombre de la cual pretenden actuar.

Si en las próximas horas Sadam Husein no cede el poder, las bombas de última tecnología de EE UU caerán masivamente sobre Irak, que será invadido. Bush y sus acólitos han sido incapaces de resolver la crisis por vía diplomática. Ante tan estrepitoso fracaso, preocupa su falta de capacidad para gestionar las consecuencias de una acción bélica que no sólo provocará la caída del régimen de Sadam Husein a un coste elevado en sufrimientos y vidas humanas, sino que puede poner en marcha movimientos tectónicos cuyo control puede escapar a estos aprendices de brujo.

Los tres retiraron su propuesta de resolución oficialmente ante la amenaza de que Francia y Rusia la vetaran. En realidad, no lograron sumar los nueve votos positivos que pretendían exhibir como una victoria moral y en contra de lo anunciado por Bush, renunciaron a mostrar las cartas. Ahora será EE UU quien vetará cualquier nueva propuesta de Francia y Rusia para evitar la guerra. Pese a que Bush, Blair y Aznar han proclamado que una segunda resolución era «deseable», pero no necesaria, al renunciar a ella se sitúan claramente en la ilegalidad. No hay cláusula automática en la 1.441 que legalice el empleo de la fuerza. Como mínimo, el Consejo de Seguridad tenía que haber constatado una nueva «grave violación» de sus obligaciones por parte de Irak. Por eso se afanó Blair en una nueva resolución, y su fracaso ha abierto una profunda crisis en su partido. La dimisión, ayer, del líder laborista en los Comunes y ex ministro de Asuntos Exteriores, Robin Cook, anuncia aires de vendaval en la política británica y europea.

Por vez primera un Gobierno de la España democrática apoya una guerra no secundada ni autorizada por ninguna organización internacional, ya sea mundial, como la ONU, o regional, como la OTAN y la UE en el caso de Kosovo. Es una gravísima quiebra en la política exterior española, que merece algo más que una mera sesión informativa como la que habrá hoy en el Congreso de los Diputados. Aznar no ha hecho absolutamente nada por evitar esta guerra y mucho, más de la cuenta, por secundarla. Se ha situado a sí mismo y al Estado español fuera de la ley, incluido el uso de sus bases por EE UU para esta guerra, pues el convenio obliga a una autorización expresa del Gobierno para su uso. La farsa que ha estado representando el Gobierno ha llegado hasta tal punto que Aznar siguió afirmando ayer la inexistencia de compromiso alguno de participación militar española.

El Gobierno se ha sentado en el Consejo de Seguridad para contribuir a dinamitarlo. Aunque no sin cinismo, los tres de las Azores, a la vez que lanzaban su ultimátum a Sadam Husein y al Consejo de Seguridad, señalaban su «intención de buscar la adopción de forma urgente de nuevas resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas» para apoyar la reconstrucción de un país que en buena parte pueden destruir las bombas estadounidenses. Es decir, primero se dinamita y se siembra la discordia entre sus miembros y luego se intenta aprovechar lo que queda de él.

Sadam Husein, que ayer admitió haber poseído armas de destrucción masiva en el pasado, le haría un favor a su país y al mundo si dejara el poder y se exiliara, o sus generales si le depusieran. Pero el ultimátum de EE UU ya está totalmente en la lógica y el calendario de la guerra. Hoy mismo, irónicamente, cuando Hans Blix tiene que presentar un informe en la ONU sobre el progreso de su labor, los inspectores internacionales se retirarán de Irak para abrir la puerta a una guerra en la que Bush, Blair y Aznar no han dejado de pensar desde el primer momento. Por desgracia, la farsa toca a su fin. Para que hablen las armas.

20 Marzo 2003

Arde Bagdag

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Una nueva guerra se abate desde esta madrugada sobre Irak. Poco después de las 3.30 (hora peninsular española) se ha iniciado el bombardeo de Bagdad con misiles de crucero. Como colofón del fracaso diplomático, Estados Unidos ha entrado finalmente en combate contra el régimen de Sadam Husein con la sola compañía militar de Reino Unido y una simbólica presencia de Australia. De acuerdo con el guión de sus estrategas militares, sobre blancos escogidos del territorio iraquí ha comenzado a caer bombas guiadas por satélite y de misiles de crucero, lanzados por una formidable concentración aeronaval en el Golfo y países vecinos.

El objetivo de los primeros bombardeos es destruir centros neurálgicos del poder militar iraquí, sobre todo centros de comunicaciones y mando. Al ataque aéreo, que empezará a cobrarse inmediatemente numerosas vidas de inocentes -¡qué trivialización en los prolegómenos de la guerra la suerte de 25 millones de iraquíes!- le acompañará una invasión terrestre desde Kuwait por decenas de miles de soldados de élite estadounidenses y británicos. En esta hora dramática para la humanidad sólo nos cabe pedir que la campaña se salde con una rápida victoria militar que permita un pronto cese de hostilidades.

Antes de estallar el primer proyectil, esta guerra que nunca debió haber sido, iniciada en el más absoluto desprecio a la opinión pública internacional, ya se ha cobrado importantes víctimas colaterales. El presidente Bush y sus ideólogos ultramontanos han enterrado con su nueva doctrina estratégica el concepto de contención del enemigo, que funcionó mal que bien durante casi cincuenta años de guerra fría. En su lugar, en Irak ha quedado inaugurada ayer por la superpotencia la era del conflicto preventivo, una peligrosa teorización a la medida de las necesidades de un poder en expansión al que comienzan a venirle estrechas las costuras geopolíticas y militares consensuadas a lo largo de décadas. Como en el horizonte se perfilan otros focos de conflicto, se verá pronto si Irak es un caso excepcional o el comienzo, como temen incluso algunos de los socios de Washington, de nuevas ambiciones militares estadounidenses para conformar un mundo a su medida.

El ataque contra Irak, al que España aportará 900 soldados no combatientes, ha reducido a un esqueleto vacilante la relación de confianza entre EE UU y algunos de sus aliados occidentales, tan laboriosamente construida. Tanto la Alianza Atlántica, arco de bóveda de la cooperación militar de las democracias, como la Unión Europea han resultado convulsionadas por el desencuentro. El efecto final en la ONU y su órgano decisorio, el Consejo de Seguridad, reducido en la fase final de la crisis a un impotente altavoz de discrepancias, tardará algo más en apreciarse. La arrogancia imperial de George Bush, quien desde mucho tiempo atrás había decidido el uso de la fuerza, puede liquidar el papel de contrapeso de la asamblea mundial para reducirla, en el pos-Irak que se avizora, a una suerte de organización humanitaria a gran escala. Esta suerte de voladura controlada de las instituciones en las que Washington ha apoyado su política exterior durante medio siglo parece un precio demasiado alto por la cabeza de un miserable dictador.

Donald Rumsfeld y su estado mayor han publicitado hasta la saciedad la idea de un conflicto corto, preciso y contundente, capaz de doblegar inmediatamente al tirano de Bagdad evitando tanto como sea posible la muerte de civiles, los grandes perdedores de todos los conflictos muy tecnificados y cuyo sufrimiento infinito no suele hacer titulares en los medios informativos. Siguiendo ese guión, el ataque que ha comenzado, y para el que fuerzas especiales de EE UU y Reino Unido han acopiado durante semanas información desde el interior de Irak, debe ser mucho más parecido en sus fases decisivas a la invasión de Afganistán que a los 41 días de la primera guerra del Golfo. Pero se controla mejor el comienzo de los conflictos que su desenlace. Y esta segunda invasión de Irak, que un Bush oportunista hasta el último minuto ha caracterizado como el gran momento para la modernización de Oriente Próximo, está llamada a tener repercusiones mucho más allá del país atacado.

Los hechos demostrarán rápidamente si el bombardeo resulta tan decisivo como el Pentágono ha anticipado y a qué precio. La dependencia estadounidense de su incomparable poderío en los cielos podría ocasionar muertos incontables si se utilizan contra concentraciones masivas ingenios como la bomba prenuclear de nueve toneladas puesta a punto para esta guerra. En los planes de EE UU, las oleadas de cazabombarderos tácticos y helicópteros de ataque deben hacer el grueso del trabajo destructor y de apoyo al avance de la infantería. Mientras que el despliegue de las grandes divisiones mecanizadas desde Kuwait, la 3ª de infantería o la 1ª acorazada británica -una vez que Turquía ha bloqueado la invasión por el norte-, tiene por misiones básicas la ocupación de ciudades clave, el control de los pozos petrolíferos e impedir que la guardia republicana de Sadam acantonada en otras zonas pueda acudir en auxilio de Bagdad. Las tropas invasoras deberán moverse rápidamente para asegurar el territorio y abortar brotes de anarquía.

Si la contienda es corta y triunfal, quizá muchos de los renuentes aliados de EE UU vuelvan pronto al redil, sobre todo en el caso de que Washington pueda probar que Sadam tenía los mortíferos arsenales que estuvieron en el ya lejano origen del ultimátum. Y siempre que la Casa Blanca no olvide inmediatemente sus promesas, hechas al alimón con el Reino Unido, de impulsar decisivamente el apaciguamiento del conflicto palestino-israeli, una de las dinamos de la inestabilidad mundial. Pero si la lucha se prolonga, si las víctimas iraquíes y aliadas se multiplican, si se llega al combate por Bagdad y desaparece el presentimiento de paseo militar, todos los escenarios previamente dibujados pueden sufrir una convulsión. En Occidente se acentuará la percepción de EE UU como un poder irresponsable, y es poco probable que los martirizados iraquíes vean a Bush como un liberador si el derrocamiento de su sanguinario dictador se convierte en una lucha de proporciones inesperadas. En estas circunstancias, el fanatismo armado encontraría el cauce soñado para librarse a una oleada de terror.

Hay precedentes recientes de guerras cortas y relativamente quirúrgicas, como Kosovo, pero con enemigos y escenarios de naturaleza muy diferente. En el mejor de los casos, si Bush consigue vencer rápidamente, tendrá que ganar después la paz. Y eso será muy difícil en un país de las dimensiones y la fragilidad política de Irak sin contar con la colaboración de muchos de aquellos a los que ha ninguneado. El desafío que espera a EE UU en un Irak liberado es titánico en cualquier aspecto, comenzando por el de establecer la democracia. Además de un mar de petróleo, Irak es un rompecabezas religioso, tribal y de lealtades, un polvorín sobre el que Sadam, astuto corredor de fondo, ha reinado despiadadamente por la fuerza de los fusiles. Sus posibilidades de sumirse en el caos y el conflicto étnico son mucho mayores de lo que un poder tan ajeno como EE UU puede calibrar. La primera tarea de Washington, una vez culminada su conquista, debe ser la entrega a la ONU de la administración del país asiático.

Lo crean o no Bush y sus asesores íntimos, Washington necesita de amigos y aliados. No puede ejercer de policía universal en solitario para desempeñar los trabajos de Hércules que se ha propuesto, se trate de controlar a los ejes del mal o de combatir las redes del terror fundamentalista. Su fiasco diplomático en Irak, donde acaba de encabezar la segunda guerra del Golfo con una mínima coalición combatiente -frente a los 29 países que se alinearon con George Bush padre en 1991- , debería enseñar a la Casa Blanca que una de sus urgencias es recomponer sus relaciones con medio mundo en cuanto se extinga el eco del último disparo de esta desgraciada guerra nacida con la primavera. Esos vínculos han sido dañados en algunos casos hasta extremos irremediables por la arrogancia con que se ha planteado un desafio que comenzó siéndolo por el bien de la humanidad y ha acabado estallando como cumplimiento de alguna oscura promesa que el presidente estadounidense se hiciera a sí mismo, hace mucho tiempo, consistente en que en el mismo mundo no podían coexistir George W. Bush y Sadam Husein.

20 Marzo 2003

El nuevo orden internacional

Luis María Anson

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Lo que importa ahora, al margen de la hojarasca incesante de los comentarios, son las consecuencias. Desencadenada la guerra contra Iraq, empieza a establecerse desde hoy mismo, un nuevo orden internacional. Tras la II Guerra Mundial, y liquidada la pax británica impuesta al mundo durante un siglo largo, el equilibrio de fuerzas entre Estados Unidos y la Unión Soviética presidió la vida internacional con el telón de fondo de la ONU, de la que los comunistas se mofaban sin cesar. Y con inextinguible regocijo, por cierto, de los progresistas de salón en toda Europa.

Desplomado el muro de Berlín y fracturada la Unión Soviética, era cuestión de tiempo la sustitución del orden impuesto por la guerra fría por otro orden dominado por Estados Unidos. En esto estamos, mientras China despierta y se despereza. Al margen de Rusia, de Alemania, de Francia. Washington establecerá las nuevas fórmulas que se derivan de su descomunal potencia, de su hegemonía indiscutida. Norteamérica no va a aceptar en el futuro que una decisión suya de importancia dependa del voto de Guinea en el Consejo de Seguridad. Estados Unidos está actuando en Iraq en soledad, sólo matizada por la débil ayuda militar de Gran Bretaña y política de España y otras naciones. Si se produce la victoria norteamericana como todos pronostican, tendremos en poco tiempo, como una cuestión de hecho, un nuevo orden mundial y a España le corresponderá en él, tal vez, la mediación entre Israel y Palestina. Sobre Rusia y el despertar de Asia se impone, en fin, la fuerza colosal de los Estados Unidos de América. Toynbee tenía razón. Naufragado el gran portaviones imperial británico tras la victoria en la Guerra Mundial. Estados Unidos ha tomado el relevo del Imperio. Estamos en vísperas de una transformación trascendental del orden mundial. Las cosas no podían seguir como si estuviéramos en la guerra fría, porque las realidades históricas terminan por cistalizar de forma inexorable.

Luis María Anson

15 Abril 2003

La guerra acaba sin que aparezcan ni Sadam ni sus armas prohibidas

Alfonso Rojo

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La guerra ha terminado. En el día de ayer, cautivo y desarmado el Ejército iraquí, las tropas aliadas alcanzaron su último objetivo militar. Sin disparar un tiro, casi en silencio, medio centenar de carros blindados norteamericanos entraron en Tikrit, la aldea natal de Sadam Husein y el santasanctórum del régimen que acaba de desmoronarse.

Del dictador todavía no hay noticias, pero su gran palacio enclavado en un enorme jardín a orillas del río Tigris y construido con mármoles italianos y granito amarillento es sólo un cascarón vacío.

Los soldados estadounidenses ni siquiera se molestaron en ocuparlo.Emplazaron sus imponentes vehículos a la entrada y se limitaron a observar, con una mezcla de satisfacción y disgusto, la procesión de periodistas extranjeros que durante la calcinante jornada de ayer entraba a curiosear en lo que durante años fue el lugar más secreto, protegido, lujoso y prohibido de Mesopotamia.

En el palacio no quedan muebles ni objetos personales. Todo lo que había en el interior fue retirado antes de que comenzaran los bombardeos.

Entre los cascotes del palacio de Sadam, lo único que se pudieron llevar como recuerdo los morbosos fue un par de escobillas de váter, unos grifos y cuentas de cristal. Todo muy dorado, muy brillante y muy aparatoso, pero falso como un dólar de madera.

Los primorosos artesonados, las columnas con incrustaciones de nácar, los baños de bronce, las lámparas de cristal de roca y las escalinatas talladas en mármol están en ruinas. Las bombas aliadas, que se abatieron sobre Tikrit con una intensidad sin parangón en otras ciudades iraquíes, han abierto enormes agujeros en la techumbre y cubierto todo de escombros. A diferencia de lo ocurrido en Bagdad, Basora, Kirkuk o Mosul, aquí no ha habido saqueos.

En las dos anchas y únicas avenidas que forman el casco urbano, las tiendas permanecen cerradas a cal y canto. Apenas hay gente y los pocos vecinos que osan acercarse para ver de cerca a los vencedores imploran a éstos que protejan la ciudad e impidan que irrumpan en ella los saqueadores kurdos.

Los norteamericanos han montado un cordón blindado en el puente sobre el Tigris y lo han reforzado con barreras de alambre de espino para impedir el acceso a Tikrit de las bandas de peshmergas que bajan de Kirkuk y de las aldeas del Kurdistán soñando con el botín.

Los facinerosos, que van armados hasta los dientes, se desplazan en camionetas y forman largos convoyes, han llegado hasta el otro lado del río. Allí han arrasado varios almacenes y han protagonizado algún enfrentamiento a tiros con los lugareños antes de emprender de nuevo la retirada.

Habíamos magnificado tanto la fidelidad a Sadam de los habitantes de Tikrit que choca verlos tan callados y sumisos. Los jefes de las tribus de la comarca, que durante 23 años consideraron un honor que sus hijos se sacrificaran por Sadam, ya han acudido a los norteamericanos ofreciendo paz y dando garantías de que la calma será absoluta. Algunos de los muchachos de piel lívida y rostro ojeroso, que la víspera oteaban desde los callejones con el fusil kalashnikov en ristre y nos amenazaban de muerte, se sentaban ayer a la sombra de los soportales para charlar con nosotros a escasos metros de los tanques americanos.

El sello definitivo a esta guerra sólo lo pondrá la captura o la muerte de Sadam, pero nadie quiere hablar de él en Tikrit.Cuando preguntas si podría estar en la ciudad, oculto en alguno de sus laberínticos refugios subterráneos, niegan con la cabeza.La gente está convencida de que el tirano sigue vivo, pero lo imagina escondido en la inmensidad de Bagdad, protegido por la cirugía estética o camino de alguna frontera. También, que si consigue escapar, jamás pasará la mínima penuria porque esconde en el extranjero una fortuna fabulosa.

Y si de Sadam no hay noticias, menos aún de la existencia de armas de destrucción masiva. Y eso a pesar de que la búsqueda es intensa. Ayer, la CNN aseguraba que los soldados norteamericanos habían descubierto al sur de Bagdad lo que se creía que eran 11 laboratorios móviles que habían sido incendiados. Sin embargo, en su interior no se halló ningún tipo de armamento químico o biológico. Los soldados pudieron recuperar cientos de documentos que están siendo analizados concienzudamente.

Los expertos ya han comenzado a investigar siete lugares de un total de 146 identificados como posibles almacenes o laboratorios de armas de destrucción masiva.

El ministro británico de Defensa, Geoff Hoon, admitió ayer que llevará «algún tiempo» encontrar dicho arsenal, y pidió paciencia.«Estamos absolutamente convencidos de que las armas están ahí», dijo Hoon, pero argumentó que el país es «muy vasto» y es difícil encontrarlas, según informa Efe.

Coincidiendo con la última fase de las operaciones militares en Irak, el Mosad israelí y algunos servicios de inteligencia occidentales han detectado transferencias millonarias desde cuentas controladas por el Gobierno iraquí a cuentas privadas en algunos bancos de Oriente Medio. Los expertos consideran que, paralelamente al pillaje efectuado por las turbas en las oficinas, palacios y museos, antiguos socios y testaferros de Sadam se están dedicando a saquear los ahorros del dictador y los fondos del Estado.

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Fortuna en el extranjero

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Nadie conoce con exactitud el montante de la fortuna acumulada en el extranjero por Sadam y su familia, pero se calcula que oscila entre los 2.000 millones de dólares y los 10.000 millones.En la práctica y dada la confusión que existía entre el tirano y el Estado, resulta imposible separar lo privado de lo público.

En los cinco años previos a la guerra que acaba de concluir, el Gobierno iraquí consiguió acumular más de 6.000 millones de dólares, sólo en sobornos relacionados con la venta ilegal de crudo. La mayor parte de esas ventas clandestinas, efectuadas al margen del programa Petróleo por Alimentos, tuvieron como destinatarios a Turquía, Siria o Jordania. Uday, el hijo mayor de Sadam, y sus socios también se lucraron con la importación ilegal de cigarrillos y esquilmando a los peregrinos chiíes, empeñados en visitar los lugares santos de Karbala y Nayaf.

La utilización de compañías fantasma por parte del Estado tiene una larga tradición en Irak. Comenzó a gran escala durante la guerra contra Irán, en la década de los 80, cuando Sadam necesitaba comprar armas y en teoría estaba vigente un embargo internacional de material bélico a los dos beligerantes. Varias de las empresas montadas entonces, con respaldo de Estados Unidos y de varios países europeos, siguen funcionando.

Lo mismo ocurre con las cuentas secretas y es muy probable que algunos de los abogados, empresarios y funcionarios extranjeros, que servían de pantalla al régimen en sus oscuros cambalaches, intenten cambiar ahora el dinero por lingotes de oro, diamantes y otros artículos difíciles de rastrear, antes de que las autoridades financieras caigan sobre ellos. Ese dinero, al igual que los 1.700 millones de dólares bloqueados tras la invasión de Kuwait, en agosto de 1990, deben ser repatriados a Irak para utilizarlos en la reconstrucción del país.

La frenética carrera para localizar los millones secretos de Sadam recuerda bastante a la cacería financiera desatada para recuperar en su día las fortunas acumuladas ilegalmente por dictadores como el filipino Ferdinad Marcos, el haitiano Jean-Claude Baby Doc Duvalier o el rumano Nicolae Ceausescu.

El Análisis

Bagdad cae, Irak cambia de dueño

JF Lamata

El 19 de marzo de 2003 comenzó la invasión de Irak. Tres semanas después, el 9 de abril, las tropas estadounidenses y británicas entraban en Bagdad, derribaban la estatua de Sadam Hussein en la plaza Firdos y declaraban terminado su régimen. Con ello se ponía fin a más de dos décadas de dictadura implacable, aunque ni el propio Sadam ni sus hijos habían sido capturados, lo que alimentaba la sensación de que la victoria era más aparente que definitiva. La caída del régimen abrió un vacío de poder inmediato, cubierto por la Autoridad Provisional de la Coalición, encabezada por Estados Unidos, que asumió de facto las funciones de gobierno en un país devastado y profundamente dividido.

Una parte de los iraquíes celebró la caída del tirano, especialmente los kurdos del norte y chiíes que habían sufrido la represión del baazismo. Sin embargo, otros sectores de la sociedad vieron en la entrada de las tropas extranjeras no una liberación, sino una humillación nacional. Las imágenes de júbilo en Bagdad convivieron con otras de rechazo abierto hacia la ocupación, preludio de la resistencia armada que pronto convertiría Irak en un escenario de guerrilla urbana, terrorismo y caos político.

La decisión de George W. Bush de avanzar hasta Bagdad en 2003 marcaba una ruptura respecto a lo que hizo su padre en 1991, cuando tras la liberación de Kuwait evitó derrocar a Hussein, temiendo el colapso regional. El hijo, influido por los halcones de su administración —el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, la consejera de Seguridad Nacional Condoleezza Rice y figuras como Paul Wolfowitz—, apostó por un cambio de régimen que justificó en las inexistentes armas de destrucción masiva y en la promesa de democratizar Oriente Medio bajo el paraguas estadounidense.

Hoy, al calor del triunfo militar inmediato, la pregunta es qué Irak surgirá de las ruinas del baazismo. La coalición proclama que el país inicia un camino hacia la democracia, pero las heridas sectarias, la desconfianza hacia el ocupante extranjero y la ausencia de Sadam en los escombros hacen presagiar que el futuro de Irak estará lejos de ser el de un simple “país liberado”. La caída de Bagdad es solo el inicio de una incertidumbre histórica.

JF Lamata