2 noviembre 1990

La caída del muro de Berlín y de los gobiernos comunistas en la República Democrática Alemana, Polonia, Bulgaria, Hungria, Checoslovaquia y Rumanía había dejado a la URSS totalmente trastocada frente a OTAN

Los presidentes de EEUU, George Bush, y la URSS, Mijail Gorbachov, escenifican en Francia el final de la Guerra Fría

Hechos

El 21 de noviembre de 1990 se celebró la ‘Conferencia de París’ en la que los presidentes de Estados Unidos, George Bush y la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, firmaron un acuerdo para la cooperación en Europa.

07 Julio 1990

La guerra fría toca a su fin

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LA CUMBRE de los jefes de Estado y de Gobierno de los 16 países miembros de la OTAN que concluyó ayer en Londres es sin duda una de las más importantes de las convocadas por la organización. Su objetivo era cuádruple: ofrecer una señal de aliento al líder soviético Mijaíl Gorbachov, enfrascado en un empeño que implica tremendas dificultades; facilitar la inserción en la Alianza Atlántica de la Alemania unificada; reflexionar sobre el papel de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) como foro para asentar la paz y la democracia, y acentuar el carácter político de la OTAN en detrimento del militar. En gran medida, la reunión ha conseguido alcanzar las metas prefijadas.Inicialmente, las cartas del presidente de EE UU, George Bush, a sus aliados fijando de antemano un preciso orden del día de la cumbre y pretendiendo definir entre los 16 miembros de la OTAN la labor que deberían llevar a cabo los 35 países integrantes de la CSCE habían suscitado ciertas reservas entre los socios de Washington. Pero la tensión se desvaneció en Londres cuando quedó de manifiesto la actitud dialogante y cooperadora de Bush, resaltada por varios asistentes. La única voz disonante ha sido la de la primera ministra británica, Margaret Thatcher, que se resiste con constancia a bajar la guardia porque teme que la situación soviética sea aún reversible. Explicado desde su punto de vista, y con sus propias palabras, para la dama de hierro «la lección de este siglo es que el mejor método de mantener la democracia es una defensa segura».

El conjunto de las decisiones acordadas en la cumbre de Londres pretende no sólo alentar el proyecto transformador de la dirección soviética frente a las reticencias y dificultades de la nomenklatura, sino también instaurar una auténtica cooperación con el conjunto del Este. Implica nada menos que la renuncia a una estrategia nuclear, la llamada respuesta flexible, vigente desde hace 30 años. Dicho de otra manera: asistimos al fin de la guerra fría. La colaboración entre naciones que fueron enemigas incluye la invitación a los países del llamado socialismo real a acreditar misiones diplomáticas ante la OTAN. Para agilizar también la inserción de la nueva Alemania en la OTAN, los 16 aliados aceptan comprometerse a fijar techos máximos de efectivos para el futuro ejército alemán. En cuanto a la CSCE, el comunicado señala grandes principios, pero deja un amplio margen de maniobra para que las decisiones se concreten en la cumbre que los 35 celebrarán en noviembre en París.

Acaso los aliados hubiesen podido ir más allá en sus propuestas en materia nuclear renunciando, por ejemplo, a supeditar la eliminación de los obuses de la artillería nuclear a la apertura de negociaciones sobre el conjunto de las armas nucleares de corto alcance. El gesto era tanto más fácil, puesto que, en opinión de muchos jefes militares, la artillería nuclear, con un alcance de entre 15 y 30 kilómetros, carece ahora de utilidad. Pero es posible que, estableciendo este vínculo, EE UU haya querido forzar una negociación en la que la cúpula militar soviética parece estar menos interesada, condicionada -al menos en parte- por el hecho de que cuando se desmoronan algunos ejércitos del Pacto de Varsovia se revaloriza el papel del arma nuclear subestratégica.

Los capítulos más parcos del comunicado son, probablemente, el dedicado a la transformación de la OTAN en una organización en la que lo político predomine sobre lo militar y el de la constitución de un pilar europeo en esta nueva Alianza. Aunque por primera vez un comunicado atlántico señala la necesaria «potenciación del componente político» y menciona expresamente a la Comunidad Europea, el texto no es más preciso porque la mayoría de los aliados no tiene todavía las ideas claras sobre cómo articular una futura relación entre la OTAN y la CE.

La conjunción de las dos organizaciones supranacionales exige, en primer lugar, que la conferencia intergubernamental de diciembre próximo en Roma defina las competencias que los Doce deben traspasar a la Comunidad en materia de seguridad para diseñar después la relación entre la CE y la Alianza. El presidente Mitterrand no ocultó sus reticencias ante la posibilidad de una colaboración del Ejército francés en la defensa de una Alemania unificada en tanto no exista una alternativa a la actual estructura militar de la OTAN. Éste puede ser el camino para que España y Francia, que han preferido permanecer al margen de la citada estructura, se integren plenamente en una Alianza que tendrá ya muy poco de militar.

El año 1990 pasará a la historia como el mejor en la historia de la distensión.