23 febrero 2001

El Grupo PRISA recuerda que Pedro J. Ramírez tardó mucho más en reaccionar al no publicar ninguna de las cuatro ediciones de DIARIO16 hasta que era público que el Rey Juan Carlos no respaldaba el golpe

Manipulación de EL MUNDO con el 23-F: asegura que Pedro J. Ramírez fue ‘el más osado’ y que EL PAÍS actuó ‘con cautela’

Hechos

  • En febrero de 2001 se produjeron diferencias de criterio entre EL MUNDO y EL PAÍS sobre la actuación de D Pedro J. Ramírez (director de EL MUNDO) y D. Juan Luis Cebrián (Consejero Delegado del diario EL PAÍS) por los sucesos del 23 de febrero.

Lecturas

D. Juan Luis Cebrián y D. Pedro J. Ramírez eran aliados en el momento en el que se produjo el 23-F (1981) frente al enemigo ‘ansoniano’, y, en cierto modo, se seguían teniendo respeto en el X aniversario del golpe 1991. En el libro ‘El Mundo en sus manos’ de D. Pedro J. Ramírez dedica todo un apartado a hablar de cómo vivió el golpe presentando a DIARIO16 y a EL PAÍS como dos periódicos aliados que lucharon codo con codo frente a la ambigüedad.

Pero al llegar el XX Aniversario la situación era muy diferente, D. Pedro J. Ramírez y D. Juan Luis Cebrián eran enemigos con un odio hasta la muerte y ya no era cuestión de que no quisieran compartir medallas, ese que se las tenían que negar el uno al otro. Y lo peor es que esa bronca entre ambos se iría repitiendo y ya para siempre durante todos los aniversarios del 23-F de una manera un tanto cansina.

El primero en disparar fue EL MUNDO a través de su edición digital. Elmundo.es publicó varios especiales con motivo del aniversario del intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, que incluyó una original forma de rememorar como actuaron los periódicos aquella tarde.

LA «PECULIAR» MEMORIA DE ELMUNDO.ES

El periódico EL MUNDO publicó varios especiales con motivo del aniversario del intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, que incluyó una original forma de rememorar como actuaron los periódicos aquella tarde.

 Diario16_Elmasosado   Pais_Cautela23F   La web de EL MUNDO, elmundo.es, anunciaba sin tapujos que EL PAÍS, diario dirigido por D. Juan Luis Cebrián habló ‘con cautela’ del golpe y que DIARIO16, dirigido por D. Pedro J. Ramírez, ahora director de EL MUNDO, realizó ‘una cobertura ejemplar’ y fue ‘el más osado’ de todos los periódicos.

La ‘memoria’ de EL MUNDO omitía que el diario EL PAÍS fue el que más rápido informó sobre el golpe y el que más rápido (y único) que se manifestó editorialmente en contra en portada. Como demuestra el hecho de que TVE mandara sus cámaras esa misma noche a la redacción de EL PAÍS y que en las propias conversaciones de los golpistas, Milans del Bosch y García Carrés, se escuchó su inquietud por la actitud de EL PAÍS.

EL MUNDO JUSTIFICA EL ERROR EN QUE SU PLANTILLA ‘ES MUY JOVEN’

Sinova_Ramírez Desde el diario EL MUNDO reconocieron el error, pero lo justificaron a través de un artículo de D. Justino Sinova, en que los responsables de elmundo.es eran muy jóvenes y culparon de ello a PRISA por haber ‘fichado’ a su anterior equipo de elmundo.es dirigido por D. Mario Tascón.

Elmundo.es, anunciaba sin tapujos que EL PAÍS, diario dirigido por D. Juan Luis Cebrián habló ‘con cautela’ del golpe y que DIARIO16, dirigido por D. Pedro J. Ramírez, ahora director de EL MUNDO, realizó ‘una cobertura ejemplar’ y fue ‘el más osado’ de todos los periódicos.

La ‘memoria’ de EL MUNDO omitía que el diario EL PAÍS fue el que más rápido informó sobre el golpe y el que más rápido. Para ser claro fue el único que sacó un edición antes aún de que se hubieran hecho públicas las fotos de la Agencia EFE que fueron reproducidas por todas y cada una de las publicaciones que se repartieron en España y en el mundo durante la siguiente jornada. Y lo más importante, fue el único que se manifestó editorialmente en contra del golpe en la portada con su legendario titular

‘EL PAÍS con la constitución’, la única vez que la cabecera ha sido sujeto de una noticia de portada. La influencia de EL PAÍS queda demostrada por el hecho de que TVE mandara sus cámaras esa misma noche a la redacción de EL PAÍS y que en las propias conversaciones de los golpistas, Milans del Bosch y García Carrés, se escuchó su inquietud por la actitud de EL PAÍS.

…Una redacción digital muy joven…

El mismo día de ese aniversario y 24 horas más tarde de que elmundo.es hubiera puesto en circulación su suplemento especial en el que aseguraba que la actitud de D. Pedro J. Ramírez había sido ‘osada’ y ‘ejemplar’ frente a la actitud ‘cautelosa’ de D. Juan Luis Cebrián, se producía un coloquio universitario público en el que había un representante del Grupo PRISA, D. Daniel Gavela, y uno de EL MUNDO, D. Justino Sinova. Naturalmente el Sr. Gavela no dudó en reprochar su actitud al representante de EL MUNDO (al día siguiente la queja aparecería amplificada editorialmente y oficialmente por el propio diario EL PAÍS). Como la mejor defensa es siempre un contraataque el Sr. Sinova justificó el error en que su redacción de elmundo.es era muy joven y que la culpa de que fueran tan jóvenes la tenía el Grupo PRISA por haber fichado a todo su equipo anterior. Es decir, que de que se mintiera sobre la historia de EL PAÍS tenía la culpa EL PAÍS.

Fue entonces cuando D. Juan Luis Cebrián se vengó publicando El PAÍS algo que ya había insinuado desde uno de sus libros y que ahora reproducía desde las páginas de EL PAÍS: Asegurar que fue él quien fue valiente y osado y fue D. Pedro J. Ramírez el que se mostró ‘más cauteloso’, por no decir cobarde, ya que el propio Sr. Cebrián le llamó durante esa jornada animándole a sacar una edición conjunta del os dos periódicos contra el golpe, a lo que el Sr. Ramírez se negó. Como respuesta EL MUNDO se limitó a reproducir el párrafo de la obra de D. Pedro J. Ramírez ‘El Mundo en sus manos’ en las que el Sr. Ramírez daba la versión de colegueo Cebrián-Ramírez antes citada y la polémica quedo ahí. Aunque se repetiría en sucesivos aniversarios del 23-F.

23 Febrero 2001

Los medios

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Tejero, Armada, Milans y compañía, imbuidos de la soberbia que da el respaldo de los cañones, cometieron un gravísimo error: minusvalorar la influencia de los medios de comunicación. La televisión pública, la radio y la prensa escrita movilizaron a los ciudadanos contra los militares sublevados.

Especialmente relevante fue el papel de las cadenas de radio, que, minuto a minuto durante toda aquella larga noche de los transistores, funcionaron como una invisible pero poderosa red contra el golpe. Dos periódicos de Madrid, Diario 16 y El País, lanzaron ediciones especiales con una inequívoca defensa de la legalidad constitucional. Resulta pueril el intento de El País de monopolizar veinte años después unos méritos que nadie le niega pero que, como las hemerotecas demuestran, debe compartir con el Diario 16 de entonces.

Si algún sentido tiene reflexionar hoy sobre el 23-F no es enzarzarse en una vana polémica entre medios de comunicación sino intentar comprender por qué sucedieron aquellos hechos y cuáles son las lecciones que podemos sacar de ellos.

Como saben perfectamente los españoles que tienen más de 40 años, el golpe del 23-F se desencadenó por el concatenamiento de una serie de circunstancias que llevaron a un sector del Ejército a la fatal convicción de que los problemas de España se arreglaban con una dictadura militar. Esos problemas eran fundamentalmente cuatro: la descomposición de UCD, que forzó a Adolfo Suárez a dimitir tres semanas antes de la intentona, la galopante crisis económica que afectaba a España, la actividad terrorista de ETA (la banda asesinó en 1980 a 95 personas, la gran mayoría policías y militares) y la reafirmación de las identidades del País Vasco y de Cataluña tras las elecciones autonómicas celebradas en marzo de 1980.

23 Febrero 2001

El objetivo era editar el periódico cuanto antes

Justino Sinova

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Poco después del asalto del Congreso de los Diputados por el entonces teniente coronel Antonio Tejero, Madrid iba quedándose vacía. La radio había difundido en directo el arranque del golpe, los gritos de los agresores, los disparos. La ciudad se llenaba de miedo y de rumores. La gente aceleraba su vuelta a casa y cerraban los comercios. ¿Qué sentido tenía en esas circunstancias, sin quioscos abiertos y sin compradores, sacar periódicos a la calle? Y, sin embargo, los periódicos empezaron a trabajar desde los disparos en el Congreso para componer una edición extra cuanto antes.

Lo recuerdo bien porque yo entonces estaba al frente de la edición de un periódico, Diario 16, nacido con los primeros años de la Transición política, que se había distinguido por su vocación en la defensa de la democracia. Era director adjunto con Pedro J. Ramírez como director.

La casualidad quiso que a las 18.23 horas de la tarde del 23 de febrero de 1981, cuando Tejero empezó a disparar, estuviéramos estudiando con la redacción, en asamblea, qué hacer ante el chantaje que nos había planteado ETA: exigía que publicáramos un informe de Amnistía Internacional sobre torturas en cárceles y comisarías a cambio de la libertad de los cónsules de varios países que tenía secuestrados.

En Diario 16 ya habíamos ofrecido una noticia sobre tal informe sin que nadie a parte de nuestra conciencia de servicio a los lectores nos lo exigiera, pero teníamos que estudiar cómo reaccionar ante el ultimátum.

Ni que decir tiene que la llegada de la noticia del asalto, que en un primer momento atribuimos, de acuerdo con incipientes rumores, precisamente a un comando de ETA, disolvió de inmediato la asamblea (y puso fin poco después a los secuestros) e impulsó a todos los redactores en la única dirección que un periodista debe seguir, la búsqueda de datos para elaborar una información. Más que preguntarnos «qué va a pasar», los periodistas nos dispusimos entonces de inmediato para lograr saber «qué está pasando».

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Avalancha de ayuda

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Con el paso de los minutos, caímos en la cuenta de que un golpe de Estado acabaría también con nosotros, pero recuerdo, como si lo estuviera viendo, que la Redacción se hallaba movilizada en busca de información, como si la llegada de una columna militar fuera imposible, y contaba con la ayuda de compañeros que iban llegando sucesivamente a la sede del periódico para aportar la ayuda que fuera necesaria.

En medio de aquel tráfago, con Radio Nacional emitiendo música clásica y militar porque sí había sido tomada por el Ejército, junto con TVE, sin contacto con los compañeros que se hallaban en el Congreso, apuntados por las armas como los diputados, mientras reconstruíamos con grandes dificultades lo que pronto entendimos como un acontecimiento que ponía en grave riesgo la continuidad de la democracia estrenada pocos años antes, caímos en la cuenta de que pasaba el tiempo y el Ejército no se acordaba de nosotros. ¿Qué golpe de Estado era aquel que no neutralizaba los medios de comunicación? En contacto con los colegas, teníamos noticia de que tampoco se habían presentado unidades militares en otros medios, que sólo se habían preocupado de RTVE. ¿Duraría mucho esa situación?

En cualquier caso, eran unas circunstancias que había que aprovechar y además ponían de relieve que algo no les salía bien a los golpistas. Era en realidad el primer indicio de que el golpe empezaba a fallar. Lo que había que hacer era salir a la calle cuanto antes con una edición extra del periódico. Supimos que otros medios trabajaban también con la misma intención y, en concreto, el director de Diario 16 y el de El País, entonces Juan Luis Cebrián, habían cambiado impresiones sobre ese plan e incluso llegaron a intercambiarse los respectivos editoriales, en una acción de sintonía y solidaridad.

El problema que teníamos en Diario 16 era la escasa capacidad de producción de nuestro taller con una rotativa que la Redacción había catalogado entre los cachivaches de la Srta. Pepis, lo que no nos permitía prever con exactitud cuándo podríamos estar en la calle.

No obstante, logramos confeccionar una edición y a las 23.30 horas la teníamos ya en nuestras manos y camino del Congreso de los Diputados y de las emisoras de radio.

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Fracaso del golpe

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Esa primera edición era muy significativa. Anunciaba que el golpe de Estado había fracasado, y lo decía incluso antes de que el Rey pudiera hablar por TVE para desautorizar a los militares golpistas, cosa que hizo casi dos horas después.

Los datos que habíamos acumulado en la Redacción y todos los indicios de que disponíamos nos permitían inaugurar nuestra serie de ediciones -que realizamos durante la noche y la mañana siguiente- con la verdadera noticia que se estaba produciendo.

Diario 16 fue el primer periódico en informar de que el golpe se les había torcido a los golpistas: «Fracasa el golpe de Estado». El País, que había podido salir antes, había confeccionado su primera página con la noticia del acontecimiento del golpe y un apoyo editorial a la legalidad vigente: «Golpe de Estado. El País, con la Constitución». En la madrugada y tras el mensaje del Rey, Diario 16 repitió argumento y tituló su segunda edición de modo más rotundo: «Fracasó el golpe». El Ya titularía su edición: «Intento de golpe de Estado».

El País realizó cuatro ediciones nocturnas en las que mantuvo un mismo titular: «El intento de golpe de Estado, en vías de fracaso». Y finalmente, a la una de la tarde, daba la noticia del fracaso definitivo del golpe y de la liberación de los secuestrados en el Parlamento. Otros periódicos salvo, notablemente, el golpista El Alcázar, hicieron también un esfuerzo extraordinario por ofrecer con la mayor rapidez posible la noticia del desarrollo y del desenlace del episodio.

Este comportamiento de los periódicos fue motivo de una fugaz polémica durante una mesa redonda sobre el golpe celebrada el miércoles en la Universidad Complutense de Madrid, organizada por el profesor Manuel Núñez Encabo, diputado socialista aquel día. En el coloquio, Daniel Gavela, director de la Ser, acusó a EL MUNDO de tergiversar el comportamiento de El País por decir en su página web, bajo la reproducción fotográfica del título de sus cuatro ediciones nocturnas, que dicho periódico habló «con cautela del golpe frustrado».

En su edición de ayer, dando una desmesurado relieve a una liviana controversia, El País volvía a acusar a EL MUNDO de reescribir la historia, sin hacer una sola mención a la réplica de quien en el coloquio salió al paso de la acusación -quien esto firma-, que negó intención alguna de tergiversar. «Entre otras cosas -dije- muchos de quienes elaboran la versión Internet de EL MUNDO ni tenían edad para ejercer entonces el periodismo ni tienen el más mínimo interés en rebajar el papel de El País. Y si son tan jóvenes quienes a eso se dedican en EL MUNDO, se debe precisamente a que El País, en un acto sin precedentes, se llevó de la noche a la mañana a todo el equipo anterior».

La acusación de El País recordaba ayer en la Redacción de EL MUNDO a la actitud que años antes su antiguo director mantuvo con respecto a la labor desarrollada por Diario 16, y a la que se refiere Pedro J. Ramírez en su último libro, en el que subraya su «estupor sin límites cuando (…) Cebrián llegaría a poner en duda, contra toda evidencia hemerográfica, la firmeza de Diario 16 en la noche del 23-F», lo que para Ramírez fue un claro síntoma de que Cebrián no quería compartir «los laureles gloriosos que se tenía reservados» («Amarga victoria», Planeta, Barcelona, 2000, pág. 325).

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Salir tan pronto

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En todo caso, los periódicos demostraron y, sin duda, Diario 16 y El País, tener una voluntad inequívoca de salir a la calle cuanto antes. ¿Por qué si estaban cerrados los quioscos? Indudablemente porque se podía llegar, de alguna manera, a los golpistas para quienes era una grave contrariedad conocer lo que fuera se sabía de su loca pretensión, también a quienes gestionaban la rendición de los asaltantes que se sentirían de ese modo respaldados y, especialmente, al público por medio de las emisoras de radio, que dieron por su parte una lección de periodismo y de responsabilidad para la Historia.

Aquella noche se conoció luego como la «noche de los transistores» porque la radio fue el asidero de un público guarecido en sus casas y asustado. Inutilizada Televisión Española junto con Radio Nacional por una unidad del Ejército hasta que pudo emitir el mensaje del Rey, las demás emisoras hicieron un trabajo de señalada importancia al que pudo incorporarse luego RNE, trabajo que llegó también a los secuestrados a través de un pequeño aparato de que disponía y escuchaba en secreto Fernando Abril Martorell, ex vicepresidente con Adolfo Suárez hoy ya fallecido, que comunicaba las noticias a sus compañeros de aventura.

Entre quienes se incorporaron a la información sobre el golpe en la radio se encontró, de manera notable, el ya popular José María García, que dejó su información deportiva para relatar, micrófono en mano desde la calle, el acontecer del golpe.

¿Fue excepcional el trabajo de los periodistas? Tuvo unas consecuencias muy positivas para el desarrollo de los acontecimientos. Pero, en realidad, lo que hicimos los periodistas fue simplemente -como dije también en la Universidad- cumplir con nuestro deber profesional, que consiste en difundir del modo más rápido posible relatos veraces de los hechos que el público necesita conocer.

Lo que ocurría en aquella situación extravagante era que la información podía contribuir a reponer la normalidad quebrantada por unos locos militares golpistas. Y los periodistas estuvieron -creo- a la altura que exigían las circunstancias.

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«LA NOCHE DE LOS TRANSISTORES»

La radio jugó un papel determinante durante el 23-F, en la denominada «noche de los transistores». Inutilizadas TVE y RNE, las demás emisoras hicieron un trabajo memorable y se convirtieron en el asidero de un público refugiado en sus casas y asustado. José María García dejó la información deportiva y relató para la Ser los hechos, en las inmediaciones del Congreso.