7 marzo 1979

Mario Soares reelegido líder del Partido Socialista de Portugal

Hechos

El 6 de marzo de 1979 se celebró el III Congreso del Partido Socialista de Portugal.

07 Marzo 1979

El socialismo portugués: oposición o pacto

EL PAÍS (Director: Mario Soares)

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MARIO SOARES ha sido reelegido, como era inevitable, secretario general del Partido Socialista portugués, que ha celebrado su III Congreso. La inevitabilidad puede atribuirse esotéricamente al carisma que le acompañó desde la clandestinidad y el exilio hasta la jefatura del Gobierno, y que no debe haberle abandonado cuando el partido ha sido expulsado del poder; pero la verdad es que el carisma está fabricado por la férrea mano de la directiva y por la impenetrabilidad de los disidentes en la sólida muralla defensiva del aparato de Soares y sus hombres. Los dos documentos principales de la oposición interior, Reflexão Militante y Vida Nova, no han sido leídos en el congreso. Eran duros. Sobre todo este último, acusaba a la dirección de haberse convertido en «agencia de colocaciones» y de haber procedido a un reparto abundante y generoso de cargos para asegurarse una guardia de hierro. La base teórica del congreso ha sido el texto que ha leído Soares, y que ha sido aprobado: Dez anos para salvar Portugal. Sus críticos insisten en que no ofrece ninguna novedad y en que probablemente el PS puede ir mermando en los años ochenta. Sería preciso salvar primero el partido, para que luego el partido pudiera salvar Portugal…El Partido Socialista portugués ha sufrido una de las frecuentes desgracias del socialismo europeo de posguerra: elevado al poder, ha resultado moderado para la izquierda y avanzado para la derecha. La opción socialdemócrata es muy importante en numerosos países pero difícil de aplicar en aquellos cuya economía es precaria y que salen de unos años políticos negros, como fueron los del salazarismo y su continuación en Portugal; menos aún si se consideran herederos de una revolución reciente. Soares tuvo que aguar la revolución, por razones inevitables: el peso de los poderosos aliados internacionales -de Estados Unidos a Alemania Federal- y el de una derecha a la que no supo contener, pero tampoco contentar. El país se ha ido dividiendo, otra vez, entre pobres y ricos. Ricos con un poder extraparlamentario apoyado en estamentos eternos -una Iglesia militante contra la izquierda, un Ejército que ha ido depurando a todos los oficiales revolucionarios de abril, un capital que, pasado el primer susto, está rehaciendo sus viejas premisas- y unos pobres que creyeron en la revolución y se apresuraron a la ocupación de tierras y a la colectivización de empresas: y fue Soares el que tuvo que irlos desalojando.

El texto para el futuro que ha propuesto Mario Soares al Congreso -y ha sido aceptado- ha recibido como crítica principal la de que sirve para «escamotear las dificultades del presente». como «dentro del dominio de las cosas intangibles» o «en el cuadro de la literatura política». No todo es justo en esta crítica, puesto que la elaboración de doctrina y de objetivos debe ser primordial en un partido socialista, sobre todo en un momento universal de crisis de ideologías; a partir de esa definición se puede actuar con más soltura -y más coherencia- en la política diaria. Con respecto a esta política diaria, las críticas se centran en que Soares -y, por tanto, el partido- no varía en su «vocación de gobierno» y trata de mantener el lema de «orgullosamente solos». Se basa para ello en que sigue siendo el partido con más votos del país; pero es indudable que estos votos han ido disminuyendo y deberían impulsarle al camino de las alianzas. Se abren en tres sentidos: hacia una izquierda, con el Partido Comunista -no parece viable-, o hacia un centro, con el PSD. La tercera opción es la de reanudar sus relaciones con el CDS -a la derecha-, lo que le daría una posibilidad matemática mayor de llegar al poder -si el bloqueo de Eanes y Mota Pinto se rompiese-, pero una mayor dificultad doctrinal: el documento de los próximos diez años se vería ya empañado por este arranque contrario a la doctrina. La decisión de las alianzas deberá tomarla, después del congreso, la comisión nacional.

Parece que lo que el III Congreso ha apoyado es el paso a la oposición, el final de la contemporización con el poder actual. No es incompatible la decisión de estar en la oposición con la de vocación de gobierno; antes bien, se supone que todo el que está en la oposición espera gobernar algún día. El temor de los militantes disidentes es el de que Soares cediera a la tentación de gobierno en condiciones pésimas, o en condiciones parecidas a las que se encontraba cuando fue dímitido por Eanes, y no tenga la paciencia necesaria para tejer un programa inmediato y buscar unas alianzas posibles que le mantengan dentro de la izquierda y en la esperanza de que unas elecciones a las que se enfrente con un programa de acción coherente le den una victoria indiscutible.

El Análisis

Soares, reelegido: El socialismo portugués busca su rumbo

JF Lamata
El III Congreso del Partido Socialista (PS) de Portugal, celebrado en Lisboa, ha reafirmado a Mário Soares como su líder indiscutible, consolidando su papel como timonel de una formación clave en la joven democracia portuguesa. Tras la Revolución de los Claveles de 1974, que puso fin a 48 años de dictadura salazarista, Soares ha liderado al PS a través de un torbellino político, navegando entre la amenaza de un giro comunista, las tensiones con el presidente Ramalho Eanes y una economía en crisis. Su reelección no es solo una victoria personal; es un mandato para fortalecer un socialismo democrático que, en un Portugal aún frágil, busca ser faro de estabilidad y progreso. En un mundo polarizado por la Guerra Fría, Soares se alza como un referente del socialismo europeo, defendiendo un modelo que rechaza tanto el autoritarismo soviético como el liberalismo desenfrenado, inspirando a figuras desde Felipe González en España hasta François Mitterrand en Francia.
Los retos que enfrenta Soares son colosales. Portugal, golpeado por la crisis del petróleo, la descolonización y las nacionalizaciones postrevolucionarias, sufre una inflación del 20% y un desempleo que ronda el 8%, con una deuda externa que asfixia al escudo. El II Gobierno Constitucional de Soares, una coalición con el conservador CDS, colapsó en 1978 tras apenas seis meses, evidenciando la dificultad de gobernar en un país donde el Partido Comunista (PCP) y el Partido Social Demócrata (PSD) polarizan el espectro político. La relación con Eanes, que destituyó a Soares tras la ruptura con el CDS, sigue tensa, y las elecciones legislativas de diciembre de 1979 se perfilan como una prueba de fuego. Soares debe convencer a un electorado agotado por la austeridad impuesta por el FMI que el PS puede ofrecer un futuro de bienestar sin sacrificar la democracia, mientras evita que el PCP capitalice el descontento obrero o que el PSD, liderado por Sá Carneiro, gane terreno con su discurso de orden.
A nivel global, Soares se consolida como un estandarte del socialismo democrático. Su lucha contra el salazarismo—12 detenciones, exilio en Francia—y su papel en frustrar un giro comunista tras el golpe fallido de 1975 le han valido respeto en la Internacional Socialista. Su apuesta por integrar a Portugal en la Comunidad Económica Europea (CEE), formalizada con la solicitud de adhesión en 1977, lo posiciona como un visionario que ve la democracia portuguesa anclada en Europa, no en la órbita soviética. Mientras la URSS aplasta disidencias y Estados Unidos respalda dictaduras en América Latina, Soares ofrece una tercera vía: un socialismo que defiende la libertad individual y la justicia social. Pero su liderazgo dependerá de su capacidad para transformar promesas en resultados. En este marzo de 1979, el III Congreso del PS no solo reafirma a Soares; le entrega la responsabilidad de guiar a Portugal hacia un futuro incierto, donde la democracia y el socialismo deben probar que pueden coexistir. ¿Podrá Soares, desde Lisboa, mantener encendida la llama que inspira a Europa y más allá?
J. F. Lamata