8 marzo 1999

Muere el cineasta Stanley Kubrick, director de películas como ‘2001, odisea del espacio’ o ‘La chaqueta metálica’

Hechos

La noticia se conoció el 8 de marzo de 1999.

08 Marzo 1999

¿La palmó Dios? pues vale

Carlos Boyero

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Ha muerto Dios. El suyo, el de los enamorados de la seriedad forzada y de la trascendencia, no el mío. El gran Artista, el emperador de la Academia de la Sabiduría, el insoportable ególatra convencido de que cada plano que rodaba figuraría con letras de oro en la Historia («me llamo John Ford y hago westerns», se definió a sí mismo el poeta mas sublime del cine, aquel fulano que jamás pronunció la palabra poesía al referirse a sus películas, el creador y transmisor de las emociones más intensas y verdaderas mediante un estilo visual tan antienfático y aparentemente sencillo como inimitable y genial), cuyo fenicio instinto controlaba con sus ordenadores desde su estratégicamente enigmático Xanadú hasta la última entrada que vendían sus películas en el cine más perdido de la Patagonia, el tipo que pretendía el control absoluto de esas criaturas tan pagadas de sí mismas que inventaba con infinita y exasperante parsimonia su cerebro, el maniático con bula pontificia obsesionado con el viscoso perfeccionismo, el rey del marketing disfrazado.

Que otros le lloren, que se sientan desoladamente huérfanos, que sus necrológicas sean tan ampulosas y filosóficas como la mayoría de la obra del muerto, que las filmotecas se vistan con el luto más aparatoso, que Hollywood vaya preparando la grandiosa puesta en escena para honrar en los próximos Oscar la memoria de su falso Shakespeare.

Ignoro la causa de su muerte, pero dudo que alguien tan preocupado por su ego se haya suicidado. El elaborado escepticismo de sus películas más famosas es tan epidémico como mentiroso, su desesperación es de diseño, la pretendida lucidez del gran visionario es pedantería ilustrada.

No intento epatar gratuitamente, ni la provocación sin causa, ni la blasfemia demente. Hablo de lo que siento hacia sus títulos más aclamados.

No encuentro ni puta gracia en la pretendidamente demoledora sátira Teléfono rojo. ¿Volamos hacia Moscú? Cuanta repugnancia física y moral me provoca esa ostentosa e histérica payasada, supuestamente crítica, complacientemente violenta (sé de lo que hablo, yo he sentido en mi propia y dolorida carne la metodología pauloviana, me han breado con descargas eléctricas mientras que guardaba el alcohol en mi sufrida y alucinada boca) y enfáticamente visionaria titulada La naranja mecánica. Su tan infernalmente aburrida como grotesca 2001: una odisea del espacio. Excluyo su fascinante arranque, ya saben, los monos zumbándose, el mítico hueso y el impresionante fundido con el viaje de la nave espacial ambientado con la música de Strauss.

Faltan meses para que se cumpla la profecía del divino vidente, del Genio, del retratista del Apocalipsis, y aquí no ha pasado nada, incluida la rebelión y agonía del humanísimo robot Hal. Es probable que el sentido del ridículo del Gran Hombre haya sido el responsable de su muerte. Me pone enfermo la histriónica estupidez, y la asesinable interpretación del Nicholson más pasado que cometió con el apasionante y terrorífico argumento de El resplandor.

Pues nada, el Príncipe de la técnica y el Presidente de las ideologías, arrogantemente convencido de que el Espíritu Santo le había destinado a realizar la obra maestra de cualquier género que abordara. Menos mal que no le dio tiempo para ocuparse del western, o a lo mejor sentía desprecio hacia un género tan vulgar, tan indigno de su inteligencia.

Tambien existió otro Stanley Kubrick. Todo mi respeto y mi admiración hacia el chaval de 20 años que rueda de forma tan compleja como magistral la fatalista e implacable Atraco perfecto, que aprovecha inmejorablemente el turbio universo que le ofrece Jim Thompson. Amo y me conmueve Espartaco, de la cual, paradójicamente, él renegaba. Es muy buena su adaptación de Lolita, y admiro su capacidad de riesgo al atreverse con una de las más bellas, inteligentes, humorísticas, perversas y emotivas novelas que se han escrito en este siglo.

Respeto bastante más las intenciones y conclusiones de Atraco perfecto que su estilo. A diferencia de todos los kubrickianos y antikubrickianos, no me parece la hostia, pero sí más que digna. Encuentro muy hermoso el fondo y la forma de la estética y triste Barry Lindon. Entro y salgo alternativamente de La chaqueta metálica.

No espero nada especialmente turbador del hiperpublicitado e inmensamente demorado y alterado rodaje de su testamento, Eyes wide shut. Hasta los mismos genitales ando de los cineastas de culto. Reservo mis flores para llevarlas a la tumba de Billy Wilder, al que siempre recordaré con una sonrisa de amor e impagable gratitud.

Que Kubrick no haga más cine no logrará turbar ni un segundo mi tan alterado como anhelado sueño, ese sueño que espero que sea eterno cuanto antes.

11 Marzo 1999

SK

Francisco Umbral

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Sólo he visto dos películas de Stanley Kubrick. Bueno, me parece. A lo mejor he visto más y no me acuerdo o no me enteré de que eran de este señor tan famoso y que hacía tan bien el cine. Una de ellas es 2001. Las aeronaves me parecieron tan preciosas, el cielo tan azul, el ritmo tan de ballet que salí encantado. Creo que la cosa se subtitulaba «Una epopeya del espacio». Pero aquello tenía más de lírico que de epopéyico.

Quiero decir que SK parecía estar trabajando todo el rato con modelos de museo (y así era seguramente), creando una estética nueva para pasar modas en el cielo. La música era tan selecta, y tan famosa, que uno parecía estar en un concierto con diapositivas. El cine inglés siempre ha sido muy cuidado, pero SK, semiinglés, es que se pasaba. Aquellas naves en lugar de ir al espacio parecía que iban de pastelerías. Todo era muy bonito, pero nada guerrero, nada aventurado, bizarro. El encaje de unas piezas en otras tenía ritmos sexuales. En cuanto a la metáfora del principio, el hueso con que juega el mono, hueso convertido en dolmen o piedra mágica, refulgente, es tan pueril como confusa. No se sabe si ese dolmen, o lo que sea, es Dios, el misterio del cosmos o qué. Deliberada ambigüedad de SK para gusto de ateos y satisfacción de creyentes. El símbolo se repite al final, pero tampoco se entiende.

La otra película era La naranja mecánica. La vi en París una tarde de domingo. Yo solo. La peli estaba de moda. Grandes colas. La Naranja me interesaba mucho más que la otra, pero SK recurre en ella al truco de nuestros clásicos: jugar con el mal, disfrutar con el mal (para mostrar al público lo que no debe hacerse). Es un truco que valía para la Inquisición, que se limitaba a sonreír, y que vale para el progresismo de hoy. Se llenan las películas de violencia para que veamos lo mala que es la violencia. Y a firmar y a cobrar.

Este Orange francés apestaba a best/seller. SK tenía una potencia narrativa realmente genial. Lo que molesta es que la ponga al servicio de unos fines benéficos que ni él se cree. La violación de la esposa del escritor es porno de gran calidad, pero porno innecesario para justificar la venganza, y en todo caso muy rentable. Un abrumador best/seller, sí, donde se ha embutido un poco de todo: la asepsia de la mierda o la mierda aséptica da el clima de fondo. Luego, cuando la peli da la vuelta y asistimos a la violencia nazi y masiva como curación del chico, ya todo vale, no se entiende nada, ni siquiera el encuentro casual del citado chico y el poli en el inmenso Londres. SK era un prodigioso manufacturero de productos fascinantes, satinados, que tomaba los temas de nuestro tiempo, no para resolverlos sino para deslumbrarnos y echarnos luego la bendición.

Tal que la otra noche he visto en la tele unos fragmentos de otro filme de SK, sobre la guerra de Vietnam. La crítica y condena de aquella guerra es dura y razonable. SK no puede renunciar a hacer el cine muy bien. Lo que no sabe es hacerlo mal. Creo que en esta peli supera en alguna medida el esteticismo frígido de las otras y se acerca más a la realidad. O sea a nosotros.