8 marzo 1999

Muere el escritor argentino Adolfo Bioy Casares

Hechos

Falleció el 8 de marzo de 1999.

Lecturas

Adolfo Bioy Casares constituye uno de las voces más singulares de las letras hispanoamericanas y por ello, pese a su gran calidad e interés, una de las más marginadas. Su obra, sujeta a preocupaciones y formas nada comunes en la literatura hispánica, no tiene vinculación con la múltiple tradición social, indigenista o criollista de los autores mayores de comienzo de siglo (de Ricardo Güiraldes, Rómulo Gallegos o Miguel Angel Asturias). Tampoco guarda la menor relación con ninguna de las vertientes de los escritores que lograron una proyección internacional en los años 60 (con autores como García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes o Cortázar).

Así pues, Bioy Casares se convierte en un islote literario. Ello sucede hasta tal punto que José Donoso, al contar la Historia personal de boom (que estos días acaba de reeditar Alfaguara), se ve obligado a citarlo en un grupo aparte al que llama del petit boom, un círculo argentino que, «quizá debido a cierta arrogancia», dice, no se incorporó al resto de la novela latinoamericana.

Ese círculo porteño, en el que también está Manuel Mujica Laínez, y en el que encajaría Jorge Luis Borges, el amigo fraternal de Bioy, tiene unos rasgos de intelectualismo que explican su singularidad. Bioy anda cerca de la escritura inventiva, artística y de preocupaciones formalistas de un Roberto Arlt (otro de los grandes olvidados de América). Nada tiene que ver, en cambio, y a pesar de haber escrito grandes páginas imaginativas, con el realismo mágico de García Márquez. Su invención pertenece al ámbito de la fantasía pura, cercana, en todo caso, a Poe, al absurdo y al revulsivo surrealista.

Junto al gusto por la invención pura, sus narraciones -sus novelas y, en especial, sus cuentos-, se afianzan en elementos un tanto extraños en un inventor de fantasías. Por un lado, cuentan con un soporte realista minucioso, de apariencia documental. Es como si unas convenciones externas realistas se aplicaran al desarrollo de una fantasía nata. Sólo que tal realismo no tiene una intención testimonial, pues dicho verismo sirve de plataforma para dar el salto al misterio, la alucinación y el terror. Por otro lado, ha sido, y en ello ha ido de la mano de Borges, un temprano admirador de la novela policiaca, tan mal vista en los círculos cultos de toda Europa, y más todavía en los de España, hasta hace bien poco.

Del género policiaco a Bioy le interesa -amén de que muestre su afición de simple lector de a pie- el mordiente de la intriga y la planificación formal. No hay novela policiaca eficaz (buena o mala, eso es otra cosa) que no respete una construcción calculada al centímetro. Esa estructura cerrada, donde todo -espacio, tiempo, personaje y progreso de la acción- está en su lugar exacto, y donde no hay un descuido, distingue lo mismo sus relatos, por ejemplo las inquietantes peripecias de Historias fantásticas, que su novela más conocida, La invención de Morel.

Bioy Casares hace una literatura con frecuencia desasosegante y toca el fondo oscuro de las personas y del mundo. Sin embargo, no está abocada a una comunicación sencilla, directa e inmediata con el lector. No tiene esa capacidad proyectiva de otros grandes de América Latina y está marcada por una nota intelectualista. Estas claves hacen de Bioy no un autor de mayorías, sino de un círculo estrecho de leales admiradores.

Más que lectores, este escritor argentino ha tenido fieles seguidores. Algo amplió su imagen el Premio Cervantes, pero ha seguido siendo un escritor para una minoría que aprecia el refinamiento y el virtuosismo formal. De todos modos, no deja de ser un misterio cómo no ha gozado de mayor difusión al menos en su vertiente de cuentista, pues hay cuentos suyos de este tipo magistrales por su capacidad persuasiva, que es la piedra de toque de esta clase de literatura.

Santos Sanz