18 noviembre 1992

Estaba al frente del periódico desde el año 1974

Muere el director de EL NORTE DE CASTILLA, Fernando Altés Bustelo, y es reemplazado por el prestigioso José Jiménez Lozano

Hechos

  • El 18.11.1992 el periódico EL NORTE DE CASTILLA anunciaba el fallecimiento de su director D. Fernando Altés.
  • El 17.12.1992 el periódico EL NORTE DE CASTILLA anunciaba que D. José Jiménez Lozano era el nuevo director del periódico.

Lecturas

El 16 de noviembre de 1992 fallece Fernando Altés Bustelo, Director de El Norte de Castilla, director del periódico desde 1974. Su sustituto será designado el 17 diciembre en la figura del veterano José Jiménez Lozano.

JimenezlozanoDire El día 17 de diciembre en su página 17 el periódico EL NORTE DE CASTILLA anunciaba que D. José Jiménez Lozano asumía la dirección del periódico. Una figura casi mítica para la casa.

17 Noviembre 1992

A Fernando Altés, cuando nos deja

EL NORTE DE CASTILLA

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Además del as nanas de la Guerra que le cantaba su madre, Carmen Bustelo, porque nació el 8 de noviembre de 1936, y su padre, al que el conflicto le cogió en el otro bando, en Madrid, opositando a cátedras de Literatura,  y tuvo que ‘pasarse’ para conocer a su primogénito, además de aquellas nanas que imaginamos dulces y tiernas, se acostumbró muy pronto a dormir arrullado por el estrépito de la vieja rotativa.

Su casa, en el segundo piso del edificio de EL NORTE DE CASTILLA, entre Montero Calvo y Duque de la Victoria: una pared de su cuarto, vecina del patio de máquinas. Sólo le despertaba el ruido del silencio, la avería en la vieja rotativa que se inauguró en 1912 y a la que en el 60 suplantó la ‘Castilla’ con la que se habían editado los últimos boletines oficiales de la Segunda República y los de los primeros años de la Autarquía.

El ruido de las linotipias, el calor del crisol fundiendo el plomo línea a línea, y el olor de la tinta le engancharon aún sin él saberlo. Y tras el obligado bachillerato a la sombra de los jesuitas de Santa Cruz y de los usos del hermano Holguín, se estrenó en la Universidad estudiando leyes, acaso un poco porque su padre, heredero de su tío Jacinto Altés en la gerencia del periódico, quería un oficio acomodado y mejor remunerado para su hijo que el de plumilla. Pero la suerte estaba echada: Cuando disciplinadamente Fernando Altés Bustelo se licenció en Derecho, su primer trabajo fue como corredor de estilo en esta casa. Miguel Delibes, haciendo trampa al padre, fue el valedor para que subiera a la redacción, mientras en junio y septiembre pasaba por la Escuela de Capitán Haya para formalizar su futuro de periodista. ‘Cómo voy a someterle a la tortura de un examen, señor Altés, si usted ha nacido sabiendo el oficio…” contaba que le dijo una vez Victoriano Fernández Asís. Hoy el veterano profesor ya desparecido diría mucho más, porque Altés Bustelo, desde el taller a la dirección, pasando por las distintas secciones, adelantó la figura del editor, del conocedor de la aventura integral que supone elaborar el periódico cada día.

Insaciable lector, los libros, todos los libros, iban ampliando las fronteras de su alma elegante, mientras el amor le hacía guiños desde el balcón de enfrente. Julia Melgar le dio su propia familia y tres hijos como tres soles, perpetuándole hoy en la pequeña Alejandra, su primera nieta a la que, bajo la forma de cartas ha dedicado un libro mientras batallaba con la enfermedad. Está en imprenta y será una forma más de que continúe entre nosotros.

Porque además del recuerdo de su figura, un poco cargada de hombres ‘es la chepa de los Ruiz’ decía socarrón, pasando entre las mesas en mangas de camisa, para integrarse por el problema de éste o la alegría de aquél, quedan muchas páginas de papel prensa, rellenadas con premura pero con rigor y depurado estilo.

Aquella sección de entrevistas en el dominical, ‘Vallisoletanos a contraluz’. Largas entrevistas, a veces pasando todo un día con el personaje, sin tomar una sola nota y que luego se convertían en un certero retrato pero lleno de ternura, de respeto y también de orgullo por compartir un paisaje. Bailar con Vicente Escudero, torear con Fernando Domínguez o rimar versos con Francisco Pino.

La verdad es que sabía de todo y era una delicia escucharle hablar de flamenco, de ópera, de jazz, de novela rusa o de la Generación de Bloumsbury. Historia, ensayo, filosofía, teología, arquitectura, pintura, cine deporte… Todo tenía cabida en su almario de intelectual sin alharacas de profundo cristiano y mejor humanista. Si hasta de toros sabía, aunque la afición le fue abandonado para apostar definitivamente por el hombre contra el riesgo de la muerte a cuernos de la fiera.

Generoso y esclavo de sentido de la amistad, disfrazada de humor la crítica o el rapapolvos para quitarle acidez a la verdad. Más que jefe, siempre fue compañero y amigo y en su esquema de valores y preferencias, tan importante era el periodista de éxito como el encargado de devolver las líneas de plomo a lingotes.

Tuvo detractores porque es obligado tenerlos cuando se dirige un periódico comprometido en cambiar las pautas sociales o políticas. Seguro que quien le denostó jamás conoció al hombre que podía perdonar los pecadillos de ignorancia o de omisión, y que se transformaban sin transición en paciente maestro, pero jamás la estulticia o la prepotencia.

Y, de pronto, tras tantos años de ser, de formar parte EL NORTE DE CASTILLA, una enfermedad traidora y urgente le aleja de nosotros cuando aún teníamos tanto que seguir aprendiendo del profesional y de la persona. La orfandad que imaginábamos al ir conociendo la evolución negativa sin remedio, del cáncer, es ya hoy real y pesa demasiado, como ese vacío ausente de ruido de la rotativa que se avería media tirada.

La Redacción