13 agosto 1997
Fue miembro del Consejo de Administración del banco Banesto hasta que le apartó Mario Conde en 1987
Muere el ex ministro franquista Federico Silva que pasó de ser considerado aperturista en dictadura a ‘ultra’ en democracia
Hechos
El 13.08.1997 falleció D. Federico Silva Muñoz.
Lecturas
Federico Silva Muñoz estaba retirada de la política desde el fracaso de Derecha Democrática Española (DDE), que se celebró su primer y único congreso en diciembre de 1979.
14 Agosto 1997
El ministro-eficacia que conspiró con prudencia
Fue un caso único; en un mismo año ganó las dos oposiciones que bien pudieran considerarse como las más duras y brillantes de la época: letrado del Consejo de Estado y abogado del Estado. Corría 1952 cuando Federico Silva Muñoz realizó esta proeza después de una etapa de nervios porque no se convocaban plazas para esos cuerpos. Durante tres meses, se sentó 14 veces ante un tribunal.
Silva cursó Derecho en el Centro de Estudios Universitarios (CEU) insertándose, por tanto, en lo que se llamaría la corriente de pensamiento afín a la democracia cristiana bajo el manto, primero episcopal y luego cardenalicio, de Angel Herrera Oria. Como hombre de tan privilegiado cerebro, Silva se colocó enseguida en la rampa de lanzamiento hacia el éxito. Secretario del Círculo de Jóvenes, la entonces prometedora ACNP (Acción Católica Nacional de Propagandistas), y pronto consejero nacional de este importante grupo de presión pide la excedencia en la abogacía del Estado, trabaja en el Consejo de Estado y abre bufete. Batalla intensamente en el ámbito católico de elite y sería presidente del Patronato del Colegio Mayor San Pablo y del CEU. En 1955 sus servicios son requeridos por el hombre fuerte de Banesto, Pablo Garnica, quien le ofrece la entrada en el banco por la puerta alfombrada: asesor jurídico del consejo y de la dirección general. Y como en el franquismo también se conspiraba, incluso dentro de la derecha y con prudencia, a primeros de los 60 forma parte de la cena de los nueve, grupo de amigos que se reunían a la mesa con relativa periodicidad. Además de Silva, los comensales eran Leopoldo Calvo Sotelo, Alfonso Osorio, Gonzalo Fernández de la Mora, José María Ruiz-Gallardón, Torcuato Luca de Tena, Jesús Fueyo, Florentino Pérez Embid y Manuel Alonso García.
En 1961, Alberto Martín-Artajo, que entonces podría ser considerado jefe civil de los democristianos, plantea a Silva que visite a Solís, ministro-secretario general del Movimiento. Solís se interesa por saber si Federico Silva conoce a Franco y al contestarle negativamente, le anima a que le pida una audiencia. Así lo hace y poco después Solís le comunica a Silva que Franco le ha designado procurador en Cortes, con lo que la visita se traduce en agradecimiento. Ya se ha convertido en un valor político de alta cotización. Suena su nombre como gobernador civil de Sevilla y Barcelona, como director general de Previsión, como secretario técnico de Vivienda, aunque no se concretan los cargos, porque consigue directamente el premio gordo: miembro del Gobierno.
Carrero le llama el 1 de julio de 1965 para comunicarle que Franco le recibe en audiencia porque ha decidido nombrarle ministro de Obras Públicas. Detrás parecía estar la mano de Herrera Oria, quien había movido sus piezas y logrado filtrar tres propuestas: Juan Sánchez-Cortés para Hacienda, Javier Martín-Artajo -hermano de Alberto- para Vivienda y Federico Silva para Justicia. Y al final Franco se quedó con Silva e hizo una de sus habituales fintas de última hora para colocarlo en un ministerio que, en principio, no parecía el apropiado para él.
Aunque Silva, con trabajo y una sorprendente habilidad para proyectar su imagen, consiguió la etiqueta de ministro-eficacia y pronto asombró a las Cortes y a la opinión pública con un largo discurso sin consultar un papel y en el que soltó docenas de cifras del tipo de 47.327.585, demostrando que podía ganar cuantas oposiciones le pusieran por delante. Impulsó las autopistas de peaje, organizó el plan Redia (Red de Itinerarios Asfálticos) y suscitó celos.
En la crisis ministerial de 1969 aspiró a la cartera de Exteriores, pero se le dejó en Obras Públicas. Su enfado retardado le llevaría a presentar la dimisión (caso insólito) en abril de 1970. La oposición moderada que empezaba a liderar Fraga se alegra y quiere captarlo, aunque se decepciona cuando enseguida Silva acepta la presidencia de Campsa. No obstante Fraga quiere contar con él y con Areilza para formar una asociación política en la agonía del franquismo. Silva no se decide. Finalmente sería uno de los siete magníficos que se darían un batacazo en las primeras elecciones democráticas. Desde entonces Silva se retiró de la política y estuvo a disgusto con el panorama político español.
17 Agosto 1997
El tercero en discordia
Falleció.- FEDERICO SILVA MUÑOZ, 73 años, ex ministro de Obras Públicas y ex presidente de la Federación de Partidos de Alianza Popular; el pasado martes, en Madrid. Silva Muñoz fue ministro de Obras Públicas en 1965 y 1970, y presidente de CAMPSA entre el 70 y el 77. Fue uno de los promotores de la Unión Democrática Española, fundada en 1975, y en 1976 se integró, con Acción Democrática, en la Federación de Partidos de Alianza Popular. En las elecciones de 1977 obtuvo un escaño de diputado por Zamora. Casado y padre de nueve hijos, fue abogado del Estado, letrado del Consejo de Estado y estaba en posesión de la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, entre otras condecoraciones. Formó parte de la terna para suceder a Arias Navarro como presidente del Gobierno. El político y abogado fue enterrado el pasado jueves en la cripta de la Catedral madrileña de la Almudena.
El Análisis
La muerte de Federico Silva Muñoz, figura relevante del franquismo y de los inciertos primeros pasos de la política postfranquista, invita a reflexionar sobre una trayectoria marcada por la ambición, pero también por la falta de pragmatismo. Ministro de Obras Públicas entre 1965 y 1970, Silva se distinguió por su influencia en la expansión de infraestructuras durante los años del llamado “desarrollismo”. Fue también un hombre de poder que entendió pronto que, en la España de Franco, quien quisiera ganar peso político debía controlar los medios de comunicación: de ahí su incursión en la prensa con la compra del diario Informaciones.
Con la llegada de la Transición, Silva creyó tener un papel reservado. Fundó Unión Democrática Española, y pronto se convirtió en uno de los cofundadores de Alianza Popular, al frente de la Acción Democrática Española, uno de los siete partidos que integraban la nueva coalición. Pero Silva interpretó que entraba en un liderazgo colegiado cuando la realidad era que había un único conductor: Manuel Fraga. La ruptura se escenificó de manera clara con la Constitución de 1978. Mientras Fraga, pese a sus reservas, optaba por apoyar el texto y convertirse en uno de sus padres, Silva se situaba en el bando del rechazo. Esa decisión, más que un gesto de coherencia, supuso su destierro político: sin el favor de Fraga, Silva quedaba fuera de juego.
Lo intentó de nuevo con la creación de Democracia y Desarrollo Español (DDE), pero aquel proyecto nunca tuvo fuerza ni para comparecer en unas elecciones generales. La política se le cerró definitivamente. Le quedaba la vía empresarial, como directivo en Banesto, hasta que el empuje de Mario Conde en los años ochenta lo apartó de esa responsabilidad. Desde entonces, su nombre se fue diluyendo hasta desaparecer de la vida pública.
Silva Muñoz representa la paradoja de tantos políticos del franquismo que pretendieron reinventarse en democracia: su experiencia le otorgaba peso, pero su falta de flexibilidad lo arrinconó. Donde Fraga supo adaptarse, Silva se encastilló en la rigidez. No cabe duda de que fue un hombre preparado y con visión, pero quizá le faltó lo que distingue a los supervivientes de los derrotados en política: la capacidad de entender el tiempo que a cada uno le toca vivir.
J. F. Lamata