7 julio 1918
Meses atrás había cedido la dirección de su diario a Augusto Vivero
Muere el periodista Santiago Mataix Soler, propietario propietario del diario EL MUNDO y ex director del DIARIO UNIVERSAL

Hechos
El 7.07.1918 la prensa informó del fallecimiento de D. Santiago Mataix.
Lecturas
El día 7 la prensa informa del fallecimiento de D. Santiago Mataíx Soler.
Santiago Mataix i Soler ( Alcoy , 1871 – Valencia , 1918 ) fue un periodista y político valenciano, diputado en Les Corts durante la restauración borbónica De jovencito colaboró con varios diarios de Alcoy, Se licenció en derecho en la Universidad de Valencia y se doctoró en la Universidad de Madrid , y se doctoró en la Universidad de Madrid , y introdujo al Partido Liberal ya la redacción de El Heraldo de Madrid , del que fue corresponsal en Filipinas durante la guerra Guerra Hispano-estadounidense . Allí conoció al general Polavieja , del que fue secretario personal. Esto le enemistó con Canalejas, pero sin embargo fue elegido diputado del Partido Conservador por Alicante en las elecciones generales españolas de 1899 y 1901 .
En 1902 Francisco Silvela le pidió que volviera al Partido Liberal de Alicante. Fue director de El Diario Universal de Madrid (1903-1904), desde donde defendió la política de Antoni Maura i Montaner , y diputado por Tremp en las elecciones generales españolas de 1905 . En 1907 fundó la revista El Mundo y fue senador por la provincia de Ávila en 1910 y 1916, y por la provincia de Zamora en 1918.
En la guerra de los periódicos de 1918 por el anticipo reintegrable, el Sr. Mataix mantuvo diferencias públicas con el director de ABC D. Torcuato Luca de Tena Álvarez Ossorio.
El Análisis
La muerte de don Santiago Mataix Soler, ocurrida este mes de julio de 1918, clausura una trayectoria que, como tantas otras de su época, se construyó en esa zona ambigua —y tal vez inevitable— donde se cruzan los caminos del periodismo y la política. Como editor del periódico El Mundo, Mataix fue una de las figuras destacadas del panorama periodístico madrileño, aunque no tanto por la originalidad de su línea como por su perseverancia en una fórmula habitual en la prensa del primer tercio del siglo: la del editor que no sólo imprime opinión, sino que también la ejerce en el escaño.
Supo ganarse prestigio como hombre de pluma y de imprenta, sin rehuir nunca la arena parlamentaria ni los salones donde se forjaban los pactos del día. Pero esta simultaneidad —compartida por otros grandes nombres como el marqués de Santa Ana, fundador de La Correspondencia de España, o la familia Gasset al frente de El Imparcial— se convirtió también en una espada de doble filo. Porque cuando el periodista actúa como político, la sospecha de parcialidad inevitablemente mancha la independencia que la prensa proclama. Y cuando el político escribe como periodista, su tribuna se confunde con su mitin.
No se puede negar que Mataix dejó una impronta fuerte y activa, tanto en la defensa de su ideario como en la voluntad de influir desde su diario. Pero su figura encarna también esa contradicción aún irresuelta en nuestra joven prensa: ¿puede haber periodismo libre cuando el editor responde al interés del diputado? ¿Puede hablarse de prensa independiente cuando los diarios son trincheras de partido más que tribunas del lector? Con su muerte se apaga una voz, pero también se abre una ocasión para reflexionar sobre qué modelo de prensa necesita una España que, en plena guerra mundial de los otros, empieza a sentir su propia batalla de ideas. Sea la suya una memoria respetada, y su legado, motivo de examen.
J. F. Lamata