11 febrero 1992

El cardenal Tarancón, reconoce que en muchas ocasiones no comprendió su actitud

Muere el sacerdote José María Llanos Pastor, el ‘cura rojo’ militante del PCE y co-fundador de Comisiones Obreras

Hechos

El 10.02.1992 falleció D. José María Llanos

Lecturas

REACCIONES AL FALLECIMIENTO DEL PADRE LLANOS

MarcelinoCamacho87 D. Marcelino Camacho (Presidente de CCOO): «Era una buena persona, un ser profundamente humano que se acercó al pueblo, porque creía en la Iglesia de los pobres y quería vivir sus problemas. Durante la dictadura nos ayudó y protegió prestándonos las parroquias para nuestras reuniones».

Julio_Anguita_1990 D. Julio Anguita (Secretario General del PCE): «Fue una persona que encarnó en lo largo de su vida los más altos ideales de lucha por la democracia, la libertad y la justicia social. José María Llanos fue un militante comunista ejemplar».

antonio_gutierrez_ccoo D. Antonio Gutiérrez (Secretario General de CCOO): «El padre Llanos es de aquellas personas cuya vida consigue al final reirse de la propia muerte. Lo conocí en el Pozo. ¿Era un santo del movimiento obrero? Tal vez más santo que Escrivá de Balaguer. Era un cirstiano de los muchos que quedan en Comisiones Obreras, afortundamente».

TaranconCardenal D. Cardenal Vicente Enrique Tarancón (Ex presidente de la Conferencia Episcopal): «El padre Llanos se ha equivocado en algunas cosas, como lo hacemos los hombres. Le respetaba, aún no comprendiéndole en todas sus actitudes».

11 Febrero 1992

Adiós, padre Llanos

Joaquín Ruiz Giménez

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En mi despedida ante la marcha de José María Llanos hacia la Casa del Padre, que siempre añoró, lo mejor sería guardar silencio para no turbar ni un instante su paz definitiva. Pero si por razones del corazón superamos esa consigna , importa, a mi entender, no usar adjetivos, porque todos resultan mermados o insuficientes. Opto por evocar su paso por este mundo sólo con sustantivos. José María Llanos, a quien conocí hace 60 años, fue la fidelidad hecha hombre. Fidelidad a su fe evangélica, a su amor a Cristo, a los dolientes, a la justicia y a la solidaridad sin fronteras.

Nos enseñó que se puede conjugar la lucha por la libertad con la pasión por la igualdad, el respeto a las viejas cosas y el afán por las cosas nuevas, la pugna por la justicia y el empeño por la paz. En su persona y en la aventura de su vida reinaron por la paz. En su persona y en la aventura de su vida reinaron la fortaleza y la ternura, la repulsa de la tibieza y el calor de la esperanza. Se nos fue cuando seguíamos necesitándolo, pero como él lo sabía, se ha quedado con nosotros para siempre.

Joaquín Ruiz Giménez

11 Febrero 1992

El ejemplo del Padre Llanos

Julio Anguita

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El padre José María Llanos, s.j., militante del PCE, nos ha dejado. En nombre de los comunistas españoles, con los que durante muchos años ha compartido una misma lucha y unos mismos ideales, he tenido que expresar dolor y consternación por su irreparable pérdida. José María, nuestro camarada, ha encarnado incansablemente, a lo largo de toda su vida, los más altos ideales de lucha por la democracia, las libertades y la justicia social. Desde la propia reflexión personal, y en medio de la más negra noche de la dictadura franquista, adoptó una decisión fundamental que ha mantenido firme hasta su muerte: estar siempre con los más débiles, defender los intereses de los trabajadores. ¡Cuánto del padre Llanos hay en Madrid, en el Pozo del Tío Raimundo, en la formación de Comisiones Obreras, en el PCE! Desde su imagen sencilla y austera hasta el límite, el sacerdote José María Llanos plantó cara, solo o en colectivo, a los que negaban a España la libertad y la democracia. Fue, sin duda alguna, la otra cara de la Iglesia cuando gran parte de la jerarquía apostaba por el nacionalcatolicismo. Desde su convicción cristiana, se adhirió a una militancia política, y desde luego sus creencias no fueron excluyentes, sino al contrario: fue católico y comunista. Cuando hoy se extiende la «teología de la liberación» por el Tercer Mundo, no está de más afirmar que, mucho tiempo antes, José María Llanos la expresó, con su acción y su palabra, en sus contenidos más claros, en nuestro país. Era un creyente, sin ortodoxias, sin alhararcas, en su acepción más amplia; un creyente político y un creyente religioso, con coherencia, sin movimientos tácticos. Demostró que desde el cristianismo pueden y deben ser defendidos los intereses de los más débiles; que desde la fe cristiana se puede apostar por la construcción del socialismo. Era comunista, miembro de honor de la dirección del PCE; nunca abjuró de su militancia, al contrario, no se cansaba de explicarla de forma que todos, letrados o iletrados, la entendieran, la aceptaran y, en su caso, la compartieran. He tenido el honor de compartir con él congresos, reuniones, actos públicos y charlas privadas. Este recuerdo es para mí imborrable. Pero el padre Llanos, su figura, su ejemplo, no es sólo patrimonio de los comunistas. Militante también de IU, como todos los miembros del PCE, Llanos es de todos los demócratas españoles, de toda nuestra sociedad. Su pérdida es sólo comparable a la de su gran amiga, Pasionaria, que nos dejó hace tres años. Ambos son personajes de nuestra historia, sí, también de nuestro presente, claro, pero sobre todo de nuestro futuro. En una sociedad como la nuestra, en la que el «todo vale» parece regir cualquier actividad humana, el comunista Llanos es y será un exponente de la postura desinteresada, de la ética, de la nobleza de ideales, de la transformación social. Ayer visité su capilla ardiente, en el Pozo, en la Parroquia de San Raimundo de Peñafort, que durante muchos años fue su mundo de trabajo. Me cuentan, una vez más, la enorme cantidad de comunistas que por allí pasaron y le conocieron hace muchos años, de cómo desde allí pugnó por la creación de CCOO, cómo animó el movimiento vecinal, cómo hizo el cambio social día a día. Cuando también ayer me comunicaron su muerte sentí un gran dolor y también una gran extrañeza. Confieso que, contra la lógica, un está convencido, irracionalmente, de que la muerte nunca llegará a tocar a personas de su altura… Todavía recuerdo el telegrama que remitió al XIII Congreso del PCE, incapacitado por su enfermedad de asistir al mismo. Reiteraba en él su compromiso político. Un compromiso firme, inquebrantable, que los comunistas españoles de hoy, y los que vengan en futuras generaciones, nunca podremos o podrán olvidar. Adiós, José María Llanos, s.j., hasta luego, camarada Llanos.

11 Febrero 1992

Al servicio de los desheredados

Marcelino Camacho

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Con la muerte del Padre Llanos se ha terminado más de medio siglo de lucha diaria e infatigable al servicio de los desheredados. El mérito de Llanos fue compaginar dos facetas completamente diferentes, la de religioso y la de comunista. Cuando era joven no le faltó de nada. Lo tenía todo para que su vida fuera fácil y cómoda. Llanos poseía varias licenciaturas, aparte de ser jesuita. Todo esto le colocó en la primera fase de su vida del lado de los que, en el seno de la derecha y en el plano de la guerra, defendían determinadas posiciones sociales, aunque eran en el plan demagógico. Esta experiencia le marcó mucho su vida y le llevó a ver que entre lo que decían esos sectores de la sociedad y la realidad había un abismo. Llanos se decidió por el sector más necesitado, por los pobres, por los trabajadores, por los sectores más marginados a los que defendía a pesar de esa demagogia barata. Eso le lleva en una evolución probablemente rápida, a dejar aquella vida y trasladarse a un barrio suburbial madrileño, al Pozo del Tío Raimundo. Una vez allí, a través de algunos hombres de ese sector que habían sido la izquierda de Falange con la que él mantenía alguna amistad, entró en contacto con nosotros, con Comisiones Obreras. Entonces se plantea la militancia. Su carnet era número 100. Estaba muy orgulloso de su carnet y siempre decía que se lo pusiéramos en su tumba. En el Pozo, el Padre Llanos nos dio una cobertura total con los pocos recursos que tenía. En su casa, mientras la policía franquista vigilaba en la calle, Comisiones Obreras organizaba un sindicato. La verdad que él militó bastante activamente y fue una cobertura importante para muchas de las reuniones que hacíamos en aquel período. El Padre Llanos ha sido, sin duda, un hombre especial, una buena persona. Toda su profunda evolución vino marcada por los acontecimientos que vivió, por sus creencias sobre el sentido de la justicia social, por su convivencia con los pobres, por sus profundas creencias religiosas, por su formación intelectual y, naturalmente, por su militancia en Comisiones. Fue un hombre que desde esos ángulos se ha colocado al lado de las gentes más humildes, sencillas y ha seguido la causa de los trabajadores y de los sectores más marginados. La muerte del Padre Llanos ha sido un importante pérdida para todos, para sus amigos creyentes y para sus amigos como nosotros, los que estamos por la justicia social y el humanismo.

11 Febrero 1992

El padre Llanos

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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CON LA muerte de José María Llanos, jesuita con carné del Partido Comunista de España, aunque, por encima de todo, vecino del madrileño barrio del Pozo del Tío Raimundo, desaparece un símbolo infrecuente en nuestro tiempo: el de alguien acostumbrado a nadar contra corriente tanto en la sociedad española como en el seno de la Iglesia católica. Llanos predicó con el ejemplo y muchas veces en el desierto. Luchó por dignificar en los años cincuenta y sesenta las condiciones de vida de los inmigrantes a quienes la fiebre del desarrollismo y la precariedad condujeron hasta las puertas de Madrid. Con su gesto, con su testimonio, con su compromiso no sólo ha interpelado a una sociedad que practica el culto al bienestar, sino también a una jerarquía eclesiástica que en los últimos años precisa más de gestos proféticos que de retórica.El jesuita del Pozo del Tío Raimundo ha sido un claro exponente de la trayectoria que ha seguido el sector más responsable de la Iglesia católica española. Aplaudió la victoria de Franco en la guerra civil, llegó a predicarle ejercicios espirituales al propio dictador, pero en 1955, y con su úlcera de estómago a cuestas, se fue a vivir con los desheredados. El compromiso de Llanos ha consistido, más que en luchar por los necesitados, en hacerlo desde ellos. Durante los últimos años de su vida intentó vivir lo que él llamaba la épica pequeña, la vida cotidiana, del suburbio, pero le resultó difícil.

A pesar de sus esfuerzos, jamás se perdonó el hecho de no haber nacido en el seno de lo que denominaba «pueblo». Quiso ir de cura con la División Azul y acabó viviendo entre sus antiguos e hipotéticos enemigos en el Pozo del Tío Raimundo. Comenzó asistiendo a los pobres y ha acabado su vida intentando sentir como ellos.