25 febrero 2006

Muere Luis Valls Taberner, dos años después de dejar la presidencia del Banco Popular

Hechos

El 26.02.2006 se hizo público el fallecimiento de D. Luis Valls Taberner.

26 Febrero 2006

El último 'cardenal' de la Banca española

José Luis Gutiérrez

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No resultará fácil, en las urgencias del cierre de este diario, aquilatar la semblanza de Luis Valls Taberner, de cuyo fallecimiento, en su austera residencia madrileña, me daba noticia, en la temprana mañana de ayer, Rafael Ramonet, amigo suyo, afiliado como él al Opus Dei -institución en la que Luis Valls profesaba como miembro numerario, con los tres votos: castidad (soltero, por tanto) obediencia y pobreza- y personalidad pública de excepcional relieve en el mundo de la política y las finanzas a lo largo del último medio siglo.

Luis Valls, ex presidente del Banco Popular, dirigió el timón de esta institución financiera con mano firme, sagaz y avezada durante tres décadas, hasta convertirla en uno de los bancos más rentables del mundo. Y, además, tras sortear los riesgos de la banca industrial, que tantos fracasos financieros dejó en las cunetas, y renunciar a la tentación mastodóntica de las fusiones, logró blindar el Popular frente a cualquier veleidad invasora. La tentativa de los March, en la década de los 80, con la compra masiva de acciones, sería la definitiva voz de alarma como para que Valls, a partir de entonces, organizara una estrategia defensiva que evitara en el futuro cualquier acción hostil (tras las turbulencias sufridas por el sector financiero español y el acceso de los socialistas al poder), creando un núcleo duro que convertía al Banco Popular en una enclave financiero prácticamente inexpugnable.

Preside el Banco desde 1972 -aunque en 1957 ya había alcanzado la vicepresidencia ejecutiva- hasta que en 1989 comparte, como copresidente, con su hermano Javier la más alta dirección del Banco. Su joven colaborador Angel Ron pasaría a sustituirle en octubre del 2004.

Profesor universitario de Economía Política y Finanzas Públicas, en los 60 formaría parte del consejo privado de don Juan de Borbón, Conde de Barcelona. Estamos, sin duda, ante la figura de un auténtico coloso, cuya apretada biografía precisará de un denso volumen de muchas páginas. Paul Marcinkus, el polémico cardenal, recientemente fallecido, relacionado con el escándalo del Banco Ambrosiano y conocido como el Banquero de Dios, sin duda lucía el rótulo con muchos menos merecimientos que Luis Valls, a quien este relator conoció y trató desde hace casi 40 años. Desde entonces dio muestras de su gran inteligencia, su prudencia, su contenida y estudiada generosidad, hasta su prestancia de desdeñoso, laico (ma non troppo) cardenal renacentista. Incluso su atlética apostura -de un hombre tan aficionado al deporte- elegante, distante y refinada; su estatura, cercana a los 1,90 centrímetros, su mirada clara, entre la aguamarina y la turquesa de sus ojos sagaces. O la distraída distinción a la hora de sostener entre sus finos dedos de violoncelista, un perfumado Lancero de Cohiba, tras ofrecer otro veguero idéntico a su invitado ocasional y compartir con él el inconfundible perfume de los habanos en las moquetas de su despacho, en la planta sexta del madrileño Edificio Beatriz.

Valls fue, sin duda, el más relevante banquero de aquel consejo de los siete grandes, cuando la autoridad monetaria aún era capaz de convocar en armonía a los presidentes de los siete principales bancos en torno a una mesa para el almuerzo de cada mes. Allí, Valls, pronto comenzó a oficiar como gran y oficioso canciller.Y situar en puestos estratégicamente claves a hombres suyos como Aristóbulo de Juan, Miguel Martín o Rafael Termes, ya fallecido.Tan sólidos como sus colaboradores dentro del banco, entre ellos Fernando Soto, ocupado eficazmente a lo largo de ventitantos años de la delicada área de los medios de comunicación.

«Esa imagen de los siete como grupo de poder -escribía un prudentísimo Luis Valls en 1992, quitándose importancia a sí mismo y a sus opulentos colegas, en un brillante texto que recabé para un suplemento extraordinario, el de decimosexto aniversario del hoy desaparecido Diario 16- es una creación del fotoperiodismo». En el mismo artículo, añadía: «El socialismo ha entendido muy bien lo que es la banca, dónde está su fortaleza, en qué puntos es vulnerable. Con esas coordenadas ha dominado la situación desde el primer momento».

La elogiosa mención al Gobierno socialista no era casual. Valls no ocultaba sus buenas relaciones con la izquierda desde el inicio de la Transición. En 1983, con motivo de un acto conmemorativo en la sede madrileña del PSOE, Luis Valls, que asistía como invitado, me mostró una minúscula tarjeta en la que, su titular, había escrito: «Le agradeceré su presencia en el acto». La tarjeta pertenecía a Alfonso Guerra, quien, nada más entrar en el recinto, rodeado de cámaras, se dirigió, en primer lugar a él, al que saludó de forma visiblemente afectuosa.

Sus relaciones con Antonio Gutiérrez, quien fuera secretario general de CCOO y hoy diputado del PSOE, rebasaban, asimismo, los límites de la simple cortesía. En la planta sexta del Edificio Beatriz, Valls ocupaba un grandioso y moderno despacho, flanqueado por una gran cristalera que filtraba la luz de la calle a través de una impecable terrraza-jardín sembrada de petunias, prímulas y pensamientos, que aportaban una serenidad luminosa, colorista y vegetal. Allí junto a las flores, estaba la foto dedicada de Gutiérrez.

A Luis Valls se atribuía gran influencia en el sector del Opus Dei más cercano a los socialistas, y en lograr -junto a los buenos oficios del citado Rafael Ramonet- que en la beatificación y santificación del Fundador del Opus Dei, Jose María Escrivá de Balaguer, los socialistas -y sus terminales mediáticos- guardaran inusitado y respetuoso silencio, sin una sola crítica.

Sin embargo, Valls, como todas las grandes personalidades, también sufrió ataques y censuras. En el año 1973, Rodrigo Royo, que fuera fundador y propietario de la revista SP y el diario SP, escribió una obra, El establishment, en la que trazó un duro retrato de Valls, al que responsabilizó de la destrucción de su grupo, cercano al sector falangista de José Antonio Girón de Velasco, en el que se encuadraba el propio Rodrigo Royo.

Posteriormente, Valls adquirió el diario Madrid, que sería cerrado en 1971 por Carrero Blanco y, en 1991, cedió las acciones al colectivo de empleados del periódico. Asimismo, Valls prestó ayuda financiera en diversas ocasiones a las publicaciones del Grupo 16 y, especialmente, a Diario 16. Aunque los ataques más duros sufridos por Valls procedieron de Ruiz Mateos. El empresario jerezano le culpaba de todos sus males antes y después de la expropiación de Rumasa. Tales acusaciones -por las que Valls hubo de comparecer ante los tribunales- serían judicialmente sobreseídas. Descanse en paz.

Luis Valls Taberner, banquero, nació en Barcelona en 1926 y falleció en Madrid el 25 de febrero de 2006.