10 noviembre 1975

Padre del periodista Manuel Aznar y abuelo del futuro presidente del Gobierno, José María Aznar

Muere Manuel Aznar Zubigaray, diplomático y uno de los periodistas más importantes tanto del franquismo como de la II República

Hechos

El 10.11.1975 falleció D. Manuel Aznar Zubigaray

Lecturas

Ocupaba la presidencia de la Agencia Efe, que queda temporalmente vacante y ex director de los periódicos El Sol y La Vanguardia Española.

11 Noviembre 1975

Manuel Anzar, en la platina y en la diplomacia

Luis Calvo

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Cuarenta años de amistad son muchos años para evocarlos precisamente en una nota necrológica. Porque los periodistas españoles pasamos por un trance amargo: la perdida del maestro de todos. Maestro y consejero. Tan culto en lo uno como benévolo y hasta burlón en lo otro. Manolo Aznar y yo solíamos vernos con frecuencia, porque le gustaba conocer a la gente joven que yo conocía – Carlos Luis Álvarez, por ejemplo – y ser el compañero da todos. Su discurso ponderado e irónico (era enemigo encarnizado de la pedantería) nos retrotaía la balumba ubérrima de sus recuerdos personales y profesionales. Fluían de sus labios, junto a los eventos históricos, el anecdotario trivial, y unos y otros, desmenuzados por su espíritu crítico, sesgado hacia la bondad, y reconstruidos con puntualidad de memorialista. Una sutil fulguración de burla asomaba a sus puros ojos zarcos, como diciendo: «¡Que gentes aquellas!» Por lo que tenían de grandes maestros y por lo que tenían también de grandes actores. Todos protagonistas de su propia comedia o drama, o sainete y esperpento. En los tiempos de esplendor del periodismo de Manuel Aznar no había deuteragonistas.

Muchas veces sus amigos – los viejos y los nuevos – sospechábamos si no sería un hombre escéptico, especie de Anatole France del periodismo profesional. Si no sería escéptico en todo meno en materia religiosa, que para Manuel Aznar era disciplina vocacional. En cualquier caso, su escepticismo hipotético provendría de un liberalismo radical frente a los hombres y la vida. Su capacidad de comprensión, su ánimo conciliador, su alejamiento de ambiciones políticas. Vivió en su mocedad una época – la primera gran guerra mundial – de enconadas polémicas periodísticas y él estaba en una de las trincheras: la aliadófila, con vehemencia belicista. Su pluma efundía razones nunca expelía dicterios.

– Si tú quisieras. ¡cuántas cosas podrías dejar escritas para la historia de la España moderna!

  • – Nunca lo haré. Las verdades desnudas no son agradables, y tampoco me parece caballeresco contar al os demás lo que uno supone que sabe, y no darles a ellos la oportunidad de responder cumplidamente. ¿La verdad? ¿Quién la conoce? Quién se atrevería a monopolizarla?

Testigo más directo de la vida española en los últimos cincuenta años no lo ha habido. Ni en el periodismo, ni en la política, ni en la diplomacia, ni en la literatura. Tenía vocación de historiador e hizo la historia de nuestra guerra. Tenía facultades innatas de diplomático, y al servicio de España se dedicó como embajador, con ardimiento y palmaira eficacia. Vino – casi un niño – a Madrid, agobiado de humanidades y de latinidad, sólida la cabeza, gentiles los modales, y en la platina de EL SOL aprendió un magisterio. Dirigió uno de los mejores periódicos de la Europa aquella de la primera guerra mundial y de las vibraciones literarias y artísticas de aquella frívola posguerra. Años más tarde – ya hombre maduro – aquel magisterio periodístico, que nadie le negó nunca, brillaría también en las páginas de LA VANGUARDIA de Barcelona. Era escritor elegante, y correctísimo, preocupado y angustiado por los bárbaros usos que rompen hoy la tersura y elegancia del idioma. Era un gran conocedor y agudo crítico de la política internacional. Aficionado al artículo anónimo y la influencia invisible.

Se nos ha ido en verdad, el gran maestro del periodismo español contemporáneo y un hombre bueno, jovial, estudioso y, como todos los grandes sencillo y propenso a ver las cosas iluminadas por razas de sol deslumbrante. No tenía más que un odio, más bien inquina: la maledicencia, «vicio – decía – de lo españoles de las grandes urbes». Y aconsejaba a los amigos: «Mirad siempre el lado bueno: ése es el que vale. La maldad es un invento de los que realmente son malos. Y malos, ¡hay tan pocos en este mundo!»

Luis Calvo

 

El Análisis

¿EL PERIODISTA MÁS IMPORTANTE DEL FRANQUISMO?

JF Lamata

D. Juan Luis Cebrián ha asegurado en varias ocasiones que D. Manuel Aznar Zubigaray era el periodista más importante del franquismo. Sin que quede claro si pretende que eso sea un elogio o un ataque. Sin duda el Sr. Aznar fue un periodista muy destacado de la II República. Pero en el franquismo aunque ocupó puestos nada despreciables como el de director de LA VANGUARDIA – tras la destitución de D. Luis de Galinsoga – o el de director de EFE, pero fueron más destacados los puestos diplomáticos que ocupó para la dictadura como el de embajador de España en la ONU. Queda la duda de si el Sr. Cebrián trata de proteger a su maestro, D. Emilio Romero, otro periodista que también podría disputarle el galardón del periodista ‘más importante del franquismo’, al menos durante el segundo periodo.

J. F. Lamata