24 junio 1939

La publicación ha sido fundada por Xavier de Salas y José María Fontana

La revista DESTINO se establece como órgano de los intelectuales catalanes partidarios de la dictadura franquista

Hechos

En marzo de 1937 salió el primer número del semanario DESTINO en zona nacional en Burgos destinado a lectores catalanes. El 24 de junio de 1939 inició su publicación regular desde Barcelona.

Lecturas

BREVE HISTORIA DE DESTINO

Apareció el 7 de marzo de 1937, Primer Año Triunfal, en Burgos. Se imprimió en la Imprenta Católica, de Valladolid. Consiguió mejorar sus insuficientes condiciones tipográficas en la Imprenta de FET y de las JONS de Burgos, a donde se trasladó en octubre, sin abandonar su modestia inicial. Aumentó progresivamente el número de sus páginas; paralelamente – con la afluencia de nuevos refugiados catalanes – iban aumentando también las subscripciones donativos; se llegó al millar. El número total de la tirada en sus últimos tiempos era de 4.000 ejemplares. Los 3.000 ejemplares que no correspondían a los subscriptores se repartían, en los distintos frentes; a aquellos mil suscriptores iniciales de la primera época de DESTINO corresponde de hoy, en nuestros ficheros, una numeración especial en cifras romanas.

De aquella época heroica queda sólo nuestro afán, renovada cada día con el recuerdo de lo que modestamente hicimos entonces, y con nuevo brío ante lo que nos toca hacer. Salimos a la luz por segunda vez, con una nueva ambición, la que trae consigo nuestra Victoria, que no tendría objeto sin la conversación latente y constante de las virtudes españolas que la hicieron posible. Sobre este papel, cuyas tonalidades concuerdan con las del pan cotidiano de todos los españoles ganados a la Patria, no se hallarán otras consignas que las del servicio permanente de España, a las órdenes del Caudillo, Generalísimo de los Ejércitos.

La marca «DESTINO» ya había sido utilizada en 1936 de la mano de dos catalanes de Burgos, D. Xavier de Salas – después director del Museo del Prado – y D. Josep María Fontana. Publicaron 35 números, calificados como ‘de un falangismo grotesco’ por D. Josep Vergés, que sería en 1937 su segundo fundador y su alma económica e ideológica hasta 1975.

Fue en 1937 cuando D. Dionisio Ridruejo, director general de Propaganda en el Ministerio del Interior, pensó en una publicación que sirviera de lazo de unión entre los catalanes que se habían pasado al bando franquista.

Cien números surgieron de ese DESTINO de Burgos, codirigido por el Sr. Verges, D. Juan Ramón Masoliver y D. Ignasi Agustí, que procuraba dar a sus páginas un tono más literario que político. D. Carles Sentís, colaborador desde el frente de Madrid, recuerda un artículo en el que describía cómo cazábamos con facilidad pájaros porque ya no se inmutaban con el fragor de la batalla.

La sonrisa española

El día de San Juan de 1939, acabada la guerra civil, DESTINO reaparecía en Barcelona. D. Joan Ramón Masoliver estaba al frente de la Censura y facilitó el permiso. El Sr. Agustí pasó a ser el director y D. Josep Vergés el motor económico.

Fue también el Sr. Vergés quien fichó a D. Josep Pla, otro catalán de Burgos. El 30 de septiembre es y entonces famoso escritor debutaba con un artículo titulado ‘La Sonrisa Española’. Hasta su desvinculación de DESTINO, paralela a la de el Sr. Vergés, publicó 2.075 artículos con su nombre o el seudónimo de ‘Tristán’.

Otros colaboradores de primera etapa fueron D. Joan Estelrich, D. Ángel Zúñiga, D. Rafael Vázquez-Zamora, Sempronio – con diversos seudónimos como Miguel del Puerto – D. Sebastián Gasch, D. Manuel Brunet, D. Joan Teixidor y D. Jaume Vicens Vives.

Asalto falangista

Los problemas de DESTINO con el régimen se iniciaron ya en los años cuarenta. Según D. Josep Vergés: “Nuestra anglofilia solitaria, nuestro amor por Francia, nos valió todo el rencor que podía acumular una censura de prensa despiadada, que destrozaba artículos, nos enviaba textos indignos de obligada inserción y desarbolaba nuestra exigua económica negándonos acceso a un pequeño cupo de papel”. La consecuencia fue un asalto de radicales germanófilos  en 1943 a los locales que DESTINO tenía en el edificio de LA VANGUARDIA desde su pacto con Godó.

Más grave, en cierto modo, resultó la publicación de un artículo de D. Santiago Nadal, ‘Veróniaa y Argel’, en primera página, donde condenaba los asesinatos por motivos políticos y se curaba en salud poniendo ejemplos del campo aliado y del campo fascista. No le valió su estrategia periodística y el gobernador civil Correa Veglison hizo detener a su autor, lo encerró en el castillo de Montjuic y lo rapó al cero. Ante el temor de mayores represalias, el Sr. Pla se movilizó para que el alcalde de Barcelona, D. Miguel Mateu y el ministro de Industria y Comercio, D. Demetrio Carceller mediaran por la libertad del Sr. Nadal.

24 Junio 1939

POLÍTICA DE UNIDAD

DESTINO (Editorial)

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Trascienda esta redundancia a las fibras recónditas de nuestro espíritu; porque la política – arte de gobernar – es ya la unidad y cunado propugnamos – en el punto de nuestro programa – por la unidad entre las tierras de España, unidad en el hombre y entre los hombres de España, aspiramos a una única unidad, en la que se engloban todas, a la manera de otra trinidad casi teológica – quizás, en la tierra, resultado inmediato y eterno de aquella.

Unidad, entre las tierras de España. Nos viene de Dios. Aprisionados por una intención litoral, limítrofe, limitadora, hemos de abalanzarnos sobre el mundo ligados entrañablemente entre nosotros por un ideal común, aspiración trascendente, metafísica, de este suelo llano y ardiente que no encuentra otras fronteras que la que se votalizan en espuma por el Norte, por el Sur, el Este y el Oeste. El mar a ambos lados: a un lado el mar antiguo, que debemos surcar de nuevo de manera centrífuga, hasta donde entre palmeras y acrópolis, dejamos un día olvidado un testamento grandioso y un estilo singular. Al otro lado, este mar entre brumas, que hemos abandonado a medio descubrir, una vez plantada las primeras cruces en la otra orilla pasto de yanquis hoy. Un estrecho que se salta de un salto y, por el Norte, el Pirineo, que fue hondonada – ¡con tantos túneles clandestinos para la piratería! – y en el que hemos abierto hoy millares de mirillas, brechas de nuestra ambición y de nuestra más viva libertad – la única posible – y de nuestra inagotable voluntad de paz erguida con bayonetas en el centro del mundo.

La unidad entre las tierras de España no es una aspiración; es, ante todo, una necesidad. Necesariamente – limitados – hemos de estar unidos; como necesariamente de esta unidad que acosan las mejores mares del mundo se deduce nuestra actitud imperial – no imperialista – ante la vida de los pueblos.

Por ella se gana la unidad entre los hombres de España. Nuestros hombres no podrían sobrevivir a las descomposiciones del pensamiento decimonónico. Ha sido preciso que fueran atados en hoz de España, antes que en ese haz de clases para que, no ya España, sino ellos mismos pudieran sobrevivir. Nuestra vida social – que reclama fronteras imprescindibles – conserva por encima de todo, esta angustia española de la unidad necesaria, sin la cual los hombres, hambrientos o saciados, se lanzan entre ellos a una lucha de enemigos o se encierran en los cenáculos del rencor, a mascar la agonía en días y noches sin esperanza. Pero el propio tiempo, entendemos que la angustia española de aquella unidad necesaria, va vinculada a esta hora actual, acuciante, que viven los pueblos, en la que el material humano, condenado por el marxismo o por el capitalismo, nacía, vivía, amaba y moría horriblemente, almacenado; y queremos sacarlo a la luz de la Patria por medio de una vida decorosa, la del pan y de la justicia, esperada por él a lo largo de muchos años de miseria.

La triología de aspiraciones es, ella misma, unidad. Estos dos mandamientos de unidad se encierran en uno: unidad en el hombre. He aquí que, el hombre, es ya la mayor aspiración de unidad de la creación, como hecho a imagen y semejanza de la Unidad Suprema. No podemos aspirar a unidades posteriores, sin esta unidad esencial, que es el hombre. Unidad en el hombre, sin la cual no existe la paz indispensable que alienta en las generaciones para la permanencia del mundo. Sólo a los pacifistas a ultranza – aquellos que, en la Constitución de la República escribieron que España renunciaba solemnemente a la guerra – herirá la versión nuestra de la salutación evangélica: “La paz esté con nosotros: que es, ni más ni menos, la expresión de que es´ta en nosotros nuestra propia unidad, clave de todas las unidades que los pueblos buscan denodadamente, causa de todas ellas, reflejo inmediato y exclusivo de la divinidad.

He aquí la Política de Unidad de esta hora española y de nosotros mismos, bajo el cielo cercano y ardiente, bajo la bóveda inminente del Paraíso Difícil anunciado por José Antonio, ganado por Franco a golpes de corazón.

28 Octubre 1939

LA PAZ CON LA JUSTICIA

Ignacio Agustí

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El actual conflicto europeo – que va a empezar de veras de un momento a otro – es resultado de las conclusiones de la guerra del 14. El tratado de Versalles fue una aberración. Caro han pagado sus ideadores aquella audacia monstruosa. No se puede condenar a los países vencidos a una eterna derrota, y es por ello que Alemania, al empuñar las armas, o mitad del camino de sus reivindicaciones, no solamente hace uno de un derecho, sino que cumple con un deber. En este propósito de honorabilidad política, de deshacer el entuerto de Versalles, se nalían muchos países y naciones no directamente afectados en aquella ocasión; se hallan todos los que creen firmemente, todavía, en el valor de las ideas y de las convicciones, y sobretodo, en unos principios permanentes de justicia. Se halla, por tanto, en lugar preeminente, España.

Propugnamos por una revisión a fondo del Tratado de Versalles, que fue un indigno despojo de los países vencidos a favor de los vencedores. Esta ley del saqueo, la patente de corso que se adjudicaron los Estados vencedores – Inglaterra en principal término – fue, hemos dicho, una aberración, aún llevado a cabo, como fue llevada por gentleman de guante blanco que no dejaron en la expoliación sus huellas dactilares.

En esto parece que todos estábamos de acuerdo. Una serie de naciones – entre ellas España – se han ido levantando bajo la bandera de la paz con la justicia, hasta formar legión. El Canciller Hitler la empuñaba por las calles de Munich, los días de las primeras luchas del Nacional-Socialismo alemán, nacido y fraguado en estas convicciones.

Estábamos decididos a desterrar definitivamente las malas artes de las relaciones entre los pueblos. La conexión de los países limpios contra las democracias respondía a este propósito a través de los cinco años en que se han ido delimitando estos dos campos. De un lado estaba el Tratado de Versalles, el straperlismo político europeo. Del otro, el clamor de la paz con la justicia. A este último bando sólo se podía pertenecer por razón de esta ambición justiciera. Más que contra Inglaterra, se enfrentaban muchos países contra la injusticia programática, de la que aquel país era condensación y símbolo.

Nosotros hubiéramos preferido que un enfrente contra Inglaterra hubiese sido realizado en nombre y por razón de la paz con la justicia. A nosotros, el país más generoso de la Historia, nos llega a resultar inconcebible que no se sepa vencer. Que la victoria haya de ir aparejada a ese reparto cruel del botín, realizado en Versalles meticuloso y fríamente, realizado ahora, a diferencia de entonces sin el menor disimulo.

Puede decirse, pues, que el conflicto general que va a comenzar ahora, es el encuentro entre dos principios en ninguno de los cuales nos sentidos interesados. Nuestra lucha – no sólo nuestra guerra – nuestra lucha constante a través de la Historia ha sido informada siempre por contenido opuesta a éste; al de los que defienden cada uno su Versalles.

Por esto una posición de neutralidad española, además de ser una prudente reserva de energías es, por encima de todo, una posición natural; no es resultado de oportunismo político, sino que responde a nuestra esencia todo. En la larga lista de los países que discurren al margen del propósito constante de honorabilidad que nos anima y caracteria, se habrán anotado los que, con motivo del actual conflicto se han precipitado o demostrarse a los primeros resultados ausentes de nuestra atención; tanto, por lo menos, como lo eran los vencedores de guante blanco, de los cuales, a la postre, sólo las ha distinguido, a los primeras de cambio, una  mayor importancia. Entre los que, durante nuestra guerra, aventaban el fuego rojo y se distinguían por una mayor ayuda a nuestros enemigos, a los cuales ahora, en vista de los acontecimientos, pretenden suprimir a toda prisa; y los que, tras haber conocido el peligro rojo y haberse confesado sus mayores enemigos, se han decidido a pactar con él por las buenas, estamos nosotros, que somos los únicos que estamos donde estábamos.

En nuestra guerra, por ejemplo, el mundo había de decidirse por uno de los bandos. Actitud disyuntiva, dilema planteado: civilización o barbarie. Hoy, ante la guerra actual, no se plantea el dilema: Versalles 1914 o Versalles 1939; el dilema, en todo caso sería otro: Versalles o anti-Versalles. Es decir: beligerancia o neutralidad. Todos los que fuimos, somos y seremos fieles en la lucha contra el Tratado de Versalles 1914, o contra cualquier otro tipo de usurpación, lleve el nombre que lleve, debemos optar por la segunda. La única verdadera paz con justicia es la que va incluido en nuestro contumaz propósito de honorabilidad política.

Ignacio Agustí