14 octubre 1931

Artículo 24.1 de la Constitución de la II República - "Disolución de aquellas órdenes en las que se preste obedencia a autoridad distinta de la legítima del Estado"

Nueva crisis de la II República: los católicos Alcalá Zamora y Miguel Maura rompen con el ‘gobierno provisional’ por el artículo 24

Hechos

El 14.10.1931 D. Nicetó Alcalá Zamora y D. Miguel Maura dimitieron como Presidente del Gobierno Provisional y Ministro de Gobernación del Gobierno Provisional de la II República tras la aprobación por Las Cortes del artículo 24.

Lecturas

El 14 de octubre de 1931 D. Niceto Alcalá Zamora, católico, dimite como presidente provisional de la II República. Con él dimite también el ministro D. Miguel Maura Gamazo, católico igual que él en la primera gran crisis del gobierno provisional republicano constituido el pasado 14 de abril tras la huída del Rey.

La dimisión de los dos ministros católicos del gobierno republicano es la consecuencia de la decisión mayoritaria del gobierno provisional de la república de suprimir a la religión católica su condición de religión oficial del Estado en España.

D. Manuel Azaña Díaz, que lidera el sector republicano conocido como Acción Republicana asume la presidencia del gobierno provisional de la II República y tratará de negociar la recuperación política del Sr. Alcalá Zamora como Jefe de Estado en proceso que finalizará en diciembre con su nombramiento.

TODO EL PODER EN MANOS DE MANUEL AZAÑA

azaña_1931 D. Manuel Azaña, líder de Acción Republicana, reemplazó a D. Niceto Alcalá Zamora como presidente del ‘Gobierno Provisional’ de la II República

El 14 de octubre de 1931 EL LIBERAL publica orgullosamente “Por una gran mayoría de votos se aprueba la separación de la Iglesia y el Estado”. Aquella decisión podía suponer un gran avance tanto para el país como para la propia religión, pero es innegable la precipitación del gobierno provisional republicano en un tema que eran tan susceptible para media España. En aquella ley figuraba (art. 24) la disolución inmediata de todas las órdenes en las que además de los tres votos se prestara obediencia a una autoridad distinta a la del Estado, la

ley, presentada por don Manuel Azaña, provocó las primeras disputas entre los fundadores del nuevo régimen. El propio presidente del gobierno provisional, señor Alcalá Zamora, católico prácticamente, ante la aprobación de la ley, presenta inmediatamente la dimisión. También el ministro don Miguel Maura, católico como el anterior, dimite con él. En solo seis meses el régimen ha perdido su cabeza. Las interpretaciones vuelven a ser variopintas:

Nació nuestra segunda República asistida por los cuidados de un gran patricio, en el que no se supo que mirar más, si su talento de gobernante o la suprema bondad, la lealtad al servicio del bien público, don Niceto Alcalá Zamora (…) insistió en su dimisión al conocer la votación de la cuestión religiosa y comprender que había un abismo entre la ideología de la cámara y la suya. (EL LIBERAL, 15-10-1931)

Es el fundador de la República quien desde ayer alza bandera contra la Constitución. (…) el Sr. Alcalá Zamora ha tenido que abandonar la presidencia del Gobierno. A los seis meses de República deja de vivir el primer Gobierno y el principal caudillo de la revolución (…). Hemos combatido rudamente al señor Alcalá Zamora. Nos pareció pasional e injusta su predicación contra la Monarquía (…) Pero debemos reconocerle y alabarle, precisamente ahora, que está caído cuando desde la presidencia se pasa a ser ciudadano particular. Al señor Maura, que se ha mantenido en el Gobierno con la misma significación moderada y con la misma lealtad a sus compromisos a quién también hemos combatido cuando era ministro y que con el señor Alcalá Zamora sale del poder en igual actitud, también le tributamos por ella nuestro aplauso. (ABC, 15-10-1931)

Los de extrema izquierda han visto colmada su aspiración (…) y a su vez los del centro izquierda aplauden también la solución ¡todo el mudo contento! ¡más vale así! (EL LIBERAL, 16-10-1931)

Lo que son las cosas, ahora el ABC aplaude al señor Alcalá Zamora, cuando no hace ni un año que lo declara culpable de los sucesos de diciembre.

15 Octubre 1931

La república tendrá siempre el hombre que necesite

EL LIBERAL (Director: Francisco Villanueva)

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Si algo faltaba a nuestras constituyentes para acreditar su capacidad, ayer colmaron la medida entre cordiales  expresiones de patriotismo republicano, que inspiran las mayores esperanzas respecto al porvenir del nuevo régimen.

Nació nuestra segunda República asistida por los cuidados de un gran patricio, en el que no se supo que admirar más, si su talento de gobernante o la suprema bondad, la lealtad, la abnegación austera al servicio del bien público. D. Niceto Alcalá Zamora lo llenaba todo con su actividad sin límites. El fue el Gobierno antes de las constituyentes. Y luego de ellas fue también el Parlamento, en forcejeo constante con los grupos parlamentarios más rebeldes.

Cuando se sintió cansado, agotado maltrecho, empezó a rendirse. El angustioso incidente que provocó con su dimisión en el debate sobre la propiedad, no fue otra cosa sino un síntoma que hizo temer por la ecuanimidad de su juicio, tan ponderado siempre.

Para el juego libre de la democracia organizada y constituida en el Parlamento, no hay conflicto ineludible. La República tendrá siempre el hombre que necesite.

  1. Niceto Alcalá Zamora insistió en su dimisión al conocer la votación del a cuestión religiosa y comprobar por ella que había un abismo entre la ideología de la Cámara y la suya.

No podía hacer otra cosa, y lo hizo con la misma abnegación de siempre, con igual lealtad para´el para con los demás, con el mismo sacrificio que es la tónica de su conducta. Debía dimitir y dimitió.

¿Qué hacer en tan crítica situación? Estaba todo hecho. Bastaba pasar la vista por el Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes para encontrar la solución al problema que se había planteado. Allí hay un discurso pronunciado la víspera. Con aquel discurso había nacido en el momento crítico el nuevo gobernante. Era D. Manuel Azaña, un intelectual, un ateneísta, un hombre de letras. Sin otros titulares venía desempeñando el ministerio de la Guerra y era la figura más destacada del Gobierno provisional. Su popularidad en la calle corre pareja con sus adhesiones en el Parlamento.

Continúa el mismo Gobierno, sin más que la incorporación del Sr. Giral para cubrir la vacante que dejó don Miguel Maura, otra baja sensible, que merecía los honores que se le tributaron al dar cuenta de ella. Continúa el mismo Gobierno; pero más homogéneo, porque ahora es todo él de izquierda, a imagen y semejanza de las constituyentes… El mismo Gobierno que viene a gobernar en republicano, para los republicanos y para los que no lo son. Un Gobierno que viene a hacer una República que sea respetable, que merezca el respeto de todos: pero que se hará temer si alguien levantara la mano contra ella…

Levantándola están los extremistas de una y otra banda. Es preciso que el nuevo Gobierno despeje pronto el horizonte de la paz pública.

15 Octubre 1931

Ante el segundo Gobierno de la República

AHORA (Director: Luis Montiel)

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La dimisión de Alcalá Zamora y Maura que ha provocado la primera crisis ministerial de la República es consecuencia natural de la votación de ayer. Los dos representantes del elemento moderado en el Gobierno de coalición republicana han creído que no podían continuar colaborando con los demás ministros desde el momento en que la Constitución abandona el espíritu de transigencia en el que debiera inspirarse, para convertirse en un Código partidista. Su impotencia parlamentaria no les permitió hacer una oposición eficaz que frenase el radicalismo del resto de la Cámara, y no vieron otra solución que la de abandonar el Gobierno.

Ahora que han dejado el Poder podemos elogiar más desembarazadamente la conducta abnegada de estos hombres republicanos sinceros, que con su presencia en el Gobierno creyeron poder servir de contrapeso a las demás fuerzas extremas. Lo que hizo que su acción no hubiera tenido la eficacia debida fue el error de las derechas, que no tuvieron sentido político para comprender que su salud estaba en agruparse bajo la bandera de estos dos hombres y fortalecerlos. A ello contribuyó no poco la desdichada de parte de la Prensa moderada que desde el primer momento puso todo su empeño en desacreditar a Alcalá Zamora y a Maura, y que en vez de ayudarles se esforzó en denigrarles y combatirlos. No quisieron comprender que dentro de la República las derechas eran una fuerza con la que había que contar, mientras que apartadas del régimen, hostilizándolo y hostigándolo, su labor tenía que ser negativa y estéril.

La crisis ha tenido un desenlace rápido, y el nuevo Gobierno se ha constituido sin dificultades. No ocultamos que comienza ahora un periodo delicado. Desembarazado de los dos representantes del elemento moderado, el Gobierno corre el peligro de dejarse arrastrar por el radicalismo. Falto de freno que significaban los dos ministros salientes, ¿acentuará la nota extremista, dificultando la convivencia de las clases socialmente conservadoras en la República? Esperamos que no. Bastante dividida y enconada está ya España para que pueda pensarse aún en acentuar la división y el encono. Piense el Sr. Azaña al ponerse a gobernar que en el punto a que hemos llegado no se sirve a la patria ni se pasa a la Historia dando unos manotazos audaces y certeros, sino consagrándose a una penosa tarea de coordinación y ensamblaje. Estamos llegando al límite de los radicalismos que caben dentro de una República democrática como la que quiso una gran parte de España y consintió la otra. En algún punto ese límite ha sido ya rebasado. ¿Vamos a seguir arrastrados por el halago o la presión de las masas rebeldes, en pos de radicalismos y odios de casta que no caben en el contenido de la pura forma democrática? Para seguir siendo revolucionarios ¿vamos a pedir sugestiones a otro tipo de revolución bien distinto de la revolución que quiso España? El jefe del nuevo Gobierno tiene la palabra.

15 Octubre 1931

Editorial

ABC (Director: Juan Ignacio Luca de Tena)

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La Constitución, que todavía es un proyecto, está solemnemente denunciada, bajo el entredicho formidable de una oposición cuya autoridad no pueden discutir los republicanos. Es el fundador de la República quien desde ayer alza bandera contra la Constitución; contra el proyecto ahora, para combatirlo abiertamente, y después contra la ley, en campaña de revisión. Para lo cual el Sr. Alcalá Zamora ha tenido que abandonar la presidencia del Gobierno. A los seis meses de República en el mismo día de cumplirse este plazo de la proclamación deja de vivir el primer Gobierno y el principal caudillo de la revolución queda desplazado de la acción republicana; todavía con muchos respetos y homenajes, pero desplazado, vencido. Él trajo la República y ha querido servirla con pródigos esfuerzos; pero desde el primer día la República se ha ido a otras manos, ha seguido a otros hombres, ha preferido otras direcciones y se puede afirmar que para los republicanos el Sr. Alcalá Zamora había cumplido toda su misión el 14 de abril; sólo ha sido desde entonces un disidente resignado y contemporizador, deseoso de impedir excesos y de enmendar errores.

Hemos combatido rudamente al Sr. Alcalá Zamora. Nos pareció pasional e injusta su predicación contra la Monarquía, equivocada su evolución al republicanismo e impropia de sus antecedentes la gestión sediciosa a que estuvo entregado hasta el triunfo de la República. Pero debemos reconocerle y alabarle, precisamente ahora que está caído, cuando desde la Presidencia pasa a ser ciudadano particular, la probidad con que se ha conducido en el Gobierno, la consecuencia con que ha mantenido su significación, su lealtad con las masas electorales de abril, burladas por el izquierdismo republicano, que sin ellas y sin el Sr. Alcalá Zamora no habría logrado la victoria. Al Sr. Maura, que se ha mantenido en el Gobierno con la misma significación moderada y con la misma lealtad a sus compromisos, a quien también hemos combatido cuando era ministro, y que con el Sr. Alcalá Zamora sale del Poder en igual actitud también le tributamos por ella nuestro aplauso.

La crisis borra en el Gobierno un matiz que entretuvo la esperanza de algunas derechas y deja vía libre a las exaltaciones del radicalismo. No sabemos en qué puede contribuir a la consolidación de la República.

15 Octubre 1931

Un proceso revolucionario clásico

INFORMACIONES (Director: Juan Pujol)

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Dos aspectos plausibles pueden destacarse en la crisis ministerial que ayer se produjo: la rapidez con que se resolvió y la forma parlamentaria irreprochable en que se planteó y se dio por terminada ante la representación nacional. En punto a procedimiento, es verdad que tampoco había otro viable. El Parlamento había creado al Sr. Alcalá Zamora una situación insostenible, y el Parlamento tenía que resolver el conflicto provocado por su intransigencia. Y la solución adoptada tampoco ha podido sorprender a nadie teniendo en cuenta la composición de la Cámara y la oposición de los socialistas a que gobierne el Sr. Lerroux, aunque, eso sí, no le regateen los elogios cuando renuncia generosamente a la mano de doña Leonor.

¿Cómo va a gobernar el Sr. Azaña? En primer término como un hombre profundamente inteligente que es. Lo ha probado en el curso de estos seis meses de República en los que no han escaseado las dificultades. Pero ¿sabrá sobreponerse a sus apasionamientos de partido? La violencia de ciertos discursos suyos le ha granjeado una reputación de hombre terrible. Y no hay duda de que llegado el trance necesario sabría proceder con la máxima severidad. Por otro lado se trata de persona auténticamente culta, pasada y repasada por Europa, consciente de las responsabilidades que representa la alta función de gobernar a una nación como esta. Y algo más que el gran público ignora: de un hombre de fina sensibilidad, que antes de lanzarse al torbellino de la política había pasado muchos años en el estudio y en la emoción de España – de cuya historia sólo por boutade ha podido abominar – de su paisaje de su literatura, y de su pueblo pretérito y actual. Cosa distinta del energúmeno sin otra idea que el exterminio de los que no piensen como él.

Aunque gobierne con el apoyo de los socialistas el Sr. Azaña no lo es, ni su temperamento le permite someterse a la presión de los magnates de la Casa del Pueblo para destruir la riqueza creada, para subvertir el régimen social innecesaria e inútilmente, para demoler todo lo que existe por mero gusto de revolucionar. O más claro: es un político realista, formado en Francia, pero con un vivo sentido nacional, con un sincero patriotismo español.

Por eso no dejo de llamar la atención – aunque acaso fuera mero olvido por su parte – la omisión que hizo en su discurso de la discusión del Estatuto. Ya anoche mismo se comentó. Pero contando como parece que cuenta, para gobernar con la izquierda catalana, no es probable que entre en su intención – y en todo caso no entrará en la de estos auxiliares suyos – aplazar la solución del problema catalán.

Ahora, eliminados los Sres. Alcalá Zamora y Maura, la revolución sigue el proceso clásico de todas, que es el de devorar a los que las inician y las hacen viables y evolucionar cada vez más hacia la izquierda. Ayer se decía – bien injustamente, por cierto – que la salida de ambos ministros era la de los dos últimos monárquicos que se habían instalado en la República. Como ninguno de los dos tenían votos en el Parlamento y es problemático que los tengan ahora fuera de él, el vigor parlamentario de la República no disminuye. Y en cambio gana su libertad de movimientos, antes embarazada por la presencia de quienes eran freno  constante para lo demagógico. La mezcla republicanosocialista se purifica ahora de elementos extraños, difíciles de asimilar. La nave republicana arroja un lastre. Y esto no se dice aquí, naturalmente, en desdoro de los Sres. Maura ni Alcalá Zamora; a veces, para facilitar la navegación de un navío, se arrojan de él cosas de gran valor.

15 Octubre 1931

Vía libre a las izquierdas

LA NACIÓN (Director: Manuel Delgado Barreto)

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Desde ayer, España tiene un Gobierno de significación radical y anticatólica. La dimisión de los Sres. Alcalá Zamora y Maura deja vía libre a la política de izquierdas.

Preside este Gobierno el Sr. Azaña; es decir el hombre más frío de la situación. Indudablemente, hay que reconocerle al Sr. Azaña un temperamento que no parece español en sus exteriorizaciones. Ni siquiera latino. Reservado y voluntarioso, el Sr. Azaña llega a los objetivos y logra sus grandes equivocaciones al conjuro de su energía impenetrable.

No nos entregamos a una obra de negaciones estériles y rotundas. Queremos decirles a las derechas españolas, sin vaguedades, con toda claridad nuestra impresión. Y ella se traduce en una frase poco académica, pero gráfica y popular: el enemigo es de cuidado. La línea divisoria entre los designios de la República y las tradiciones nacionales es ya tan gruesa que suponemos saldrán de su error los que creyeron posible colaboración fecunda.

¿Qué España es católica? ¿Qué hay en España unas masas conservadoras de fuerza indiscutible? ¿Qué por eso mismo no podrán prevalecer los extremistas? Indudablemente ni la fe se agotó ni la conciencia religiosa del país ha desaparecido. Sin embargo, la fuerza máxima es la que se destaca en los hechos que están a la vista. Hace seis meses durante las elecciones y antes bajo la Dictadura, hubo en España y lo subrayamos entonces, una dejación de las derechas, un indiferentismo y una laxitud de las clases conservadoras que abandonaron la Prensa y todos los medios de educación, de dirección ciudadana y eso lo están pagando caro y lo pagarán más caro aún si tardan en organizarse y movilizarse para una acción activa, intensa y legal.

No se espere ahora que recojan esta bandera los gobernantes dimitidos. Conviene ir arrinconando la preocupación de las figuras directoras. Las derechas organícense para actuar intensamente dentro de la ley, que ya surgirán voces de mando. Si España es católica, no dejará de serlo porque se diga lo contrario donde se diga. Si lo es de verdad, fervorosamente, procurará que las leyes reflejen sus convicciones.

Ha dicho el Sr. Azaña que se propone gobernar para todos los españoles; pero ya el artículo 24 nos divide y crea, como dijo D. Basilio Álvarez, los ciudadanos de tercera. El simple cambio de personas no mejora la situación. La crisis o mejor, la solución de la crisis que pudo al menos aprovecharse para buscar un ministro de Hacienda y un ministro de Fomento, ni resuelve nada de lo planteado ni abre la esperanza a rectificaciones necesarias. La crisis, en cambio ahonda las divisiones existentes. Queda vivo un Parlamento unilateral. La retirada de los católicos entrega a los diputados constituyentes que quedan sin contradicciones, la responsabilidad absoluta de la obra constitucional. Y ello es gravísimo.

‘La República es de nosotros’ dijo el Sr. Jiménez Asúa. Y, en efecto, ya no es posible que esa afirmación la discuta nadie. Pero que no abusen del Poder, porque la razón vencerá al fin.

15 Octubre 1931

Azaña, en el poder

EL SOL (Director: Manuel Aznar Zubigaray)

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El día 13 de septiembre, ante la Asamblea nacional del partido de Acción Republicana, el entonces ministro de la Guerra y hoy jefe del Gobierno pronunció un discurso que singularizaba por sí una figura. Al comentar aquel discurso aventuramos un vaticinio al que queremos aludir.

Don Manuel Azaña – decíamos más o menos – infunde realidad al aforismo: “Nuestros actos nos siguen”. A él le siguen desde ahora sus palabras de acero y su impulso autoritario. Tendrá pocos diputados; pero este hecho es de orden accesorio ante la voluntad de mando, la voluntad y la aptitud categórica del orador.

Desde la Asamblea nacional el Sr. Azaña acaudilla a las izquierdas españolas. Es el jefe irremplazable a quien le ha llegado su hora.

“El arte de gobierno – había afirmado D. Manuel Azaña – no consiste en un saber cualquiera, sino en saber lo que se quiere y en saber hacer lo que se quiere. Este es el secreto del mando, como es el secreto del arte.

En el gobernante y en el artista, el primer rango ha pertenecido y pertenecerá siempre a la creación. Una voluntad creadora es la que debe ponerse en juego”.

Esta voluntad, arco tengo hacia el futuro, era, según nuestro vaticinio, la del jefe de Acción Republicana. Con su discurso de anteayer en el Parlamento el Sr. Azaña tomó el Poder para duplicarlo. Esto no es ni remotamente tomar el bien, que en este caso no es la dicha, dnde se halle. El gobernante, aun propendiendo a la presa más que al deliquio, premedita susteramente sus resoluciones. Lo de menos era anteayer para el Sr. Azaña justificar la persecución de una orden que ha acampado – como dijo Láinez – milicias de Cristo para la gran guerra del espíritu.

El rigor de España no tiene par en los rigores de otro linaje en verdad, del regalismo y el jansenismo del siglo XVIII, en que la enciclopedia aguza las ‘confabulaciones de la internacional de privados’, los Choiscut  o los Tanucci, los marqués de Pombai o los Aranda.

Lo que justificada más bien el ministro de la Guerra era una doctrina que ha encarnado en algunos hombres de Europa. Esta doctrina es de la autoridad implacable, que se alza allí donde se cuarten los dogmas del liberalismo humanitario.

No nos engañemos. En los dos discursos del Sr. Azaña palpitan la claridad, rigor dialéctico y la entereza. Quiere el orador adoctrinar con palabras que emulen, en precisión de filos y en frialdad a los instrumentos de la cirugía. Este es un estilo que Europa viene conociendo estos años últimos.

Sin que seamos, ni mucho menos, insensibles al pundonor y a la gentileza moral con que los Sres. Alcalá Zamra y Maura han inmolado sus posiciones de gobierno a la fe, en la actitud del Sr. Azaña la que absorbe en estos momentos nuestras preocupaciones.

El nuevo jefe de Gobierno provisional dijo al tomar posesión de la presidencia:

“Estamos seguros de que la República será respetada; pero de no serlo, sabríamos hacer que fuera temida”.

Fue el Sr. Azaña, y lo será más cada día, y éste  sea nuestro segundo vaticinio, fiel a su doctrina de la autoridad y a su temperamento.