6 octubre 1969

Antes que él habían sido asesinados los mandatarios Lumumba (Congo), Olympo (Togo), Ironsi (Nigeria), Ngendandunwe (Burundi), Verwoerd (Sudáfrica) y Azzedine Bey (Túnez)

Nuevo magnicidio en África: el presidente de Somalia, Ali Shermarke, asesinado a balazos por un desconocido

Hechos

El 15.10.1969 el presidente de Somalia, Alí Shermarke, fue asesinado por disparos.

El Análisis

Ola de magnicidios en África

JF Lamata
El 15 de octubre de 1969, el presidente de Somalia, Abdirashid Ali Shermarke, fue asesinado a tiros por uno de sus propios guardaespaldas en Las Anod, al norte del país, mientras realizaba una visita oficial. Shermarke, de 50 años, fue un líder clave en la Somalia postcolonial, primer ministro de 1960 a 1964 y presidente desde 1967, representando al Somali Youth League (SYL). Su muerte, apenas nueve años después de la independencia de Somalia, desencadenó una crisis política que culminó en un golpe militar el 21 de octubre, liderado por el general Mohamed Siad Barre, quien instauró un régimen comunista que marcó el destino del país por dos décadas. Este magnicidio, envuelto en misterios sobre sus motivos—desde venganzas personales hasta conspiraciones relacionadas con la Guerra Fría—, se inscribe en una ola de asesinatos políticos que sacudió África durante la descolonización, reflejando la fragilidad de las jóvenes naciones del continente.

Shermarke fue un líder democrático en un contexto frágil. Educado en la Universidad de Roma y miembro del SYL, promovió un gobierno parlamentario tras la independencia de Somalia en 1960, cuando el país unificó los territorios coloniales británicos e italianos. Como primer ministro y luego presidente, buscó una política exterior no alineada, viajando extensamente para equilibrar relaciones con Occidente y la URSS. Sin embargo, su gobierno no estuvo exento de críticas: las elecciones de 1969, marcadas por el dominio del SYL, enfrentaron acusaciones de fraude y corrupción, y las tensiones entre clanes—Shermarke pertenecía al clan Darod—socavaron la estabilidad. Su asesinato, atribuido oficialmente a un guardaespaldas por motivos personales, ha sido objeto de especulaciones sobre una posible orquestación por parte de Siad Barre o incluso intereses soviéticos, dado el giro comunista posterior. El golpe de Barre, seis días después, abolió el parlamento, suspendió la constitución y encarceló a líderes como el primer ministro Egal, instaurando la República Democrática Somalí, un régimen socialista alineado con la URSS que prometía reformas pero derivó en autoritarismo, represión de clanes rivales y un culto a la personalidad.

El asesinato de Shermarke no fue un hecho aislado, sino parte de una serie de magnicidios que asolaron África en los años 60, reflejando las tensiones de la descolonización. En 1961, Patrice Lumumba, primer ministro del Congo, fue asesinado con complicidad belga y estadounidense, desestabilizando al país en plena Guerra Fría. En 1963, Sylvanus Olympio de Togo fue muerto en un golpe militar, el primero en África postcolonial. En 1965, Pierre Ngendandumwe de Burundi fue asesinado en un contexto de rivalidades étnicas hutu-tutsi. En 1966, Johnson Aguiyi-Ironsi de Nigeria cayó en un contragolpe que exacerbó las divisiones étnicas, mientras que Hendrik Verwoerd, el arquitecto del apartheid en Sudáfrica, fue apuñalado ese mismo año por motivos más individuales. En Túnez, el asesinato de Azzedine Bey se suma a esta lista de líderes eliminados en un continente donde las luchas por el poder, las divisiones étnicas, el legado colonial y las interferencias extranjeras frustraron las esperanzas de estabilidad. En este octubre de 1969, la muerte de Shermarke no solo entierra la frágil democracia somalí, sino que subraya un patrón trágico: en África, la independencia trajo libertad, pero también un torbellino de violencia política que amenaza con devorar a sus nuevas naciones
JF Lamata