21 noviembre 2022

Pifia monumental de Ana Pardo de Vera, que negó en Mediaset que Roures estuviera implicado para pasar a reconocerlo 24 horas después

Pablo Iglesias y Jaume Roures anuncian la creación de CANAL RED: un canal ‘todo opinión’-‘todo tertulias’ con sesgo de izquierdas imitando el estilo de 7NN, El Toro TV o Libertad Digital

Hechos

El 21 de noviembre de 2022 D. Pablo Iglesias Turrión anuncia la puesta en marcha de un canal de televisión en Internet llamado CANAL RED.

Lecturas

LA PIFIA DE ANA PARDO DE VERA: DE NEGAR QUE ROURES ESTÁ IMPLICADO A RECONOCER QUE ES EL IMPULSOR.

El 22 de noviembre de 2022 Dña. Ana Pardo de Vera, directiva del digital PÚBLICO y, por tanto, empleada de D. Jaume Roures, negó en el programa de Mediaset ‘Todo Es Mentira’ que su jefe tuviera nada que ver con el proyecto del CANAL RED. A las pocas horas desmentía sus propias palabras y reconocía en Twitter que el Sr. Roures era el impulsor del canal Red.

LINCHAMIENTO EN REDES CONTRA LOS ‘EX AMIGOS’ VALLÍN Y MAESTRE.

Los ‘pablistas’ siguen atacando en redes socialistas a los periodistas D. Antonio Maestre y D. Pedro Vallín, que han pasado de ser considerados amigos de D. Pablo Iglesias a sus críticos.

D. Antonio Maestre comentó en un tuit que le parecía ‘brutal pedir un crowdfunding para Jaume Roures’, mientras que D. Pedro Vallín aseguró que la campaña de D. Pablo Iglesias contra medios de comunicación contra los medios de comunicación progresistas como LA SEXTA era una estrategia para despejar el terreno para su CANAL RED.

PATRICIA LÓPEZ (CRÓNICA LIBRE) CRITICA QUE IGLESIAS PIDA DINERO TRAS HABER BOICOTEADO A ‘LA MAREA’.

Dña. Patricia López, exempleada del diario PÚBLICO y, por tanto, exempleada del Sr. Roures, que ahora dirige su propio digital, Crónica Libre, también se ha mostrado contraria al Canal Red de sus excamaradas.

27 Noviembre 2022

ASÍ FUNCIONA LA MÁQUINA DEL FANGO DE PABLO IGLESIAS

Rodrigo Terrasa

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Felipe González es como una sombra siniestra de lo que representó para este país», dice frunciendo el ceño. «Ya ha sido presidente, está forrado de pasta… Y, sin embargo, tiene la necesidad de salir, de decir, aunque ponga en riesgo a su propio partido…. O lo de Aznar… Ahora sale con el rencor para meterse con Rajoy… Son como drogadictos que necesitan tener esa presencia pública». «Yonquis del poder», le interrumpe el presentador. «Yo no quiero tener nada que ver con eso. No me gusta».

La escena es del 14 de octubre de 2015. El presentador en cuestión es Risto Mejide y sentado frente a él en un sofá chester de piel marrón está, ceño fruncido, camisa blanca y coleta larga, Pablo Iglesias Turrión, entonces secretario general de Podemos y candidato a las elecciones generales que se celebrarían dos meses después.

Han pasado siete años desde entonces, varios programas de televisión, una coleta, cuatro elecciones generales y unos cuantos Consejos de Ministros. Y aquel profesor universitario que renegaba de los ex presidentes del Gobierno adictos a la exposición pública es hoy un ex vicepresidente del Gobierno con un blog en el diario vasco Gara, una columna en la revista Contexto y otra en el periódico catalán Ara. Es tertuliano en la Cadena Ser y en Rac1. Publica unos 10 o 12 tuits los días flojos, tiene un podcast que graba de lunes a jueves y acaba de anunciar la creación de su propia televisión.

Hay pocos fenómenos comparables al suyo en la historia de la política y de la comunicación en nuestro país.

«Los españoles ruegan a Pedro Sánchez que le vuelva a dar un cargo, el que sea, a Pablo Iglesias porque está inaguantable», ironizaba hace unos días el diario satírico El Mundo Today tras publicar una falsa tribuna que se titulaba «¿Está Pablo Iglesias extralimitándose aceptando colaboraciones en demasiados medios?». La tribuna, claro, la firmaba Pablo Iglesias.

El ex líder de Podemos (pongan lo de ex entre comillas) anunció el pasado lunes el lanzamiento de una campaña de crowdfunding para financiar la puesta en marcha de su propio canal de televisión en internet -Canal Red, se llamará-. Lo hizo apenas un año después de poner en marcha su propio podcast -«un puto podcast», dijo él-. Y sólo 18 meses después de abandonar la política (pónganle también todas las comillas que quieran al verbo abandonar).

Perdonen que volvamos a la irresistible hemeroteca de El Mundo Today, pero a veces todo se explica mejor desde el absurdo. El titular sólo 24 horas después de su anuncio decía: «La nueva televisión de Pablo Iglesias arrancará con un especial sobre Pablo Iglesias presentado por Pablo Iglesias con entrevistas a Pablo Iglesias y coberturas en directo de Pablo Iglesias».

Yo, mí, me, con Pablo.

¿Qué lleva a todo un ex vicepresidente del Gobierno a convertirse en un omnipresente tertuliano, un tuitero compulsivo, un implacable podcaster y un obsesivo opinador de la actualidad? ¿Qué hay detrás de los nuevos planes de uno de los políticos más astutos y maquiavélicos de la historia reciente de nuestro país? ¿Para qué necesita Pablo Iglesias una televisión? ¿Se ha convertido él también en un yonqui del poder?

Nos habría encantado preguntarle a él mismo por sus intenciones, pero Iglesias no aceptó hablar con EL MUNDO. Así que no nos queda más remedio que acudir a La Base. Así se llama su podcast diario. Lo empezó a grabar a finales del pasado mes de enero en los estudios que tiene en la Gran Vía de Madrid la redacción del periódico Público, propiedad del poderoso empresario catalán Jaume Roures, mecenas de casi todos los proyectos en los que se embarca el (ex) político.

El pasado miércoles, Pablo Iglesias explicó en antena el objetivo del último de esos proyectos. «Canal Red -aseguró- nace con la voluntad de alterar la correlación mediática de fuerzas y de que haya productos audiovisuales rigurosos y de calidad con valores de izquierdas. Así de simple».

Pero, ¿es realmente así de simple? Porque casi nada es tan sencillo en el cosmos de Pablo Iglesias.

El politólogo Ramón Espinar, ex diputado y ex senador de Podemos y una de las voces más críticas con la deriva del partido en los últimos tiempos, lo resumía así en Twitter: «El ‘puto podcast’ fue el banco de pruebas de una estrategia empresarial, política y mediática de largo alcance: desarrollar una izquierda trumpista en España. Una tele que te contará ‘lo que no quieren que sepas’ con tu dinero, el de Roures y el de Podemos, claro».

«El proyecto no es frenar a ninguna derecha», seguía Espinar. «La clave es desarrollar un espacio político en el que lo que queda de lo que fue el pablismo dentro de Podemos pueda representar una alternativa institucional y de impacto cultural».

¿Ven como no era tan simple?

Lo cierto es que desde que abandonó el Consejo de Ministros, Iglesias ha utilizado todos sus altavoces mediáticos para seguir controlando su partido, para influir en el Gobierno, manejar las batallas internas a la izquierda del PSOE, organizar campañas contra medios de comunicación, señalar a periodistas y mantenerse siempre bajo los focos de atención. Él, como en aquellas papeletas en las europeas en el año 2014, sigue siendo la cara de Podemos.

«Es asombroso que una persona como él, cuyo fracaso es tan grande como la gesta que consiguió, siga siendo un líder capaz de remover los cimientos de su espacio político cada vez que habla», asegura Lucía Méndez, analista política de EL MUNDO. «No hay proporción entre lo que representa hoy Iglesias y la zarabanda que provoca cuando abre la boca».

Para entender qué pasa por la cabeza (y la boca) de Pablo Iglesias y por qué sigue siendo tan influyente hay que rebobinar un poco más. Un día de noviembre del año 2010, hace ahora 12 años -que parecen 120-, un profesor de Ciencias Políticas de la Complutense y uno de sus investigadores más aplicados escribieron un artículo en una web llamada Rebelión en el que advertían: «Participar en la lucha ideológica del siglo XXI obliga a generar productos políticos capaces de funcionar en el medio audiovisual». Firmaban el profesor Pablo Iglesias Turrión y el investigador Íñigo Errejón Galván. ¿Les suenan? Aquel artículo fue el primer mensaje que Iglesias publicó en Twitter. No lo compartieron entonces ni 20 personas, pero aquel texto marcaba el camino.

«Iglesias siempre entendió muy bien la parte nociva y la parte necesaria de los medios», apunta Toni Aira, profesor de comunicación política en la UPF-BSM. «Él fue un personaje mediático antes que un personaje político y lo que está haciendo ahora es la sublimación de su estrategia, la mutación de un partido político en un medio de comunicación. Él es un canal en sí mismo».

Pablo Iglesias tiene hoy casi tres millones de seguidores en las redes y está tratando de levantar su propio entramado audio-visual para esa «lucha ideológica del siglo XXI». Una red suficiente para sostener su proyecto a la espera de tiempos mejores.

«Lo que él está construyendo puede ser un medio de comunicación, pero lo que no es, desde luego, es un medio periodístico. Es sólo un órgano más del partido», rebate Antonio Maestre, uno de los periodistas que mejor conoce el universo de Podemos. «El objetivo de La Base y de su nuevo canal de televisión es tener un órgano de agitprop que le sirva para renovar el partido y reconstruir su discurso».

Es decir, Pablo Iglesias no se ha reconvertido en periodista igual que Teo García Egea se hizo criptogurú. Lo suyo no es un hobby de político jubilado. Su podcast y su futura televisión forman parte de una estrategia que sigue vigente. «Él sigue dirigiendo Podemos y no hay ningún proyecto en el partido al margen de lo que él diga», subraya Lucía Méndez.

El plan, según relatan fuentes de Podemos, tiene una vertiente política, otra mediática y una última vertiente comercial. «Poder, rencor y pasta». La primera pasa por seguir amarrando el control interno del partido que él fundó. La segunda, por influir en el relato público sobre sus movimientos. Y la tercera, por asegurarse un futuro económico aliado al multimillonario Jaume Roures.

Trataremos de reconstruir las tres patas a través de varias voces vinculadas a Iglesias, muchas de ellas anónimas por razones obvias. «Pablo sabe utilizar el miedo y tiene un ejército de fieles casi davidianos, con cero espíritu crítico, en el que nadie se atreve a cuestionar al líder porque automáticamente es sometido a una campaña de acoso brutal», explican desde la formación.

EL SALTO. Los hechos que convierten a un vicepresidente del Gobierno en una suerte de telepredicador arrancan en marzo de 2021 cuando Pablo Iglesias anuncia por sorpresa su salida del Ejecutivo de Pedro Sánchez para ser candidato en Madrid. Lo hace en un vídeo grabado desde el despacho de su Ministerio. Se presenta entonces como alternativa «antifascista» al gobierno de Ayuso y propone a la ministra Yolanda Díaz -sin consultarlo previamente con ella- como vicepresidenta segunda y futura candidata de Podemos.

«Pablo identifica entonces con total claridad que el ciclo político del 15-M está agotado y sabe que el final de ese ciclo es también su final como líder indiscutible de un espectro político y de toda una generación», analiza hoy Ramón Espinar. «Él sabe que su imagen está muy quemada, sobre todo tras el asunto de Galapagar, así que entrega a las bases de Podemos un martirologio que el partido vende como si Pablo fuera Braveheart. Alguien que lo sacrifica todo para frenar el fascismo en Madrid. Lo que consigue en realidad es polarizar las elecciones para beneficio de Ayuso y pegarse una hostia, pero su derrota se vende como un sacrificio personal. Yo me fui a perder por todos vosotros».

Tras su renuncia, la estrategia de Podemos pasa por sobrevivir en el Gobierno y fortificar los ministerios en manos del núcleo duro de Iglesias. Es decir, el Ministerio de Derechos Sociales, que hereda Ione Belarra, nueva secretaria general del partido, y el de Igualdad, que conserva Irene Montero. «Él deja a dos mujeres al frente del partido, pero están anuladas desde un punto de vista político», apunta Méndez. «Quien lidera siempre es él».

Sólo siete meses después de abandonar la política, Iglesias lanza un podcast. Lo hace bajo la cabecera de Público, donde ya presentó durante siete años un programa de entrevistas llamado La Tuerka. Desde La Base, el ya ex secretario general de Podemos analiza la actualidad, fiscaliza a los medios y marca las líneas rojas de su partido. «Se monta una herramienta mediática para Pablo con dos objetivos», apunta Espinar. «Poder masacrar a la oposición interna desde fuera del partido y ya sin ningún tipo de cortapisas. Y tener una fábrica de relatos hacia la militancia».

La Base es el primer experimento personal de la particular máquina del fango de Pablo Iglesias. El podcast casi ha alcanzado las 20 millones de visualizaciones en YouTube desde su estreno en enero de 2022, pero en Spotify, por ejemplo, ocupa el puesto 45 entre los programas más escuchados. Sin embargo, sus mensajes, amplificados por el propio Iglesias desde su cuenta de Twitter, sí logran influir en la agenda política. La primera entrega del podcast habla sobre «el poder mediático». No es casualidad.

«Cuando Iglesias es consciente del final de ciclo considera que la única manera de rearmarse ideológicamente pasa por configurar un nuevo enemigo externo. Ya no puede ser la casta, los poderes económicos y los políticos, porque su partido forma parte del Gobierno, así que elige a los medios de comunicación, que siempre han tenido, y eso es una evidencia, un discurso muy crítico con Podemos», sostiene Antonio Maestre. «Los ataques de la prensa al partido le sirven para consolidar ese argumento y esa construcción del enemigo sobre la que opera toda la dinámica de Iglesias».

La lista de adversarios de Podemos es inagotable. La real y la que produce la singular factoría de Iglesias. «Él siente que vale tanto como valen sus enemigos, así que todo el mundo lo es, incluso los suyos», dice Lucía Méndez. «Él sabe que buena parte de la sociedad le odia, pero ese odio a él le hace ser protagonista. Necesita enemigos para sobrevivir». Jueces, empresarios, políticos de uno y otro lado, los suyos y los de enfrente, el Rey, los medios de derechas, pero también de izquierdas. Usted, yo, Ferreras -por supuesto- y hasta el propio Maestre.

Los medios de derechas representan para él las cloacas del Estado y los de izquierdas son ahora su competencia directa, así que hay que ir contra todos.

«El necesita construir un discurso que justifique su fracaso político», explica César González Antón, director de Informativos de La Sexta, otra de las nuevas obsesiones de Iglesias, que pasó de ofrecerse como colaborador de Al Rojo Vivo y de lanzar todas sus campañas sentado frente a Eduardo Inda a presentarse ahora como una víctima del poder maléfico de Antonio García Ferreras retorciendo la videoteca a su antojo.

«Necesita presentarse ahora como víctima de fuerzas oscuras y, si quiere montar un medio de izquierdas que pretende ser el único representante de la izquierda pura y verdadera, tiene que laminar cualquier voz que tenga cierta autoridad en ese espacio», dice González Antón. «Le da igual que sea Ferreras, La Marea, elDiario o lo que sea».

La fórmula siempre es la misma: él señala y sus fieles actúan. «Es un comportamiento muy parecido al de la extrema derecha», analiza Marcelino Madrigal, especialista en redes sociales. «Y no es espontáneo».

«Cuando cualquier periodista con fuentes dentro del espacio de Podemos y cierto predicamento entre sus militantes cuenta algo que ellos no quieren que se haga público o que consideran que no beneficia a su estrategia, ese periodista pasa a convertirse en objetivo», comparte Maestre. «Forma parte de la estrategia de lanzamiento de su podcast y su nuevo canal: desacreditar a cualquier competidor dentro de su ámbito ideológico para controlar todo el relato sobre su partido. El fin último es que sólo puedas creerte aquello que viene del órgano del partido. Aquí está la única verdad y todos aquellos que dicen otra cosa es porque quieren acabar con Podemos».

Este mecanismo vale para cualquier periodista que discrepe, pero también para cualquier político que no obedezca las directrices del líder. Yolanda Díaz incluida. Aquí viene la segunda pata del experimento.

Cuando la nueva vicepresidenta del Gobierno decide abrir el abanico de posibles alianzas electorales y lanza su plataforma Sumar al margen de las directrices de Iglesias, se quiebra de nuevo la frágil paz interna en el espacio de Podemos. «Pablo designa a Yolanda como candidata, pero no construye ninguna legitimidad para ella, la deja a la intemperie. Cuando ella empieza a generar su propio relato, él sufre un ataque de cuernos tremendo», resume Espinar.

«Políticamente, Yolanda está muerta para él», admiten en su entorno. «Él prefiere tener sólo a tres diputados bajo control que 33 en manos de Yolanda».

Fuera de su búnker, sin embargo, las sensaciones son distintas. Yolanda Díaz es, según el CIS, la política mejor valorada del país. Irene Montero y Ione Belarra, por contra, son las ministras con peor nota de todo el Gobierno. Así que Podemos parte de una posición de debilidad para negociar cualquier alianza electoral con la vicepresidenta, que sigue trazando su estrategia personal sin ninguna prisa, consciente de que el tiempo corre a su favor. Ella guarda silencio, Montero y Belarra también, pero Iglesias ya no.

«Te hemos hecho ministra, te hemos hecha vicepresidenta. Respétanos», exige Pablo Iglesias desde su altavoz en la Cadena Ser.

De nuevo cada mención suya abre las hostilidades en la red. Busquen el nombre de Yolanda Díaz en Twitter junto a la palabra «traidora».

«Iglesias nombra a Yolanda para ver si ella pasa por el aro. Cuando comprueba que no, se desatan los movimientos contra ella», cuenta Lucía Méndez.

Mientras los sondeos dicen que el Gobierno de coalición se hunde y el PP aparece al frente de todas las encuestas, Pablo Iglesias respira tranquilo. Su relato funciona: sin mí, gobierna la derecha; la ultraderecha, incluso. Pero si el globo de Feijóo se deshincha y las cuentas en la izquierda sí suman, crece su inquietud. Una revalidación del Gobierno de coalición pero con Díaz al frente de su espacio político supondría la muerte definitiva del pablismo.

«Él se lanza contra Yolanda porque sabe que el mejor escenario para su proyecto personal es un gobierno de Feijóo con Vox, un gobierno fascista al que él puede enfrentarse como agitador social desde sus medios de comunicación», cuentan desde el partido. Iglesias sabe que meter a la ultraderecha en La Moncloa es la única manera de reeditar un 15-M que permita reimpulsar su marca. «Él ya no sueña con ser presidente del Gobierno, él sólo quiere ser como Losantos pero en la izquierda. Su televisión sería algo así como Intereconomía de los tiempos de Zapatero. Por eso necesita su nueva plataforma».

La idea inicial, explican en su entorno, era lanzar Canal Red mucho más adelante, pero la filtración de sus planes le obliga a precipitar el anuncio. Su intención era presentar su canal como la televisión de la gente, un proyecto financiado por los espectadores a través de una campaña de crowdfunding, que en realidad es pura cosmética. En apenas 24 horas consigue casi 200.000 euros, pero la cifra es una miseria para un proyecto audiovisual de verdad. La financiación real proviene de Jaume Roures, el empresario que fundó el diario Público en 2007 y que en 2012 cerró su edición impresa y despidió sin indemnización a la práctica totalidad de su plantilla mediante la aplicación de dos ERE. Roures es además dueño de Mediapro, empresa propietaria de los derechos televisivos del Mundial de fútbol de Qatar en España.

«Es incomprensible que Iglesias dedique casi todo su relato a criticar las contradicciones de los demás, pero no admita las suyas», critica Maestre. «Cuando La Base dedica un especial al Mundial de Qatar y habla del negocio del fútbol a costa de los derechos humanos se le olvida contar que los derechos televisivos de ese Mundial son de Roures».

Iglesias le defiende desde La Base: «Ojalá hubiera más empresarios como Roures, con todo lo que ello implica».

Según cuenta Público, las emisiones de Canal Red se iniciarán a principios de 2023, la señal llegará a través de YouTube (aunque la meta final es dar el salto a la TDT) y su parrilla albergará varios programas, entre ellos La Base, con Iglesias al frente, y En la frontera, presentado por Juan Carlos Monedero. «Hay diputados que ya están contactando con gente en el Congreso para que sean analistas y colaboradores en la nueva tele», admiten en el entorno del partido. «Todos en Podemos trabajan para él. Echenique no trabaja para los españoles, Echenique trabaja para Pablo Iglesias. El objetivo final desde el minuto uno siempre fue tener un medio de comunicación con una pata política para hacer activismo y es lo que está consiguiendo».

«Él es más feliz como agitador mediático que como vicepresidente del Gobierno. Y se le nota. Antes estaba siempre cabreado, avinagrado. La política le jodió la vida y de ahí viene buena parte de su rencor hacia el sistema, pero ahora está en su salsa», dice Lucía Méndez. «Es como el predicador de una secta, un comandante, un líder religioso con un poder mediático que no se puede discutir».

¿Descartamos entonces que la cara Pablo Iglesias vuelva algún día a las papeletas de Podemos?

«Yo no tengo ninguna duda de que volverá», sentencia Ramón Espinar. «Lo que él está construyendo es un movimiento milenarista. Su proyecto es él y se basa siempre en la segunda venida del profeta».

29 Noviembre 2022

EL ‘EJÉRCITO NORCOREANO’ DE PABLO IGLESIAS EN LAS REDES

Rodrigo Terrasa

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«Vosotros sois lo más eficaz, sois lo más importante que tenemos, y esto lo reconocen nuestros propios adversarios, que cuando se ataca a Podemos hay decenas, cientos, miles de personas que a lo mejor sólo tienen un teléfono móvil pero que están dispuestos a discutir tranquilamente sus ideas con otros en ese espacio».

Falta apenas un mes para Vistalegre II, el congreso llamado a definir el futuro de Podemos a principios del año 2017, y Pablo Iglesias se reúne con un grupo selecto de 300 «activistas» en las redes. «Vosotros, a quienes no llevan a la televisión, sois realmente los imprescindibles», les dice. «Sois las mejores brigadas moradas».

Han pasado más de cinco años, los arquitectos de la estrategia que convirtió a Podemos en uno de los partidos más eficaces en la comunicación en internet ya no siguen en el partido e Iglesias ya no lidera (oficialmente) la formación, pero él todavía conserva a buena parte de aquellas brigadas. Tan fieles como entonces.

«Pablo tiene a sus propios yihadistas», resume hoy el politólogo Ramón Espinar, ex diputado y ex senador de Podemos.

Hoy, la cuenta de Iglesias tiene más de 2.700.000 followers y la fidelidad que forjó su equipo hace cinco años se ha mantenido, pese a que el ex vicepresidente ya no ostenta ningún cargo.

Lo que antes eran las «brigadas moradas» hoy se conoce en el entorno de Podemos como «el ejército norcoreano» de Juanma del Olmo, director de Estrategia y Comunicación de la Vicepresidencia Segunda cuando Pablo Iglesias estuvo en el Gobierno y todavía mano derecha del ex secretario general de Podemos en la sombra. Él sigue manejando el mensaje.

«Ellos quieren seguir controlando el espacio político y para eso tienen que controlar el discurso. Ya está muy desarrollado que haya varias capas en ese mecanismo», explica Espinar. «Irene [Montero] no se pringa, Pablo [Iglesias] marca el territorio, pero intenta ser elegante. Monedero ya es menos elegante y suelta alguna barbaridad. Y las redes sociales se encargan del resto. Pablo marca y las redes muerden».

El método ha sido muy evidente en los últimos tiempos. Tanto en la batalla interna con Yolanda Díaz por dominar el espacio político a la izquierda del PSOE como en la guerra mediática que el propio Iglesias ha desatado desde que dejó la primera línea política para regresar a las tertulias.

«Pablo Iglesias utiliza Twitter como una especie de atalaya desde la que, por un lado, genera doctrina, señala el camino y la estrategia a seguir; y por otro, construye una nueva narrativa», explica Verónica Fumanal, experta en comunicación política. «Ya no puede explotar el mensaje de la casta, así que su nueva narrativa es vender que la izquierda verdadera es él. Adoctrina a sus seguidores y unge a quién merece o no estar en su categoría».

La novedad en su plan es que ya no sólo se dedica a atacar a los medios alejados de su línea editorial -las cloacas, para él- sino que también apunta a quienes considera su competencia empresarial ahora que planea dedicarse a la comunicación de la mano del multimillonario empresario Jaume Roures.

«Los mayores enemigos para controlar el relato son los que operan en tu mismo espacio. Por eso Iglesias necesita desacreditar a cualquier competidor», explica el periodista Antonio Maestre, colabo-rador en elDiario, La Sexta o La Marea. «Consigue que mucha gente se autocensure, porque decir algo en contra del discurso oficial implica una campaña de acoso, descrédito y difamación por parte de los militantes en red que manejan».

Veamos un ejemplo de este mismo domingo. Con motivo del inminente lanzamiento de su nuevo canal de televisión, EL MUNDO publicó un amplio reportaje sobre la nueva estrategia de Pablo Iglesias desde que abandonó el Gobierno con el testimonio de varios periodistas. Desde su cuenta de Twitter, Iglesias no sólo trató de desacreditar a todos ellos, también atacó a cualquier otro periodista que compartiese el artículo.

«Que una directiva de elDiario elogie esta basura contra Canal Red me parece una falta de respeto, no ya a los lectores, sino al propio periodismo que se dice crítico e independiente. Ya está bien», tuiteó Iglesias para censurar un mensaje de la periodista María Ramírez, subdirectora de elDiario. Lo que vino después fue una avalancha de insultos, amenazas y comentarios machistas contra Ramírez y decenas de mensajes animando a darse de baja como suscriptores de su medio.

Según el experto en redes sociales Marcelino Madrigal, el comportamiento de Iglesias y los suyos «es muy parecido al de la extrema derecha». «Iglesias reparte carnés de progresistas y legitima las campañas de acoso con una mera mención, una respuesta o un mensaje. No hay piedad».

Muchos de esos «activistas» de Iglesias tienen además una particularidad. Pese a ser usuarios anónimos en su mayoría, tienen algo en común: a buena parte de ellos les sigue el propio Pablo Iglesias. «Es su manera de darles autoridad», apunta Madrigal. Como la particular verificación de Iglesias en Twitter. «Saben que les sigue un tipo con dos millones de seguidores y se vuelcan para conseguir su aprobación. Se genera una adicción al like o al retuit de Pablo».

La maquinaria, explican fuentes cercanas a Podemos, ya no sigue el rigor de los primeros años de la formación. No hace falta argumentario. Hoy todo es más espontáneo. Son devotos de verdad, ni siquiera bots. «Diga lo que diga Iglesias, su gente sale a defenderlo, aunque sea tan disparatado como decir que Maestre es un fascista», añaden esas fuentes.

Es lo que Fumanal llama la «generación de ficciones» de Pablo Iglesias. «Necesita generar el espejismo de que tiene una influencia social que ya no tiene. Twitter no es la sociedad real».

¿En qué se diferencia estas campañas de otras muchas que hemos visto antes en el terreno político? «La particularidad es que algo así jamás lo había hecho un ex vicepresidente del Gobierno», dice Fumanal. «Cuando alguien asume un papel institucional debe saber cuál es la hipoteca que debe pagar después y creo que Iglesias todavía no es consciente de eso… Algún día se dará cuenta».