27 junio 2023

Las entrevistas más tensas, las de 'El Hormiguero' y 'El Programa de Ana Rosa', señalados por Pedro Sánchez como programas que están 'en campaña contra él'

Pedro Sánchez realiza un maratón televisivo de campaña electoral que incluye los espacios ‘El Hormiguero’ y ‘El Programa de Ana Rosa’ considerados detractores de su Gobierno

Hechos

  • El 27.06.2023 D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón (PSOE) fue entrevistado en el programa ‘El Hormiguero’.
  • El 28.06.2023 D. Alberto Núñez Feijoo (PP) fue entrevistado en el programa ‘El Hormiguero’.

Lecturas

El 19 de junio de 2023 D. Pedro Sánchez es entrevistado en ‘Más de Uno’ de la cadena Onda Cero (Atresmedia) por D. Carlos Alsina. La entrevista es tensa dado que el Sr. Alsina acusa a D. Pedro Sánchez en su cara de ser un político mentiroso que no cumple su palabra.

El 20 de junio de 2023 D. José Miguel Monzón ‘Gran Wyoming’ entrevistó en su programa ‘El Intermedio’ (producido por Mediapro para La Sexta de Atresmedia) al presidente D. Pedro Sánchez. La entrevista fue amable, con intercambio de bromas entre ambos, y permitiéndole presentarse como una víctima de campañas mediáticas.

El 25 de junio de 2023 D. Pedro Sánchez es entrevistado por el programa ‘Lo de Évole’ (producido y presentado por D. Jordi Évole para La Sexta de Atresmedia). La entrevista fue amable y el periodista presentó al Sr. Pedro Sánchez como ‘una víctima de una campaña mediática en su contra’.

El mismo 25 de junio de 2023 D. Pedro Sánchez es entrevistado en el digital INFOLIBRE, considerado un digital afín al PSOE, por D. Daniel Basteiro y D. Antonio Ruiz Valdivia. Los entrevistadores presentan al Sr. Pedro Sánchez como ‘una víctima de la derecha mediática’.

El 26 de junio de 2023 D. Pedro Sánchez es entrevistado en el programa ‘Hora 25’ de la Cadena SER por D. Aimar Bretos. La entrevista es amable, (la Cadena SER es considerado un medio afín al PSOE) y le permiten que se presente como una víctima de una campaña de medios de comunicación rivales.

El 27 de junio de 2023 D. Pedro Sánchez es entrevistado por D. Pablo Motos en ‘El Hormiguero’ de Atresmedia (que presenta y coproduce el propio Sr. Motos). En la entrevista hubo momentos de debate, dado que el Sr. Motos negaba la teoría de que el presidente del Gobierno fuera víctima de una campaña mediática enumerando los medios afines de los que dispone (citó expresamente a la SER, EL PAÍS, TVE, La Sexta, PÚBLICO, ELDIARIO.ES e INFOLIBRE).

El 4 de julio de 2023 D. Pedro Sánchez es entrevistado en ‘El Programa de Ana Rosa’ de Mediaset (presentado y producido por Dña. Ana Rosa Quintana). La entrevista fue tensa, dado que aunque antaño la Sra. Quintana se presentaba como transversal, desde 2020, su programa se ha situado editorialmente contra el Gobierno de coalición que preside D. Pedro Sánchez, causando que fuera una entrevista-debate.

El 21 de julio de 2023 D. Pedro Sánchez es entrevistado en TVE, en el programa ‘La Hora de la 1’, por Dña. Silvia Intxaurrondo (considerada afín al PSOE) y D. Marc Salas. En la entrevista D. Pedro Sánchez reitera su mensaje de ser una ‘víctima de una campaña mediática’.

CRÍTICAS DESDE LOS MEDIOS:

Las entrevistas fueron muy criticadas desde los medios de comunicación. Fue especialmente llamativa la de D. Idafe Martín Pérez, en EL PAÍS, porque sólo criticó las entrevistas contrarias a D. Pedro Sánchez (las de D. Carlos Alsina, Dña. Ana Rosa Quintana y D. Pablo Motos) por considerar que no habían preguntado ‘los temas que de verdad importaban a los españoles’, mientras que omitió cualquier crítica a las entrevistas favorables. 

25 Junio 2023

Después de lo de Évole, queremos ver cómo Ana Rosa blanquea a Sánchez

Íñigo Domínguez

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En el programa de La Sexta el presidente anuncia una especie de ‘Kamikaze Tour’ por medios hostiles en una última cruzada por “pinchar la burbuja del sanchismo” como concepto y los estereotipos de malvado de la derecha

Pedro Sánchez ha pasado al contraataque, y por sus narices que quiere ganar las elecciones a base de salir en la tele, en la radio, y hasta en la carta de ajuste si hace falta. Cualquier día pones el canal ese que solo es un acuario, para dar ambiente, y aparece por ahí buceando. Quizá sobrevalore el poder de los medios, o el suyo propio. Quiere explicarse, hacer ver que no es tan malo, que no es robótico, que tiene su corazoncito, destruir la caricatura de supermalvado de la derecha. Ese fue el gran tema de fondo de la entrevista de la noche de este domingo con Jordi Évole: quiere “pinchar la burbuja del sanchismo” (ese palabro) como concepto. Es un combate contra una percepción, contra reloj.

Siete años después de su primer encuentro en un bar, cuando le acababan de echar del PSOE, este de ahora, cuando teme que le vuelvan a echar, pero de Moncloa, fue en Casa Labra, bar histórico del centro de Madrid. “Aquí se fundó el PSOE”, le dijo Évole, y se lo tuvo que decir dos veces, porque el presidente insistía en hablar de sus croquetas. Se pasaba de coloquial. Luego dijo que frente al fundador, Pablo Iglesias, “el resto somos pigmeos”. También se pasó de humilde, de tan humano que quiere parecer. Aprovechó para colar cómo “esos poderes establecidos capaces de hacer cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder” ya conspiraban contra el fundador, igual que contra él, aunque hombre, un poco poder establecido él ya es, con lo que le ha costado.

Pero Évole pasó enseguida al usted y a las preguntas serias, le cortó en cuanto empezaba con el piloto automático (“ya veo que usted viene a tope con el argumentario”) y le dijo que quería una entrevista distinta, porque ya llevaba muchas. Lo cierto es que le salió. Incidió en aspectos, digamos, de idiosincrasia de Sánchez, que son la clave del asunto, porque es lo que más fastidia a los que le detestan. Se centró en el personaje. Sobre todo, en la imagen de sus contradicciones, de su frialdad táctica, esas cualidades malévolas. Por eso la entrevista estuvo bien, e imagino que a Sánchez también se lo pareció porque pudo explicar lo que nunca explica (a veces es inexplicable, y con lo del Sáhara y Marruecos volvió a sufrir) o no le creemos cuando lo hace.

Sánchez definió enseguida el marco de juego, “una estrategia trumpista” contra él que tiene tres frentes, y enumeró: la deshumanización del adversario político, el cuestionamiento de resultados electorales cuando no son los que a ti te gustan y el incumplimiento de la legalidad. “Esto que llaman el sanchismo es una burbuja que han inflado en base a tres cosas: mentiras, manipulaciones y maldad” (esta fue la idea fuerza que llevaba apuntada, la dijo una decena de veces). “¿Pero algo mal habrá hecho?”, le preguntó Évole. Cambió de tema.

La primera pregunta buena, de esas que te mueves en el sillón a ver qué dice, fue cuando admitió que ha dado “cero” entrevistas a Ana Rosa Quintana, Vicente Vallés, Carlos Herrera, El MundoAbc y La Razón, por este orden. “¿Se ha olvidado de la gente que no le vota?”, le preguntó Évole. “No he parado de trabajar, no he tenido cuatro años normales”. En fin, que ha estado muy liado. Pero ha dado entrevistas a otros, y reconoció un error que en realidad no lo es, pecar de bueno, por lo malos que son los demás: “He evaluado mal la fuerza corrosiva de muchos argumentos que se han propagado en estos medios”. No dejó de decir que ve “desproporción” en los medios con un predominio de la visión conservadora, así que anunció que ahora se pone a dar entrevistas en campo enemigo: “Tengo que estar en todos los programas para pinchar esa burbuja de mentiras, manipulaciones y maldades”. Supongo que Federico Jiménez Losantos, aunque no le citaron, colapsaría la centralita de La Moncloa para pedir la vez, pondría cianuro a enfriar y llamaría al afilador.

No hay manera de saber si Sánchez improvisó o tenía preparado esto de la gira que podríamos denominar Kamikaze Tour. Sea como sea, tiene morbo y centrará la atención en él. Aunque le tiene que salir bien, claro; se trata de llegar con las dos piernas a las elecciones. También será ocasión de ver cómo se desenvuelve algún gurú de la derecha cabreada, que una cosa es hacer monólogos para despotricar y otra una entrevista seria. A algunos les quitas los bulos y se quedan en nada. Sánchez hasta reconoció que ha sido un error no ir a El Hormiguero (irá la semana que viene): “Creo que tenía que haber ido muchas más veces a lo largo de estos últimos cuatro años para desmontar algunas de las cosas infundadas sobre mí”. Y ya hizo reserva para Ana Rosa: “Espero ir pronto a su programa”. Así que, españoles, quedáis advertidos, pasará Sánchez por vuestras casas en horario familiar para que veáis que no se come a nadie.

Pero lo cierto, y es mérito de Évole, es que ya hizo él las mismas preguntas, o mejores, que habría hecho alguien que le odia. Hubo una larga lista de preguntas con mala leche. Por ejemplo, tras mostrarle vídeos donde decía que nunca pactaría con Bildu y ERC: “¿Usted tiene un problema de credibilidad?”. Sánchez se lo había estudiado, y argumentó socráticamente: “¿Mentir qué significa? Mentir significa decir que algo a sabiendas de que no es verdad, con el propósito de engañar. Eso es una cosa. Mentir es el 11 de marzo y ETA. Rectificar o reconocer errores es otra cosa bien distinta. ¿Que yo he cambiado mi posición, por ejemplo, sobre la política que teníamos que seguir en Cataluña? Eso es evidente”. Y dijo que Cataluña ahora está mucho mejor que en 2017 o 2019, que es verdad. Toda esta parte, la más resbaladiza para él, la defendió bien. Encontró la piedra filosofal para todos los ataques de ese flanco, Bildu incluido, en esta idea: “Lo importante no es con quién pactas, es para qué”, un lema delicado, por cierto, si se aplica al PP y Vox. “Si me preguntan ¿usted con quién pactará para lograr un avance social? Con cualquier partido”.

La parte más personal siguió en la misma línea y fue la más lograda. “Le veo como que le falta naturalidad, autenticidad a la hora de comunicar”, dijo el periodista. “Yo no soy perfecto, Jordi” (frase de la noche, paren las máquinas). “¿Le cuesta mostrarse vulnerable?”. “No, pero en la pandemia la ciudadanía no me pedía eso, me pedía seguridad, y yo no la tenía”. El tramo de la pandemia fue interesante; lo contó bien e hizo confesiones. Al principio tuvo covid su mujer, sus padres y su suegro acabó en la UCI. Dormía dos horas y se despertaba empapado en sudor. “Los médicos de Moncloa me dijeron que tenía un nivel de estrés que no había sufrido a lo largo de mi vida”. ¿Ha llorado? “Pues claro que sí, en la pandemia he llorado de rabia y de frustración”. ¿Ha tenido que ir al psicólogo? Dijo que no, aunque sí en el pasado y no habría tenido problema en ir. Pero no quiso parecer un famoso más que hace público lo mal que lo está pasando (no es muy electoral que digamos). La que sí lo ha pasado mal es su mujer, admitió, con los ataques que ha recibido. ¿Lo que más le ha dolido? “El intentar asimilarme a mí y al PSOE a ETA”. La guinda fue esta pregunta: ¿Estos cambios de opinión suyos han obedecido más a la convicción o a la estrategia? Porque la respuesta fue maravillosa: “Para mí es convicción, ahí está el resultado”. Una contradicción en sí misma que hubiera firmado Woody Allen. Lo mejor fue cuando por fin admitió su error más importante, con gesto compungido, porque en realidad tampoco hizo eso, sino señalar el de otro, y Évole ni se lo había preguntado: la chapuza del solo sí es sí.

Al final volvió a los poderes económicos que situó detrás de terminales mediáticas. No entró en detalles: “Siga la pista del dinero, de los sobresueldos y de aquellos que piensan que este país es suyo”. Los poderes en la sombra dieron muchos minutos, demasiados. Évole le tiró de la lengua por si funcionaba como en la entrevista de hace siete años, pero Sánchez ya no se mojaba. No sé si quedó algún banquero de una caja regional por el que no le preguntó con nombre y apellidos, pero parecía que era solo por el placer de citarlos en la tele, en plan transgresor, de Florentino Pérez para abajo, porque Sánchez respondió mecánicamente que tiene con ellos una relación “profesional”.

Pedro Sánchez salió airoso, la entrevista le salió bien. Y ahora estamos deseando que vaya a ver a Ana Rosa y Federico, para ver cómo se despedazan, o incluso dialogan, y a ellos les acusan de blanquearlo. Si al final gana, lo mismo hasta puede ser mérito suyo.

27 Junio 2023

Sánchez se pone el traje de baño en ‘El Hormiguero’

Manuel Jabois

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Se había planteado la entrevista como una batalla cruenta, calentada por un bulo que se comieron las mentes más privilegiadas de este país (Sánchez veta al público del programa) pero, al final, de los 1.879 invitados de Pablo Motos, el candidato del PSOE fue el que más se divirtió de todos

El Hormiguero empezó como una película de terror cuando Pedro Sánchez dijo que ese programa, el suyo, era el número 1.879. Sánchez está dedicando a los medios tanto tiempo que parecía haberlos visto todos para prepararse la entrevista. Si Motos le llega a preguntar: “¿Sabría usted decirme qué pasó en el programa 653?”, Sánchez, desencadenado, respondería: “En qué minuto”. Luego reconoció que lo sabía porque vio el rótulo antes de salir. Y es el año, 1879, en el que se fundó el PSOE. Con el PSOE se puso ese año la semilla de una burbuja muy pequeñita que ha llegado a ser hoy, 144 años después, un monstruo de siete cabezas llamado El Sanchismo. Lo dijo dos veces, lo del monstruo, Pedro Sánchez, que ha empezado a hablar con tanta soltura del sanchismo y del antisanchismo que bien pudo haber seguido con el Sánchez Castejón como primer nombre de guerra, del que derivaría el sanchezcastejonismo, un quebradero de cabeza tan grande para los periodistas que probablemente nadie se metería con él. En un periódico la maqueta está muy por encima del odio.

La relación entre Sánchez y Motos se estableció mediante un trato confuso que varió del tuteo al usted; Sánchez empezó tuteando y acabó tratando de usted al presentador, pero llamándolo Pablo tantas veces que a Motos casi le sale coleta. “Usted, Pablo…” y “Pablo, usted…” es una fórmula a medio camino de todo: o “usted, señor Motos” o “Pablo, tío”. El candidato socialista salió a repartir (camisa remangada, pulsera LGTBI en el brazo de pegar) y lo hizo tan a gusto (“voy a ganar las elecciones”, “no me compare a Yolanda con Abascal”, “decir que las elecciones se convocan en verano para alterar el resultado [como se dijo en El Hormiguero] es una acusación gravísima que merece contrastarse y rebatirse”) que hasta Motos, rendido, se subió al coche con él para darse una vuelta: “Rectificar no es mentir. Yo rectifiqué como rectificaron Suárez y González. Mentir es saber que ETA no está detrás del 11-M y decir lo contrario”, dijo Sánchez, y Motos, asintiendo: “Eso fue horrible y asqueroso”.

Antes, Motos quiso rebatir que su tertulia es sesgada a la derecha emitiendo un corte en el que varios de sus colaboradores contaban a quién habían votado en el pasado. Dos al PSOE y uno, al grito de “¡voy a ir más allá!”, a Podemos, en plan “a loco no me gana nadie”. Quedó, por tanto, regular la cosa, pero en cualquier caso además de regular quedó fea: en este país puede haber gente que vote a cualquier partido y defienda y ataque, con independencia de criterio, posiciones de ese partido y de los contrarios. Bien es cierto que otra cuestión es que esa gente, primero, se dedique al periodismo y tenga hueco en televisión. De las imágenes mostradas de los colaboradores de Motos, sólo uno era periodista y además periodista que cumplía ese requisito: el de tener un criterio independiente alejado de consignas de partidos, ¿qué más da a quién vote?

Las hormigas Trancas y Barrancas le preguntaron a Sánchez qué haría si su hija sale con un votante de Vox. “El amor es libre”, contestó Sánchez a la hormiga, si bien la respuesta tendría que ir dirigida mejor a su hipotético yerno. Tan fresca se estaba quedando la noche para Sánchez que al monstruo de siete cabezas le quedaba sólo una, y la homenajeó el presidente provocando una ovación en una pregunta que se prometía incómoda sobre el Falcon.

Fue un baño de tal calibre que el antisanchismo español, comentando el debate en directo en Twitter, la tomó con el presentador. Se trata de un efecto curiosísimo y futbolero. Tras comprobar que Sánchez estaba muy suelto y colocaba su discurso donde y cuando le daba gana, y que por momentos en esa hora en territorio hostil barría directamente los argumentos contrarios que le sugería o colocaba Motos, la culpa del éxito del candidato socialista pasó a ser exclusivamente del presentador. Como cuando el Madrid o el Barcelona le meten cinco al adversario y la prensa adicta riñe al rival por no estar a lo que tenía que estar. Se había planteado la entrevista como una batalla cruenta, incluso deslizando un bulo ridículo que se comieron con salsa las mentes más privilegiadas de este país (Sánchez veta al público de El Hormiguero) pero, al final, de los 1.879 invitados, Sánchez fue el que más se divirtió de todos.

28 Junio 2023

Pedro no fue a divertirse a El Hormiguero

Jorge Bustos

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Puesto que es imposible imaginar a un robot divirtiéndose, todos nos preguntábamos a qué iba Pedro Sánchez a El Hormiguero. Las malas lenguas de la burbuja antisanchista me apuntarán que a mentir, que eso es lo único que le divierte, pero yo niego rotundamente esa posibilidad. Sánchez no se divierte mintiendo, como los gallos no se divierten cacareando ni las vacas mugiendo: el cuervo grazna, el elefante barrita, la pantera himpla y Pedro miente. Es su naturaleza. Pedro lo llama rectificar, pero eso también es mentira.

Pablo Motos empezó provocando a su invitado al no incorporarlo a la coreografía que abre el programa, cuando Sánchez posee el mejor juego de caderas de la democracia, como bien sabe el ministro de Cultura. A partir de ahí, todo se torció. Y eso que el todavía inquilino de La Moncloa se personó con su look más informal y canallita, las zapas y los vaqueros, la pulsera arcoíris y el colegueo calculado. Quería colarse en nuestros salones como un antiguo compañero de instituto, pero a veces los peores acosos nacen ahí.

Motos debe su éxito a eso que a Sánchez le falta, que es la empatía personal con sus entrevistados, y frente al presidente no pudo fingir. No le salía. Sus ojos, sus gestos, su lenguaje verbal y no verbal gritaban la insoportable sensación de estar sentado a unos centímetros de Pedro Sánchez. Este buscaba el tuteo como el púgil el abrazo, pero Pablo Motos se zafaba con el usted protocolario, marcando la distancia desde la que atizarle mejor.

Lo acorraló desde el principio pidiéndole cuentas por sus ataques al programa. Sánchez reiteró mecánicamente su teoría de la burbuja antisanchista que algunos desalmados -como este pobrecito hablador- inflan para ocultar los logros civilizatorios de su gestión. Pero la convicción era escasa y los presuntos chistes solo eran aplaudidos por orden del compasivo regidor. El programa parecía desarrollarse en el Donbás.

Si los gestos y las palabras de Sánchez rara vez se corresponden con los hechos, su psique en cambio es de un narcisismo transparente. Se comparó sucesivamente con Obama, con Adolfo Suárez y con Felipe González. No se remontó a Napoleón porque Napoleón no tuvo cojones a indultar a los catalanes.

Hay que reconocerle la temeridad, que no la audacia. La segunda es hija del valor; la primera, de la inconsciencia. Juzgar las críticas transversales a su ejecutoria como una pompa de jabón que puede pinchar de un caderazo catódico en el último mes de la legislatura delata una entrañable fe en su propio atractivo que solo comparten él y su espejo. Hacerlo en un programa a cuyo presentador y colaboradores ha insultado previamente muestra un grado de síndrome de La Moncloa en un estadio demasiado avanzado como para admitir la curación.

Pero según avanzó la entrevista, Pedro impuso su verborrea a Pablo, que prefirió dejarlo hablar, quizá por pereza. Dudo que sea suficiente para rehabilitarlo a ojos de la audiencia, pero el sanchismo también consiste en no dar jamás un balón por perdido.

Pep, el simpático perrete de mi novia, suele mear en los hormigueros con los que topa en su camino para marcar territorio. Pero el programa insignia de Antena 3 es el más visto precisamente porque es el que mejor conecta con la mayoría social que tanto invoca Pedro Sánchez. Un espacio consagrado a la cordialidad, el entretenimiento y la empatía jamás podrá ser territorio sanchista… salvo por una noche.

28 Junio 2023

La “vida hecha” de Feijóo en ‘El hormiguero’, entre Barrancas y Julio Iglesias

Manuel Jabois

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Otros a su edad se divorcian y se meten en un gimnasio, pero el líder del PP va a lo grande: gobernar este sindiós. Se va a plantar a los 65 como Keith Richards. Por lo pronto, dijo que asumirá Igualdad

La democracia española está en manos ahora mismo de El hormiguero y el efecto que causan entre la audiencia los dos principales candidatos a presidir el Gobierno. Está la Constitución como garante de la voluntad del pueblo y Pablo Motos como árbitro principal con Trancas y Barrancas en el TC, y no es mala noticia: de vez en cuando hay que darse un respiro. Además, Motos deja jugar y los candidatos juegan; si Sánchez se sabía el número de programas que lleva El hormiguero, Feijóo se trajo aprendido el número de programas que lleva Revilla: 26. Revilla, que se hizo famoso por colocar sus anchoas en todas partes, se ha convertido en las anchoas de los demás: si hay que tirar de campechanía, adjetivo sospechoso que se estará poniendo de moda en Abu Dabi, se abre una lata de Revilla.

Feijóo llegó al plató en americana y preocupado porque era el primer programa de televisión que iba a ver su hijo, de seis años, y que además no lo vería por él sino por las hormigas. El niño debió de flipar cuando Motos le recitó a su padre las ideas, o como se llamen, de la presidenta de las Cortes que acaba de conceder el PP a Vox en Valencia: antivacunas, antiabortista, negacionista del sentido común y de la alegría. “Discrepo con ella”, dijo Feijóo. “Profundamente”, añadió un poco turbado. Más tarde hizo un juego de palabras entre la expresión “como una moto” aplicada a la economía y el apellido del presentador, que es Motos y no sabía dónde meterse. La entrevista fue así, un vaivén entre asuntos gravísimos (eutanasia, Abascal en la vicepresidencia), y divertidos y entrañables chascarrillos por los que sobrevolaba la influencia pegajosa de Revilla, cuya cara se sobreimpresionaba mentalmente en la cabeza de los españoles desde que Feijóo lo citó.

Pablo Motos le preguntó a Núñez Feijóo por qué a los 61 años, con “la vida hecha”, se fue a Madrid a la aventura política de gobernar este sindiós. Feijóo no respondió, pero seguramente pensó que a los 61 (“no los aparento”, y es verdad, no los aparenta en absoluto) no sólo una vida no está hecha, sino que generalmente se tambalea. Los 61, sobre todo los 61 del joven Feijóo, son los 40 de nuestros padres: hay que tener la cabeza muy bien amueblada para no dejar todo por querer gobernar España. Ese punto de locura de Feijóo, que prefiere transmitir que es un gestor aburrido y eficaz, le hace bien: ha dejado Galicia y sus mayorías apacibles por venir a disputar el PP a Díaz Ayuso y su batallón Wagner y quién sabe si a meter a la ultraderecha en su Gobierno. Otros se divorcian y se apuntan a un gimnasio, pero Feijóo va a lo grande. Se va a plantar a los 65 como Keith Richards. Por lo pronto, dijo que asumirá Igualdad.

El candidato del PP sugirió dos razones por las que debería ser presidente del Gobierno, más allá de las meramente políticas, que esas a estas alturas ya no le importan a nadie: sería el primer presidente nacido en la España rural y, además, La Moncloa está “en la carretera de La Coruña” y eso a un gallego le viene bien. Si a Sánchez hay quien dice que le va a votar por guapo y porque estuvo muy bien en El hormiguero (este país está patas arriba), que nadie descarte que la carretera de A Coruña decida unas elecciones generales. A Sánchez le dejaron los dos varios recados por su entrevista; Motos —aclaración para espectadores decepcionados— se quejó por no haber podido colocar algunas preguntas porque Sánchez se alargó en sus respuestas; mientras, Feijóo dijo que él se echaba para atrás en su butaca y no avasallaba, que no echaba de la mesa a Motos y que respondía a las preguntas. “Qué es el sanchismo”, le preguntó Motos. “Maldad, mentira y manipulación”, respondió Feijóo, que dijo haber tenido como coach de su entrevista a Julio Iglesias, algo sospechosamente compatible con tener 61 años y una “vida hecha”.

El clímax de la entrevista se produjo cuando Feijóo desgranó los motivos por los que votar el 23 de julio es una barbaridad y el programa puso en la pantalla detrás a Sánchez hablando y gesticulando de tal manera que parecía que le estaba traduciendo el discurso en lenguaje de signos. Duró unos segundos preciosos porque además estaban los dos compungidos. Espabiló Feijóo cuando salieron las hormigas e hizo una pregunta que los no habituales de El hormiguero llevamos años haciéndonos: “¿Quién es Barrancas?”. Una de las hormigas dijo que ella, y Feijóo explicó que era la preferida de su hijo. “Ah, será porque tiene un solo diente”, aclaró. Fue un final tan desconcertante, tan David Lynch, que dejó a las hormigas calladas por un mes.

29 Junio 2023

Efectivamente, Feijóo no es Pedro Sánchez

Jorge Bustos

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La entrevista de Alberto Núñez Feijóo en El Hormiguero comenzó bajo una enorme tensión: la posibilidad terrible de que Pedro Sánchez irrumpiera en cualquier momento con unas gafas, llamando Pabliño al presentador y silbando la melodía de Verano azul. Su afán de foco ha alcanzado tal grado de paroxismo que no hay en este instante ningún podcast universitario a salvo de una llamada personal de La Moncloa.

Pero de la cortina emergió Feijóo, con chaqueta y camisa blanca, es decir, vestido de Feijóo. Pronunció una frase fundamental ya empezada la entrevista, tras la cual podría haberse marchado con la satisfacción del deber cumplido: «Yo no soy Pedro Sánchez». Solo con eso arrancó una ovación. Tanta claridad no es habitual en un gallego, pero resulta que esa evidencia es su mayor baza electoral. Porque no lo es en absoluto. No tienen nada que ver. Feijóo es un político de 61 años con uno hijo de seis y tres décadas de experiencia gestora que todavía se pone nervioso en un plató de televisión. Que es lo que le pasaría a la inmensa mayoría de los españoles. A partir de esa timidez inicial, fue cimentando su programa sobre la base segura de la naturalidad. Feijóo es exactamente lo que parece. Pedro Sánchez no lo es ni cuando lo jura. Sobre todo cuando lo jura.

El ambiente era muy otro. Se le recibió con gritos de «presidente, presidente», y Feijóo no se creía que se los dirigieran a él. Eso gustó a Motos, a quien se veía relajado, capaz de plantear una conversación entre dos humanos, no entre un humano y un simbionte. Preguntó lo que tenía que preguntar: del ruido de los pactos con Vox a la eutanasia, pasando por la bandera LGTBI en el día del Orgullo. Y Feijóo estuvo pedagógico como no lo había estado hasta ahora, básicamente porque ni el Senado ni los mítines dan pie a ejercicios desenfadados de didactismo.

No perdió el tiempo en referirse a su oponente -llegó a citarle como «su invitado de ayer»- porque se trataba de proyectar en las casas una imagen presidencial, sin caer en la soberbia. Fregó algún bulo dejado por Pedro Sánchez encima de la mesa la noche anterior. Explicó los pactos con Vox al fin con una nitidez que en el Partido Popular ha faltado en las últimas dos semanas: sobre la base de puntos programáticos, con competencias reservadas al PP en materia de derechos civiles, defendiendo a sus barones para quitarles presión pero marcándoles los márgenes del camino. Y anunció que tendrá una vicepresidenta, lo cual es incompatible con Abascal salvo que medie un sonoro cambio de sexo de don Santiago. Feijóo mantuvo el punto de equilibrio en asuntos tan delicados como el aborto, la eutanasia -sirviéndose de un ejemplo personal: la enfermedad de su padre- o la Ley Trans. Irradió, en fin, la normalidad que acaso los españoles extrañen tras una década estomagante de jugadas maestras y gurús del ajedrez comprado en los chinos.

En dos días, El Hormiguero se ha convertido en el centro de la precampaña electoral. Ignoro si se divirtieron, pero ambos contendientes han salido reforzados de su paso por donde Motos. Como la aritmética parlamentaria sí es un juego de suma cero, solo puede quedar uno: el mentiroso acreditado o el aspirante transparente.

04 Julio 2023

Ana Rosa Quintana vs Pedro Sánchez, reunión de insultados en la cumbre

Manuel Jabois

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“Me están diciendo que se tiene que marchar”, dijo la presentadora mirando fuera del plató. “Yo estoy muy a gusto”, dijo Sánchez. “Pues yo encantada, tengo programa hasta la una y media”, informó Quintana. Sonrisa helada de Sánchez.

Ana Rosa Quintana y Pedro Sánchez se presentaron esta mañana presumiendo de los insultos que reciben cada uno. ¿A quién se le insulta más: al candidato socialista o a la periodista que lo está entrevistando? La cuestión parecía importante para establecer los roles de cada uno, como cuando se peleaban en 2015 Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para ver quién era más pobre y pidieron para comer tortilla francesa, uno con tres huevos y el otro, más listo, con dos. Comenzó Sánchez a enumerar descalificaciones y rápidamente Quintana respondió que a ella también se le insulta y pasó a enumerar los agravios recibidos. En ese momento, la entrevista se instaló en un plano cómico que simulaba una especie de difuso debate que alcanzó su cénit cuando Ana Rosa Quintana, después de decir que ella estaba preguntando, no opinando, dijo: “¡Es que usted no tendría que pactar nada con Bildu…, ni Feijóo con Vox!”, y se propuso, entonces, hacer un pacto de Estado entre PSOE y PP bajo la mirada atenta de Sánchez, que parecía valorar seriamente la propuesta del Partido Quintanesco.

Sánchez no fue a divertirse a AR, aunque se rio más que en El Hormiguero; apareció con americana, con su discurso sobre el sanchismo (“burbuja de manipulación y maldades”: cada vez es más siniestro el sanchismo, pronto Sánchez se maquillará dark para expresarlo más gráficamente) y su hit electoral de que casi todos los medios son de derechas y están en contra de él, discurso que, por mucho que repita, no abandona la incómoda sensación de que está llorando. Para entonces ya se había producido este diálogo: “Yo estoy en contra de que se saquen las banderas LGTBI de los ayuntamientos”, dijo el candidato. “Yo también, y Feijóo”, respondió Quintana. Repetiría Quintana un par de veces más “Feijóo también”, como si el candidato del PP le hubiese dejado el día anterior unos tarjetones. “No opino, describo”, insistía Quintana. Y acto seguido: “La medida de Yolanda Díaz [de ingresar 20.000 euros a quienes cumplen 18 años] no es justa”. “La ley del sí es sí es una buena ley que protege a las mujeres”, dijo en otro momento Sánchez. “¡Pero cómo va a ser una buena ley!”, respondió sin opinar Quintana.

“Me están diciendo que se tiene que marchar”, dijo la presentadora mirando fuera del plató. “Yo estoy muy a gusto”, dijo Sánchez. “Pues yo encantada, tengo programa hasta la una y media”, informó Quintana. Sonrisa helada de Sánchez.

El presidente aclaró, a propósito de la supuesta afirmación de que él no dormiría con Podemos en su Gobierno, que él dijo que no dormiría si tenía Podemos los ministerios de Hacienda, de Política Energética y de Seguridad Social, así que una vez hecho el reparto pudo conciliar el sueño sin echar mano de un “cambio de opinión”. Su mejor momento fue cuando Quintana equiparó los pactos de PP y Vox con los de PSOE e independentistas. “Conmigo no gobiernan. Yo busco votos en los escaños debajo de las piedras para aprobar leyes que mejoran la vida de la gente, como la subida del salario mínimo o la subida de las pensiones; otros pactan para hacer leyes de retrocesos sociales”.

“Le agradezco de corazón que me haga esa pregunta”, dijo Sánchez cuando la entrevistadora le preguntó por el hackeo de su teléfono móvil y si eso tuvo que ver con el cambio de la política española respecto a Marruecos. Un día alguien tiene que utilizar esa frase hecha como respuesta: “Le agradezco que me haga esa pregunta, no tengo nada más que decir”. Sánchez, sin embargo, se animó. “He tenido que leer en algunos medios a propósito de ese bulo que mi mujer pertenece a una red de narcotráfico en Marruecos”. La entrevista se ponía en modo thriller interesantísimo.

“Venimos de un presidente del Gobierno que tuvo problemas de verdad con sus mensajes y sus móviles, con SMS a un corrupto como Bárcenas. Hoy no tienen nada contra mí: no soy perfecto, pero soy limpio. Póngase en mi lugar. Ante insidias, mentiras, ¿cómo se puede uno defender?”. La respuesta de Quintana: “Le infectaron su móvil y coincidió en el tiempo…”. Sánchez sonrió: “Ah, que coincidió en el tiempo”.

Sobre el tiempo hay que decir que hacía calor en Madrid y a esas horas, un calor insoportable, y Pedro Sánchez acabó la entrevista como la empezó, recordando que a él se refirió Feijóo en ese mismo programa como “ese personaje” y Esperanza Aguirre (“ya no gobierna”, dijo Quintana) que él “suma muertos”. “No es admisible”. No se insultaron entre ellos, y lejos estuvieron de estarlo, por tanto, se nos privó de repetir el mejor momento del fallecido Sálvame cuando hace años a Yola Berrocal la llamaron “tonta” y contestó rapidísima: “Deja de llamarme tonta, que hay muchísima gente tonta que nos ve”. Los dos, Quintana (”habla usted mucho y me quedan preguntas”) y Sánchez (”déjeme desarrollar el argumento”), debatieron espalda con espalda y dando pasitos, una hacia la derecha y otro hacia la izquierda para, en el momento clave, darse la vuelta y tenerse frente a frente. No dispararon, sino que se gustaron vagamente. “¿A dónde se va de vacaciones?”. “[Carcajada sanchista] Lo decidirán mis hijas, que ya son mayores. Esta pregunta no me la esperaba, Ana Rosa”.

05 Julio 2023

Las "antípodas ideológicas" de ‘Perrosanche’

Emilia Landaluce

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DECÍA ANA Rosa Quintana que con su precampaña en solitario el presidente pretendía pinchar la burbuja de eso que llaman sanchismo, aunque lo que también se pinchan (o mejor dicho: se revientan) son las ampollas, que para los palurdos suenan más heteropatriarcales. El plan de Sánchez es sencillo: visitar esos programas supuestamente enemigos para tratar de conseguir que esos 600.000 votantes socialistas que se le han ido al PP vuelvan por miedo a los que nos «quieren hacer retroceder España 20 años» y a ese acuerdo que vaticina «el tráiler tenebroso» de los acuerdos autonómicos entre PP y Vox. Y sacó toda la artillería: el 11-M, la Guerra de Irak… Y aumentó la intensidad cuando Ana Rosa, que estuvo muy bien, le recordó sus promesas sobre sus pactos y concesiones con los sediciosos catalanes, EH Bildu… «No soy perfecto pero soy limpio». La periodista le replicaba bien, sin ironías ni baboseos, a lo que Sánchez le contestó como solo lo hacen aquellos a los que se les desenmascara: «Ana Rosa, usted y yo tenemos una ideología en las antípodas», como si la verdad y la mentira tuvieran ideologías. Y Ana Rosa se encogió de hombros porque ella también le pega a Abascal cuando toca. Sánchez siguió con su verborrea, una metralleta de huesos de cereza que habla de pactos con la ultraderecha, de que Vox quita las banderas LGTBI. Y de vuelta a la matraca.

Después tocó hablar de economía, que según Sánchez «va como una moto». Ella le dijo que por qué entonces había bajado el poder adquisitivo de los españoles y que la productividad había subido «un 0%» en los últimos años. Él se fue por las ramas de los fondos Next Generation, que suenan a canción de Eurovisión de Rosa López. Después supo sacar la cara por la ley del solo sí es sí, como si no la hubieran contrarreformado. Sánchez luego sacó las fake de que Begoña es un tío y que tiene una red de narcotráfico con Marruecos que solo difunden los perullos por WhatsApp y algunos digitales de poco prestigio. Citó a Fernando de los Ríos, que tan decepcionado volvió de la Rusia leninista. «La única revolución pendiente en España es la de respeto». Como si… él lo hubiera tenido con alguien. Si Sánchez no fuera Sánchez aceptaría su mejor apodo: Perrosanche. ¿Otra burbuja?, ¿una ampolla? Él dirá que lo de identificarle con un perro es deshumanizarlo, pero ya es una broma. Por fin ha entendido que el prestigio ya no lo tienen los héroes sino las víctimas.

05 Julio 2023

Entrevistando a Pedro Sánchez

Idafe Martín Pérez

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Carlos Alsina, Ana Rosa Quintana y Pablo Motos han llevado el arte de la entrevista a un nivel superior. Ellos nos enseñan el camino y nos liberan de las cadenas a los periodistas

Les voy a contar un cuento. Imagine que es usted Carlos Alsina, Ana Rosa Quintana o Pablo Motos. Que falta un mes para las elecciones y que puede entrevistar al presidente del Gobierno. Una entrevista al uso, constreñida por las viejas normas del periodismo, llevaría a preguntar por los principales problemas del país: economía con empleo e inflación, sanidad, vivienda, precio de los alimentos, problemas políticos, corrupción, educación, desigualdad de género y de ingresos, transición ecológica, guerra en Ucrania o inmigración por nombrar lo más relevante.

Los periodistas siempre hicimos trampas, por lo que opinión pública y opinión publicada no tenían por qué coincidir. Ustedes lo sabían, era una mentira piadosa que nos compraban. Que alguna pregunta se saliera del carril servía para que el periodista pusiera su toque personal, para darle un caramelo al oyente, lector o televidente, para sacar una frase chula con que promocionar la entrevista en las redes sociales o para atizar al entrevistado. Pero algo tenía que cuadrar, necesitábamos una percha para colgar las preguntas.

Ya no. Carlos Alsina, Ana Rosa Quintana y Pablo Motos han llevado el arte de la entrevista a un nivel superior. Ellos nos enseñan el camino y nos liberan de las cadenas a los periodistas.

Alsina hizo 36 preguntas: ¿miente usted?, ¿mucho?, ¿seguro que no?, ¿y Bildu? ¿Qué es eso de la derecha mediática? Pero diga nombres, no tire la piedra y esconda la mano, no sea cobarde. También sobre Irene Montero, y sobre Irene Montero y después sobre Irene Montero. ¿Respetará la lista más votada si es la del PP? ¿Y si es la del PSOE?, se revolvía el entrevistado. ¡Qué cosas tiene usted! Anda, pillín, a votar en julio para que no vaya nadie, ¿eh?

Motos hizo 33 preguntas: Irene Montero seis veces y otras seis veces esa derecha mediática de la que usted me habla que mis tertulianos son todos de izquierdas como Rubén Amón y Juan del Val, la lista más votada, el procés, está usted cachas pero miente mucho. ¿Y el Falcon?

Ana Rosa Quintana y sus 31 preguntas sobre Irene Montero, Bildu, el procés, sus deseos de pactos PSOE-PP o el Pegasus, ¿qué hay en su móvil, pillín? Siguieron la misma línea.

No son los temas que preocupan a los ciudadanos. Es cierto. ¿Y qué? Ahora los periodistas somos libres. Doña Ana Rosa, Don Carlos, Don Pablo: a sus pies.