17 noviembre 2022

Esther Palomera y María Ramírez pasan a ser también objetivo de ataques de los 'pablistas'

Podemos y Pablo Iglesias rompen también con ELDIARIO.ES por no defender a Irene Montero ante los ataques de la ley ‘Sólo Sí es Sí’ (Pablo Echenique vs Esther Palomera)

Hechos

El 17 de noviembre de 2022 el secretario de Programa de Podemos D. Pablo Echenique anunció su baja del boletín de ELDIARIO.Es.

Lecturas

Que ELDIARIO.ES, el digital dirigido por D. Ignacio Escolar, difusiera una nota sobre la reducción de pena a violadores a raíz de la entrada en vigor del código penal de la Ley del Sólo es Sí es Sí preguntándose sie la ley ‘está mal hecha o es culpa de los jueces’.

Aquella ley enfureció a Podemos, que consideró que era indiscutible que la crisis de la reducción de penas era culpa de los jueces porque la ley era perfecta. El encargado de escenificar la ruptura entre Podemos y ELDIARIO.ES fue D. Pablo Echenique, secretario de programas en Podemos, que tuiteó el artículo y, acto seguido, anunció su baja del boletín de ELDIARIO.ES.

La encargada de replicar fue la Directora Adjunta de ELDIARIO.ES, Dña. Esther López Palomera, que contestó tanto en Twitter como con artículos en ELDIARIO.ES. Tanto ella como Dña. María Ramírez han sido blanco de críticas y burlas por parte de D. Pablo Iglesias.

17 Noviembre 2022

El partido feminista tutelado por un ex masculino

Esther López Palomera

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El ex secretario general de Unidas Podemos nos regala cada mañana una clase de ética periodística y, a modo de emperador romano, sube o baja el pulgar para señalar a medios y periodistas para que su legión de incondicionales morados llene de insultos las redes

En el óleo “Pollice Verso”, que significa pulgar girado, el pintor francés Jean-León Gérôme dibujó en 1872 un anfiteatro en el que un gladiador esperaba la decisión del emperador para afrontar su destino. El pueblo sacaba el puño y extendía el dedo pulgar hacia abajo, lo que se interpretó como el final. Aquella imagen sirvió de inspiración en muchas películas para indicar el momento de la muerte.

El mismísimo Ridley Scott reconoció haber tenido en mente aquel cuadro cuando dirigió Gladiator. Pero años después, y gracias a los yacimientos arqueológicos de la época romana, supimos que la costumbre extendida de bajar el pulgar en señal de desaprobación era errónea porque, en realidad, en los combates entre gladiadores cuando el derrotado pedía clemencia, el pulgar hacia abajo significaba que el contrario debía envainar la espada y dejar libre al oponente mientras que el gesto contrario significaba que debía acabar con él.

Desde que Pablo Iglesias decidió meterse a comentarista -que no es lo mismo que periodista- no hay una mañana que no nos regale una clase de ética periodística. Lo que está bien y lo que está mal. Lo que es noticia y lo que no. Quiénes hacen bien su trabajo y quiénes no pasarían de primero de facultad. Quiénes son progres, quiénes fachas y quiénes unos vendidos. Él decide en qué mesas de debate hay que sentarse, quiénes son las mejores o peores compañías y cuáles son los medios dignos o no de ser leídos. Sube o baja el pulgar a modo de perdonavidas y, luego, ya es su legión de incondicionales quien repite el gesto y lo extiende a modo de amplificador por las redes sociales. La misma estrategia que practica la ultraderecha.

Iglesias está en su derecho de opinar como guste, recomendar lo que le venga en gana o derrapar por las curvas que le permitan los medios de comunicación que le pagan y, sobre todo, los/las dirigentes del partido cuya máxima responsabilidad dejó porque movilizaba “los afectos más oscuros y contrarios a la democracia”. La frase es suya, del día en que dio un paso atrás consciente, según afirmó, de que su presencia no contribuía a sumar para que el proyecto de Unidas Podemos pudiera “consolidar su peso institucional”. Y se comprometió públicamente a no ser un tapón para la renovación de liderazgos que debía producirse en su organización.

Liderazgo por cierto, no hace falta recordar, que él mismo decidió que fuera femenino tanto en la secretaría general del partido como en la futura candidatura a la presidencia del Gobierno. Ione Belarra y Yolanda Díaz. A una y a la otra ha pretendido marcarles desde el primer día el camino por el que debían transitar, si bien en el caso de la vicepresidenta con escaso éxito. Más que tapón ha supuesto para ambas una pesada losa.

Sin entrar en quién tiene razón o no, el duro y ya indisimulado enfrentamiento con Díaz no ha hecho otra cosa que dividir aún más a una izquierda ya de por sí atomizada. Nada hace presagiar la más mínima posibilidad de entendimiento porque el desafecto es mayúsculo y muy pocos apuestan hoy por una candidatura liderada por la vicepresidenta con presencia de las líderes formales de Unidas Podemos.

Pero lo que llena de más perplejidad aún es que en un partido feminista, con una secretaria general mujer -Ione Belarra- y una número dos también mujer -Irene Montero-, permitan sin rechistar que sea un ex secretario general y vicepresidente del Gobierno- quien les marque el paso a seguir. El macho alfa, al rescate de las mujeres. Y ellas, silentes.

Ha pasado desde que Iglesias se marchó sin irse y ha vuelto a pasar esta semana con motivo de la polémica sobre la Ley de Libertades Sexuales impulsada por el Ministerio de Igualdad que dirige Montero. La aplicación de la norma más favorable para los condenados y su retroactividad si les beneficia es un principio básico del Derecho Penal, pero Iglesias ha vuelto a ver una conspiración machista contra la ministra del ramo impulsada por jueces, periodistas, medios y hasta dirigentes políticos de izquierdas que han sido triturados todos por sus huestes tuiteras.

Cuando Iglesias dejó la primera línea, su hiperliderazgo empezaba, según reconoció él mismo, a ser dañino para los morados. Hoy el estropicio parece irreparable. Para el proyecto de Yolanda Díaz, sin duda. Pero también para Unidas Podemos, para Ione Belarra y para Irene Montero, quien hace cinco años irrumpió como figura emergente de la izquierda alternativa en su papel de portavoz parlamentaria y hoy languidece, además de por errores propios, por la tutela y numantina defensa que hace de ella quien se resiste a salir del foco. Pero luego, recuerden, que solo los jueces son los machistas.

24 Noviembre 2022

Lo que esconde el ruido

Esther López Palomera

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La vuelta al ruedo de Pablo Iglesias, por mucho que la anhelen sus incondicionales, es imposible después de que se demostrara en las elecciones madrileñas que su nombre es disolvente para un sector de la izquierda y a la vez un aliciente para la movilización de toda la derecha. 

Ruido, mucho ruido. Demasiado. Un zumbido constante, atronador y desagradable que lo impregna todo. No hay debate. Ni conversación. Sólo insulto y verbo desbocado. Es la política que asoma en el Parlamento y que cada semana hace suyos los códigos de la bazofia que circula por las redes sociales. Los bulos, la mentira, la manipulación, el improperio…

El sonido es tan perturbador como obsceno y peligroso para una democracia que aspira a una convivencia respetuosa y pacífica. Hace tiempo, sí, que el Congreso, convertido en escenario de figurantes, huyó de la política para dedicarse a un mero espectáculo dominado por lo mediático. El corte, el vídeo, el eslogan, la patraña y la ofensa. Todo suena hueco y todo retumba en Twitter, que es donde de un tiempo a esta parte algunos han decidido que se hace la política y se imparten clases de un falso periodismo.

Es ese ruido el que distorsiona el verdadero relato de lo que subyace tras la furia de algunos partidos. Basta con detenerse en algunas de las representaciones más aplaudidas por las respectivas huestes. Si los de Vox presumen de los insultos machistas que vierten sobre la ministra Irene Montero y se declaran “superiores moralmente” es porque han hecho del dicterio su única razón de ser en la esfera pública y porque nada hay en ellos que les convierta ni moral ni políticamente por encima de ninguna otra formación política. De lo contrario, ya habrían barrido del mapa electoral a un PP al que pretenden arrastrar, y a veces lo han conseguido, hasta su mismo barrizal. No llegaron para hacer política, sino para esparcir su ira y manchar con su presencia y su provocación las instituciones en las que están.

Que el PP haya hecho seguidismo de su principal competidor de bloque en materias tan sensibles como la violencia machista demuestra no sólo el temor a ser desplazado en el tablero electoral, sino también a su escaso convencimiento sobre la centralidad que dice representar. Y que Feijóo esté dispuesto a coprotagonizar un mitin con Ayuso el próximo domingo contra la derogación del delito de sedición es una muestra más de su impotencia ante la holgada mayoría que Sánchez mantiene en el Parlamento y que le ha permitido, además de tomar en consideración la reforma del Código Penal, aprobar sus terceros Presupuestos Generales del Estado consecutivos. En democracia, el Gobierno tiene todo el derecho a impulsar su agenda legislativa y el resto de partidos, a votar a favor o en contra. Todo lo demás es bulla.

Ni votaciones por llamamiento, ni bulos sobre la Guardia Civil en Navarra, ni utilizaciones espurias de las víctimas de una banda terrorista que ya no existe… Con Feijóo, la derecha española no está electoralmente donde creyó que llegaría a estar con la traumática expulsión de Casado del puesto de mando de Génova ni ha conseguido quebrar la estabilidad parlamentaria de un Sánchez al que pensó que la crisis económica se llevaría por delante. Para ganar las elecciones, hace falta algo más que sentarse a esperar  que caiga la fruta madura y  algo más también que hacer seguidismo de una ultraderecha a la que sí o sí los populares necesitarán en todo caso para gobernar. Por ejemplo, un líder que no decepcione a propios y extraños como lo ha hecho ya Feijóo.

Llegamos, cómo no, también a la izquierda. De un lado, el PSOE que sigue estancado en los sondeos, a pesar del reconocimiento internacional de Pedro Sánchez, a pesar de que una amplísima mayoría social apoya las medidas anticrisis del Gobierno y a pesar de una estrategia con la que ha logrado imponer el marco de la falta de solvencia de Feijóo. El problema de Sánchez no es la estabilidad ni la falta de proyecto sino el guirigay permanente con sus socios de coalición y aliados parlamentarios. La izquierda a su izquierda le dio el gobierno y es más que probable que sea la responsable de su salida de La Moncloa.

Y, por último, Unidas Podemos, su incapacidad para entenderse con Yolanda Díaz y la tutela sobre la organización de un Pablo Iglesias dispuesto a reventar la coalición de gobierno desde fuera. Con su ofensiva de los últimos días en las redes sociales y sus diatribas ante los micrófonos en los que colabora no solo busca el desagravio a Irene Montero por los feroces e intolerables ataques que ha recibido de la derecha política y mediática, sino convertir a la titular de Igualdad en una mártir del “machismo fascista” y, probablemente, en la elegida para competir en generales bajo la marca Podemos con el espacio Sumar de Yolanda Díaz. La vuelta al ruedo de quien fuera secretario general, por mucho que la anhelen sus incondicionales, es imposible después de que se demostrara en las elecciones madrileñas que su nombre es disolvente para un sector de la izquierda y a la vez un aliciente para la movilización de toda la derecha. 

Todo eso hay detrás del ruido.

29 Noviembre 2022

Extraño feminismo, este de Podemos

Maite Rico

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CÓMO les gustan los vídeos a Irene Montero y a los teletubbies de Igualdad. De la tarta sorpresa de cumpleaños de la señorita Escarlata hemos pasado a la conmovedora entrega de un ramo de flores en desagravio por el sofocón del Congreso. El nepotismo es lo que tiene: que te lo pueden echar en cara, sobre todo con los antecedentes de Pablo Iglesias, que degradó a Tania Sánchez, puso a Dina Bousselham un diario digital después de haberle secuestrado el móvil (para protegerla) y designó a Yolanda Díaz como su sucesora en el Gobierno para después intentar humillarla cuando demostró que tenía vida propia. Es un extraño concepto del feminismo, la verdad.

Nada como una buena escenificación martirológica para tapar el fiasco de la ley del sólo sí es sí. Vamos ya por diez violadores excarcelados y 34 rebajas de condena, con el desgarro que eso supone para las víctimas, pero Alejandra Jacinto, diputada regional de Madrid y escracheadora de una Begoña Villacís a punto de dar a luz, dice que se trata de hechos «anecdóticos». Para Podemos, la única víctima aquí es Irene Montero, dónde vamos a parar. Mejor organizar actos de adhesión, de Bellas Artes a Vallecas, que mostrar algo de pudor y revisar la ley.

Las iniquidades se suceden. La cúpula de Igualdad empezó arremetiendo contra los jueces (y juezas), a los que tacharon de machistas, analfabetos y prevaricadores. Luego criticaron a los propios abogados que presentaban los recursos. Ni respeto a la separación de poderes, ni respeto al derecho a la defensa.

Por si acaso, Victoria Rosell, delegada del Gobierno para la Violencia de Género y presunto cerebro de la ley, ha instado además a los medios a que no informen sobre las revisiones de las condenas. Donde esté el oscurantismo y la censura que se quite el derecho a la información. Y todo el que critique la ley, aunque sea con comedimiento, pagará las consecuencias. Pablo Iglesias fustiga a periodistas de izquierda, costumbre que ejercita de un tiempo a esta parte, e Igualdad emite más vídeos. A Pablo Motos le han dedicado uno, pero este no es emotivo, sino difamatorio y manipulador, y nos ha costado un millón de euros. A ustedes y a mí. Nada nuevo que no estuvieran sufriendo quienes cuestionan la Ley Trans desde el feminismo y la academia. Lo único positivo de esta espiral de sectarismo es que empieza a crear anticuerpos.