20 febrero 1983

El exdirector de ARRIBA y la agencia Pyresa mantiene su respaldo al franquismo, el falangismo y el filogolpismo

Polémica entrevista al escritor Rafael García Serrano por Carmen Rigalt: «Prefiero la España de Antonio Tejero a la de Alfonso Guerra»

Hechos

El 20 de febrero de 1986 la periodista Dña. Carmen Rigalt publicó una entrevista a D. Rafael García Serrano.

Lecturas

Con motivo de que la concesión del premio ‘Espejo de España‘ (del Grupo Planeta) al escritor D. Rafael García Serrano, premio controvertido por el voto en contra de D. Manuel Fraga Iribarne (miembro del Jurado) a concedérselo al ser un periodista detractor de la Transición, el premiado concede una entrevista a la periodista Dña. Carmen Rigalt.

«NO SOY UN PERIODISTA DE DERECHAS».

Carmen Rigalt – ¿Podía usted esperar que en 1983, y con lo que está cayendo, premiaran a una pluma tan de derechas?

Rafael García Serrano – Niego ser una pluma de derechas. No tengo nada que ver con la derecha. Ni con la izquierda, ojo. Sigo siendo una cosa que nadie entiende aquí: falangista. Yo, por ejemplo, considero de derechas, en este momento, a ese arco político que va desde el señor Suárez disfrazado hasta el señor Fraga sin disfrazar. Ellos son la derecha de este país. Los más conservadores, más reaccionarios, más ultracapitalistas, más egoístas, más apolillados…. En fin, todo eso. Pero fíjese usted, a mí me consideran de ultraderecha. ¡Que barbaridad!

Carmen Rigalt – Barbaridad la mía, con todos los esquemas de la entrevista destrozados si empieza diciéndome una cosa tan desconcertante como que no es de derechas. Señor, señor, lo que hay que oír.

Rafael García Serrano – Dese el primer momento yo elegí el falangismo porque se presentaba como un camino de concordia entre las dos Españas.

Carmen Rigalt – Pero los falangistas hoy en día, están todos adscritos a la derecha.

Rafael García Serrano – Yo, lo que hayan hecho los antiguos falangistas me preocupa muy poco. Pero le diré algo más. No creo que se hayan adscrito a la derecha. En todo caso los habéis adscrito vosotros, los periodistas.

Carmen Rigalt – No me fastidie por Dios.

Rafael García Serrano – Una de las cosas que más repitió José Antonio, y que consta además en su testamento, es su tristeza por no haber conseguido abrir una brecha de serena atención entre la antipatía de los unos y la saña de los otros para escuchar lo que era la Falange. Lo que él quería era un socialismo con vena española. Y eso se lo decía a Prieto y a Fernando de los Ríos.

Carmen Rigalt – O sea, que usted, señor García Serrano, es uno de los últimos supervivientes de la Falange.

Rafael García Serrano – Sí, sí. Falangista, o nacional-sindicalista o joseantoniano, como dicen algunos escritores de izquierdas.

Carmen Rigalt – Per, vamos a ver, con la mano en el corazón: usted, afectivamente, se sentirá más cerca de la derecha que de la izquierda. No disimule.

Rafael García Serrano – ¿Y por qué? Ni hablar.

Carmen Rigalt – ¿Hay la misma distancia entre su falangismo y don Manuel Fraga que entre su falangismo y don Santiago Carrillo?

Rafael García Serrano – Pues sí, señora. Exactamente. Le voy a hacer una prueba. Si en las elecciones municipales no hay más opción que la del señor Tierno y la del señor Verstrynge, yo no votaré, Fraga no es ningún freno al socialismo.

Carmen Rigalt – ¿Quién es un freno al socialismo?

Rafael García Serrano – En este momento no veo a nadie.

Carmen Rigalt – Quite, por favor, no irá a decirme que el freno era Blas Piñar

Rafael García Serrano – Tampoco. Blas Piñar era un hombre valeroso, muy bien intencionado, muy digno, pero había recogido del Estado franquista lo más endeble, que fue ese Movimiento Nacional que se inventaron a última hora Carrero y su equipo. Ahí sí que se derechizó la cosa bastante.

Carmen Rigalt – Todo.

Rafael García Serrano – Casi todo. Y en ese momento, además era ministro Fraga.

Carmen Rigalt – Total, señor García Serrano, que todavía no me ha respondido a la primera pregunta. Nos hemos perdido entre derechas e izquierdas. ¿Me permite insistir?

Rafael García Serrano – Adelante, pero no digo que soy de derechas, sino falangista.

Carmen Rigalt – ¿Podía usted esperar que en 1983, y con lo que está cayendo, premiarán a una pluma tan falangisa?

Rafael García Serrano – Puede decir también, además de falangista, nacional.

Carmen Rigalt – ¿Nacional por lo de los nacionales de la guerra?

Rafael García Serrano – Sí. Bueno, pues no lo esperaba. Y preferí presentarme a cara descubierta, sin pseudónimo, para comprobar la solidez del jurado. Me sorprendió cuando eligieron mi obra por tres votos contra dos.

Carmen Rigalt – Es que usted escribe muy bien. Lo reconoce hasta la propia izquierda.

Rafael García Serrano – Escribo decorosamente, y es cierto que incluso la izquierda ha llegado a reconocerlo. Mi primera novela la escribí en 1936 para ofrecérsela a José Antonio en la cárcel Modelo. Era la historia de un muchacho del SEU de aquella época.

Carmen Rigalt – Señor García Serrano, ¿le han cerrado muchas puertas?

Rafael García Serrano – Muchas, muchísimas, pero no sólo ahora, sino siempre.

Carmen Rigalt – ¿Incluso en los tiempos del general?

Rafael García Serrano – Sí claro en tiempos del caudillo había crítica más libre de lo que muchos se creen.

Carmen Rigalt – No.

Rafael García Serrano – Sí. Y no había esas tremendas marginaciones que yo he sentido en estos últimos tiempos.

Carmen Rigalt – Eso se lo dirá a todas, Rafael. No nos haga comulgar con ruedas de molino.

Rafael García Serrano – Comprendo que es difícil que usted me entienda…

Carmen Rigalt – Tal vez. Pero déjeme seguir preguntándole: ¿La literatura actual está llena de rojos?

Rafael García Serrano – De rojos y, sobre todo, de chaqueteros, porque muchos de esos rojos fueron antes falangistas. A mí, lo que me da pena de la clase intelectual española es la afición que ha demostrado por correr en socorro del vencedor. Ha sido un espectáculo vergonzoso, incluso más vergonzoso que el que dio el pueblo italiano cuando cayó Mussolini, que en veinticuatro horas pasó de ser un ídolo a ser un bufón.

Carmen Rigalt – Estábamos hablando de la literatura actual, de los rojos.

Rafael García Serrano – Más que rojos, yo les llamaría tránsfugas. Hay gente que ha empezado a leer ahora, después del franquismo, y no sé si son jóvenes o no, pero observo que escriben maravillosamente bien. No elijo a mis autores favoritos según su filiación política. Yo he hecho por ejemplo, grandes elogios de Alberti durante el régimen o de Ramón J. Sender, del que no hablaba nadie, o de Carranque de Ríos, que fue un novelista fabuloso y un anarquista literario enorme, fenomenal. Yo hablé de ellos durante la época de Franco y nadie dijo nada, ni la censura. En eso hemos sido generosos. Mire usted, por el diario ARRIBA ha pasado toda la cultura roja, o digamos mejor, el fermento de la cultura roja.

Carmen Rigalt – ¿Cuáles son actualmente los escritores que le hacen más tilín?

Rafael García Serrano – En el grupo de EL ALCÁZAR hay gente que ya apunta y que, pienso llegarán muy lejos. Aparte, hay un tipo que me interesa muchísimo, aunque es contrario a mis ideas. Me refiero a Vicent. Exquisito, deveras.

Carmen Rigalt – La literatura de derechas, en cambio, es deleznable. Vizcaíno Casas, al lado de Vicent, es pura bazofia.

Rafael García Serrano – Pues no, señora. Tampoco hay que ponerse así. Vizcaíno es un escritor popular y, además, muy eficaz. Él, en su clave está haciendo una especie de Episodios Nacionales. Además, el tiempo se encargará de juzgar y decir quién es y quién no es bazofia. Hombre, tampoco yo pienso que Vizcaíno sea un prosista como Miró, pero tiene una cierta espontaneidad.

Carmen Rigalt – Los escritores falangistas han pasado sin pena ni gloria. ¿Eran tan malos o es que ni siquiera el régimen anterior se preocupó de potenciarlos un poco? Me refiero a Agustín de Foxá, a Ridruejo… Bueno, tal vez Ridruejo no, porque según ustedes era un traidor, ¿cierto?

Rafael García Serrano – Mujer, yo no lo llamaría traidor, entre otras cosas porque era amigo mío. Yo le llamaría un equivocado muy grave. Un día Dionisio le dijo a Eugenio Montes: “Mira, Eugenio, creo que nos hemos equivocado y que deberíamos estar en el otro bando”. Y Eugenio, con aquella voz tan suya, le respondió: “Mira Dionisio, yo creo que no, pero verás, cuándo se ha enviado a tantos hombres a la muerte sólo hay dos caminos para el arrepentimiento: si crees en Dios, la Trapa, y si no crees en Dios pero eres un hombre de honor, el suicidio”.

Carmen Rigalt – Hagamos un poco de patriotismo. ¿Cree usted que es mejor español Tejero que Alfonso Guerra?

Rafael García Serrano – Hombre, para mí es mejor español Tejero. Ha tenido un gran valor. Pero esto no me hace desdeñar a Alfonso Guerra. Es más: el marxismo es muy triste y en cambio Guerra tiene arranque y gracia. Es de los socialistas que mejor me caen. Pero insisto: si yo tengo que optar entre la España de Tejero y la de Guerra, me voy con la España de Tejero, de todas, todas.

Carmen Rigalt – Jo. Y luego dice usted que no es de derechas.

Rafael García Serrano – Tejero no es la derecha ni la izquierda. Tejero es el Ejército Nacional, que desgraciadamente ha desaparecido ya.

Carmen Rigalt – Hace unos días se han presentado dos libros sobre el tema Paracuellos. ¿Piensa usted, como Pilar, que sería una injusticia histórica que Carrillo muriera en la cama?

Rafael García Serrano – No. En la cama han muerto muchos criminales, muchos delincuentes, muchos tiranos…

Carmen Rigalt – ¿Con esto quiere decirme que Carrillo es un criminal, un delincuente y un tirano?

Rafael García Serrano – Quiero decir que Carrillo es responsable de Paracuellos.

Carmen Rigalt – ¿Por qué al mencionar Paracuellos, no citan ustedes nunca lam uerte de Ramiro Ledesma? O mejor: ¿Por qué tanto José Antonio y tan poco Ramiro Ledesma, que al fin y al cabo tuvo más peso en los orígenes de la Falange?

Rafael García Serrano – La primera muestra de la influencia de la Iglesia en el Movimiento nacional fue la hostilidad hacia Ramiro, porque era un heterodoxo. Luego Ramiro tuvo una conducta muy clara desde el punto de vista fascista, no tan clara como falangista. Estaba muy apagado cuando estalló la guerra. Fuimos los falangistas los que intentamos rescatarle un poco. Era un personaje importantísimo. Pero se han producido muchos silencios, cierto. En el año cuarenta y tres o cuarenta y cuatro, asistí a unos funerales por Ramiro, donde estaríamos doscientos falangistas, no más. A propósito, recuerdo que a mi lado estaba Pedro Laín, brazo en alto y cantando el ‘Cara al Sol’.

Carmen Rigalt – ¿A usted le llaman muy a menudo facha?

Rafael García Serrano – Bueno, es que no me llaman otra cosa. Pero ya he llegado a acostumbrarme. Yo no he sido nunca fascista, aunque reconozco que me han gustado las tesis fascistas y me ha parecido un movimiento importantísimo, que además dio un político absolutamente genial como Mussollini. Yo, lo de facha, vamos, es que me lo tomo como un honor.

Carmen Rigalt – A la hora de entregarse al placer de la lectura, por ejemplo, ¿le asaltan prejuicios políticos? ¿O es capaz de regodearse con las poesías de Miguel Hernández, sin sufrir ninguna convulsión?

Rafael García Serrano – Claro que sí. Yo conocí a Hernández, literariamente, a través de la revista ‘Cruz y Raya’ que, en aquel momento, a mí me gustaba más que la ‘Revista de Occidente’, aunque, por supuesto, la ‘Revista de Occidente’ también era lectura obligada para los universitarios, sobre todo, cuando Ortega decía algo. Y es que yo siempre he considerado a Ortega uno de los fundadores de la Falange.

Carmen Rigalt – Una curiosidad: ¿Usted le ve futuro a la Falange?

Rafael García Serrano – No sé si llamándose Falange o de otra manera, pero sí, las ideas joseantonianas, adaptándolas al momento, tienen un gran futuro.