30 enero 2002

Protestas contra lo que podría ser un crimen racista en España

Porteros de discoteca asesinan a Wilson Pacheco, emigrante ecuatoriano y arrojan su cadáver a las aguas del puerto de Barcelona

Hechos

Fue noticia el 30 de enero de 2002

Lecturas

LOS ASESINOS CONDENADOS A 13 AÑOS DE PRISIÓN

Según la sentencia los tres condenados (el portero del local Caipirinha, James Anglada, el del Mojito, Mariano Romero y el vigilante Antonio Fernández Quincoces), quizás, no tenían ánimo de matar, pero cometieron un homicidio en su modalidad de «dolo eventual» porque «el resultado fatal consistente en la muerte de Pacheco era altísimamente probable, siendo los acusados conscientes de esa probabilidad».

30 Enero 2002

Matones sin control

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La muerte de Wilson Pacheco, emigrante ecuatoriano, golpeado y arrojado a las aguas del puerto de Barcelona por los porteros de dos locales nocturnos evidencia la espantosa y creciente impunidad con que actúan algunos vigilantes de este tipo de establecimientos. Tras la visión de las escalofriantes imágenes de los vídeos y los relatos de los testigos presenciales, quedan pocas dudas de que Pacheco falleció ahogado después de haber sufrido una brutal paliza.

Amparados en el discutible derecho de admisión, algunos locales nocturnos y discotecas han dejado en manos de chulos y matones el control de acceso. La violencia con que administran el ejercicio de este derecho, con una sistemática discriminación de gitanos e inmigrantes magrebíes y latinoamericanos, ha convertido determinadas zonas de las ciudades, como el Maremàgnum de Barcelona, en espacios de alto riesgo que se organizan al margen de la ley.

Los hechos del pasado domingo han ocurrido tras una inquietante sucesión de denuncias. El local en que se originó la agresión acumula 11 expedientes sancionadores por abusos en el derecho de admisión. Hoy mismo, el propietario del negocio comparece en un juicio por un delito continuado contra los derechos fundamentales y las libertades públicas. Y uno de los vigilantes presuntamente responsables de los hechos, que se ha dado a la fuga, cuenta con antecedentes por otras agresiones. Como ha sucedido otras veces, tiene que ocurrir un drama para que las autoridades reaccionen.

La circunstancia de que la seguridad y el control administrativo de esa zona esté repartido entre tres distintas instituciones -policía del puerto, policía gubernativa y Guardia Urbana- sólo contribuye a diluir las responsabilidades y a retardar las medidas necesarias para impedir que hechos tan condenables puedan repetirse. Urge un control de los sistemas de seguridad de estos establecimientos y de las zonas de ocio nocturno en las que la policía responsable ha hecho una imperdonable dejación de funciones. También resulta censurable la falta de equipos de salvamento en zonas especialmente peligrosas como las portuarias.

30 Enero 2002

La Vergonzosa Muerte De Wilson

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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«Si esta rata sabe correr, sabe nadar». Estas fueron, según ha relatado uno de los testigos, las últimas palabras que escuchó Wilson Pacheco antes de ahogarse en las aguas del Puerto de Barcelona.La dramática frase hay que ponerla en boca de uno de los porteros que, antes de empujarle a la muerte, le propinaron una paliza tras impedirle la entrada a uno de los locales de copas del centro lúdico Maremàgnum.

Se sabe ahora que el único delito que cometió este ecuatoriano fue el de no resignarse a que le cerrasen el paso cuando se disponía a entrar junto a otros compatriotas al bar Caipirinha. Máxime cuando las chicas que conocieron sólo momentos antes, de nacionalidad española, ya habían sobrepasado la barrera de seguridad que filtra la entrada a la discoteca.

Si a estas alturas del relato alguien duda de la actitud xenófoba de los porteros podrá convencerse con lo que vino después: insultos racistas, patadas, ensañamiento y máximo desprecio a la víctima que no dudaron en arrojar al agua sin importarles las consecuencias.Tres de ellos están ya detenidos. Otro, el más violento y quien según todos los indicios se encargó de dar el último empujón a Wilsón Pacheco, permanece huido. Sin este lamentable episodio nunca se habría conocido el historial delictivo que, lejos de impedirle trabajar como vigilante jurado, fue a la postre la mejor tarjeta de presentación para que acabaran contratándole como «gorila».

Serán los jueces quienes tengan que determinar la responsabilidad de esta muerte absurda y vergonzosa. Pero más allá de los ejecutores, están obligados a profundizar en las órdenes que los verdugos podrían haber recibido del patrón que les paga. El titular de la sociedad que regenta el bar Caipirinha también se sabe ahora hace frente a una denuncia por haber impedido la entrada a uno de sus locales a varias personas de etnia gitana.

Un último dato que debe llevarnos a la reflexión: decenas de ciudadanos, seguramente atenazados por el miedo, contemplaron impertérritos la muerte de Wilson. Ninguno de ellos quiso, pudo o supo hacer nada por evitarlo.

30 Enero 2002

Paqui y Wilson

Javier Ortiz

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En la madrugada del pasado domingo, un grupo de vigilantes jurados propinó una terrible paliza a un joven ecuatoriano, Wilson Pacheco, en la zona de discotecas del puerto de Barcelona. Primero lo persiguieron a la carrera hasta darle caza, luego lo golpearon hasta el hartazgo y, finalmente, uno de ellos lo tiró al agua.Según la declaración de un testigo, el que lo arrojó al mar dijo: «Si esta rata sabía correr, sabrá nadar».

Pocas horas después, los bomberos rescataron el cadáver del muchacho del fondo del puerto.

Les ruego que comparen ustedes el tratamiento que ha tenido esta noticia en los medios informativos españoles con el que mereció la pasada semana la muerte violenta de dos niños murcianos, al parecer provocada por su madre, a la que ya todo el mundo conoce por Paqui. Aquel suceso provocó un despliegue mediático de primera magnitud y dio para tema de apertura de telediarios y boletines informativos durante días y más días.

Por más que he examinado las circunstancias de la historia de Paqui y sus dos hijos, no he conseguido encontrar por ningún lado su extraordinario interés social. Se trata, sin duda, de un suceso terrible. Pero de un suceso, a fin de cuentas. ¿De qué nos ilustra? ¿De que los tópicos sobre el «amor de madre» no son de obligado cumplimiento? ¿De que la mezcla de alcohol y cocaína es explosiva? ¿De que a alguna gente puede írsele la olla muchísimo? No es gran cosa, si bien se mira.

La historia del puerto de Barcelona tiene, en cambio, verdadera trascendencia colectiva. Evidencia, en primer y principal lugar, que el racismo va creciendo en el cuerpo de nuestra sociedad como un cáncer incontenible. También da cuenta de que hay servicios de teórica seguridad que se componen de matones fascistas. Y de que hay empresas que los contratan no se llamen ustedes a engaño precisamente porque son matones fascistas, para que se comporten como tales y mantengan al ganado a raya.

Sin embargo, esa tragedia ha sido tratada con llamativa circunspección por los medios informativos. Algunos la han retirado de sus portadas en el breve plazo de 24 horas.

Se preguntarán por qué. Yo se lo digo: porque es una noticia incómoda, que no implica sólo a sus autores. Que nos concierne a todos. Que nos señala con el dedo y nos acusa, no por soterrada menos directamente.

En el show mediático de nuestro tiempo, los sucesos son tratados como noticias trascendentales, y las noticias trascendentales, como sucesos. Es un modo de ayudar a la mayoría a no ver lo que no quiere ver.