27 octubre 2017

Partido Popular, PSOE y Ciudadanos respaldaron la posición del Gobierno en el Senado aplicando el artículo 155

Puigdemont proclama la independencia de Catalunya y el Gobierno Rajoy decreta su destitución y la convocatoria de elecciones

Hechos

  • El 27.10.2017 el Consejo de Ministros presidido por D. Mariano Rajoy acordó la destitución de D. Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat de Catalunya y de todos sus consejeros, así como la disolución del Parlament y convocatoria de elecciones el 21 de diciembre.

Lecturas

El 1 de octubre de 2017 Catalunya celebró un referéndum ilegal en una operación de la Generalitat de Catalunya (presidida por D. Carles Puigdemont Casamajo), los partidos independentistas (PDeCAT, ERC y CUP) y grupos sociales independentistas (ANC y Omnium Cultural) para forzar la disolución del Estado español proclamando la República de Catalunya.

A pesar de que, según su propaganda el ‘referendum’ del 1 de octubre debía haber sido vinculado y haber proclamado la república catalana al día siguiente, el 10 de octubre de 2017 D. Carles Puigdemont Casamajo comparece para anunciar que asume el mandato para convertir Catalunya en un Estado independiente pero que suspende temporalmente esa declaración de independencia.

El 21 de octubre de 2017 el presidente del Gobierno D. Mariano Rajoy Brey anuncia que inicia los trámites para aprobar el artículo 155 que supondrá la intervención en Catalunya y la destitución del Gobierno de la Generalitat.

El 26 de octubre de 2017 se especuló con que el presidente de la Generalitat D. Carles Pugidemont Casamajo iba a convocar elecciones autonómicas en Catalunya para impedir la aplicación del artículo 155. Esta dedición causa que D. Gabriel Rufián Romero, de ERC, insinúe en un tuit que la actitud de D. Carles Puigdemont es una traición (“155 monedas de plata”) y que dos diputados del PDeCAT anuncian que dimiten por discrepar con la convocatoria de elecciones D. Jordi Cuminal Roquet y D. Albert Batalla Siscart, finalmente la tarde del 26 de octubre de 2017 D. Carles Pugidemont comparece para anunciar que no convoca elecciones y que proclamará la independencia.

Esta decisión causa la dimisión de D. Santiago Vila Vicente como consejero de Empresa de la Generalitat, al ser el único miembro del Gobern que rechazaba una Declaración Unilateral de Independencia (DUI), pero a su vez causa de D. Jordi Cuminal Roquet y D. Albert Batalla Siscart revocen sus dimisiones.

El 27 de octubre de 2017 en el parlament de Catalunya D. Carles Puigdemont Casamajo, respaldado por todo su Gobierno, incluid su vicepresidente D. Oriol Junqueras Vies (líder de ERC) y la presidenta del Parlament Dña. Carmen Forcadell Lluís proclaman la “Constitución de la República Catalana como Estado independiente y soberano de derecho democrático y social”. Ese mismo día en el Senado, con los votos de PP, PSOE y Ciudadanos, se aprueba el artículo de 155 que supone la inmediata destitución de. Sr. Puigdemont, el Sr. Junqueras, la Sra. Forcadell de sus cargos y la convocatoria por parte del Estado de nuevas elecciones para el 21 de diciembre de 2017. También es destituido D. Josep Lluís Trapero Álvarez como mayor de los mossos de Esquadra.



PRESIONES A PUIGDEMONT DE ERC Y LOS ‘DUROS’ DEL PDECAT PARA LA DUI

Después del referéndum ilegal del 1 de Octubre, el presidente de la Generalitat D. Carlos Puigdemont tenía dos posibilidades, la de convocar elecciones autonómicas anticipadas o proclamar la independencia de Catalunya, la llamada DUI (Declaración Unilateral de Independencia) que inevitablemente provocaría que el Gobierno aplicara el artículo 155 y destituyera a todo el Gobierno. El día 27 de octubre, se había filtrado que el Sr. Puigdemont planeaba convocar elecciones lo que desató presiones públicas de ERC (la más célebre la de D. Gabriel Rufián comparando a Puigdemont con ‘Judas’) y también de sectores duros del PDeCAT como los diputados D. Jordi Cuminal y D. Albert Batalla que amenazaron con dimitir y darse de baja si no se proclamaba la independencia.

EL CONSEJERO SANTI VILA DIMITIÓ MINUTOS ANTES DE LA DUI. 

 La última crisis de Gobierno en la Generalitat fue protagonizada por el conseller de Empresa, Sr. Santi Vila, que era partidario de que el Sr. Puigdemont convocara elecciones para evitar así que el Gobierno Rajoy aplicara el artículo 155 y ante la negativa del Sr. Puigdemont y su anuncio de proclamar la independencia unilateral, el Sr. Vila presentó su dimisión minutos antes de que esa proclamación se produjera.

SORAYA SÁENZ DE SANTAMARÍA ECHA AL JEFE DE LOS MOSSOS

   La vicepresidenta del Gobierno, Dña. Soraya Sáenz de Santamaría, asumirá las funciones de la Presidencia de la Generalitat. Una de sus primeras decisiones ha sido destituir a la cúpula de la policía autonómica catalana, los Mossos de Escuadra incluido el mayor D. Josep Lluis Trapero.

PARTIDO SOCIALISTA  Y CIUDADANOS  RESPALDAN AL GOBIERNO CON EL 155

   La aplicación del artículo 155 de la Constitución para destituir a D. Carles Puigdemont fue respaldada por todos los senadores del PP, que era quien lo proponía, pero también por todos los del principal partido de la oposición, el PSOE, que lidera D. Pedro Sánchez, y de la cuarta fuerza política, Ciudadanos, que lidera D. Albert Rivera.

MALESTAR EN EL PSC: NURIA PARLON DIMITE

 A pesar de que el PSC (referente del PSOE en Catalunya) se había mostrado contrario reiteradamente a la aplicación del artículo 155, en el momento de aplicarse no se posicionó (su único senador, D. José Montilla, no estuvo presente en la votación) y finalmente el líder del PSC, Sr. Iceta respaldó oficialmente lo hecho por su socios del PSOE. La alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet, Dña. Núria Parlon, anunció que dimitía de su puesto del Comité Federal del PSOE donde estaba en representación del PSC.

28 Octubre 2017

La hora del Estado de Derecho

ABC (Director: Bieito Rubido)

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Sería un error afirmar que quien ayer aprobó la declaración unilateral de independencia fue el Parlament de Cataluña, disuelto ayer por el Gobierno de Mariano Rajoy en virtud de la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Como entidad representativa democrática y legítima, el Parlament dejó de existir el 7 de septiembre, cuando la mayoría separatista consumó el golpe contra la Constitución de 1978 y el Estatuto de 2006 al aprobar las leyes de transitoriedad jurídica y de referéndum. A partir de ese día pasó a ser una asamblea totalitaria, instalada en el silenciamiento de la oposición, la inducción a la algarada callejera y la ilegalidad.

La decisión tomada ayer por el Ejecutivo es la expresión de la legitimidad democrática frente a la ruptura del marco constitucional. La destitución fulminante del Govern encabezado por Puigdemont se enmarca en la respuesta a quienes han vulnerado de manera flagrante los principios más elementales del Estado de Derecho. La convocatoria de elecciones en Cataluña el próximo 21 de diciembre demuestra que la intención del Gobierno es devolver con la máxima urgencia la legalidad a unas instituciones que el separatismo ha situado fuera de nuestro ordenamiento jurídico. La reacción del Estado se ha visto condicionada por el convencimiento equivocado de que el nacionalismo catalán se conformaría con contrapartidas económicas y no llegaría a la ruptura. Pero los separatistas anunciaron las leyes de desconexión y las aprobaron. Convocaron un referéndum y lo celebraron. Comprometieron la declaración de independencia y ayer la proclamaron. Ante esta situación límite, la aplicación del artículo 155 era una obligación ineludible.

El separatismo ha llevado a Cataluña al nivel de confrontación que quería, desenlace previsible desde que el nacionalismo antaño moderado -el de Convergencia Democrática- entregó a los extremistas de la CUP la vanguardia del proceso secesionista, además de la cabeza de Artur Mas. En lo sucesivo habrá que creer a los nacionalistas y no esperar a que demuestren de lo que son capaces. El arriado de la bandera española en algunos edificios oficiales catalanes es la imagen de una agresión que no debe tolerarse. Sin embargo, el nacionalismo ha llegado a este punto mucho más debilitado de lo que esperaba y no tanto por la respuesta institucional del Estado de Derecho. Ni los recursos ante el TC, ni las querellas ante los tribunales penales, siquiera las condenas ya impuestas, han tenido el efecto disuasorio adecuado, aun cuando sea inaplazable someter a Carles Puigdemont y sus secuaces a la imputación por los delitos que han cometido. Los separatistas han cosechado tres fracasos que no harán sino aumentar su volumen en los próximos días: el rechazo de la comunidad internacional -renovado ayer en cascada, desde EE.UU. a la Unión Europea- a su proyecto de ruptura del orden constitucional español; la espantada del sector empresarial de Cataluña y la pérdida del monopolio en las calles catalanas. Estos frentes fallidos del separatismo demuestran que la respuesta del Estado de Derecho es una necesidad imperativa.

El Estado no puede fallar a tantos como están confiando en él. La aplicación del artículo 155 de la Constitución es la respuesta urgente del Estado. Su finalidad no es resolver el conflicto separatista, que tiene otros cauces, sino restaurar el orden legal e institucional en Cataluña, mediante la aplicación forzosa, como prevé la Constitución, de las medidas aprobadas por el Senado. El mecanismo del artículo 155 no está previsto para ser negociado, sino para ser impuesto con toda la firmeza que sea precisa, eso sí, acompañada de inteligencia política y sentido de la oportunidad. Sin duda, el artículo 155 llega tarde, pero no por eso pierde legitimidad o es menos necesario. Su aplicación, en todo caso, será compleja. No hay que engañarse: los decretos que ayer aprobó el Consejo de Ministros, y los que apruebe en el futuro, pueden no ser efectivos sólo por ser publicados en el Boletín Oficial del Estado. Requerirán en muchos casos el uso de la fuerza y tanto el Gobierno, como el PSOE y Ciudadanos deberán estar prevenidos de esta circunstancia. Es más, dado que los socialistas se han afanado en aparecer ante la opinión pública como los moduladores de la propuesta de intervención del Gobierno en la Generalidad, quizá tendrán que pensar cuál va a ser su discurso si el procedimiento del artículo 155 no es suficiente para restaurar plenamente, sin matices ni reservas, el orden constitucional de 1978 ante el movimiento insurreccional que ha desatado el nacionalismo.

El Gobierno de Mariano Rajoy ha de armarse de confianza en sí mismo y en la justicia de la causa que abandera en estos momentos, aplicar las medidas del artículo 155 y ganar esta prueba de resistencia a la que están siendo sometidos el Estado español y nuestra democracia.

29 Octubre 2017

El retablo del golpismo

Francisco Rosell

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Durante años, Cataluña ha escenificado su particular versión de un popular entremés cervantino: El Retablo de las Maravillas, donde ChanfallaChirinos y Rabelín hacen como que interpretan lo nunca visto bajo admonición de que quien no sea cristiano viejo e hijo legítimo no atisbará tamaño portento. Como todos presumen de serlo, asienten con lo que los sablistas tienen por pertinente en el teatrillo del sabio Tontonelo. Es tal alucinación que un labriego baila con una inexistente doncella y acredita que los irrefutables títeres son más bien los infelices aldeanos a quienes movían los hilos aquella trinca de rufianes.

Todo marcha sobre ruedas hasta arribar al pueblo un furriel para apalabrar el alojo de la soldadesca y hace notar que el retablo, lejos de albergar prodigio alguno, está vacío. Su apreciación hace revolverse contra él al regidor de la villa gritando cual poseso: «¡De ellos [judío o bastardo] es, pues no ve nada!». Desplegó la rudeza del converso que antes había acallado su comezón mascullando: «Habré de decir que lo veo por la negra honrilla».

Aquella sátira de Cervantes sobre la confiada sociedad de su época coadyuva a descifrar el proceso (más kafkiano que concebido por el mismo Kafka) de una Cataluña que pilota un secesionismo tan subvencionado como afiebrado y que, al promulgar una independencia ficticia, prueba que la estupidez carece de límites. El separatismo se ha ingeniado sus fantasmagorías meneando las cuerdas a través de Chanfalla Puigdemot, Rabelín Junqueras y Chirinos Forcadell.

Si no querían ser tildados de malos catalanes o, directamente, de botiflers(traidores), sus moradores debían transigir con que una Cataluña fuera de España sería el jardín de las Hespérides y gozarían, por serlo, como bromeó Francesc Pujols, filósofo de cabecera de Dalí, de todos los gastos pagados. Así, reveses como la fuga en tropel de empresas no perjudicaría sus bolsillos. En suma, valdría más ser catalán que multimillonario.

El nacionalismo transfigura en axiomas colosales sandeces con el silencio de quienes no tragan con patochadas, pero callan para no señalarse. Esa conducta acomodaticia hace que la fabulación nacionalista goce de prestigio inexplicable. ¿Cómo no pensarlo si ha logrado sentar casi como verdad canónica que una Guerra de Sucesión por el trono de España fue una apócrifa Guerra de Secesión? Juega con la credulidad de la gente y se beneficia de la catequización en escuelas donde se inoculan a los adolescentes la animadversión a España y lo que ella simboliza, lo que refuerza la radiotelevisión pública.

Así ha acaecido hasta que el montaje se ha venido abajo por su peso cuando, en el colmo de la ensoñación, el secesionismo ha desbordado su delirio y ha abierto los ojos a los más cándidos, la boca a los silenciados y ha obligado a actuar a una autoridad que se ha tragado sus embelecos. Esa circunstancia ha desatado su voraz incontinencia y ha originado la tragicomedia catalana, en la que se ha aunado lo trágico de sus secuelas y lo grotesco de una charlotada en la que sus petimetres han hecho el necio sin ayuda ajena.

Sin duda, un triste homenaje a Tarradellas, en el cuadragésimo aniversario de su regreso del exilio. Bien repetía éste que, en política, lo único que no puede hacerse es el ridículo. Tan chusco fue el Pleno de la segregación que ni abrieron la boca los dos líderes de la revuelta ni Puigdemont se asomó siquiera al balcón de la Generalitat para no constiparse, por no referirse a su aparición grabada por TV3 -aún bajo su mando operativo- como president destronado en la ciudad de la que fue alcalde, cerrando el círculo de su escapada. Ni ellos ni sus menguantes seguidores pueden tragarse ya sus engañifas.

Lo peor es que los distintos presidentes de Gobierno de la Nación, por conveniencias varias, han hecho gala de una ceguera voluntaria que no desmerece a los aldeanos satirizados por Cervantes y que cortó de raíz aquel envalentonado furriel en medio de tanta sandez.

Pendientes de salvar la partida diaria, todos sin excepción han ignorado la naturaleza del nacionalismo, al igual que esa burguesía que los alienta y luego se refugia en las sayas del Estado, pidiendo a sus gobernantes que le saquen las castañas del fuego que ellos han encendido. Todo sea que ese mismo establishment catalán no persiga ahora que, buscando restañar heridas, sea el conjunto de los españoles el que reponga la vajilla rota y vuelva a reacomodar a ese mismo nacionalismo para que haga trizas definitivas a un achacoso Estado.

Comandados por tales timoneles, los espacios abiertos de una Cataluña que fue cosmopolita hasta que cayó en el ombliguismo nacionalista ha notado como los tractores del ruralindependentismo, hijos del carlismo devenido en secesionismo, han invadido el espacio de libertad de la ciudad, ocupando esas vías urbanas con sus esteladas tremolantes. De nuevo, pues, el Estado ha tenido que ir al rescate de Cataluña y a restaurar el orden constitucional de esta Catatonia transmutada en guardería de lacrimosos viejos bebés gruñones con la faz cariacontecida de Puigdemont y Junqueras.

Atrapada en su chauvinismo ridículo y en su megalomanía identitaria, la Cataluña nacionalista, como explica el filósofo francés Pascal Bruckner en La tentación de la inocencia, padece dos de las patologías características del mundo occidental: el infantilismo que demanda seguridad sin sometimiento a obligación alguna y el victimismo de privilegiados que se sienten unos perseguidos exhibiendo unos agravios, a menudo, más aparentes que reales. Exigiendo ser reparados, los auténticos damnificados son desplazados por estos maestros en el arte de colocarse la máscara de los humillados. Con ella, se consideran habilitados para no someterse a las leyes y escapar a las consecuencias de sus actos.

Por eso, para reconducir el extravío, una vez parado el golpe, entrañaría una singularidad en toda regla que se hiciera un mejor uso de esta Constitución de 1978 que garantiza la igualdad. Escrito está por Montesquieu que «la libertad es el derecho de hacer lo que las leyes permiten; y si un ciudadano pudiera hacer lo que prohíben, ya no habría libertad, porque los otros tendrían ese mismo poder».

Al final, Rajoy ha optado por aplicar 55 días el artículo 155 de la Constitución con miras a convocar elecciones, o lo que es lo mismo, adopta la decisión que ofreció a Puigdemont para no desenfundar un artículo estigmatizado estúpidamente y que el president, rehén de sus inconsecuencias, no quiso asumir. No fuera cosa de que lo defenestraran por el balcón de la Generalitat aquellos mismos que fueron a buscarlo a la Alcaldía de Gerona para que trajera la independencia.

Se dirá que Rajoy ha acordado un 155 de circunstancias para supeditarlo al apoyo de Sánchez y Rivera, así como a las peticiones de las cancillerías europeas para que no se repitieran escenas como las del 1-0, fruto de la práctica inexistencia del Estado en Cataluña y de la deslealtad de los Mossos. Pero, a la postre, han resultado excusas perfectas para un político sofá que se adapta a todos los traseros. Si la política es anticiparse a los acontecimientos antes de que te arrollen, y la función del 155 era evitar la proclamación de la independencia, ha acudido a él a posteriori y en la confianza de que, destituidos los cabecillas del golpe catalán, sean los catalanes los que asuman, voto en urna, pero de veras, la responsabilidad de su solución.

Rajoy, del que sus rivales dirán que la Fortuna ha hecho más por él que él mismo, no ha atendido a una máxima napoleónica que vale para la guerra y la política: «Si empiezas a conquistar Viena, conquista Viena». Bonaparte la tuvo en cuenta para su victoria en Austerlitz, pero la omitió en Waterloo capitulando ante Wellington. Es de Perogrullo que en 40 días no se pueden resolver los problemas de 40 años de dejación del Estado. Pero tampoco se ve voluntad de querer entrar en ellos, por lo que, restablecida la normalidad en Cataluña con el marcapaso del 155 y dado el carácter recurrente de la Historia, habrá que afrontar nuevas reediciones de estos episodios bajo la máscara de la novedad.

A este respecto, Cataluña presenta menos variaciones que aquel music-hall que visitó Bernard Shaw para demostrar que no se operaba evolución alguna en los mismos. Así contaba que una noche estaba en uno de ellos y, aburrido de ver a un prestidigitador ejercitándose con unas bolitas, se fue. Regresó al cabo de 10 años topándose con que el mismo ilusionista proseguía jugando con iguales bolas. En Cataluña, los ilusionistas varían, pero el juego no cambia. Menester será que tenga el 155 a mano

Conviene no olvidarlo tras el alivio que ha supuesto no franquear esa Puerta del Infierno que figura -oh casualidad- en la exposición que, en el centenario de la muerte de Auguste Rodin, acoge justamente Barcelona en estas horas aciagas y que da nombre al conjunto escultórico inspirado en La Divina Comedia, de Dante; Las flores del mal, de Baudelaire, y Metamorfosis, de Ovidio.

29 Octubre 2017

El régimen del 78

Juan Luis Cebrián

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Nos encontramos ante la más seria amenaza contra la democracia desde que se aprobó la Constitución

Si la justicia no es fuerte es preciso que la fuerza sea justa (Fenelon)

Esta cita ya clásica del pensador francés me ha acompañado desde temprana edad en mis reflexiones políticas, gracias a la insistencia que de ella hacía mi amigo, y maestro en tantas cosas, Gregorio Peces Barba, uno de los padres de la Constitución de 1978, presidente de las Cortes durante la Transición y cuyo pedigrí democrático y socialista le sitúan, como dicen los castizos, fuera de toda sospecha. La alusión a la fuerza justa viene a cuento, por desgracia, ante el terremoto institucional, cívico y político que se ha desatado en Cataluña. Los tintes churriguerescos y bananeros que el presidente Puigdemont y su banda de los cuatro han impreso en la política del antiguo Principado, amenazan ahora con convertir el vodevil en tragedia, como sucede a menudo en los carnavales de Río de Janeiro. Porque ante lo que nos encontramos no es solo ante una declaración de independencia de un territorio, sino ante la más seria amenaza contra la democracia española desde que se aprobara la Constitución. Más seria aún que la intentona golpista de 1981, o el terrorismo de ETA, pues el ataque proviene de una insurrección civil, alentada, programada y azuzada desde las propias instituciones catalanas. Sedición, rebelión y traición son, al margen de las calificaciones penales, los verdaderos nombres que el diccionario aplica sin matices a la actitud de los cabecillas de este intento de incoar una revolución bolivariana en pleno corazón de Europa.

El expresidente Artur Mas confesó recientemente en público lo que tantos y tantos separatistas catalanes reconocen en privado, incluso después de la declaración de ayer del Parlament: la independencia de Cataluña, por mucho que la declaren y celebren, es imposible e impensable pues no hay ni habrá potencias exteriores que la reconozcan. También, y sobre todo, porque el Gobierno y los partidos democráticos no lo permitirán. No se va a producir, pues, en ningún caso y la consiguiente frustración de los cientos de miles de catalanes dispuestos a ondear sus barretinas y esteladas en reclamo de una libertad de la que ya disfrutan como el resto de ciudadanos españoles, y que ellos mismos acaban de poner en peligro, puede hacer derivar la protesta hacia derroteros más dramáticos y preocupantes.

La actitud de quienes el pasado jueves demandaban en las calles de Barcelona la excarcelación de los ya famosos Jordis, trocando su ira contra el Estado español en protesta contra el “traidor” Puigdemont, dado su falso amago de convocar elecciones, pone de relieve que la agitación populista puesta en marcha por la Generalitat en connivencia con el anarquismo irredento se les había ido hace tiempo de las manos. Traidor es desde luego Puigdemont, pero al Estatuto de Autonomía de Cataluña y a la Constitución, de los que emanaba su poder legítimo, aunque también y sobre todo al sentido común y a la decencia requerida a cualquier gobernante que se precie. Era su obligación tratar de unir a los ciudadanos en un proyecto común, no dividirlos y enfrentarlos entre sí, provocando una apenas larvada confrontación civil, de consecuencias desastrosas.

Pero con ser muy grave el desafío independentista, no es ni siquiera el mayor de aquellos a los que se enfrentan hoy el Gobierno y los partidos democráticos. El verdadero reto que no pueden permitirse perder es la amenaza evidente que, como consecuencia del proceso incoado, se cierne sobre la supervivencia de lo que ha dado en llamarse el régimen del 78, gracias al cual los españoles han disfrutado de la más prolongada etapa de libertad y el más alto nivel de vida de su historia. Las pulsiones nacionalistas han funcionado como caldo de cultivo para la incitación a la revuelta social y el auge del populismo, cimentados en el crecimiento de las desigualdades tras el estallido de la burbuja financiera hace una década. La irritación popular por la corrupción política, la escasez de empleo, y tantos otros problemas acuciantes en nuestra sociedad, por justificada que esté, y lo está mucho, acabará trocándose en decepción, cuando no en desespero, si los líderes sociales no son capaces de encauzar los deseos de cambio y las expectativas de mejora de los ciudadanos. Y la peor manera de hacerlo ha sido sucumbir a los cantos de sirena del nacionalismo como algunos connotados líderes de la izquierda han hecho.

En su pasión por derrumbar nuestra democracia reconocida en la Constitución de 1978, los representantes de movimientos antisistema, singularmente agrupados en Podemos, se rindieron a la tentación del compadreo con los separatistas, provocando una fisura en sus propias filas. La socialdemocracia, por su parte, últimamente más obsesionada por los eslóganes y el dominio del aparato sobre el partido que por ofrecer un proyecto coherente y posible para España, se ha perdido en la ambigüedad que podría conducirles a la irrelevancia, ambigüedad solo corregida en el último minuto.

El resultado de todo ello es un creciente fortalecimiento de la España profunda, un resurgir de la derecha española más reaccionaria, que trata de adueñarse de la bandera y su significado, ante la ingenua y culpable anuencia de los sectores progresistas. Y al albur de los excesos y delitos cometidos en nombre de la nación catalana comienza a cundir la preocupación por una deriva, tan anticonstitucional como aquella, tendente a lesionar o limitar la configuración del Estado de las Autonomías, promoviendo una oleada de centralismo frente al federalismo que tantos reclaman como única solución democrática y plausible para la organización territorial de nuestro país.

La alianza espuria entre los agitadores antisistema, la adinerada burguesía nacionalista y el movimiento okupa de Barcelona, no traerá la independencia a Cataluña, pero hace peligrar el equilibrio de fuerzas en la democracia española. Sobre todo si la recuperación de la legalidad constitucional y el mantenimiento en Cataluña obligara finalmente al Gobierno al empleo legítimo de la fuerza. La tarea que el Estado tiene por delante para restañar las heridas abiertas, modificar lo que sea necesario de nuestra Constitución, promover leyes que mejoren la igualdad social y acaben con la endogamia galopante de los partidos políticos no la puede afrontar en solitario un Gobierno en minoría, incapaz incluso de aprobar los presupuestos, mientras la izquierda sigue sometida al narcisismo de sus líderes. Se ha destruido mucho del tejido social necesario para el sostén y desarrollo de nuestra democracia y quedan años de trabajo para recomponerlo. Los partidos constitucionalistas, unidos en la aprobación por el Senado de las medidas extraordinarias del artículo 155, deben coaligarse también para implementarlas. Algunos piensan, quizás con razón, que un Gobierno de salvación nacional no es necesario ni conveniente en estas circunstancias. En cualquier caso, la democracia hoy necesita ser salvada.

29 Octubre 2017

Las urnas ya están puestas

LA VANGUARDIA (Director: Marius Carol)

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El domingo pasado pedíamos al presidente de la Generalitat que pusiese la urnas para dar la voz al pueblo de Catalunya. Era la mejor manera –creíamos– de evitar la intervención de la Generalitat y de superar los serios enfrentamientos y tensiones que vive la sociedad catalana desde hace semanas. No éramos los únicos en pedirlo. Otros medios de comunicación se pronunciaron en el mismo sentido. El Cercle d’Economia, una de las más prestigiosas entidades de la sociedad civil catalana, también pidió la convocatoria de elecciones. Diversos partidos políticos llevaban semanas apuntando en la misma dirección. Incluso se publicaron encuestas al respecto. Una mayoría clara de la sociedad catalana desea decidir en las urnas, con libertad, con tranquilidad, con serenidad y con sosiego, la orientación futura del país y los criterios programáticos que deben regir la Generalitat.

Carles Puigdemont i Casamajó estuvo a punto de convocar esas elecciones el pasado jueves. El 20 de diciembre era la fecha escogida. Tenía el decreto a punto y un borrador de discurso. El discurso más importante de su carrera política. Con toda seguridad, el más difícil. Podía haber sido un gran discurso. El borrador comenzaba diciendo que no quería ser presidente de una parte del país, sino del país entero. Bellas palabras que no llegaron a ser pronunciadas. Momentos antes de su comparecencia, Puigdemont comenzó a recibir fieros ataques de sus aliados políticos, la CUP y Esquerra Republicana, a través de las redes sociales. Injustos ataques de ERC, cuyos dirigentes demostraron en aquel momento una inquietante falta de lealtad. En estos días difíciles, todo el mundo se está retratando. En estos días de angustia e incertidumbre, no hay astucia que resista el impacto de la realidad. Puigdemont empezó a ser presionado de la peor manera posible. Palabras gruesas. Insultos. Centenares de estudiantes que se manifestaban en la plaza Universitat fueron desviados a la plaza Sant Jaume para incrementar la presión. “¡Traidor!”, gritaban algunos. En ese clima de tensión, dos diputados del PDECat anunciaron su renuncia al escaño, insinuando la posibilidad de una escisión en el hasta ahora principal partido gobernante. A Puigdemont, hombre muy interesado y absorbido por las redes sociales, le temblaron las piernas. El acuerdo con Madrid estaba cogido con pinzas –no podía ser de otra manera, en las actuales circunstancias–, pero un tenaz grupo de personas había estado ejerciendo una eficaz labor de mediación con la Moncloa para lograr una salida inteligente al atolladero. Empresarios catalanes y hombres del Partido Nacionalista Vasco, encabezados por el lehendakari Iñigo Urkullu, dedicaron horas a esa valiosa labor de mediación. Desde aquí queremos agradecer su trabajo y su patriotismo. Si Carles Puigdemont hubiese firmado la convocatoria de elecciones, el artículo 155 no se hubiese aplicado, después de su aprobación en el Senado.

Las elecciones han sido convocadas para el día 21 de diciembre por el presidente del Gobierno de España, haciendo uso de las atribuciones que le confiere el citado artículo 155, una vez aprobado por el Senado e implementado por el Consejo de Ministros el viernes por la tarde. Con un movimiento fulgurante, el jefe del Ejecutivo español cambiaba el plano. La intervención de la Generalitat no será larga. No se agotarán los seis meses inicialmente anunciados. Los ciudadanos de Catalunya son convocados inmediatamente a las urnas para dar una salida limpia y democrática a la actual situación. El autogobierno de Catalunya puede ser res­tituido en menos de sesenta días. Carles Puigdemont podía haber convocado esas elecciones, salvaguardando la Generalitat de Catalunya y manteniendo la iniciativa política. No fue capaz de superar las contradicciones políticas y emocionales de su campo político. Se vio impelido al desastre por la agresiva deslealtad de sus aliados. Esas horas quedarán inscritas en la historia de Catalunya. Lo sentimos profundamente. El país se habría ahorrado un mal trance.

La “república” semiproclamada el viernes en el Parlament , en un ambiente tenso y fúnebre, con votación secreta para eludir responsabilidades penales, no ha sido reconocida por ningún país extranjero. (Decimos que fue semiproclamada, porque el texto votado no incluye ninguna declaración de independencia en su parte dispositiva). La Unión Europea y el Gobierno de Estados Unidos no tardaron ni una hora en comunicar su pleno apoyo a la integridad territorial de España. Al cabo de unas horas, casi todos los principales países del mundo se habían pronunciado en el mismo sentido. La lejana Osetia del Sur, república caucásica pilotada desde Moscú, enviaba una leve señal de apoyo. No es una exageración afirmar que los servicios estatales rusos han intentado manipular la cuestión de Catalunya para sus propios intereses: acumular argumentos para intentar legitimar la escisión de Crimea y de los territorios del Donbas (cuenca del río Donets) de Ucrania. Ni siquiera el Principado de Andorra ha reconocido a la fantasmal “república”. El fracaso ha sido total y completo. El señor Raül Romeva, encargado durante este tiempo de las “relaciones exteriores” de la Generalitat de Catalunya, debería dar alguna explicación a sus correligionarios. ¿Qué noción de las relaciones internacionales tiene el señor Romeva? ¿En qué mundo vive?

El presidente de la Generalitat ha sido cesado de su cargo, así como todos los miembros del Consell Executiu, en aplicación del artículo 155. Las “embajadas” en el extranjero van a ser cerradas. Ayer por la mañana se produjo el relevo en el mando de los Mossos d’Esquadra. El comisario Ferran López sustituye a Josep Lluís Trapero. El comportamiento del señor Trapero ha sido ejemplar, pidiendo a los agentes del cuerpo el reconocimiento y la plena colaboración con el nuevo mando. Ese gesto constituye un claro mensaje a todos los funcionarios de la Generalitat. Ninguna persona responsable desea en estos momentos que las cosas empeoren en Catalunya. Los aventureros han perdido la partida. TV3 emitió ayer al mediodía un mensaje grabado de Carles Puigdemont en el que solicitaba una “oposición democrática” al 155, sin ninguna mención a la “república” o a la independencia. Un mensaje ambiguo que también puede ser interpretado como un intento de rebajar la tensión y preparar el aterrizaje del soberanismo en la nueva realidad. Esperamos que en las próximas horas esta actitud se confirme.

Rebajar la excitación. Destensar. Serenar. Evitar a toda costa el enfrentamiento civil. Evitar humillaciones innecesarias. Trabajar activamente para que la situación creada no derive en los próximos meses en una regresión económica. Estas son las tareas urgentes, mientras se acerca el 21 de diciembre. Las urnas nos esperan. Catalunya decidirá.

29 Octubre 2017

Un choque desigual

ARA (Directora: Esther Vera)

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Tras la declaración ayer de la independencia de Cataluña hay una doble realidad que provoca sentimientos encontrados. Por un lado, late el sincero esfuerzo de tanta gente que se ha movilizado y ha trabajado honestamente durante años, de manera pacífica, aportando entusiasmo y conocimiento, haciendo posible el referéndum del 1-O en unas intolerables condiciones de represión violenta. Por otro, está la triste evidencia de las dificultades enormes que esta proclamación tenga resultados tangibles a corto plazo, tanto por la previsible y contundente respuesta de España como por la falta de una auténtica capacidad del gobierno catalán de hacerla efectiva de manera inmediata. Ilusión genuina y desconcierto son, pues, los sentimientos contradictorios para muchos ciudadanos ante este gesto tan histórico como frágil, fruto más de la imposibilidad de encontrar un interlocutor al otro lado -quedarà para la posteridad la irresponsabilidad del gobierno Rajoy de no aceptar la mano tendida de un Puigdemont dispuesto jueves por la mañana a convocar elecciones- que no de la convicción en las propias fuerzas; fruto más de la dignidad que de la estrategia política que requiere un interlocutor a la británica.

La reacción de España fue ayer rápida y contundente. Herido en su orgullo, parapetado en el dogma constitucional de la unidad de España. Ayer mismo, en virtud de una dudosa y temeraria interpretación del artículo 155 de la Constitución, aprobado en el Senado por una amplia mayoría (PP, PSOE, Cs), Rajoy no dudó en cesó todo el ejecutivo catalán -y 141 cargos de confianza-, a disolver el Parlamento y convocar elecciones para el 21 de diciembre, que no se puede descartar que se pretendan celebrar con líderes sobrianistes en prisión: ya están los de la ANC y Òmnium y la fiscalía amenaza todos los líderes políticos. En todo caso, Rajoy, en lugar de apropiarse por mucho tiempo del autogobierno -una gestión casi imposible-, se apresura a poner las urnas autonómicas que evitó que convocara Puigdemont. Con la Generalitat a punto de caer bajo su control (el de un PP que en Cataluña sólo tiene un 8% de los sufragios), se abre un panorama incierto: el nuevo proyecto político nace débil y amenazado, con la economía seriamente tocada, sin apoyos internacionales ni de la Unión Europea, con un clima social enrarecido y con un estado en su contra. Puede convertirse en un gesto efímero o una inversión de futuro y de dignidad. Su máximo apoyo, el de la gente movilizada en la calle, no merece pasar de la ilusión al desencanto y merece una respuesta. Porque estamos ante un choque desigual, el de una realidad débil contra un estado fuerte que convocará a las urnas los ciudadanos mientras desmonta el autogobierno.

29 Octubre 2017

Segundo día de la República

Manuel Cuyás

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Pues sí empezamos bien. Sábado, segundo día de la República, y no encuentro de mañana el diario en el buzón. Yo estoy suscrito, de pago, en el diario donde escribo. La casa tiene por norma no regalar nada, y así se explica también su éxito. ¿Qué ha pasado? Rajoy destituyó ayer al gobierno de la Generalitat y una pila de cargos subalternos dependientes. Destituyó también Trapero, el querido y eficaz mayor de los Mossos. Ha igualmente secuestrado el diario más independentista de los que se hacen y se deshacen? Voy de urgencia al quiosco y me tranquilizo: el diario es allí haciendo pila. Vino-ciento Partal siempre ha dicho que el primer o el segundo día de la independencia no notaríamos nada de especial: los hornos abrirían como cada día, la gente saldría para ir al trabajo o pasear, los padres llevarían a los niños a la escuela y si fuera época de setas, como ha sido el caso, la gente saldría a buscar. Yendo y volviendo del quiosco he visto confirmada la aseveración de Partal, aunque sea sábado y no haya escuelas donde llevar a los niños. Muy bien, pero y mi diario? Quizás el repartidor ha emocionado … Alguna anomalía tenía que haber, y la doy por buena, para que se notara que no es una día del todo normal.

Rajoy asumió ayer la presidencia de la Generalitat. Jordi Armenteras, presentador del programa 8 al Día de 8TV, me preguntó: «Es Rajoy el presidente 131?» Expliqué que en 1934, cuando se destituyó Compañeros, los sucesores impuestos por Madrid no entraron ni han entrado nunca en el cómputo. Sólo son presidentes de la Generalitat, en la época moderna, los elegidos democráticamente. Rajoy y todos los cargos que quiera nombrar son unos usurpadores. Dice que convoca elecciones para el 21 de diciembre, víspera de la Lotería Nacional. Las elecciones, perdone, sólo las convoca el presidente de la Generalitat 130. No hay 130 bis. De todos modos ya lo veremos. Ya veremos si los partidos que desde ayer viven en la República Catalana aceptan concurrir a las elecciones «autonómicas» fraudulentas. Como dice un ingenioso por Twitter, aunque reiremos viendo la Guardia Civil poniendo urnas para fuerza. Nos esperan días de resistencia y de resolver muchos dilemas. La función no ha terminado, y me veo incapaz, como siempre, de hacer pronósticos. Para mañana hay anunciada querella contra Puigdemont, con petición de prisión. Se puede ir así, a unas elecciones «normales» que han de restablecer la «normalidad»? En los balcones de las casas y en la cabecera de algunos edificios públicos la bandera estelada ha sido desplazada esta mañana por la catalana de siempre. Vienen a decir: «No somos independentistas, somos independientes.» Mi balcón es el de cada día y no se observa ningún cambio: la bandera, siempre la catalana de los independientes.

30 Octubre 2017

La luz comienza a abrirse paso

Vicent Partal

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Desde el viernes, mucha gente en este país ha sufrido mucho. Por el hecho de no saber qué pasaba ni hacia dónde íbamos. Estas últimas horas la luz ha comenzado a abrirse paso y me parece bastante evidente que, si finalmente el gobierno de la República se reúne hoy en Bruselas y habla, todo se verá de una manera diferente. Por eso me gustaría explicar unas cuantas cosas sobre qué ha pasado este largo fin de semana y sobre qué nos espera.

Sobre el fin de semana
1. Creo que todos debemos ser conscientes de que pasó el viernes, sábado y domingo. Tras la proclamación de la independencia había un riesgo indiscutible de una confrontación violenta en la calle. Y el gobierno y su presidente optaron por desarticularlo, en consecuencia con el talante profundamente pacifista del movimiento. El coste de hacer esto era muy caro, pero había salidas alternativas que son las que se empiezan a ver ahora. El gobierno actuó con una responsabilidad que tal vez fue excesiva y todo, pero no quiso poner en juego la estabilidad del país ni, sobre todo, la de sus servidores públicos. No se quería repetir un primero de octubre, creo.

Hay gente que puede opinar que esto ya lo tenían que haber calculado antes y que habría sido mejor no declarar la República o no haber escogido el camino de la independencia y todo. No estoy de acuerdo. Después de la heroica actitud de la gente el primero de octubre no proclamar la independencia sí que habría sido traicionarlo todo. El elemento principal y más importante era no arrodillarse y por eso no se convocaron elecciones autonómicas. Cataluña hoy es un territorio en disputa controlado aparentemente por España, pero que tiene un gobierno independiente aparentemente en el exilio. Y en este sentido que funcione en Barcelona o en Bruselas da igual. Incluso diría que, para el momento actual, mejor que funcione desde allí y todo.

2. Creo que hay una realidad que deberíamos meter todos en la cabeza: se acabó la democracia tal como la habíamos entendido hasta ahora. Volvemos a vivir una época en que por tus ideas puedes ir a parar a la cárcel durante años. Y son una prueba bien concreta Jordi Cuixart y Jordi Sánchez. Las cosas que todos hacíamos en democracia con una cierta naturalidad ahora las tenemos que volver a hacer como las habíamos hechas antes. Por lo tanto, el gobierno y su estructura este fin de semana ha valorado y medido el alcance de la represión. En cualquier momento pueden ser detenidos y llevados ante un tribunal que otorga ilegalmente funciones que no le corresponden, que se inventa delitos y que tiene un ánimo explícitamente vengativo y contrario a derecho, como se manifiesta claramente en los encabezados de sus papeles. En este contexto, pidió explicaciones abundantes, conferencias de prensa o declaraciones públicas, como si no pasara nada y viviéramos en un régimen democrático, es poco serio. Me hubiera gustado que hablasen claro y dijeran cosas, pero si se iban al exilio no cree que su seguridad era prioritaria?

Sobre hoy y los días que vienen
1. Si hoy el gobierno de la República Catalana se reúne, y más si habla y toma decisiones, la situación dará un giro radical. Máxime si lo hace en condición de gobierno en el exilio, con la que creará un conflicto interno mayúsculo en la Unión Europea. Si esto se confirmara, que conste que siempre deberemos agradecimiento a Flandes y en Bélgica por un gesto muy difícil que no tenían ninguna obligación de hacer.

2. Deberíamos entender que estamos ante un triángulo con tres puntas: el gobierno de la Generalidad (o de la República, que es igual), la administración pública de Cataluña y los ciudadanos. Con el gesto del viernes, el gobierno dejó que la administración fuera controlada por España, pero con la decisión que hoy podría conformarse se apoyarían los dos grandes pilares que nos han llevado hasta aquí: la política y los ciudadanos. De las tres puntas del triángulo, la administración era la más prescindible si no se quería que el proceso hacia la independencia s’aturàs. Sin gobierno no tendríamos sino caos -y por ello había que proclamar la República y por eso se hizo- y sin ciudadanos, sin pueblo, no tendríamos nada. La opción fue correcta.

3. El objetivo a alcanzar es evidente: combatir la represión y el 155, recuperar la democracia y el respeto a los derechos de todos y volver a dirigir la administración del país ahora ya como república independiente, que por ello se proclamó . Es decir, utilizar todos los métodos a su alcance para devolver al país el gobierno legítimo. En este sentido vale todo, desde la resistencia de las instituciones del país, municipales por ejemplo, la participación en las elecciones. La única regla es exigir que el gobierno gobierne. No puede mandar sobre la administración, pero puede dirigir políticamente el movimiento independentista y este es su papel.

4. Y para hacer esto hay que poner el foco de manera insistente en el origen de esta crisis. No es habitual que un territorio de la Unión Europea declare unilateralmente la independencia. Es sorprendente que todo un gobierno elegido democráticamente se encuentre obligado a trasladarse al exilio. Y no es normal que los ciudadanos de un país sean agredidos cuando quieren votar. De todo ello, quien tiene la culpa es sólo el gobierno español. Un gobierno que desde hace diez años se niega a ver la realidad: que tiene un problema político serio en Cataluña, un problema que sólo se puede resolver como se resuelven los problemas políticos en las democracias occidentales, que es dialogante y votante.

Así hemos llegado a situarse en un momento decisivo: hacemos entender en Europa y en la comunidad internacional que no es posible resolver la crisis catalana sin contar con el gobierno catalán como interlocutor principal. Y le decimos a Mariano Rajoy que tiene ante sí un presidente, el presidente de Cataluña, un gobierno, el gobierno de Cataluña, y un pueblo, el pueblo de Cataluña, que han proclamado su estado independiente y que no desfallecerán en la tarea de hacerlo efectivo.

30 Octubre 2017

La República querellada

Ferrán Casas

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La presión judicial, que la denuncia de Maza por rebelión contra el Gobierno y la mesa del Parlamento hace evidente, tenaza los pasos posteriores a la proclamación. Las elecciones del 21-D irrumpen con sus pros y contras. Hoy también son noticia los españolistas, Enric Millo, Perros, Maradona y "La guerra de los mundos"

La querella por una rebelión no violenta. Como decía, la gran preocupación es la querella y los efectos que puede tener en la gestión de los próximos días. Ayer se supo ya que incluirá el delito de rebelión, que incorpora penas de prisión de hasta 30 años, pero por ahora no se pedirán detenciones. El fiscal del Estado, José Manuel Maza, nombrado directamente por el Consejo de Ministros que preside Rajoy, la estaba ultimando y hoy en sabremos los detalles. Se presentará en la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo e irá contra el Gobierno y la mesa del Parlamento. En teoría el delito de rebelión no debería ser aplicable porque incluye violencia. Así lo explicaba el redactor de este artículo en el código penal español vigente. Pero los «Jordis» también están en prisión por sedición y habían intentado disolver una manifestación. Sobre la querella en cuanto esta información Bernat Surroca.

Elecciones como mal menor o oportunidad. La decisión de Mariano Rajoy de convocar ya elecciones, que se explica por la presión del PSOE y de las instituciones europeas, y por las dificultades para aplicar el 155 (os hablé en este análisis), ha cogido los partidos independentistas a contrapié , mientras intentan consolidar la República. Puede ser una buena oportunidad para legitimar a las urnas jugando en campo contrario (las convoca Rajoy) pero también se corre el riesgo de la división interna en función de quién y de cómo se concurra. Los partidos tendrán que decidir en pocos días qué hacen.

Ayer, de la manifestación españolista (masiva pero también con algún episodio violento) salió el clamor por una acción unitaria de Ciudadanos, PP y PSC. Seguramente los primeros son los que más provecho pueden sacar y los últimos los que más tienen que perder. Sara González le explica el «Juntos por el No» que se prepara aunque siempre en listas separadas. Al PDECat, que hoy reúne el comité nacional, ya se piensa en el escenario electoral y Santi Vila se mueve. De todo ello ha hecho esta información Oriol March. Y a Albano Dante hecha la dirección estatal de Podemos la ha intervenido (le han aplicado su 155) para forzar un pacto con los comunes de Ada Colau y Xavier Domènech aunque él no descarta entenderse con los soberanistas. Oriol Junqueras y la CUP son, por ahora, más prudentes. Atentos pero en la reunión de la dirección de ERC de esta mañana. De las elecciones, con luces y sombras, en escribió esta interesante opinión Jordi Muñoz.

La pasa hacia el lugar soñado? Cada lunes empezamos con música, a ser relacionada con el momento. Es el primer día laborable después del viernes de proclamación (e intervención) de la República. La lectora Anna Miret me propone la canción Día 1 del grupo manresano Gossos, que lidera Natxo Tarrés. «Hoy ya hemos despertado, dado un paso hacia el lugar que hemos soñado» dice la letra que avisa que siempre «debemos hacer camino». La podéis escuchar aquí. Veremos hasta dónde llegamos y cómo.

28 Octubre 2017

Puigdemont, el president

José Antich

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Carles Puigdemont no ha aceptado la destitución como president de Catalunya llevada a cabo por el Gobierno español después de que el Senado confiriera a Mariano Rajoy potestades excepcionales para suspender la autonomía catalana. El anuncio televisivo de Puigdemont, en la única comparecencia pública que ha realizado este sábado, no es menor ya que supone varias cosas: la asunción del paso dado por el Parlament el pasado viernes al proclamar la República de Catalunya y, en sentido contrario, la ausencia de cualquier legalidad que no pase por respetar la potestad del Parlament para nombrar y cesar a los presidentes de Catalunya. La incógnita es, en estos momentos, en qué se traducirán la presidencia de Puigdemont, la vicepresidencia de Oriol Junqueras y el cargo de conseller en un total de 13 departamentos. Alguno, como el titular de Territori i SostenibilitatJosepRull, incluso ha colgado un vídeo diciendo que piensa acudir el lunes a su despacho «como ministro de la nueva República catalana». Por ahora, es el único que lo ha expresado con tanta rotundidad. Otros dicen que se lo están pensando.

El Govern conserva el relato. Con dificultades, con enormes dificultades, pero lo conserva. Solo hace falta ver la prensa internacional de este sábado. Pero lo tiene que hacer efectivo si no quiere perderlo. En la comunicación moderna, el espacio que tú no ocupas, te lo acaba ocupando otro. Lo que se destaca es la proclamación de la República, no el 155 de Mariano Rajoy.  En la medida en que Puigdemont, Junqueras, Junts pel Sí, los partidos independentistas, Podem y las asociaciones soberanistas mantengan una hoja de ruta compartida, el relato tendrá vida propia. Y el independentismo conservará, en buena medida, la iniciativa en unas semanas sobre las que existe consenso entre todos los analistas en que van a ser muy complicadas. Y, aparte, conserva lo más preciado que existe en estos momentos, una mayoría de la sociedad catalana muy movilizada en defensa de sus instituciones. Se ha visto muy recientemente con la detención de los JordisJordi Sànchez y JordiCuixart. Eso sin contar con la capilaridad en más de 700 municipios que han dado apoyo a la independencia de Catalunya y se han comprometido a hacerla efectiva.

No es extraño que ante todo ello Rajoy haya querido acortar al máximo su presencia como virrey al 21 de diciembre, en que ha convocado elecciones autonómicas. Difícil dilema entre el independentismo sobre si acudir o no a estos comicios. Mi impresión es que el paso de los días decantará este espacio político hacia el sí para evitar que pase como en el País Vasco, donde un movimiento similar proporcionó la llegada del socialista Patxi López, de la mano del PP, a la presidencia. Pero para esta decisión aún faltan algunos días y han de pasar antes muchas cosas.

En esta batalla por los símbolos y por conservar la liturgia que está en manos de cualquier poder que se precie, el Govern está asistiendo a la inmovilización de su capacidad para actuar por parte del Gobierno español. A la pérdida de estos últimos tiempos de autonomía política y financiera, el Ministerio del Interior ha asumido con celeridad los Mossos d’Esquadra, ha nombrado un nuevo responsable y ha procedido a ejecutar los ceses en el Govern publicados en el BOE. La primera medida es que los consellers han perdido su escolta y lo mismo sucederá con el coche oficial. Puigdemontconservará un operativo mínimo y Junqueras, otro aún más pequeño. Es obvio que el Gobierno español quiere hacer pasar cuanto antes a las hemerotecas la imagen de un Govern en activo, llegando a los sitios con coches oficiales. Por ello también se ha quejado a TV3 por nombrar a Puigdemont con el rango de president, atendiendo a lo que dispone el BOEde este sábado: «una información veraz, objetiva y equilibrada, respetuosa con el pluralismo político, social y cultural, y también con el equilibrio territorial, así como con los valores de la Constitución y el Estatut«.

PD. La historia tendrá que reconocer el papel del mayor Trapero en la etapa reciente de consolidación del Cos de Mossos d’Esquadra como la policía de Catalunya. Es cesado por el Ministerio del Interior después de dos inmensos éxitos: dar una respuesta policial enorme a los atentados del pasado mes de agosto en Barcelona y Cambrils, desarticulando la totalidad del comando en tan solo cuatro días. Ocho terroristas fueron abatidos por los Mossos y los otros cuatro, detenidos. La comunicación a la opinión pública fue la propia de una policía moderna y la sociedad catalana tuvo un legítimo orgullo de su policía. El segundo éxito policial fue el del 1 de octubre con motivo del referéndum. Los Mossos cumplieron, hasta donde sabemos, el mandato judicial con proporcionalidad y el resultado es que retiraron más urnas que la Guardia Civil y la Policía Nacional. Todo ello, sin que hubiera ciudadanos heridos. Hoy, Trapero está investigado por un delito de sedición en la Audiencia Nacional y se le han impuesto medidas cautelares.