Rafael Calvo Serer difunde un libro con su versión del cierre del Diario MADRID y su programa político causando réplicas de Lucio del Álamo y Emilio Romero

El miércoles, cuando la Semana Santa llegaba a su mitad, aún había sol sobre España. Fue cuando Madrid se desangró en unas horas. Millares de coches, trenes reforzados, aviones al tope, se llevaron a las gentes hacían la sierra y las costas. Iban a encontrarse con el descanso o con la muerte en la carretera. Estos de Semana Santa fueron días de meditación y de esperanza, ¿lo son ya? Una noticia de agencia auguraba que, allá por el alto Aragón, en Monzón, no podrían salir las procesiones del Viernes: de los quince mil habitantes del pueblo eran tantos los que no se sumaban al cortejo de los fugitivos del ocio, que no quedaban brazos para portar los ‘pasos’ del gran duelo cristiano. La noticia – exacta o no – acababa ahí. Alguien pudo pensar que ya casi toda España es Monzón. Alguien pudo preguntar que por culpa de quién.

En Madrid era difícil buscar la respuesta. La capital del reino estaba quieta y vacía, ‘lejana y sola’. Todo – trabajo y política – había caído en el sopor de la ausencia. La puerta de las Cortes que da a Floridablanca, estaba entornada. Dentro, en remojo, la cola legal del proyecto de ley de Plan de Desarrollo como prólogo del combate de bolsillos y corazones entre la justicia y la economía en la reforma de la Seguridad Social. Al fondo, la cordillera de enmiendas – con tantos montes iguales y repetidos a la ley de Bases de Régimen Local. Y en los periódicos, temas fantasmales  como la triste muerte de García Lorca, resucitada otra vez, o la declaración de crisis del diario MADRID, ya cumplidos los cuatro meses de silencio. Todavía el miércoles, NUEVO DIARIO, generosa y cordialmente, ponía el tema otra voz en pie. ¿Qué extraño malfario deshace los acuerdos  y hunde en el fracaso las buenas voluntades para que el periódico vuelva a la calle? Se ha escrito tanto sobre el tema – en público y en privado – que todo parecía dicho. Pero ahora al montón de cartas, palabras, informes y querellas viene a sumarse un libro. Tiene doscientas cincuenta y cuatro páginas, y se vende en Francia, desde hace cinco días, a treinta y seis francos fuertes el ejemplar. Lo edita su autor – don Rafael Calvo Serer – y los distribuye la ‘Librairie Du Ruedo Ibérico’. Se titula ‘Franco frente al rey’ y es un texto nuevo solamente en muy pocas de sus páginas. Calvo Serer da por definitivamente muerto al diario MADRID, porque – dice el presidente de la empresa del periódico – representa ‘la fuerza reformadora que inspiró a la política de don Juan de Borbón entre 1948 y 1964 y lanzó la ‘tercera fuerza’ en 1953’. Pocos nombres se salvan a lo largo de las páginas editadas en castellano en París. Ni ministros de antes, ni ministros de ahora, ni aspirantes a ministros de mañana. Si acaso, además de don Juan de Borbón y del señor Calvo Serer, el señor Pemán. El libro no es una crónica ni una historia, sino un ensayo. Hay nombres de personas y de organizaciones y políticas y religiosas. Están casi todas; solamente falta una. La encendida y entusiasta apología de la figura y de la obra de don Juan de Borbón desemboca en las páginas finales, en una consecuencia a extramuros de la ley Orgánica que, a lectores ingenuos como el cronista, nos llena de estupor: “Hay que ir, en el futuro de España, a una monarquía presidencialista… don Juan de Borbón, el heredero de los derechos históricos al trono, sería el español que más méritos reuniría para ser elegido presidente de la República…”

Lucio del Álamo

Y Lucio del Alamo, querido presidente de los periodistas.

He leído a la orilla del mar su último artículo de ‘Crónicas de mar a mar’ que lleva por título ’36 francos’. Es lo que cuesta el libro de Rafael Calvo Serer, presidente del MADRID cerrado, libro titulado ‘Franco frente al rey’ y que distribuye ‘Librairie du Ruedo Ibérico’, que es quien reparte todo lo que se escribe y se lanza contra el Régimen español.

Dice Rafael Calvo que el periódico MADRID en sus manos representaba ‘la fuerza reformadora que inspiró la política de Don Juan de Borbón entre 1948 y 1964 y lanzó la ‘Tercera Fuerza’ en 1953’. Y los lectores sin enterarse. A los que no hemos leído todavía este libro nos descubre Lucio del Álamo que Calvo se proponía insautrar una monarquía presidencialista y como Don Juan de Borbón “es el heredero de los derechos históricos al Trono, sería el español que más méritos reuniría para ser elegido presidente de la República”. La broma es de postín.

¿Cómo llamarían a esto Carlos Arniches o Muñoz Seca o Mihura – los más festivos autores de la expresión popular – en un personaje castizo y republicano de la calle del Humilladero? Creo que antes del exabrupto razonable y cristiano diría por ‘pulcritud social, conciencia republicana y educación cívica’, ¡la rebambaramba! (Dado que fuera un personaje bien hablado.)

El ilustre y admirado cronista Lucio del Álamo se adjudica a sí mismo ingenuidad cuando descubre con estupor todo esto. Tiene razón. Esta ha sido una sorpresa capaz de matar en el acto, si antes hubieran resucitado, a Niceto Alcalá Zamora, a Manuel Azaña y a Alfonso XIII, por mencionar tan solo a jefes de Estado de la República y la Monarquía últimas. Pero el libro nos va a deparar, seguramente, comentarios sustanciosos sobre la historia de una ambición regocijante y desorbitada.