17 enero 1979

El país petrolífero dejará de ser un país aliado de Estados Unidos y su represión no se dirigirá sólo a los cómplices del régimen del Sha, sino también a traficantes de droga, adulteros, prostitutas y homosexuales, que serán ejecutados

Revolución integrista islámica en Irán: el Sha se ve forzado a abandonar el país: el ayatolláh Jomeini asume todo el poder

Hechos

  • El 16.01.1979 el Sha de Persia (y rey de Irán) abandonó el país.
  • El 1.02.1979 el ayatollah Ruhollah Jomeini regresó a Irán asumiendo la jefatura del Estado

Lecturas

Tras el derrocamiento del sha Mohamed Reza Pahlevi, el anciano líder chiita Jomeini regresó de su exilio en Francia y se hizo cargo del poder. La Revolución Islámica supuso el final del rumbo pro-occidental que había mantenido hasta entonces el monarca. 

En 1978 una serie de acontecimientos similares a una guerra civil provocaron que Mohamed Reza Pahlevi perdiera el poder. Una huelga general paralizó la vida pública y las continuas protestas agravaron la situación. En un principio el sha intentó imponer el orden con la ayuda del ejército al mismo tiempo que anunciaba una serie de reformas, pero todo ello no evitó su derrocamiento. A principios de 1979, Pahlevi abandonó Irán acompañado de su mujer, la emperatriz Farah Diba, y se dirigió a Estados Unidos, después de que otros países se negaran a concedersele asilo político por haber gobernado de manera absolutista. Entretanto, el Tribunal Islámico Revolucionario le condenó a muerte.

El sha dirigía los destinos de Irán desde 1941. El monarca había utilizado las gigantescas reservas petrolíferas para transformar su país es muy poco tiempo. Irán dejó de ser un estado agrícola atrasado para convertirse en uno moderno e industrializado de corte occidental. A tal efecto Pahlevi no mostró ninguna consideración por las tradiciones y convicciones éticas y religiosas de su pueblo, poniendo un especial énfasis en su occidentalización, hasta el punto de otorgar el derecho de voto a la mujer. Las reformas llevadas a cabo en la década de los sesenta debían impulsar el desarrollo de Irán, pero a pesar de la gran riqueza petrolífera del país, fueron pocos los que se aprovecharon del nuevo auge económico. La mayor parte de la población siguió viviendo en la miseria y luchando por su supervivencia.

Desde el principio, Estados Unidos había sido un estrecho aliado de la monarquía iraní y tenía razones estratégicas y económicas para desear que Irán gozara de una situación política estable: por un lado, el país limitaba con la URSS, mientras que, por otro, Estados Unidos confiaba en las incalculables riquezas del subsuelo iraní.

Tras el exilio de Pahlevi, el líder revolucionario se convirtió en el dictador de Irán como líder supremo de la religión islámica de Persia. El ayatolá ya se había manifestado contrario al proceso de occidentalización de Irán y había asumido un papel predominante en la lucha contra el monarca. A su regreso del exilio en 1979, se impuso rápidamente en la lucha por el poder contra el último gobierno instaurado por el sha; y formó un gabinete revolucionario dirigido por Mehdi Basargan, que había permanecido encarcelado mientras Pahlevi ostentaba el poder.

baktiar El último primer ministro de Irán con el Sha Reza Pahlevi, Shapur Baktiar, tuvo que dimitir tras la llegada al poder del ayattolah Jomeini. El ayattolah le condenó a muerte, pero Baktiar logró escapar al exilio francés.

La revolución islámica sofocó todas las tendencias pro-occidentales de Irán, y la religión se convirtió en el factor determinante de la política del país. El nuevo gobierno nacionalizó los bancos, lo que provocó la retirada de los inversores extranjeros.

16 Enero 1979

Irán, USA y los militares

DIARIO16 (Director: Miguel Ángel Aguilar)

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 Las vacaciones del sha no van a resolver la crisis iraní. Es muy difícil olvidar, aunque hayan transcurrido veinticinco años, las otras vacaciones que se tomó el sha y que fueron arpovechadas por sus fieles militares para dar un golpe de Estado contra el Gobierno nacionalista del doctor Mossadeq. Pero los tiempos han cambiado. El año 1953, el sha estaba casado con la princesa Soraya, en Irán se gobernaba de acuerdo con los intereses británicos y el monarca se dirigió a Roma a pasar de sus vacaciones. Hoy, acompañado por la empreatriz Farah, viaja con destino a California, aprovechando la hospitalidad americana. Es lo menos que podía exigir el sha al país al que tan bien ha servido estos últimos años, aunque a la postre los americanos hayan decidido que, al menos temporalmente, pueden prescindir de él.

Y pueden prescindir de él porque, aunque con dificultades y sin ninguna garantía de éxito, han encontrado al hombre que puede encauzar la crisis evitándole una slaida antinorteamericana. Hasta que Shapur Baktiar aceptó el encargo del monarca de formar Gobierno, a fin de evitar la caída definitiva de la monarquía y la instalación de un Gobierno revolucionario, la Administración Carter sostuvo firmemente al sha e incluso hizo demostracion de fuerza acercando al golfo su Séptima Flora.

La esperanza del Sha y, sobre todo, del Departamento de Estado es que la crisis se resuelva de una manera civilizada. El Gobierno Baktiar tratará de aplacar a la oposición, tanto civil como religiosa, aplicando la COnstitución, repetidamente violada por el monarca. Como primera medida de apaciguamiento ha prometido disolver la SAVAK, amnistiar y recompensar a los presos políticos y restablecer las libertades democráticas. También ha declarado que no piensa legalizar el Partido Comunista Iraní (Tudeh)

Si el Gobierno fracasa y las declaraciones de Karim Sanjabi y el ayatollah Jomeini no permiten apostar por el primerm inistro, la solución americana serán los militares. Baktiar es el hombre del sha y de los americanos – ‘después de mí… el golpe’ afirma constantemente – y éste es su principal hándicap para ser aceptado por una oposición que ha manifestado, como pocas en el mundo moderno, su odio al tirano. Como se ha repetido hasta la saciedad, Baktiar ha llegado tarde y mal.

Pero queda el Ejército imperial, creación personal del padre del actual sha. Hasta su reinado no existía en Irán un ejército unificado. La dinastía Qajar, antecesora de los Pahlevi, utilizaba los ejércitos tribales de unas regiones contra las otras. Y el sha ha utilizado este ejército fundamentalmente para asegurar su trono. La única vez que las fuerzas Armadas, entrenadas en Estados UNidos o en Irán por expertos americanos, han intervenido contra extranjeros en 1970 para ayudar al sultán de Omán, que controla la orilla árabe del golfo del petróleo, para aplastar la guerrilla izquierdista de Dofar.

Al Sha le preocupó sobre todas las cosas la lealtad de su ejército, y a sus consejeros americanos que sirviera de disuasión contra cualquier intento de rebelión popular de inspiración soviética. Parece fuera de dua que la institución militar cumplió a la perfección su cometido. El fallo ha estado en su comandante en jefe y en sus consejeros, que, una vez eliminado los comunistas, no supieron ver el peligro que suponía para el régimen el poder despótico del sha.

El Ejército es fiel al soberano, al menos os altos oficiales. Sin embargo, en Washington temen ahora – dicen – a los coroneles golpistas y ultras, que pueden frustrar la experiencia Baktiar. Temen a los mismos oficiales que, si fracasa Baktiar, serán llamados a salvar Irán de la amenaza ‘comunista’. Sin embargo, no será fácil el golpe. Los cuadros medios están mal pagados y los soldados no ven claro por qué han de seguir disparando contra sus conciudadanos.

17 Enero 1979

La salida del Sha

ABC (Director: Guillermo Luca de Tena)

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Para evitar más derramamientos de sangre y para conjurar la eventualidad de una guerra civil, el Sha ha salido del Irán. Aunque su ausencia se ha previsto formalmente en términos de provisionalidad, parece lo cierto que será irreversible. Y también se presenta como muy probable el que los derramamientos de sangre continúen.

La figura del Sha ha simbolizado a lo largo de una vertiginosa carrera de acontecimientos luctuosos, los términos de una lucha política. Los ha simbolizado decimos, pero nos lo ha ocmpendiado. Lo más grave del problema iraní subsiste, a despecho de la ausencia activa del Soberano. Siguen en alto las espaldas, aunque algunos claveles hayan menos que súbitamente florecido en la boca de los fusiles. El fanatismo religioso, de una parte; los esquemas revolucionarios de los partidos de izquierda, por otra, y por añadidura, la gravitación militar sobre el vacío institucional que he hecho se ha creado con la ausencia del Sha, componen un cuadro donde de inmediato, sólo caben las experiencias sombrias.

Para más oscurecer la situación iraní sobreviene la crisis institucional en un compás singularísimo de activismo geopolítico en Asia. Activismo que en el caso concreto de Irán no es en absoluto irrelevante para la propia seguridad de Europa. Tomar como lanzadera la crispación religiosa, acaso sea la más curiosa y preocupante de las innovaciones mostradas por la estrategia soviética. Todo vector emoción sirve a la URSS para colocar en su cabeza la carga de un designio propio, revolucionario en la forma y rigurosamente imperialista en su fondo y contenido. Y si no que se lo digan al presidente Carter, a quien suponemos entre asombrado y perplejo al comprobar el efecto boomerang de su política de derechos humanos: si estéril y fracasada en lo que correspondía a la URSS, fértil y ubérrima para la URSS misma al desmedular una posición inequívocamente occidentalista como la que el Irán del Sha representaba.
Lo de menos en este grave asunto son los errores de cálculos cometidos por el Sha cuando al acometer la modernización acelerada de su pueblo, con el dinero del petróleo y con los latifundios del estamento religioso, no recabó la alianza de la clase política. Lo de menos, decimos, fue el erro del ejercicio solitario del poder. Lo de más, lo incuestionablemente grave, ha sido esa presión moral, indiscriminadamente ejercida por Carter, que, como extemporáneo bisturí ha desatado la cancelación galopante, la metástasis revolucionaria, que amenaza con seguridad plena arruinar al Irán: imposibilitando la continuidad de su modernización misma y entregado a la cosechadora soviética el más preciado fruto que podía ambicionar allí, en ese decisivo contrafuerte de los intereses occidentales y de la civilización de la libertad.
Las lágrimas que ayer surcaban el rostro del Sha al abandonar su patria reflejan a un tiempo el dolor, la frustración y el desencanto por la turbia y torpe insolidaridad norteamericana.

17 Enero 1979

El enigma de Irán

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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La idea de que el sha regrese alguna vez a Teherán es inverosímil. Las vacaciones imperiales son apenas un leve antifaz para «salvar la cara», un último respeto a la divinidad titulada de quien los hechos convierten en un destronado, en un exiliado, en un derrotado. Pero no menos inverosímil es lo que ha sucedido: que una revuelta popular entre religiosa y populista acabe, en esta época, en la que todo está preparado para que no suceda así, con el régimen de uno de los países más fuertes y más ricos de Occidente. Algo como para erizar los cabellos a los monarcas de Jordania y Arabia, a los jeques de los emiratos petrolíferos.Al sha no le han servido de nada -o quizá solamente para prolongar su poder unos años más- las grandes inversiones en seguro de estabilidad que había hecho. Los miles de millones de dólares invertidos en el Ejército y sus armas, el enriquecimiento -por corrupción o simple mente por tolerancia- de los poderes paralelos, la relati va modernización del país y la creación de nuevas clases y la subordinación a las necesidades de Estados Unidos en una zona fronteriza no han podido salvarle. Ahora se ve por qué. El Ejército ha optado por salvarse a sí mismo, no ha sido capaz de emplear toda su capacidad de respuesta contra un pueblo que ni siquiera ha necesitado de las armas para su peculiar revolución -una revolución de mártires, de muertos y heridos, de gentes que abrían su camisa para ofrecer el pecho desnudo a los cañones-, y se diría que ni siquiera ha necesitado organización o planes. Como si desmintiera, al mismo tiempo, la fórmula marxista de que el espontaneísmo está condenado y de que el pueblo necesita una vanguardia. Este Ejército ha termi nado por colocar claveles en el cañón de los fusiles, como en una escenografía que quisiera repetir la revolución de los claveles de Portugal, el lenguaje de que el pueblo y el ejército están hermanados y son una misma flor (habrá que pensar que otros pasos a la portuguesa se darán en Irán hasta la consolidación de un nuevo régimen), La aristocracia podrida ha respondido con uno de sus movi mientos más propios y más característicos: las fugas de capital, el desentendimiento, la huida. Los hijos de la burguesía enviados a estudiar, por cientos de millares, a países extranjeros -las becas concedidas por Estados Unidos han sido infinitas- han regresado con un cierto esnobismo despectivo por el atraso feudal del país, con un idealismo democrático y una negación al nacionalismo. En cuanto a Estados Unidos, una vez más han abando nado a su vasallo, cuando han encontrado una solución de recambio. Conservarán al sha en su territorio como una fotografia de archivo que en un momento dado puede ser útil: como los chinos conservaron a Norodom Sihanuk. Aunque estas reservas de legitimidad amarillenta, enve jecida, se suelen emplear demasiado tarde.

Las dos explicaciones clásicas para la revolución no dejan de ser sorprendentes. Una es el hambre, otra la religión. El hambre se ha acallado por medios igualmente clásicos:, una policía secreta cuyas celdas de tortura y patios de ejecución han comenzado ya a salir a la luz pública, y una represión severa a cargo de miles de autoridades locales. También, como en los tiempos clásicos, represión y tortura han multiplicado el fuego de la resistencia. El levantamiento de la religión es un hecho insólito. Normalmente, las religiones no levantan ya cruzadas ni sublevaciones (el revestimiento de catolicismo en el problema del Ulster tiene otra. significación). Ni siquiera tiene ya ese poder una fe y una esperanza cuasi religiosas, como las que despertaba en otros tiempos el comunismo. Quizá el Islam tenga todavía esta capacidad de hervor, y es un dato más para que se inquiete y aterroricen las oligarquías de la zona ára bo- petrolífera.

Parece que ahora, en el momento en que el sha es técnicamente destronado, y el consejo de regencia está en auténticos apuros para mantener la apariencia del Trono del Pavo Real, las fuerzas que tienen alguna consistencia en Irán son cuatro. Una es la que encabezael ayatollah Jomeini, protagonista de la revolución religiosa. Es una fuerza que va en contra del sentido del progreso -o del progresismo-, que mántiene unas costumbres rígidas, que representa una especie de jansenismo -la fe chiita- dentro del mundo musulmán. Junto a esta fuerza está la oposición política, el Frente Nacional, que ha hecho causa única con el ayatollah Jomeini y con las fuerzas religiosas, pero que está irremisiblemente separada, de estas fuerzas por su incredulidad, por su escaso nacionalismo. Una tercera fuerza es el Ejército, adornado ahora con claveles, resucitando su vieja fe religiosa y su modernismo al mismo tiempo para no ser destruido desde dentro, para consolidar el régimen porvenir. La cuarta fuerza es la del compromiso que representa Shapur Bajtiar, primer ministro desahuciado por Jomeini y por el Frente, sostenido por el Ejército y por Estados Unidos, con capacidad para mantenerse y para ser finalmente aceptado por la revolución como salida posible; dispuesto a cumplir sus promesas de restaurar la Constitución, castigar a los culpables de los antiguos desmanes y convocar elecciones dentro de este mismo año.

Cómo van a convivir estas cuatro fuerzas es todavía un misterio. Quizá, al principio, por un cierto sentido de conservación. Si no hay elecciones y se forma un Gobierno fuerte, dirigido por un militar, corre dos peligros: el de que la revolución continúe, o el de ser victima de los mismos vectores de fuerza que impidieron que Spinola mantuviese esa fuerza en Portugal. Si las elecciones se convocan, hay un riesgo similar al de Turquía: el desmigajamiento de la oposición, la dificultad de la democracia auténtica. No es fácil pensar que Ejército, populismo y chiismo puedan convivir fácilmente; no lo es tampoco que la socialdemocracia de Bajtiar vaya a durar. El enigma está abierto.

02 Febrero 1979

Los otros aliados del ayatollah

Antonio Alferez

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La entrada de Jomeini en el escenario iraní ha sido mesiánica y espectacular. “En dos o tres días se proclamará el Gobierno revolucionario y voy a ser yo quien nombre ese Goiberno”, ha dicho el ayatollah nada más volver a Teherán, después de catorce años de exilio. Jomeini, pues, mantiene el desafío lanzado a Baktiar para que dimita. Un ayudante del líder religioso ha expuesto la estrategia de seguir: “Expulsaremos al primer ministro por medios pacíficos, pero sí se resiste, recurriremos a otros”.

Frente a estos proyectos, el general Charabagui, la persona clave en las Fuerzas Armadas, ha sido categórico: “Si Jomeini proclama la República, el Gobierno le hará arrestar. El ejército está para hacer respetar la ley”.

Desaparecido el Sha, todos los protagonista que restan en el drama iraní están en escena: Jomeini, Baktiar y el ejército. Si ninguno cede, la chispa cederá en cuestión de días y será la guerra civil. Baktiar se parapeta en la legalidad y, en última instancia, en el Ejército. ¿Y Jomeini? ¿Qué hay detrás de toda esa retórica teocrática del ayatollah? En primer lugar, la poderosa estructura del clero chiita. También el carisma del santón, que ha simbolizado la oposición al Sha. Los observadores tratan de escrutar otros apoyos, connotaciones, “quintas columnas” que expliquen la irresistible ascensión hacia el Poder del anciano ayatollah. Los resultados de estas indagaciones no pueden ser más inquietantes. Moscú por medios subterráneos; el Partido Comunista iraní, con sus cuadros y afiliados y algunos regímenes revolucionarios (especialmente la Libia de Gadafi) están apoyando con eficacia la causa de Jomeini.

Moscú mantiene a efectos oficiales una estricta neutralidad, al tiempo que sigue con el máximo interés la evolución de los acontecimientos. (Breznef, durante el misterioso ‘viaje de descanso’ a Bulgaria a mediados de enero, recibió a un emisario de Jomeini). Pero emisoras piratas instaladas en territorio soviético transmiten a diario extensos boletines de los acontecimientos iraníes, al tiempo que dan instrucciones sobre cómo fabricar bombas caseras o hacer frente a las Fuerzas Armadas.

Más eficaz es la contribución del Tudes (Partido Comunista iraní) a la causa de Jomeini. Su líder, el estaliniano Nurreddin Kianuri, ha dado instrucciones ocncretas a sus diez mil militantes para que apoyen la ‘República Islámica Popular’ y en declaraciones públicas se ha referido a la validez del Tratado ruso-iraní de 1921, que otorga a Mascú poder para intervenir en Irán si sus intereses estuvieran amenazados.

En uno de sus amargos comentarios poco antes de abandonar Teherán, el Sha diría: “Muy pocos de los manifestantes a favor de Jomeini han puesto alguna vez sus pies en una mezquita”. El marxismo se ha estrellado casi siempre en los países musulmanes por la gran fuerza del nacionalismo de estos pueblos. Pero Jomeini sorprende a todos afirmando que ‘la filosofía del Islam rehúsa del concepto mismo de nación”. Por vez primera, también un grupo revolucionario combate bajo una bandera que hermana de forma insólita la hoz y el martillo marxista y la estrella musulmana.

Junto al desorden público y el caos económico, son factores que alarman al ejército iraní, a la expectativa, que se siente – según palabras del embajador Sullivan de los Estados Unidos – “como un animal herido, nervioso e impredecible”.

Antonio Alfarez

17 Enero 1979

El sha Reza Pahlevi abandonó ayer Irán

THE NEW YORK TIMES (Editor Ejecutivo: A. M. Rosenthal)

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Visiblemente quebrantado, y en medio de una estruendosa manifestación de júbilo de su pueblo, el sha Mohamed Reza Pahlevi abandonó ayer Irán en dirección a Egipto, desde donde, probablemente, continuará viaje a Estados Unidos en los próximos días. Mientras los ayatollahs y la multitud festejaban. en la ciudad la partida del monarca y lo que se considera el fin de la corta dinastía Pahlevi, en el sur de Irán se registraba un terremoto de gran intensidad (7,1 de la escala Richter). Hasta el último momento, cuando algunos oficiales de su guardia le besaban los pies en el aeropuerto, el sha insistió en que salía del país para tomarse unas «vacaciones».

« Me siento muy fatigado y necesito un descanso», dijo Reza Pahlevi, con lágrimas en los ojos, cuando, en compañía de su esposa, Farah Diba, y del primer ministro, Shapur Bapiar, se dirigió al Boeing 707 que él mismo pilotó hasta la localidad de Asuán, en Egipto. Eran las 13.15 hora local (10.45 hora española), y unos minutos antes, el sha y Bajtiar cancelaron una conferencia de prensa prevista para el momento de la partida. El viaje también se demoró una hora, pues el monarca quiso asegurarse de que la Majl¡s (Cámara baja del Parlamento) daba su voto de confianza al nuevo Gobierno de Bajtiar. Radio Teherán anunció los resultados de la votación parlamentaria a las 12.30: 149 votos positivos, 43 en contra y trece abstenciones.«Lo que necesita ahora el país -declaró el sha en el aeropuerto de Mehrabad al conocer esos resultados- es que todos los iraníes colaboren para poner de nuevo en -marcha la economía. Confío en el patriotismo del pueblo iraní para cumplir esa tarea, dijo a los dos únicos periodistas (iraníes) que estuvieron a su lado en el aeropuerto. La emperatriz, Farah Diba, con lágrimas en los ojos, expresó entonces su seguridad en la «independencia y la unidad» de Irán. «Creo en el futuro de nuestra nación -dijo- por su cultura y su nacionalismo.»

En contra del protocolo, los miembros del cuerpo diplomático acreditado en Teherán no acudieron a despedir al emperador, y el aeropuerto apareció en todo momento custodiado por la guardia imperial. A una distancia de diez kilómetros, en. el centro de la capital, sonaban miles de bocinas y se oían los gritos de repudio del pueblo. Este «fervor» popular motivó una rápida advertencia de las autoridades militares, que amenazaron con adoptar «medidas enérgicas», similares a las que en los últimos tres meses y medio han costado la vida a miles de opositores religiosos y civiles a la monarquía del «pavo real» (símbolo de la corona iraní).

Período de incertidumbre

Según opinan todos los medios diplomáticos, el país entra ahora, con el alejamiento del monarca, en un nuevo período de incertidumbre política, que se caracterizará por la fuerte, presión que los grupos religiosos chiitas se disponen a ejercer sobre el Gobierno de Bajtiar y los militares para suprimir el «consejo de regencia» formado la semana pasada por el sha para preservar la institución monárquica en su «ausencia», y promover la creación de una «república islámica».

Frente a la previsible acción del «consejo revolucionario islárnico» formado por el ayatollah Jomeini en París, no se descarta tampocb la posibilidad de un golpe de Estado militar, dirigido por los generales conservadores leales al sha, que son mayoría. Ese enfrentamiento se desarrollará, probablemente. durante los próximos dos o tres meses, lapso en que, según los medios políticos, el sha permanecerá fuera del país.

El general Abbas Qarabaghi, comandante en jefe de las fuerzas armadas, ha advertido en las ultimas horas contra esa confrontación e incluso contra la perspectiva de un golpe de Estado. «Ni las fuerzas armadas ni el pueblo -dijo el lunes- sobrevivirían a una confrontación después de la marcha del rey.» Al parecer, el general Qarabaghi hizo esa declaración a instancias del propio sha, que le pidió una manifestación pública de apoyo al Gobierno de Bajtiar.

Pero la posición del primer ministro resulta, por el momento, bastante endeble debido al rechazo con que su propio partido, el Frente Nacional (laico, de orientación liberal), acogió su decisión de formar Gobierno, puesto de relieve varias veces por el líder del Frente, Karim Sanjabi. Esa debilidad ha obligado a Bajtiar a incluir en su programa reivindicaciones importantes del movimiento religioso, como la puesta en libertad incondicional de todos los presos políticos, el apoyo a los palestinos y la suspensión de las ventas de petróleo a Israel, que hasta ahora dependía en más del 60% de los suministros de crudos de Irán.

En Teherán se cree que el retorno de Jomeini al país, previsto para los próximos días, complicará la situación del Gobierno, al que ya ha condenado, y hará inevitables nuevas luchas callejeras entre los fanáticos chiitas y las fuerzas del Ejército, en las que se han registrado, últimamente numerosas deserciones y conatos de rebelión. Ayer mismo, mientras los soldados volvían a disparar contra grupo s religiosos en el norte de la capital, otros colocaron claveles en la boca de sus fusiles.

La crisis petrolera, provocada por las huelgas ininterrumpidas, puede transformarse también en otro factor determinante de problemas para el Gobierno Bajtiar De esa crisis se están beneficiando por ahora, en detr¡mento de las multinacionales europeas, las grandes compañías petroleras de Estados Unidos, que es el país occidental más perjudicado, desde el punto de vista estratégico, por la desestabilización del país. Según un informe publicado ayer por el semanario alemán Der Spiegel, las multinacionales norteamericanas cuyos suministros dependen de Arabia Saudita, han conseguido un aumento de precios y producción mientras empresas como BP (francesa) y Shell (holandesa-británica) se ven desplazadas del mercado internacional por la falta de abastecimiento iraní.

28 Enero 1979

Irán, en la calle

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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PERMANENTEMENTE HAY en las calles de Teherán entre un millón y dos millones de personas -casi la totalidad de la población- produciendo escenas que van desde el silencio de una muchedumbre compacta hasta la histeria y el fanatismo; de cuando en cuando hay encuentros con el Ejército, disparos y muertos. Dentro de una complejidad de fuerzas menores y de intereses cruzados, las dos opciones mayores son las que representa la mayoría de la población, que es la proclamación de una República Islámica, con la presidencia o por lo menos con una presencia dominante del ayatollah Jomeini, y la que representa el Ejército, por lo menos el mando del Ejército, que es el mantenimiento de la monarquía, prolongada por el Consejo de Regencia, y el regreso cuando sea posible del actual sha, con poderes recortados por la Constitución, o, sí fuera preciso, con otra dinastía. El pueblo amenaza con una revolución abierta; el Ejército, con un golpe de Estado: todo ello, en estos momentos, podría conducir a una guerra civil que no conviene a ninguna de las fuerzas internacionales. A la URSS, porque no le interesa un conflicto de esta clase en sus fronteras, y menos con el protagonismo de la fe chiita, que es muy fuerte en las repúblicas soviéticas del Sur, y a Estados Unidos, por su política estratégica y los problemas del petróleo. La tercera vía que se propone tiene poca fuerza: sería la de una república no islámica, en la que el Corán no fuera la única ley y quedara como fondo lejano para unas leyes civiles. La patrocina una izquierda que va desde los partidos del Frente Nacional hasta el Comunista (Tudeh): podría suponer un punto de acuerdo si la hostilidad entre el pueblo religioso y el Ejército no hubiera llegado ya a estos extremos. El ayatollah Jomeini debe regresar pronto -quizá hoy mismo-: el retraso en su viaje se considera como su primer retroceso en una actitud inflexible y dura, pero el cierre del aeropuerto de Teherán es un endurecimiento del Ejército, que estima que una vez llegado Jomeini a Teherán nada impedirá que la multitud se desborde y trate de proclamar la República Islámica. La opción que tiene el Ejército en estos momentos es la de renunciar al golpe de Estado con el mantenimiento de la forma monárquica, o provocar una matanza disparando sobre una inmensa multitud sin saber cuál sería el final. La guerra civil podría extenderse y prolongarse si la parte del Ejército que hace causa común con los chiltas se separase del mando. La idea de que en esa guerra civil tuvieran que intervenir directamente Estados Unidos y la Unión Soviética no es descabellada: Irán es demasiado importante para los dos. Elevando, por tanto, la cuestión local, como es posible que suceda, nos encontraríamos con uno de los conflictos internacionales más graves de los últimos años.La posibilidad negociadora de Bajtiar y el esfuerzo. que no cesa de hacer son una esperanza. Aunque a la larga se puede calcular que ni su persona ni su programa serían respetados por unos y por otros. El papel que debe desempeñar ahora es el de bombero. Difícil papel en un país de incendiarios.

22 Febrero 1979

Irán: la revolución se consolida

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián Echarri)

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AL AMANECER del martes, el pelotón de ejecuciones fusiló otros cuatro generales en Irán. Las cuatro primeras ejecuciones se atribuyeron a una concesión de Jomeini a los más extremistas de entre los revolucionarios. No es posible sostener esa idea tras los nuevos fusilamientos. Jomeini ampara. estos hechos; las sentencias están dictadas por tribunales islámicos, y hay otros veinte militares de alta graduación condenados a muerte. Desde un punto de vista de garantías a los acusados, juicios abiertos y públicos, instrucción de sumarios previos y libertad de la defensa, que tan trabajosamente se han ido consiguiendo a, lo largo de siglos -y que tan fácilmente se desmoronan-, estas muertes son ejecuciones sumarias enteramente condenables. La supuesta infalibilidad religiosa, coránica o de cualquier otra fe que se alegue, no puede prevalecer sobre las garantías jurídicas, que no son un invento occidental, sino una adquisición de la Humanidad.Jomeini trata con estos golpes brutales de, demostrar que el Ejército está sometido a la ley coránica y popular y que cualquier riesgo de reacción militar no le preocupa. A los generales que pudieran tener intenciones contrarrevolucionarias o se dejaran manipular por intereses extranjeros les da la clásica y terrible lección de la pena de muerte como ejemplaridad. La distribución abundante de fotografías de los cadáveres demuestran que Jómeini y sus asesores políticos saben utilizar este lenguaje, esta expresión. Y que la situación está en sus manos.

Probablemente la ola de protestas que se producirían contra estas ejecuciones sumarias esté mitigada por el anuncio simultáneo de Jomeini de que pronto va a reanudar sus ventas de petróleo al extranjero. Sus conminaciones a los trabajadores a que vuelvan rápidamente a sus trabajos parecen seguidas con bastante abundancia. Hay también anunciados castigos -siempre por los tribunales islámicos- para los que no vuelvan al trabajo: no hay noticias de que hayan sido necesarios. Puede que antes de diez días Irán haya reanudado regularmente sus exportaciones. Los precios quizá hayan subido; las compañías conocerán nuevas restricciones y quizá haya una selección de los países a quienes este petróleo se venda. Occidente aún trata de sacar el mejor partido de la situación.

El fusilamiento de los generales, la reanudación del trabajo, son dos indicios de que Jomeini tiene la situación en sus manos, en mucha mayor medida de la que un noticiario intoxicado quiere dar a entender (por una parte, intoxicado por las agencias de Israel y Occidente; por otra, por el mismo ayatollah y su Gobierno, para disculparse de ciertos actos que no les conviene asumir todavía). El tercer indicio es el golpe contra Israel, como primera toma de posición de política internacional, subrayado con esa visible vindicación que es la entrega de los locales propiedad de Israel en Teherán a los representantes de la OLP. La influencia que va a tener en todo el mundo árabe es enorme. Israel está más aislado que nunca, y puede que Sadat, en las conversaciones que inicia ahora con Beguin, aparezca más enérgico y menos dispuesto a concesiones, aunque pudiera suceder precisamente lo contrario: que viéndose desbordado por el crecimiento de la moral árabe antisionista, hiciera concesiones veloces de última hora para forzar una situación que, de otra forma, parece perdida. Hasta el punto de que puede originar una nueva guerra. Las urgentes gestiones del secretario de Defensa de Estados Unidos, Brown, en toda la zona, están reforzando las posibles defensas militares ante una reanudación de hostilidades y las posibilidades de intervención inmediata en un caso de urgencia. La revolución del ayatollah, con todas sus asperezas, sus crueldades, con todas sus innovaciones políticas, está en marcha. Todo parece confirmar que se va a extender.