21 octubre 2010

Errejón leyó un comunicado en el que aseguraba que "a las fascistas como usted le sacamos tarjeta roja" en un acto que culminó con cánticos de 'no es bienvenida en la Universidad'

Rosa Díez vuelve a ser abucheada en la Universidad por activistas liderados por los profesores Monedero, Pablo Iglesias y Errejón

Hechos

El 21.10.2010 Dña. Rosa Díez diputada y portavoz de Unión Progreso y Democracia (UPyD) daba una ponencia en la Universidad Complutense de Madrid en un acto que contó con pintidos y abucheos por parte de un grupo de alumnos y profesores.

Lecturas

COMUNICADO DE LOS ESTUDIANTES CONTRA ROSA DÍEZ

Leído por el Sr. Errejón Galván ante la propia Sra. Díez

La señora Rosa Díez vuelve a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense. Anteriormente visitó esta casa recibiendo una atención moderada e importantes protestas. Tuvo que cancelar su última intentona cuando supo que los estudiantes de la facultad, el año pasado, le esperaban con buenas dosis de humor.

Si ahora repite no es porque tenga ningún interés en los debates o el pensamiento que se produce en esta facultad, ni porque su visita responda a un clamor de estudiantes o profesores. No ha ido a ninguna otra facultad de Madrid, y nunca aparece por aquí salvo en períodos preelectorales o cuando lleva demasiadas semanas sin aparecer en televisión.

Conviene decir de manera nítida la razón de su visita: La señora Rosa Díez es una oportunista que utiliza nuestra facultad como trampolín mediático. Pone un pie en esta casa deseando provocar protestas que le permitan recuperar algo de presencia mediática, y renovar el estatus de “víctima y heroína de la democracia” que es el único capital político que puede ostentar.

La señora Rosa Díez dice venir a hablarnos de “regeneración de la democracia”. Suponemos que se refiere a esa democracia que se ha ido vaciando conforme ha ido dejando fuera de su campo de actuación los derechos sociales al trabajo, la vivienda, el medioambiente, la educación, la sanidad o la cultura. No se extrañe usted, señora Rosa Díez, demócrata con medallas, que la participación política de los jóvenes disminuya a medida que ustedes hacen cada vez más irrelevante la política institucional.

En cualquier caso, si por “democracia” la señora Rosa Díez entiende la competencia electoral, permítanos recordarle que tras su visita dijo que quienes le abuchearon fueron grupos minoritarios y radicales. Lo segundo sí lo somos, señora Rosa Díez, pues creemos que los problemas se solucionan yendo a su raíz, y que sentarnos a esperar es un suicidio. Pero minoritarios, señora Rosa Díez, le va a costar demostrar que seamos: sepa usted que los estudiantes de izquierdas que rechazaron entonces su presencia fueron la primera fuerza en las pasadas elecciones a Junta de Facultad. De esta facultad a la que usted viene en busca de unos segundos en el telediario.

Es probable que nos hable usted de la “libertad de expresión”, señora Rosa Díez. Nosotros sabemos lo que es eso porque lo hemos leído, pero rara vez la hemos experimentado. Y es que hoy ese derecho, como muchos otros, dependen del dinero que se tenga. A usted, por ejemplo, para sus soflamas nacionalistas y chauvinistas españolas, nunca le falta la atención de las empresas de medios de comunicación. A nosotros, mientras tanto, nos es casi imposible acceder a esos mismos medios de comunicación, para defender la universidad pública, denunciar la precariedad vergonzante o reivindicar el acceso a una vivienda digna. Por esa razón usted, con su flamante libertad de expresión a golpe de talonario y favores de los poderosos, puede llamarnos a nosotros “antisistema” –esa categoría policiaca para designar a los que no se resignan- y nosotros, para contestar, tenemos serias dificultades. Derecho de acceso, se llama. También se compra, como su escaño.

Usted, señora Rosa Díez, ha venido a esta facultad implorando protestas, gritos y, a poder ser, algún empujón entre sus escoltas y los estudiantes, para fingir otro mareo y hasta puede que desmayarse si los pilotos rojos de las cámaras de televisión están encendidos. Pero con nosotros no cuente. A usted eso le parece valentía democrática, y a nosotros un uso despreciable, clientelar y oportunista de la universidad pública. No nos esperábamos otra cosa. Por eso, para una amplia mayoría de estudiantes de esta facultad, usted no es bienvenida y nos gustaría que no viniese nunca más. Con estas tarjetas rojas, le demostramos nuestro rechazo.

Estudiantes de la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociología

11 Noviembre 2010

Tarjetas rojas y rendición de cuentas de los políticos

Pablo Iglesias & Íñigo Errejón

Leer
Pablo Iglesias Turrión e Íñigo Errejón Galván son, respectivamente, profesor e investigador en la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense. Ambos son miembros del consejo ejecutivo de la Fundación CEPS.

El pleno del Ayuntamiento de Valladolid votó el pasado 2 de noviembre una moción, impulsada por el PSOE e IU, de reprobación de las palabras de su alcalde, Francisco León de la Riva, quien dijo “pensar siempre lo mismo” al ver “los morritos” de Leire Pajín. Durante el pleno, un grupo de vecinos se levantó mostrando tarjetas rojas al alcalde que reaccionó ordenando a la policía desalojar a los vecinos.
Dos semanas antes, el jueves 21 de noviembre, estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas de Complutense habían recibido a Rosa Díez de la misma forma, leyendo además un comunicado donde denunciaban que la diputada de UPyD pretendía usar el rechazo que su presencia despertaba entre los estudiantes de izquierdas como trampolín mediático.

Las encuestas sobre intención de voto y valoración de los líderes políticos están mostrando un notable desapego ciudadano hacia sus representantes así como un creciente cuestionamiento de la calidad democrática de un sistema político cada vez más mediatizado. La reducción del debate político a un diálogo de pocos con agendas cerradas y la creciente tecnificación de la política son factores que, a su vez, contribuyen al desprestigio de la política en general y de los políticos profesionales en particular. La denominada clase política se identifica, de hecho, con unas élites que no parecen rendir cuentas de su actividad más que ante sí mismas.

Las prácticas de democracia participativa, por el contrario, constituyen un elemento de oxigenación democrática de la esfera pública en la medida en que abren vías de rendición de cuentas (accountability) por las que los ciudadanos pueden interpelar a los políticos, reprocharles, alabarles o discutir con ellos.

En sociedades tan mediatizadas como las nuestras lo fundamental de toda iniciativa política que aspire a cierto éxito es su capacidad de comunicar a partir del manejo de códigos simbólicos y golpes de efecto. El estilo hipermediático de líderes y movimientos tan dispares como Berlusconi, Obama, Chávez, Greenpeace, los colectivos antiglobalización o el Tea Party no es más que una prueba de que participar en la lucha ideológica del siglo XXI obliga a generar productos políticos capaces de funcionar en el medio audiovisual, incluso en condiciones muy adversas, como cuando la práctica totalidad de los medios de comunicación no son afines al actor político que interviene. En este contexto, iniciativas como la de los estudiantes o los vecinos, por lo que tienen de comprometedoras para los interpelados, desbaratan el reparto de papeles entre el político (emisor de discurso) y los ciudadanos (receptores pasivos) y son por ello muy saludables en términos democráticos.

Los argumentos que pretenden justificar que el alcalde de Valladolid desalojara manu militari a los vecinos que protestaban en el pleno así como las acusaciones de intolerancia contra los estudiantes de la Complutense que forzaron a Rosa Díez a escuchar la lectura de un comunicado pecan o bien de una cándida ingenuidad (que no merece ningún tipo de atención politológica) o bien de una hipocresía inaceptable. En el escenario político actual, los grandes medios han normalizado que la corrupción salpique regularmente a la mayoría los partidos políticos, que presidentes del gobierno justifiquen acciones militares basándose en pruebas abiertamente falsas o que los gobernantes admitan sin reparos obedecer dictados de organismos tan ajenos a la voluntad popular como los mercados o los organismos financieros internacionales mientras, paralelamente, tienden a dramatizar cualquier intervención de actores políticos no institucionales (como los estudiantes o los vecinos). Pareciera como si el establishment político-mediático fuese tan indulgente y generoso consigo mismo como agresivo frente a la irrupción de “outsiders”; grupos y movimientos sociales o ciudadanos anónimos que sólo tienen acceso a la esfera pública mediante intervenciones imaginativas no convencionales.

Por otro lado, no hay que olvidar que tanto Rosa Díez (que junto a María San Gil promovió y participó en organizadísimos abucheos contra dirigentes del PNV) como el PP (algunos de cuyos militantes saltaron al estrellato al obligar a José Bono a huir a la carrera de una manifestación de la AVT) son especialistas en la bronca y el insulto como recursos mediático-políticos. Es lógico pensar que alguna vez tengan que saborear en boca propia el jarabe que tantos réditos les ha aportado.

No es casual que hayan sido los estudiantes de una facultad de políticas los creadores, a través de las redes sociales, de la tarjeta roja como instrumento de sanción simbólica para una clase política poco acostumbrada a rendir cuentas. Seguramente saben mejor que nadie que la política democrática ha sido siempre el arte del conflicto.

Pablo Iglesias Turrión e Íñigo Errejón Galván