4 mayo 1977

La coalición 'Centro Democrático' pasa a ser 'la UCD' cuyo cabeza de cartel electoral será el presidente Suárez

Nace la ‘Unión de Centro Democrático’ (UCD) como coalición política liderada por el presidente del Gobierno Adolfo Suárez para las primeras elecciones

Hechos

El 3 de mayo de 1977 se inscribió oficialmente la coalición Unión de Centro Democrático para presentarse a las elecciones de junio de 1977.

Lecturas

El 3 de mayo de 1977 se constituye formalmente la coalición Unión de Centro Democrática (UCD) que estará liderada por el presidente del Gobierno D. Adolfo Suárez González.

La coalición está formada por los siguientes partidos:

  • Partido Popular (D. Pío Cabanillas Gallas)
  • Partido Demócrata Cristiano (D. Fernando Álvarez de Miranda Torres)
  • Partido Socialdemócrata (D. Francisco Fernández Ordóñez)
  • Federación de Partidos Demócratas y Liberales (D. Joaquín Garrigues Walker).
  • Partido Demócrata Popular (D. Ignacio Camuñas Solis).
  • Partido Social Liberal Andaluz (D. Manuel Clavero Arévalo).
  • Alianza Regional Extremeña (D. Enrique Sánchez de León).
  • Federación Socialdemócrata (D. José Ramón Lasuén Sancho).
  • Partido Progresista Liberal (D. Juan García Madariaga)
  • Partido Socialdemócrata Independiente (Sr. Casado)
  • Partido Liberal (D. Enrique Larroque).
  • Partido Gallego Independiente (Sr. Meilán).
  • Unión Demócrata de Murcia (Sr. Pérez Crespo).
  • USDE (D. Eurico de la Peña).


La coalición Centro Democrático formada en torno al Partido Popular, pasó a denominarse Unión de Centro Democrático (UCD) y sería la plataforma con la que el Gobierno de D. Adolfo Suárez concurriría a las elecciones generales de 1977. La coalición estaría formada por los siguientes partidos: Partido Popular, Partido Demócrata Cristiano, Partido Socialdemócrata, Federación de Partidos Demócratas y Liberales, Federación Socialdemócrata, Partido Social Liberal Andaluz, Partido Liberal, Partido Progresista Liberal, Partido Socialdemócrata Independiente, Partido Gallego Independiente, Unión Canaria, Unión Democrática de Murcia y Alianza Regional Extremeña.

COMISIÓN EJECUTIVA DE LA COALICIÓN:

  • – Leopoldo Calvo Sotelo (en nombre del Gobierno)
  • – Pío Cabanillas (en nombre del Partido Popular)
  • – Francisco Fernández Ordoñez (en nombre del Partido Socialdemócrata)
  • – Fernando Álvarez de Miranda (en nombre del Partido Demócrata Cristiano)
  • – Joaquín Garrigues Walker (en nombre de la Federación de Partidos Demócratas y Liberales)
  • – Ignacio Camuñas (en nombre del Partido Demócratico Popular)
  • – Enrique Sánchez de León (en nombre de las formaciones regionales)

 

Los principales partidos políticos de la coalición UNIÓN DE CENTRO DEMOCRÁTICO: 

PioCabanillasUCD PARTIDO POPULAR

La formación política mayoritario de la coalición Unión de Centro Democrático era el Partido Popular que presidía D. Pío Cabanillas, ex ministro de Información de la dictadura franquista, considerado el líder del sector aperturista más franquista. Para poder formar la coalición UCD, el Partido Popular tuvo que defenestrar a su fundador, el Conde de Motrico, Sr. Areilza, que primero fue apartado de la presidencia y en marzo de 1977 obligado a abandonar la dirección del partido.

PacoOrdoñezUCD PARTIDO SOCIALDEMÓCRATA

A pesar de haber ocupado cargos en la administración franquista, el Sr. Fernández Ordoñez había logrado situarse en posiciones de centro-izquierda hasta el punto de estar representando en la Comisión de los Nueve, que representaba a las formaciones de la oposición democrática durante los años de la oposición.

GarriguesuCD FEDERACIÓN DE PARTIDOS DEMÓCRATAS Y LIBERALES

El prestigioso abogado y, temporalmente, presidente de la Cadena SER, de la que su familia poseía un importante paquete accionarial, había conseguido liderar un importante grupo de pequeños partidos políticos liberales en una federación.

AlvarezMiranda PARTIDO DEMÓCRATA CRISTIANO

D. Fernando Álvarez de Miranda logró en abril de 1977 la unión de dos importantes formaciones democristianas: el Partido Popular Demócrata Cristiano que lideraba él y la Unión Demócrata Cristiana del ex vicepresidente D. Alfonso Osorio, que se desvinculó de la formación tras su entrada en la coalición UCD.

Ignacio_Camunas_2 PARTIDO DEMOCRÁTICO POPULAR

D. Ignacio Camuñas Solis lideraba otra importante grupo liberal diferente al que dirigía D. Joaquín Garrigues Walker. Su Partido Democrático Popular aceptó integrarse en la coalición UCD y logró un importante puesto en las listas de la coalición por Madrid, pero pronto recelaría de los intereses del Sr. Suárez de cambiar la coalición por un partido único dirigido por él.

Lasue FEDERACIÓN SOCIAL DEMÓCRATA

D. José Ramón Lasuén lidera su propia formación de ideología socialdemócrata, aunque no goza de tanta relevancia a la del Partido Social Demócrata, que cuenta con la ventaja del elevado grado de popularidad que tiene su líder, el Sr. Fernández Ordoñez.

claveroArevaloUCD PARTIDO SOCIAL LIBERAL ANDALUZ

D. Manuel Clavero Arévalo era el líder del Partido Social Liberal Andaluz, un partido de corte regionalista andaluz, aunque al contrario que el PSA, que era en base a un andalucismo socialista, el del Sr. Clavero Arévalo defendía andalucismo de corte liberal.

SanchezdeLeoNUCD ALIANZA REGIONAL EXTREMEÑA

D. Enrique Sánchez de León entró en la Comisión Ejecutiva de la UCD representando a las muchas formaciones regionales que había. Él, concretamente, antiguo falangista en el Consejo del Movimiento Nacional, era el líder de la Alianza Regional Extremeña.

OlarteUCD UNIÓN CANARIA

Formación regionalista canaria liderada por D. Lorenzo Olarte

LOS PRIMEROS PUESTOS DE LA LISTA DE LA COALICIÓN UCD POR MADRID:

  • 1- D. Adolfo Suárez (Indep.)
  • 2- D. Leopoldo Calvo-Sotelo (Indep.)
  • 3- D Juan Manuel Fanjul (Indep.)
  • 4- D. Francisco Fernández Ordoñez (Partido Social-Demócrata)
  • 5- D. Antonio Garrigues Walker (Federación de Partidos Demócratas Liberales)
  • 6- D. Íñigo Cavero (Partido Demócrata Cristiano)
  • 7- D. Ignacio Camuñas Solis (Partido Demócrata Popular)
  • 8- D. José Luis Ruiz-Navarro (Partido Popular)

POLÉMICA EN PRENSA SOBRE QUE EL PRESIENTE CONCURRA A LAS ELECCIONES

En ABC tanto el presidente de la Junta de Fundadores, D. Torcuato Luca de Tena Brunet, como el editorialista D. José María Ruiz Gallardón publican artículos considerando que D. Adolfo Suárez Márquez no puede ser candidato de UCD en las elecciones generales de 1977. Su posición es replicada en ABC por otro artículo de D. Juan Manuel Fanjul Sedeño y por Diario16 por un editorial de D. Miguel Ángel Aguilar Tremoya donde ridiculizan su análisis ‘Torcuato no da una’.

05 Abril 1977

El presidente no debe presentarse

Manuel Cantanero del Castillo

Leer

Presidente de Reforma Social Española.

La transición del régimen autoritario de Franco a la democracia sin ruptura traumática y a partir de las propias bases legales de la dictadura, parecía imposible a casi todos los observadores; y muy dificil a los que sosteníamos que ello era posible. Entre otras muchas cosas, hacía falta encontrar el hombre capaz de pilotar la delicada operación. Hacía falta mucho más que un político- hacía falta un hombre de Estado. La elección real vino a caer, sin embargo, en un hombre que no había figurado en los pronósticos de los más finos observadores. Puede afirmarse que casi nadie admitió que la elección hubiese sido acertada. Adolfo Suárez era un joven político en el que no se presumían ni la madurez, ni la prudencia, ni la visión, ni la sagacidad, ni la experiencia que habían de calificar al hombre de Estado que el país necesitaba. No obstante, la decepción que en medios calificados produjo, en principio, la elección real no tardó en trocarse en sorpresa, primero, y en asentimiento general, después.

Al día de la fecha, Adolfo Suárez ha acreditado tener todas las dotes que se requerían para ser el hábil piloto de la operación antedicha. Ya ha hecho lo más dificil. Se ha comportado, hasta ahora, como un auténtico hombre de Estado, pese a sujuventud. Ha capitalizado éxitos suficientes para figurar con letras grandes en la historia contemporánea de España. Pero he aquí -y ojalá sean especulaciones- que puede estropearlo todo (la obra de la transición y su propio prestigio) si comete el error de no entender, en toda su amplitud y profundidad, el alto papel que le ha correspondido jugar.

Adolfo Suárez, a través del Rey, ha venido siendo un v’irtual fideicomisario del pueblo español -de todo el pueblo español- en la más decisiva coyuntura histórica de nuestro país en el presente siglo. Y lo debería seguir siendo, si es capaz de cumplir del todo su difícil misión, que no acabará, en principio, hasta que en las próximas elecciones se manifieste el pueblo español y se constituya el primer Parlamento de la democracia. Y decimos «en principio», porque lo más probable es que este Parlamento resulte ser constituyente, a pesar de que las elecciones sean formalmente legislativas. Por ello, la transición a la democracia no acabará, en verdad, hasta que el Parlamento promueva la nueva Constitución española. Y si necesario ha sido el estadista presidente del Gobierno, situado por encima de las motivaciones de partido, de los grupos políticos y de sus pugnas, en las etapas hasta ahora cubiertas de la transición, mucho más lo será en las finales que integran todo el proceso constituyente. Por esa razón, y porque no parece que pueda haber vencedores absolutos en las próximas elecciones, tiene ya asegurado el consenso de la mayoría de los grupos parlamentarios futuros -es decir, de España- para permanecer en su puesto.

Pero todo ello puede malograrlo para sí y para nuestra Patria si comete el grave error de descender desde su nivel de estadista -con ventaja que no le es lícita ahora- a los niveles competitivos y parcializados de la política. Ya ha sido irregular que no se haya incluído al presidente del Gobierno en la lista expresa de incompatibilidades, en tanto que se incluye a los ministros. No parece serio. Parece, bien al contrario, como si la norma, una vez más en nuestro país, no se hubiese elaborado teniendo en cugrita criterios objetivos de derecho, sino cálculos subjetivos en favor de personas concretas. Muy mal. Este es el primer asiento que hay que hacer en el «debe» de la contabilidad de su trascendental gestión.

El presidente no se debe presentar a las elecciones. Y lo decimos, categóridamente, tanto desde el punto de vista del analista político que piensa en el bien del país, como desde el punto de vista del hombre que piensa en el bien del amigo. España arriesga quedarse sin el piloto, sin el ingeniero de la transición, si el presidente, abandonando sus altas responsabilidades, desciende a la arena de la concurrencia electoral. Y, por otra parte, las elecciones mismas se quedarán sin el válido aval de garantía que, en las actuales circunstancias, sólo puede darle ya él continuando en la presidencia y ejercitándola decisivamente para la aseguración de la radical imparcialidad de las mismas. Si así lo hace, pasará a la historia como el hombre decisivo y clave de un gran momento español, y tendrá a una expresiva mayoría del país tras de sí cuando, luego de las virtuales, pero seguras Constituyentes próximas, se vaya a las primeras verdaderas elecciones legislativas. Entonces tendrá, naturalmente, el mismo derecho de todos los ciudadanos a elegir opción política y a tratar de seguir libremente, concurrenternente, su todavía joven biografía de hombre público. Hoy, sin embargo, tiene un compromiso superior con el pueblo español que, en buena ética, ni puede ni debe romper dejando de ser «de todos», según vitalmente se le necesita, para ser sólo «de unos». Si no tiene esto en cuenta, los hechos mismos, y en las circunstancias más difíciles, demandarán su sustitución; demandarán el hallazgo de otro hombre que sea capaz de seguir siendo fideicomisario de todos los españoles hasta que la democracia quede establecida y funcionando definitivamente en España. Si es que ello es posible -dicho sea de paso- y no lo estropeamos otra vez entre todos.

01 Mayo 1977

Con la ley en la mano: Suárez inelegible

Torcuato Luca de Tena Brunet

Leer

¿Es elegible o no es elegible el presidente Suárez? ¿Está incurso o no lo está en las normas sobre inelegebilidades o incompatibilidades por él mismo programadas? Estas normas están contenidas en el real decreto-ley del 18 de marzo de 1977 sobre normas electorales y lleva dos firmas: la del Rey y la suya.

En el artículo cuarto, apartado uno, letra a) de la citada norma jurídica se lee: “NO SERÁN ELEGIBLES LOS MINISTROS DEL GOBIERNO”. Bien: preguntemos ahora: ¿Qué es ser ministro? Nuestro amigo el diccionario de la Real Academia, responde: “El jefe de cada uno de los Departamentos en que se divide la gobernación del Estado”.

Considerar que el presidente del Consejo de Ministros no es un ministro, equivaldría a decir que el presidente del Colegio de Abogados no es abogado o que el director de la Real Academia de la Lengua no es académico. Sería una argucia, o un juego de prestidigitación muy arduo de digerir.

Prosigamos. El mismo artículo cuarto, apartado uno, letra b), al aludir de modo concreto a diversos cargos públicos como inelegibles, añade, para que queden las cosas bien claras… “ASÍ COMO EN GENERAL LOS QUE DESEMPEÑEN CARGOS O FUNCIONES QUE HAYAN SIDO CONFERIDOS POR DECRETO”.

Es así que el cargo o la función de presidente le fue conferido a don Adolfo Suárez por real decreto de 3 de julio de 1976, publicado en el Boletín Oficial del Estado el 5 del mismo mes; hay que llegar a la conclusión de que la letra misma del decreto por él programado le hace inelegible.

Añadamos. El decreto a que nos venimos refiriendo, para obviar cualquier falsa interpretación, de su parte positiva tiene un amplio preámbulo merecedor de todos los aplausos, pues no se anda con ambigüedades, sino que es de meridiana claridad. En él se explica que el ‘amplio cuadro de inelegibilidades sobre el que, a su vez, se instrumentan las incompatibilidades’ ha sido hecho A EFECTOS DE GARANTIZAR LA MAYOR OBJETIVIDAD DEL PROCESO. (Del electoral, se entiende) Pues bien, si se considera que la ‘garantía de la mayor objetividad’ no choca abiertamente con la presentación del señor Suárez… ¡que venga Dios y lo vea!

Item más. El citado preámbulo especifica que se incluyen entre las inelegibilidades LAS MÁS ALTAS Y PERMANENTES MAGISTRATURAS DEL ESTADO. Pues bien: la ‘más alta magistratura del Estado’, después de la Corona, es el jefe del Gobierno, que resulta, por tanto inelegible, tanto por la letra del articulado, como por el espíritu que clarifica, explica y analiza el espíritu de la letra, en un preámbulo admirable por el que felicitó al señor Suárez que fue su principal inspirador.

El artículo que ustedes leen fue escrito el sábado y se publicará un domingo. Para el lunes está anunciada, a título de rumor, la alocución presidencial televisada. ¡Ojalá su alto sentido de la responsabilidad prevalezca sobre las presiones partidistas que pretenden hacerle bandera de grupos, privándole del gran empeño de la hora presente que pide al Gobierno, desde la izquierda el centro y la derecha, imparcialidad, neutralidad, independencia, juego limpio y arbitraje.

Torcuato Luca de Tena

03 Mayo 1977

Torcuato no da una

DIARIO16 (Director: Miguel Ángel Aguilar)

Leer

El insigne periodista y escritor Torcuato Luca de Tena – «hubo que hacer una guerra para nombrar a Torcuato académico de la Española», dice castizamente el veterano político Arturo Soria – sigue en sus trece, a pesar de que no da una en el clavo.

Después de haber intentado, junto con los siete magníficos una amplia crisis de Gobierno tras la legalización del Partido Comunista de España (PCE) para, aprovechando las revueltas aguas de la política, pescar algo para su provecho político, Torcuato vuelve a las andadas con un cambio de táctica que a pocos ha sorprendido.

En vista de que no se pudieron ‘cargar’ al presidente Suárez en aquella oportunidad, los aliancistas atacan de nuevo a través del plumífero Torcuato para decir que es un ministro más, aunque sea el primero de todos. Personajes y personajillos que durante cuarenta años se olvidaron de las leyes porque ellos eran la ley andan buceando ahora entre ellas para intentar justificar con juegos de palabras sus ambiciones personales de volver a tomar el poder, posiblemente perdido ya para siempre.

La cosa tiene miga y gracia. ¿No se le ha ocurrido pensar al ilustre académico de la Española y además periodista que si fue el propio Suárez el padre del decreto en el que se especifican las inelegibilidades, lo redactó de tal forma que si decidía presentarse a las elecciones pudiera hacerlo sin vulnerar la propia ley?

02 Junio 1977

Los partidos del centro

José Luis Álvarez Álvarez

Leer

La historia comenzó hace años. En el límite de la ilegalidad, se fueron organizando, con escasos medios, separadamente, con defectos obvios, una serie de partidos políticos que se caracterizaban porque no eran marxistas ni continuistas, estaban lejos de todo tipo de autoritarismo y tenían un objetivo común: querían la instauración en España de un sistema democrático pleno, pacíficamente, sin traumas y con el menor coste social posible para los españoles.

Así nacieron varios partidos socialdemócratas, liberales, democristianos, el Partido Popular, amén de otros diversos de ámbito regional. Hubo no pocos intentos de superación e integración de todos ellos en una sola fuerza, que fueron preparando el camino, aunque no llegaran a cristalizar. Reuniones y contactos se sucedían, hasta que, al fin, ya después del referéndum, en enero, se consiguió articular el Centro Democrático.

Inmediatamente de surgir éste se iniciaron los ataques contra él y contra los partidos que más hicieron por su creación de todos los lados. De la Izquierda y de la derecha, que vieron en seguida el valor de la idea que lo animaba, porque era la respuesta a lo que la mayoría de la sociedad española deseaba. Vinieron incluso, y fueron de los más fuertes y perjudiciales, de los que, estando dentro de ese mismo sector del espectro, no se resignaban a no haber protagonizado ellos la iniciativa, o veían con recelo el incremento de los porcentajes que en las encuestas obtenía ese Centro a pesar de su escasez de recursos y de su falta de organización.

Se sembró la discordia entre sus miembros. se atizaron ambiciones personales, se hicieron promesas por separado, se inventaron rumores y diferencias in existentes. Todo ello no fue suficientemente para que la unión se rompiera y el Centro Democrático, superando abandonos, dimisiones y presiones, siguió, sobre la base de los partidos de centro. siendo la opción electoral que podía suministrar al país la base para un régimen democrático y para una Constitución para todos.

Por otro lado, no sin sorpresa al principio y convicción general después, vimos los españoles que el objetivo primario del presidente Suárez, cuyo Gobierno comenzó entre dudas y desconfianza de los más, era el mismo en el que coincidían aquellos partidos: la instauración de un sistema democrático pleno, pacíficamente y desde la legalidad. Y que los pasos que daba, que culminaron con la ley de Reforma Política y el referéndum, eran hábiles, medidos y acertados.

Por ello, todos esos partidos apoyaron esa política, que era la suya, sin separarse en absoluto de su propia ideología y de su estrategia, y sin identificarse con todas las demás medidas del Gobierno, de: las que sólo este era responsable, y acreedor al mérito por su acierto, o a la crítica por su error. Y por ello recomendaron el sí en el referéndum. consecuentes con lo que deseaba para España, «aunque lo hiciera el Gobierno», dejando en su infantil postura a los que se perdían en las estúpidas batallas verbales de ruptura-reforma o en su actitud soberbia y egocéntrica a aquellos para los que el cambio no valía si no salía de sus manos, lavadas todos los días en el agua de la «Oposición democrática» que, creían ellos. y nos querían hacer creer a los demás, eran las únicas limpias y puras.

La coincidencia de esas dos políticas de centro, la de los partidos y la del presidente, tenían que confluir en un momento: las elecciones. Ante una acción electoral era obivio que los que pretendían el mismo fin no podían ni debían estar enfrentados. Y que la ubicación del presidente, si decidía participar en las elecciones. estaría en el Centro. ¿Es que si su opción hubiera sido el socialismo o Alianza Popular estos sectores habrían rechazado su inclusión en sus candidaturas?

Es cierto que un presidente de Gobierno no es un candidato ordinario y que esa inclusión ha producido sobresaltos, desajustes, y que a su amparo han aparecido no sólo los que lógicamente estaban con él. en su línea y esperando su opción, sino también los que aprovechan la ocasión que creen que más les favorece. Es cierto que la conjunción podía haber sido mejor lograda si los partidos del Centro hubieran estado más unidos y el Centro no hubiera sido tan atacado por los mismos que luego han criticado esa inclusión. Pero no es menos cierto que los partidos del Centro Democrático no han sacrificado un ápice su ideología ni su objetivo de conseguir, para todo el país. una democracia y una Constitución válidas. Lo que han tenido que sacrificar es a alguno de sus .candidatos en la difícil batalla de las listas. dando una prueba más, los partidos y sus hombres, de que los intereses del país están por encima de esos personalismos de que tan ligeramente, a veces. son acusados.

Pasado ese difícil momento, conseguida esa Unión del Centro Democrático. los partidos regionales. democristianos. socialdemócratas. populares y liberales, a pesar de todos sus defectos, siguen siendo parte importante, fundamental, de esa coalición, defendiendo los mismos programas y proyectos de futuro que tenían anunciados, como se reflejará en el programa de UCD. Y sus hombres, que son mayoría en las candidaturas de casi todas las regiones; españolas, celebran en tres semanas más de mil mítines en toda España, hablan, escriben y son componente político decisivo y mayoritario en la opción electoral. de Centro.

Para ellos fue siempre su objetivo que se celebraran unas elecciones libres, limpias y competitivas. Hoy sigue siéndolo. El Centro es una opción más, deseamos que la vencedora. pero que lucha con las mismas armas que los demás. Tiene y gasta menos dinero en la campaña electoral que el PSOE y que Alianza Popular, y nada viene del extranjero o de subvenciones a fondo perdido de quienes defienden intereses económicos antes que políticos. Cuenta, para designar interventores y apoderados, sólo con sus militantes y simpatizantes. Recibe tantas o más críticas de la prensa que sus competidores y se trata de cargarle con los naturales defectos que todo Gobierno tiene, sin las ventajas de participar en él.

Es preciso decir estas cosas para que la Unión del Centro Democrático y los partidos que en ella están, queden en su sitio. Y para que los hombres y mujeres que quieren una solución moderada e intermedia, los que deben votar Centro, no se dejen engañar por las campañas que con fines electorales se levantan desde la derecha y la izquierda. para confundir al elector e inducirle a votar opciones que en este período presumen de centristas y arreglan sus programas con una moderación que no corresponde a su ideología.

A ver si ahora va a resultar que todos son de centro, los comunistas, los socialistas y Alianza Popular. Y que en lo único que están de acuerdo es en atacar a la Unión de Centro Democrático, cuyos hombres son precisamente quien es desde el poder y desde la calle hemos hecho más por que se llegue a estas elecciones. Y que seremos los que, si las ganáramos, haríamos viable, también en paz, una democracia y una Constitución para todos, y un Gobierno estable que afronte y resuelva, con la ayuda de todos los es pañoles, la crisis económica que nos afecta, estructurando el nuevo modelo de sociedad que España necesita.

03 Junio 1977

Un compromiso histórico

Joaquín Garrigues Walker

Leer

Presidente de la Federación de Partidos Demócratas y Liberales. Candidato de la Unión del Centro Democrático por MadridEl candidato número uno de la lista de diputados de Madrid por la Unión de Centro Democrático se llama Adolfo Suárez, tiene 44 años de edad, fue ministro secretario general del Movimiento y es presidente del segundo Gobierno de la Monarquía de Juan Carlos I.

El presidente ha nacido a la vida política -y casi a la vida sin adjetivos- en el llamado Régimen del 18 de julio. En ese Régimen se inició Adolfo Suárez por el laberinto de los pasillos que conducían al Poder monolítico y desde allí saltó a la presidencia, en esta etapa de transición, culminando su carrera política de forma tan espectacular como imprevista. Yo mismo creó recordar que dije literalmente, cuando me preguntaron los periodistas sobre el nuevo presidente que «no entendía el significado ni la finalidad de este nombramiento tan sorprendente». Así, pues, hasta la fecha el presidente ha ejercido el poder por la vía digital y no ha tenido que responder sino ante quienes le nombraron y -como gustaba decir el anterior jefe del Estado- «ante Dios y ante la Historia» cuando llegase el momento.

Con él han entrado en las listas de candidatos al Congreso y al Senado por la Unión de Centro Democrático otros hombres del antiguo Régimen, ex ministros y demás, para presentarse a las primeras elecciones generales del país después de cuarenta años. Elecciones que todos tenemos la obligación de exigir que sean tan democráticas como lo permitan las circuristancias de tiempo y lugar que nos ha tocado vivir. Todos ellos han abogado en los últimos tiempos por la reforma democrática, es decir, por la construcción de un nuevo modelo de Estado conforme a los principios que prevalecen en las democracias del mundo occidental. Sobre la honestidad de esta actitud tendrá que juzgar con su voto el pueblo español.

Con Suárez también participamos en estas listas de candidatos del Centro otros hombres que hemos militado, en diverso grado de antigüedad e intensidad, en la Oposición Democrática. Todos nosotros, sin excepción, habíamos hecho causa común con las fuerzas políticas y sindicales de izquierda para restablecer las libertades públicas en nuestro país. Por esa única razón fuimos excomulgados políticamente por quienes ahora comparten con nosotros, en calidad de «independientes», candidaturas comunes.

En razón de este matrimonio, la Unión de Centro Democrático, ha sido y sigue siendo criticada por tirios y troyanos -siempre en la Historia la derecha y la izquierda-, pero sobre todo por los tirios que ven seriamente amenazadas sus, en otros tiempos, brillantes expectativas electorales. Estos tirios van contra Suárez y sus azules mientras que los troyanos nos niegan el pan y la sal a quienes hasta ayer teníamos con ellos el preciado talismán de la credibilidad democrática. De la noche a la mañana nos hemos convertido en «flechas y pelayos» y «fascistas renovados».

Pues bien, este matrimonio electoral que aspira, ni más ni menos, según reza nuestro programa político, «a consolidar la democracia en España» se ha producido por el siguiente cúmulo de circunstancias.

El presidente Suárez, de origen inequívocamente azul, y su Gobierno han tomado hasta la fecha las siguientes iniciativas: convocar las primeras elecciones generales que se celebran en el país desde hace ahora cuarenta años, legalizando a todos los partidos políticos que tienen homólogos en el mundo occidental. Permitir el retorno de los penúltimos españoles del exilio y entre ellos a individualidades tan conflictivas -para un sector del país- como Dolores Ibárruri, Carrillo y Alberti. Suprimir el artículo segundo de la ley de Prensa -con el borrón posterior de la ley antilibelo- y enfrentarse directamente con el complejísimo problema del País Vasco y de la amnistía. Para completar su activo hay que recordar que ha disuelto el Movimiento Nacional -que fue el ascensor de su carrera política- y ha puesto el pie en México, tierra que no hollaba la España oficial desde que los republicanos del exilio español la hicieron suya en el 39. Y por si quedasen dudas se ha iniciado el proceso de reconversión del sindicato vertical en asociaciones libres de trabajadores y,de empresarios y ha anunciado el propósito de defender una rtueva Constitución en las Cortes que resulten elegidas el próximo día 15 de junio.

Todos estos objetivos alcanzados ya por el presidente Suárez en su mayor parte, eran básicamente los de la oposición democrática. Cierto es que los partidos de la Oposición pedíamos las cosas de otra forma -más maximalista- y con una participación nuestra más igualitaria y equitativa que la que se ha conseguido en las negociaciones preelectorales. Porque ¿quién no se resistía y se resiste en el fondo de su alma ideológica a llegar a la democracia de la mano de un ex ministro secretario general del Movimiento?

Pero cierto es también que ni los más antiguos de la localidad democrática esperaban que el presidente Suárez llegase hasta donde ha llegado en el tiempo que lo ha hecho. Y lo ha hecho por su propio riesgo y ventura, sin tratar de capitalizar hacia sus decisiones el peso de la corona y luchando desde dentro del sistema contra un entramado de intereses de todo tipo -y contra su propia historia- que harán de sus memorias sin duda un best seller en el futuro del mundo editorial.

En estas circunstancias se ha producido la convergencia entre lo que representa el presidente Suárez y lo que representan los partidos liberales, democristiano y socialdemócratas de la Oposición moderada. Suárez sin nosotros podía ganar, pero no convencer. Nosotros sin él podíamos dar testimonio pero no podíamos ganar. En este compromiso histórico, yo me permito anunciar que los partidos de la Oposición democrática no renunciaremos en ninguna circunstancia al objetivo último de consolidar la democracia en España. Porque en este compromiso lo único que no es negociable son precisamente las libertades públicas. Y dicho esto admitimos que esta coalición electoral de Centro tiene numerosos handicaps y ha cometido errores incontables de cara a la opinión politizada del país. Hay mil razones para no votarla y argumentos de toda suerte para justificar esa decisión. Unos nos pueden acusar de fascistas y otros de compañeros de viaje del marxismo, unos de tibios y otros de trepadores. Y así sucesivamente. Pero aquí pasa como en la democracia. La Unión de Centro Democrático es quizá la peor de las opciones que se ofrecen al electorado español… si se excluyen todas las demás.

28 Abril 1977

Más en torno al centro

Manuel Fraga Iribarne

Leer

He dedicado mucho interés y atención al tema del centrismo político. Sigo creyendo que una vida política constitucional y de base pluralista sólo puede funcionar si las fuerzas dominantes no son extremistas, y los extremos, si los hay, han de ser cuidadosamente aislados, y puestos en situación de no estorbar. Sólo puede, haber turno pacífico entre partidos que no teman que las vidas y las haciendas estén en peligro si el otro gana; no puede haber resultados electorales respetados, más que si todos creen que no cambia el sentido fundamental de la convivencia. En este sentido, defiendo el centrismo político, y me considero a mí mismo hombre del centro.También entiendo que el centro es el lugar propio de cuantos defienden la reforma, frente a los partidarios de la reacción, o de la ruptura. El reformista es, por excelencia, hombre de centro; y yo lo he sido siempre, no sólo en la teoría, sino también en la práctica.

Pero hay otro concepto muy distinto del centrismo. Es el que consiste en suponer que las fuerzas políticas no deben polarizarse, no deben tener tendencias claras, y que si las tienen es peligroso; concluyendo que es el centro donde deben estar las posiciones más fuertes.

Eso no ocurre en ninguna parte. En Inglaterra, conservadores y laboristas están claramente diferenciados, sin ser ninguno extremista; pero el partido liberal, intermedio, cabe en dos taxis. En Alemania, el sistema proporcional permite que otro pequeño partido haga de árbitro entre los dos grandes, la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia; pero el grupo intermedio, es también minúsculo. En Estados, Unidos, republicanos y demócratas juegan a ocupar el centro, pero no hay ningún partido de centro.

Si venimos a la vecina Francia, la cosa es aún más gorda. Hay unos pequeños centros que han jugado al aprendiz de brujo; el resultado ha sido desastroso, para ellos, y para la mayoría natural del país, que es conservadora.

Tal es el caso en España. La mayoría del país está por la continuidad y la reforma; está en contra de las aventuras y de la ruptura. Jugar a dividir esa mayoría natural es suicida.

Lo que hay que hacer es que esa mayoría esté equilibrada y abierta. Debe llegar desde el centro de la derecha, a la izquierda del centro. Debe agrupar a todos los que desean la paz, el orden, la ley, el desarrollo económico y la justicia social, no por separado, sino todo junto y a la vez. Debe ser un gran partido moderno, eficiente, civilizado, a la vez liberal y conservador.

Frente a estas fuerzas, hay un sitio natural para una gran Socialdemocracia, de corte europeo. Existe la materia prima de ello: unos grupos de trabajadores y de intelectuales, que desean reformas más profundas, en materia económica y social. Si los grupos socialistas se unen, y pasan el marxismo al lugar ilustre que le corresponde en la historia de las ideas, y se ponen a pensar en ser¡o en lo que otro Marx diría hoy, en la época de la sociedad de consumo y de la seguridad social, como lo han hecho todo los partidos socialistas serios de Europa; y se deciden a dejar personalismos y ambiciones, repito, que tienen un lugar claro en el espectro político de hoy. Pero mo deben engañarse: mientras utilicen el apellido «Marxista» no pueden eludir sus consecuencias. Ser marxista es aceptar la doctrina de Marx y Engels; es decir, en materia filosófica, defender el materialismo frente al espiritualismo; en materia religiosa, afirmar que «la religión es el opio del pueblo»; en materia moral, afirmar que la familia es una decadente creación burguesa; en materia económica, atribuir al Estado la propiedad de todos los medios de producción; en materia política, negar el pluralismo y atribuir el protagonismo a una sola clase ya un solo partido.

¿Qué puede ser, entre ese núcleo marxista, y un núcleo de. centro-derecha reformista, el «otro» centro? A la vista está: un .conglomerado dividido e inestable de una serie de personalidades y de pequeños grupos, que coinciden fundamentalmente en no ser ni esto ni aquéllo; ni carne ni pescado; ni chicha ni limoná. Sus ideas son formalistas y no de fondo; sus actitudes personales, .cambiantes a lo largo de sus biografías; sus vínculos, frágiles. Precisamente por eso, todos coinciden en que no pueden con el desafío electoral, y piden ayuda exterior. Piden el apoyo oficialista, porque sin él no son nada.

Este planteamiento puede leerse en la prensa de cada día; no es ninguna interpretación malévola ni rebuscada. Y es obvio, por otra parte, que si el Gobierno utilizara sus medios en favor de un grupo del partidos frente a otros, rompería toda idea de neutralidad o de juego limpio en la elecciones.

Por tanto, el centro, si ha de se algo, no ha de ser otra cosa que el centro geométrico: un punto de referencia. La realidad política está en las fuerzas sociales verdaderas del país. Estas tienen que jugar su juego normal, si interferencias ni menos trampas No hay nada malo en que ello produzca una, «polarización» aparte de que ésta es inevitable Lo que sí hace falta (y aquí e donde la idea de centro recupera su validez) es que la polarización no sea extremista ni violenta Alianza Popular responde de su propia moderación y centrismo de buena ley; que los demás pue,dan decir lo mismo.

Hay una táctica bien conocida del comunismo; primero desplazar a los que les plantan cara como «fascistas» «antidemócratas», etcétera. después, neutralizar a los que quedan; finalmente, eliminarlos Eso ocurrió en Checoslovaquia en China, en Cuba. Los marxistas, en España, ya están jaleando al centro, a «su centro» Nosotros defenderemos el nuestro; y esperamos que el pueblo español, a la hora de la verdad sabrá también descubrirlo.

10 Noviembre 1976

EL CENTRO ESTERIL

Manuel Tarín Iglesias

Leer

Noticia de diversa procedencia señalan la aparición de una fuerza de centro, avalada por destacadas personalidades qué de alguno u otro modo, estuvieron significadas con el anterior régimen. Resulta plausible este deseo de participación en la vida pública del país de tantas personas, deseosas de intervenir en su porvenir. El objetivo más inmediato son las próximas elecciones, y a ello van a contribuir las diversas tendencias que surgen, se organizan y piden un puesto en la responsabilidad de la marcha de los asuntos públicos.

Pero estas próximas elecciones españolas tienen escasos paralelos con otros comicios y en otros países. No son unas elecciones de rutina sino de cualquier decisión que se adopte tendrá carácter de constituyente. Ha habido, en todo, demasiada precipitación. Una persona que tuvo la paciencia de grabar en cinta magnetofónica los programas de radio y televisión española a partir del 19 de noviembre de 1975 hasta el 24, posee un caudal, con las voces de las más relevantes personalidades que aquellos días daban paso a la emoción evaporada a los pocos meses.

Mas a partir de aquella cerrada singladura, existía una posibilidad de que se evolucionara en forma lo suficientemente serena y equilibrada para potenciar, sin recelos, una total participación de la clase política en la vida pública. Pero esto tampoco ha ocurrido dentro de lo que cabía esperar.

Por lo tanto las próximas elecciones serán decisivas, no sólo para lo que serán convocadas, sino para el futuro del país, en bastantes años. Van a marcar, es posible, una frontera decisiva, que puede ir desde la desaparición absoluta de los instrumentos de la España  del bienestar, hasta, por supuesto, a otro cambio de régimen. La III República espera.

En estas primeras elecciones, que sin duda no reflejarán un sentimiento del país, pero cuyos resultados estarán firmes, como los de un partido de fútbol después de los 90 minutos de juego por desgracia, el centro no puede jugar ninguna carta. Ni el centro derecha, ni el centro izquierda. Serán, para el resultado de las elecciones fuerzas más divergentes que aglutinantes, y para el centro derecha lo más rentable es que la victoria sonría a la izquierda, y por el contrario para el centro izquierda, su mayor éxito lo constituiría el triunfo de la derecha. En ambos casos, el centro, podrá ser llamado a pactar, borrando así suspicacias de signo totalitario.

El centro moderado, que se vislumbra en el horizonte, y del que nos hacemos eco en el primer párrafo, acaso convencido de que en las próximas elecciones el triunfo va a sonreír a las izquierdas, se prepara para ser tenido en cuenta. Lo que no cabe duda es que tanto el centro izquierda, como el centro derecha, en las primeras elecciones van a jugar un triste papel cual es el de restar votos a las grandes coaliciones.

Después de dicho esto, por supuesto, muchos votantes en las próximas elecciones, a pesar de que opinen de otra manera serán, presumirán que son de centro, aunque ocurra como con esos aficionados andaluces que son del Betis ‘manque pierda’.

Manuel Tarín Iglesias

19 Mayo 1977

El centro y las claves del juego

Ignacio Camuñas Solis

Leer

En pleno carrusel electoral, creo yo que sería bueno distinguir entre la paja y el grano de las mil y una declaraciones y propuestas para entender dónde están las claves del juego actual.

La primera idea que quisiera subrayar es que no vivimos en un país de locos y que no es cierto que seamos ingobernables. Es verdad que hay un centenar largo de partidos que se autotitulan como tal, pero no es menos cierto, como era previsible, que las ofertas electorales que se presentan a los españoles no alcanzan la decena, y, si se me apura un poco, llegaría a decir que las verdaderas opciones en presencia, con previsible significación, no llegan ni a cinco. La derecha de Alianza Popular, el Centro Democrático, el socialismo y el comunismo. Vamos a tener, pues, conviene consignarlo, un tablero político simplificado, suficiente para ordenar un juego constitucional viable y clarificador.

La posición de Alianza Popular parece estar clara. Su estrategia pasaría por congelar, en lo posible, la actividad de las próximas Cortes para no perder energías en el juego parlamentario y gobernar con autoridad y disciplina este país desde el patrón de una concepción franquista donde lo que cuenta es el orden público y el nivel de consumo individual.

La izquierda socialista y comunista piensa dar la batalla precisamente en el escenario opuesto, esto es, en el Parlamento, tratando de trasladar el centro de la vida política de la Moncloa a la carrera de San Jerónimo, y haciendo de la elaboración de una nueva Constitución la tarea primordial y casi única de este nuevo período histórico que necesariamente ha de inaugurarse después del 15 de junio.

El centro, y de ahí su razón de ser, tiene una óptica complementaria. Reconoce que la instauración de un régimen democrático precisa de la elaboración de una nueva legalidad democrática que ha de recogerse forzosamente en un nuevo texto constitucional, abriendo así un nuevo período en la historia de España. Pero está a un mismo tiempo convencido de que un nuevo texto legal, por muy fundamental que éste sea, no supone necesariamente que la vida democrática esté definitivamente instalada en nuestro país. Que hay efectivamente que legislar, y esta vez de forma constituyente, pero, al mismo tiempo, que hay que gobernar, y ahora sí, de forma convincente, es decir, con eficacia y en libertad, lo que supone, en definitiva, admitir la confrontación y la discrepancia.

Vistas así las cosas, se podría decir que el centro. previsiblemente, va a tener la capacidad de propuesta; la izquierda, la posibilidad de respuesta, mientras que la derecha queda, en esta ocasión, en un papel de franca alternativa.

Los problemas con los que necesariamente hemos de encararnos en un futuro ya muy próximo son los siguientes:

1. La elaboración de una nueva Constitución cuya clave esencial hay que encontrarla en la resolución del complejo tenia regional.

2. La lucha decidida contra la inflación, con el correlativo necesario de hacer frente a una cota de paro preocupante.

3. La modernización de la sociedad española en sus hábitos y comportamientos, en la línea de alcanzar un nuevo consenso que no puede cimentarse más que a través de una profunda justicia distributiva y una búsqueda incesante de un mayor grado de igualdad social.

4. La intervención de pleno derecho en las instancias internacionales, de las que hemos estado ausentes en los últimos cuarenta años por razones sobradamente conocidas.

El centro, que en la hipótesis que nos ocupa debe tener lógicamente la «capacidad de propuesta», debe, pues, comprender que la consolidación de la democracia depende tanto de la labor que se haga en el nuevo Parlamento como del contenido de su futura acción gubernamental.

El centro, en las Cortes, habrá de poner su empeño en la tarea de elaborar, con el resto de las fuerzas políticas del país, una Constitución aceptada y viable para todos, y no solamente para unos cuantos.

El centro, en el Gobierno, ha de avanzar necesariamente en el camino de la libertad, haciendo posible una sociedad liberal avanzada, compatible con un clima de autoridad responsable que asegure la paz y el orden necesario para dar consistencia al nuevo edificio constitucional capaz de albergar a todos los españoles. Pero, a un mismo tiempo, es urgente reconocer que nuestra incipiente democracia puede naufragar si no se atacan con prontitud y decisión los males que padece la economía española, siendo nuestra enfermedad fundamental la que es propia en general del mundo occidental: la inflación. Y es ahí donde se encuentra el núcleo esencial de mi propuesta.

Para no proporcionar los argumentos tradicionales a nuestra derecha intransigente y autoritaria, se me antoja necesario que el Centro Democrático concluya con la izquierda, que tiene vocación de ser una izquierda nacional -deshaciendo así viejos temores y fantasmas del pasado-, los términos precisos de lo que podría denominarse un gran Pacto para la democracia.

El centro puede estar en condiciones de ofrecer a la izquierda libertad y democracia, justicia económica y redistribución social, que al fin y a la postre, en una sociedad industrial desarrollada como la española, se alcanza, en un primer escalón, a través del sistema fiscal, para que el Estado asegure la transformación de una red amplia de equipamientos colectivos -escuelas, sanidad, transportes, vivienda- en una línea marcadamente social, teniendo como principales destinatarios los sectores populares del mundo del trabajo.

A cambio, el centro debería estar legitimado para solicitar de la izquierda un nivel de responsabilidad en la calle y de austeridad económica durante un período de tiempo mutuamente convenido que nos posibilite salir del bache económico sin tener que recortar innecesariamente los primeros vuelos de la recien lograda libertad. De lo contrario, unos y otros estaríamos neciamente trabajando en favor de una nueva involución.

En un país en crisis, por razones internas e internacionales, no cabe rizar el rizo conjugando al mismo tiempo los verbos democratizar, devaluar, progresar, liberalizar y estabilizar. El argumento de que «el peso de la crisis no puede recaer en exclusividad sobre las clases populares» lo comprendemos y lo compartimos, pero la izquierda española, que ha dado buenas muestras de cordura y paciencia en los cuarenta años de tinieblas, debe revalidar su comportamiento último de madurez y responsabilidad para que la luz de la libertad no se apague tristemente en un nuevo anochecer.