14 octubre 2005

Se suicida el General Ghazi Kanaan, ministro de Interior de Siria al que desde El Libano responsabilizaban del asesinato de Rafik Hariri

Hechos

Fue noticia el 14 de octubre de 2005.

14 Octubre 2005

Un oportuno suicidio

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El aparente suicidio del ministro del Interior sirio, tan oportuno para el atribulado régimen de Damasco, no va a aliviar su aislamiento ni la presión estadounidense, y tampoco alterará presumiblemente las conclusiones de la ONU sobre el asesinato en febrero del ex primer ministro libanés Rafik Hariri, achacado casi unánimemente a Siria. La muerte del general Ghazi Kanaan se ha producido tres semanas después de ser interrogado en Damasco sobre aquel magnicidio y unos días antes de que Naciones Unidas anuncie los resultados de su investigación.

El Gobierno sirio ha presentado la muerte de Kanaan como inducida por la campaña de periódicos libaneses implicándole en el atentado de Hariri. Esta versión resulta cuando menos un sarcasmo aplicada a un individuo despiadado y temido que durante más de 20 años ha manejado los hilos de Líbano a satisfacción de sus jefes. Kanaan fue hasta 2002 el todopoderoso manipulador del rompecabezas libanés mediante el control de numerosos políticos y de los servicios de seguridad y espionaje. La voladura de Hariri forzó a Siria a retirar este año sus 35.000 soldados del diminuto país vecino, rompió la red de patronazgo tejida por Kanaan y ha desembocado en unas elecciones que alumbraron un Gobierno claramente antisirio. Amigos y enemigos concuerdan en que este general, de 63 años, no era de los que se suicidan por la opinión de la ONU.

Su desaparición añade interrogantes al futuro del dictatorial régimen baazista, una oscura y pequeña clique en manos del presidente Bachar el Asad y su círculo más cercano. Kanaan era uno de sus pilares. Tras su muerte, la cuestión clave es cómo responderá el aislado régimen sirio, bajo la lupa de Washington y sin prácticamente amigos, si es formalmente implicado en el asesinato de Hariri. Damasco quizá haya decidido que Kanaan era el mejor chivo expiatorio. Pero si el Consejo de Seguridad apunta a Siria y Asad no entrega a los sospechosos para su enjuiciamiento, se oscurecerán aún más las perspectivas para un presidente que afronta el malestar creciente de un país que hace cinco años creyó en sus promesas de renovación.

22 Octubre 2005

Damasco, acorralado

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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A falta de una versión definitiva, la investigación de la ONU sobre el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri es tan inquietante para el régimen sirio como se esperaba. El juez Detlev Mehlis y su equipo concluyen que el magnicidio del 14 de febrero en Beirut, un intrincado complot contra un político que se oponía a la dominación de Líbano por Damasco, no se pudo ejecutar sin la orden de los más altos cargos de la seguridad siria, en colusión con sus homólogos libaneses. Entre los supuestamente implicados figuran personajes del círculo íntimo del presidente Bachar el Asad, como su poderoso cuñado y jefe del espionaje militar, Assef Shawkat, o el general Rustom Ghazaleh, responsable de la inteligencia siria en Líbano, cargo en el que sucedió hace dos años al recientemente «suicidado» ministro del Interior. Ambos son pilares fundamentales del régimen.

Las indagaciones de Mehlis, más de 400 entrevistas, miles de documentos escrutados, han durado meses. La comisión considera fuera de duda que el asesinato de Hariri, que precipitó el abandono por Siria de Líbano tras décadas de práctica ocupación, contó con la complicidad de máximos responsables de Beirut, entre ellos el general Mustafá Hamdam, íntimo colaborador del presidente Emile Lahoud. Tanques y blindados fueron desplegados ayer en Beirut para impedir una nueva oleada de violencia antisiria.

El informe, rechazado vehementemente por Damasco, acorrala al presidente de Siria, que puede llegar a ser considerado, por acción u omisión, responsable último del atentado. Su régimen afronta la creciente hostilidad de Washington por su apoyo a Hezbolá en Líbano, la complacencia con los terroristas palestinos y la permeabilidad para los yihadistas de su frontera con Irak. Asad no tiene muchas opciones tras la firmeza de sus declaraciones sobre la inocencia de Damasco en el magnicidio. Dijo que cualquier alto responsable sirio implicado sería considerado un traidor y tratado como tal.

Una de ellas es cooperar con la ONU para evitar eventuales sanciones internacionales y un aislamiento todavía mayor de la dictadura, que pese a sus promesas ha sido incapaz de reformar. Pero eso exigiría algo tan impensable como la entrega a la justicia internacional de algunos de sus más estrechos colaboradores y acarrearía su suicidio político. Casi cualquier escenario previsible aboca a la descomposición de un sistema de poder que ya afronta incipientes luchas intestinas y al que por el momento no se le ve recambio claro. En cualquier caso, el informe Mehlis señala la cuenta atrás para el régimen baazista nacido de un golpe de Estado hace más de cuarenta años.