4 diciembre 1992

El debate se realizó después de la emisión de un documental producido por BBC y FORTA con un contenido muy crítico hacia el dictador fascista

Centenario del nacimiento del dictador Francisco Franco: TELEMADRID realiza un debate entre franquistas y antifranquistas moderado por Hilario Pino

Hechos

  • El 4.12.1992, coincidiendo con el centenario del nacimiento del general Franco, TELEMADRID emitió un debate moderado por D. Hilario Pino en el que participaron los Sres. Ángel Palomino, Gutiérrez Cano, Santiago Álvarez, Vicente Pozuelo, Ana Marisca, José Luis Gutiérrez y D. José María Mohedano.

Lecturas

TERTULIANOS DEL PROGRAMA COMUNISTAS VS FRANQUISTAS

DebateFranquismo002 D. Hilario Pino fue el moderador del debate desde una posición crítica hacia el franquismo, replicando en varias ocasiones a los pro-franquistas.

DebateFranquismo003D. Santiago Álvarez, ex dirigente histórico del Partido Comunista de España (PCE) – condenado a muerte durante el franquismo, aunque al final la pena le fue conmutada – defendió la lucha histórico de los comunistas contra los franquistas y aseguró que el comunismo siempre había luchado por la democracia.

DebateFranquismo004El historiador D. Javier Tusell también se alineó con los anti-franquistas y aseguró que lo que más grave le parecía de Franco es que ‘perpetuó la Guerra Civil’ durante todo su Gobierno.

DebateFranquismo005El diputado del PSOE, D. José María Mohedano, fue dirigente del Partido Comunista de España (PCE) durante los años setenta y militante anti-franquista  y aseguró que durante la dictadura franquista no hubiera podido celebrarse un debate en televisión como el que estaba realizándose.

DebateFranquismo006 El director de DIARIO16, D. José Luis Gutiérrez, intervino en nombre de la ‘prensa anti-franquista’ y recordó que durante la dictadura él fue expedientado sólo por informar en un artículo sobre la actuación de grupos ilegales.

DebateFranquismo007 El ex ministro franquista D. Joaquín Gutiérrez Cano intervino en nombre de la ‘Fundación Francisco Franco’ de la que era su principal referente, para reivindicar la figura del General Franco.

DebateFranquismo008 El escritor D. Ángel Palomino, que fue un destacado columnista del diario EL ALCÁZAR, consideró ‘una basura’ el documental de la BBC empeñado en describir al general Franco como ‘un malvado’, reivindicó la dictadura y aseguró haber sido testigo de los crímenes comunistas en 1936.

DebateFranquismo009 El escritor D. Fernando Vizcaino Casas, defendió aspectos positivos de la dictadura del General Franco y criticó la actitud de D. Javier Tusell y advirtió del riesgo de ‘volver a sacar los muertos’ asegurando que los comunistas asesinaron en Paracuellos del Jarama en 1936 a 10.000 personas en una sola semana.

DebateFranquismo010 La actriz Dña. Ana Mariscal, célebre por su papel en la película ‘Raza’, en cuyo guión participó el dictador Franco. Recriminó al Sr. Pino su actitud hostil hacia el sector franquista y aseguró que durante el franquismo en el teatro no se censuraron las obras de D. Federico García Lorca y que ella misma interpretó ‘Yerma’ en la Barcelona de 1947.

 DebateFranquismo011El doctor Vicente Pozuelo, médico personal del dictador, fue el último de los tertulianos reivindicadores del franquismo.

03 Diciembre 1992

Franco

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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DE TANTO verlas, ya no nos damos cuenta de que en muchas monedas de curso legal sigue presente su rostro y la leyenda que lo proclama «caudillo por la gracia de Dios». ¿Qué pensará un niño o un adolescente español de 1992 que pueda significar esa inscripción -jaculatoria que relaciona al severo personaje con Viriato, por una parte, y con los emperadores medievales, por otra?-No resulta fácil explicar las razones por las que ese general hizo creer a muchos, y hasta llegó a creerse él mismo, lo que las monedas aún pregonan.El hombre de cuyo nacimiento mañana se cumplirá un siglo fue reverenciado y odiado como ningún otro español contemporáneo lo fuera nunca. En eso consiste su excepcionalidad. Por lo demás, Francisco Franco fue un general golpista. Puede que fuera otras cosas, pero fue eso ante todo. Fue también un dictador que consagró la segunda mitad de su vida a un solo designio: perpetuarse en el poder como fuera. Podrá discutirse sobre si eso fue bueno o malo, y para quién, pero no negarse que, si hubo otras, esa obsesión por mantenerse en el poder fue la dominante desde el fin de la guerra y la decisiva en la trayectoria del régimen por él fundado.

Al revisionismo sobre su significación histórica puede concedérsele la hipótesis de que tal vez la victoria del otro bando tampoco hubiera desembocado en una democracia liberal. Es posible. Pero carece de fundamento la pretensión de que la desembocadura de su régimen en la actual monarquía parlamentaria legitime retrospectivamente aquél. Si fuera cierto que Franco se limitó a intervenir ante una situación de emergencia, pero que su intención era preparar al país para un futuro normalizado en el marco de una Europa próspera, habría intentado promover la reconciliación entre los españoles. No lo hizo en 40 años, pese a que tuvo varias ocasiones para ello y sin otro riesgo que el de tener que someterse al veredicto de las urnas o abandonar su poder omnímodo.

Pudo hacerlo tras su victoria, en 1939, o en 1945, después del triunfo de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, lo que no sólo habría ahorrado muchos sufrimientos a sus compatriotas, sino seguramente adelantado el reencuentro de España con la modernidad europea. En lugar de eso, prolongó los rasgos esenciales de un régimen fundado sobre la guerra civil, cuyos métodos, de extremada crueldad, aplicó, como gustaba decir, sin que le «temblase el pulso»: 23.000 republicanos fusilados (30.000, según otras fuentes); 270.000 encarcelados; medio millón de exiliados, de los que 150.000 no regresarían nunca. La exclusión de los derrotados, la discriminación de los desafectos a la hora de ocupar cargos en la Administración e incluso en las empresas -en los periódicos, sin ir más lejos- se prolongó durante decenios; en algunos aspectos, hasta su muerte.

La otra falacia alentada al calor del centenario es la de la continuidad entre aquel régimen y el actual. Su versión más necia dice’ que, en el fondo, franquismo y felipismo son la misma cosa: dos manifestaciones de la tradicional mentalidad autoritaria que sólo se diferenciarían en la forma de acceso al poder. Pero los rasgos compartidos que aducen como prueba -desprecio a la opinión pública, resistencia a las destituciones y remodelaciones ministeriales, inquina hacia la prensa- podrían predicarse, en uno u otro momento, en uno u otro grado, de, casi cualquier régimen. Y si a lo que se refiere es a características sociológicas, como, en particular, las relaciones entre gobernantes y gobernados, o entre los ciudadanos y el Estado, esa continuidad existe, pero no sólo respecto al franquismo, sino a todos los sistemas políticos habidos en la España contemporánea. En resumen, esa analogía suscitada por la caverna no deja de ser una estupidez basada en la manipulación histórica.

Por otra parte, cualesquiera que sean las imperfecciones del sistema actual, la existencia de un régimen de opinión pública, junto con él de libertad de partidos, supone una garantía de pluralismo inconcebible en el franquismo, y la prueba es lo poco que duró en cuanto desapareció la censura y los partidos fueron legalizados. Desde ese pluralismo, y en ejercicio de la libertad de opinión, EL PAÍS publica hoy un suplemento dedicado al general nacido hace 100 años. Algo que no hubiera sido posible en vida del dictador.