22 marzo 2016

Después de los atentados en España, Gran Bretaña y Francia ahora el país centroeuropeo se une a los países que han sido víctimas del terrorismo islámico

Terroristas islámicos causan una matanza en Bélgica asesinando a 34 personas e hiriendo a 200 con bombas en Bruselas

Hechos

  • Los atentados de Bruselas de 2016 fueron dos ataques terroristas realizados la mañana del martes 22 de marzo de 2016 en el aeropuerto y la red de metro de la capital belga en los que murieron 35 personas (incluyendo tres de los terroristas) y 340 resultaron heridas.

Lecturas

ATENTADO TERRORISTA EN BRUSELAS

MODUS OPERANDI

A las 7.45 estallaron dos bombas en el aeropuerto de Zaventem en Bruselas asesinando a 14 personas. Y a las 9.00 hicieron explotar otra bomba en la estación de Maalbeeck matando a otras 20 personas.

LOS ASESINOS

Bakraoui_zaventem Los hermanos Ibrahim y Khalid El Bakraoui, han sido identificados formalmente por las autoridades belgas como los autores de la matanza en la que ellos mismos también se suicidaron, que los tenían fichados por su largo historial de delincuentes.

23 Marzo 2016

Europa, unida contra el desafío terrorista

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

Leer

El autodenominado Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) volvió ayer a asestar un durísimo golpe en el mismo corazón de Europa. El doble atentado yihadista perpetrado en Bruselas, que ha causado al menos 30 muertos y decenas de heridos, no supone un atentado más en una de las capitales europeas (como los de París, Londres o Madrid), sino un auténtico desafío a las instituciones de la Unión Europea y, por lo tanto, a todos sus ciudadanos que pueden ser víctimas de la violencia en cualquier momento.

Este reto exige una respuesta común de todos los Estados miembros que incluya medidas de carácter político, militar, policial y de inteligencia. Si el viejo continente quiere ganar la guerra al terrorismo yihadista debe superar las actuaciones nacionales y poner en marcha un auténtico plan europeo que haga frente al mayor desafío —junto al de la inmigración— que tiene por delante. No hay que olvidar, además, que los refugiados que llegan a Europa huyen de los mismos terroristas que atacan nuestras ciudades.

En noviembre pasado, tras la matanza de París, el Gobierno francés renunció a solicitar la activación de la cláusula de solidaridad prevista en el artículo 222 del Tratado de la UE, que hubiera implicado una respuesta colectiva y coordinada por parte de la Unión. Por el contrario, prefirió actuar en solitario, amparándose en el artículo 42, que situaba la respuesta en el plano intergubernamental y fuera de las instituciones europeas.

Cuatro meses después esa decisión se ha demostrado errónea, teniendo en cuenta que es probable que los terroristas que actuaron en Bruselas formaron en parte de los mismos comandos que asesinaron en París. Ni uno ni otro atentado buscaban atacar a una ciudad o a un país, sino a un grupo de Estados que han creado un modelo de civilización libre, próspero, solidario y tolerante con todas las culturas.

No estamos hablando de lobos solitarios ni de grupos marginales, sino de jóvenes europeos radicalizados que odian ese modelo y están dispuestos a matar y morir en una guerra sin cuartel. Son comandos bien organizados, con apoyos locales y formación en la guerra en Siria o en algunos países de África.

La inseguridad, la crisis de asilo y refugio y el auge populista pueden destruir el espíritu europeo

Europa se enfrenta a un desafío enorme y muy delicado, al que los Estados miembros no se pueden enfrentar de forma individual. Es necesario abordarlo en común para evitar que los errores claros en la inteligencia de determinados países permitan nuevos atentados de este tipo.

La respuesta exige, en primer lugar, un gran acuerdo político de las instituciones y de todos los países para actuar de forma coordinada. Hace tiempo que la UE no tiene fronteras internas (aunque en los últimos meses se hayan cerrado por la crisis de los refugiados) y es imprescindible buscar respuestas europeas, porque la inseguridad terrorista, combinada con la crisis de asilo y refugio —y el auge de los populismos—, puede llevarse por delante el espíritu que hizo grande a Europa.

El desafío requiere también medidas comunes en el terreno militar, policial y de inteligencia. Hay que actuar militarmente contra el ISIS, cuando y como se pueda (y con el apoyo de las otras potencias mundiales y de los países árabes afectados), y policialmente contra los comandos que esperan su momento para matar. Pero, sobre todo, hay que perfeccionar los sistemas de inteligencia y definir las reglas del juego en la UE para investigar a los miles de ciudadanos potencialmente peligrosos: sin violar el principio de presunción de inocencia, pero sin pecar de inocentes y atarnos las manos a la espalda cuando toda Europa se enfrenta a una amenaza clara y rotunda.

Gracias al proyecto europeo de integración, varias generaciones de ciudadanos no han conocido la guerra. Pero sí han conocido y sufrido el terrorismo, y van a tener que vivir bajo su terrible amenaza durante mucho tiempo. Es el signo de nuestra era. No se trata de abrir un debate nominalista sobre si estamos en guerra o no: lo importante es tener claro que ante un nuevo modelo de terrorismo, salvaje y e indiscriminado, no son suficientes las viejas respuestas militares ni policiales.

En España, la práctica totalidad de los partidos ha sabido responder con unidad, dejando a un lado las luchas ideológicas o preelectorales, en línea con los acuerdos contra el terrorismo yihadista firmados en los últimos meses. Podemos está al margen de ese gran pacto y debería darse cuenta de que de nada sirven los mensajes de solidaridad cuando se mantiene como mero observador en una lucha en la que hay que comprometerse.

29 Marzo 2016

Prevenir para que el yihadismo no entre en las escuelas

EL MUNDO (Director: David Jiménez)

Leer

La cadena de brutales ataques en nombre de la yihad islámica que se vienen sucediendo en todo el mundo, especialmente desde que el Estado Islámico (IS) se hizo con la hegemonía del terror global en detrimento de Al Qaeda, requiere una respuesta firme en varios frentes. Por supuesto, combatiendo sobre el terreno a una organización que se ha autoproclamado califato de todos los musulmanes y ha consolidado su posición en Irak y Siria. En primer lugar, con una coordinada y eficaz estrategia militarconsensuada entre los aliados occidentales y los países de la zona. Y en paralelo, cortando las líneas de financiación, provenientes del saqueo de las ciudades conquistadas, de los secuestros y de la venta ilegal de crudo.

Sin embargo, con ser el principal desafío acabar con la existencia del IS, que no sólo exporta el terror al mundo sino que, en aplicación estricta de la ‘sharía’ o ley islámica, trata con especial crueldad a los prisioneros y a sus propios súbditos, es necesario actuar integralmente en los países amenazados por el yihadismo. Porque si algo han puesto de manifiesto los atentados de París y Bruselas es que los terroristas que deciden inmolarse para asesinar «infieles» occidentales no vienen de fuera, sino quehan nacido y se han educado en colegios públicos de una Europa que ha hecho de las libertades y la tolerancia sus principales señas de identidad cultural y política.

Por eso, son de capital importancia iniciativas como la que ha puesto en marcha la Generalitat de Cataluña para detectar la radicalización religiosa de niños y adolescentes en los centros de enseñanza. Si en una primera etapa, la colaboración entre la consejería de Interior y los Mossos d’Esquadra ayudó a frenar la captación de posibles terroristas en las cárceles y en las mezquitas más fanatizadas, ahora se ha sumado al programa de prevención la consejería de Enseñanza catalana. El objetivo es detectar cambios significativos en el comportamiento y en las relaciones personales de los estudiantes, vigilar el consumo de propaganda islámica en las redes sociales e incluso observar variaciones notables en la forma de vestir que hagan sospechar contactos de algunos alumnos con las redes de captación de los grupos terroristas en Europa. El programa, que a través de protocolos de observación deberá contar con la colaboración de profesores y tutores, está destinado a todos los estudiantes, independientemente de su religión. Es cierto que España, a diferencia de países como Francia, Bélgica o Alemania, aún no cuenta con un número elevado de alumnos musulmanes -apenas representan el 5% del total y en Cataluña son poco más de 75.000 menores- ni con varias generaciones de inmigrantes, cuyo radicalismo aumenta sucesivamente, pero las precauciones se hacen igualmente necesarias. El interés de esta iniciativa, de la que deberían tomar nota otras comunidades e incluso el Gobierno central, estriba en que ha sido concebida como complemento a la vigilancia policial en todo el territorio y al control de quienes viajan y regresan a zonas de conflicto en Oriente Próximo.

Europa debe ser consciente de que no estamos ante escaramuzas aisladas ejecutadas por ‘lobos solitarios’, sino ante una orquestación minuciosa para imponer el terror. La respuesta, por tanto, ha de estar coordinada en diferentes frentes para buscar una derrota definitiva del yihadismo.

30 Marzo 2016

Miedo al miedo

Carmen Rigalt

Leer

Siempre que hay atentados pienso en el miedo y en los esfuerzos que hacemos por combatirlo. Sobre todo en el miedo racional, que es un miedo práctico, suponiendo que algún miedo sea práctico, que yo lo dudo. Al miedo que no es racional (ni positivo ni práctico) se le llama irracional y tiene efectos paralizantes, pues te electriza desde la uña del pie hasta la punta de las pestañas.

Hay diferencias individuales en la manifestación del miedo. Quiero decir que no todo el mundo lo vive igual. Una cosa es el pánico y la ansiedad desencadenados tras la explosión de un coche bomba que deja el suelo alfombrado de cadáveres (estrés postraumático le llaman) y otra distinta el miedo intelectual o el miedo a secas por la exposición continuada a los medios de comunicación que narran la tragedia con todo detalle.

No hay quien soporte mañana, tarde y noche la visión de los cuerpos mutilados y los regueros de sangre; no hay quien soporte el rostro ausente y aturdido de los heridosque no miran a ninguna parte. Ellos nunca recordarán nada, pues la amnesia es un viaje sin retorno.

Las imágenes de los atentados son siempre pavorosas, aunque no sé qué es peor, si las imágenes o los sonidos. El llanto desesperado de un niño siempre me lleva a taparme los oídos. Y no falla: cuando me tapo los oídos, cierro instintivamente los ojos.

Después de los refugiados creí que ya no me quedaba nada por ver. Las imágenes de las caravanas interminables dando vueltas a Europa producen una tristeza inmensa. Cuando los informativos de radio y televisión dan paso al capítulo refugiados, yo me pongo en lo peor. Llegado ese momento siempre hablan del número de cadáveres que ha devuelto el mar, haciendo hincapié especial en el número de niños. Al mar va a parar todo, pero el mar lo devuelve todo a la orilla para que nuestras conciencias nunca duerman tranquilas.

Se han cumplido siete días de los ataques terroristas en Bélgica y el miedo empieza a ceder. Poco a poco recuperaremos la inercia de los días, y los paranoicos que habían jurado no coger más el metro ni el avión, no ir a un estadio ni a unos grandes almacenes, acariciarán de nuevo esa paz que un día les permitió soñar que eran felices.

El tiempo pone las cosas en su sitio, dicen los cursis, pero no solo la distancia de los días es el olvido. También la de los kilómetros. Sería injusta si no mencionara el atentado de Lahore (72 muertos que a estas horas ya pueden ser 80), resultado de un ataque suicida contra los cristianos que celebraban la Pascua. Pero la distancia es proporcional al eco mediático: una bomba en Lahore equivale a un petardo en elparking de la esquina.

Esta semana Bélgica nos ha tenido muy preocupados. Bruselas, corazón de Europa, no debe consentir que las cosas se pongan chungas. Según he leído, los países europeos con más combatientes de Estado Islámico son Bélgica y Francia. Y los que menos, Italia y España. Bélgica está en el punto de mira por la creciente presencia de yihadistas (Molenbeek es un vivero). Estas y otras razones han llevado a considerar que Bélgica es un Estado fallido. Exageraciones. Ayer se lo oí a alguien en la radio. Una cosa es un Estado fallido y otra, que tenga fallos por un tubo.