6 abril 1997

Tusell dice que Campmany se alegro del cierre del diario MADRID y este contesta que quien se alegró fue su padre, Jordi Tusell

Javier Tusell (EL PAÍS) vuelve a atacar al franquista Jaime Campmany (ABC) y este le llama ‘mameluco’ en su réplica

Hechos

Dentro del pleito entre el director de la revista ÉPOCA, D. Jaime Campmany y el presidente del Grupo PRISA, D. Jesús Polanco, intervino el columnista de EL PAÍS (del Grupo PRISA), D. Javier Tusell.

Lecturas

El 5 de abril de 1997 el diario El País publica una columna de Javier Tusell Gómez contra Jaime Campmany Díez de Revenga por su pasado franquista. Este responde desde ABC con un artículo contra Tusell Gómez titulado ‘el mameluco’ en el que asegura que quien sí fue franquista fue su padre Jorid Tusell.

05 Abril 1997

DEFENSORES DEL PUEBLO

Javier Tusell

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Quienes escribimos en este diario solemos aparecer tachados de "felipistas" en ellos, pero eso no pasa de ser una bobada de regular tamaño. Ahora se nos envuelve en una confusa acusación de apalancados en procedimientos espurios. El límite de la transición sitúa a Jaime Campmany en las antípodas mismas de la necesaria respetabilidad que debiera acompañar a cualquier ejercitante de la acción popular.

No me cabe la menor duda de que sería excelente la desaparición del actual clima de crispación en los medios de comunicación de la capital de España. Siempre será una tentación responder de idéntica forma a como uno es tratado, pero conviene rectificar esa tendencia natural, porque la ferocidad en el enfrentamiento crea adicción y contamina cualquier posible debate nacional. En general quien agrede testimonia no sólo impotencia dialéctica, sino también senectud. Nada hay más vetérrimo que sembrar de calificativos denigrantes un artículo plagado de las negritas con las que se llama la atención sobre los nombres propios. Como muchas otras personas, el autor de este artículo ha suscrito un manifiesto protestando del acoso al Grupo PRISA. Al margen de lo justo de la causa, lo he hecho con satisfacción por interés y hartazgo propios. De las diversas formas de esa agresión, la que a algunos nos resulta más inaceptable es la practicada desde otros medios de comunicación. Quienes escribimos en este diario y hemos votado poquísimo o absolutamente nada al Sr. González Márquez solemos aparecer tachados de «felipistas» en ellos, pero eso no pasa de ser una bobada de regular tamaño. Ahora a colaboradores e incluso lectores de este periódico se nos envuelve, con nulo fundamento, en una confusa acusación de guiamos por motivos inconfesables apalancados en procedimientos espurios. Quienes lanzan esos juicios, como el personaje de Luces de bohemia, dan la sensación de querer hacer funcionar la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol. Eso marca una clara diferencia con nosotros, que sólo pretendemos ejercer el derecho a leerlos de pasada, muy de vez en cuando, con una sonrisa más bien irónica y con considerables dotes de paciencia.

Lo más ridículo de este clima de acoso es que quienes lo alimentan deslizan como moneda normal aquello que sólo merecería certificados de falsedad, si se expendieran en los estancos. El sistema legal español autoriza a que un particular ejerza la acción popular ante los tribunales. Esa posibilidad ha tenido ya alguna concreción grotesca, pero la más reciente y resonante la ha proporcionado el periodista Jaime Campmany llevando a Sogecable a los tribunales y, más aun, pidiendo amparo a la Asociación de Prensa por los supuestos peligros que corre su libertad de expresión.

Llegados a este punto si uno se quisiera poner trascendente recordaría la frase de Milan Kundera de acuerdo con el cual la lucha contra el totalitarismo, en gran parte, es el producto del esfuerzo porque la memoria supere al olvido. Pero me limitaré a enunciar lo obvio: no todo el mundo está legitimado para lanzar acusaciones, al margen de que éstas sean gratuitas. En España hemos hecho una transición a la democracia que consiste en no reprochamos el pasado ni enzarzamos con él, pero eso tiene un límite consistente en saber en dónde estuvo cada uno. Y eso sitúa a Jaime Campmany en las antípodas mismas de la necesaria respetabilidad que debiera acompañar a cualquier ejercitante de la acción popular. Adviértase que no se trata de que deje de escribir o se jubile. Es bueno que siga donde está porque constituye un permanente recordatorio, aunque no precisamente un ejemplo.

Pero no está en condiciones de ejercer acciones populares. Quienes ahora se solidarizan con él debieran recordar que el primer banquete en su homenaje fue hace 30 años por un resonante artículo titulado Camisa azul. Con el paso del tiempo le catapultó a la dirección de ARRIBA, en abril de 1970. A fin de año, sabiamente guiado, ese diario, tan parco en lectores como apoyado por el Presupuesto, titulaba El pueblo, con Franco una foto de la manifestación de la plaza de Oriente. «Ayer, como siempre, el pueblo volvió a explicar con grandiosidad histórica, que está con Franco» añadía. Expropiando de esa manera la voluntad popular no puede extrañar la petulancia de acudir un cuarto de siglo después a los tribunales. Menos se justifica, en cambio, que recurra a los organismos corporativos del periodismo quien en su momento contempló con tanto regocijo la flagelación y apuntillamiento del diario MADRID. Pero incluso todo eso quizá pudiera olvidarse. Lo peor es haber utilizado una tribuna como ésa para atizar la represión con el insulto a quienes no podían defenderse. Para éste tenía y tiene Campmany capacidades. Cita Cándido en sus memorias los versos escritos con ocasión de la muerte de doña Victoria Eugenia, la abuela de Juan Carlos I: «La España que sufre y que se exilia / despide a este saco de hemofilia / con la salva de un cuesco soberano». Fino lirismo, como se ve. Si eso decía de tal personaje ya se puede imaginar cómo trataba a otros, los de la oposición. Y éste es quien ahora pretende asumir la representación del pueblo y clama por su libertad de expresión.

Javier Tusell

06 Abril 1997

EL MAMELUCO

Jaime Campmany

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Y es que el mameluco no se entera. Quiere despojarme del derecho de ejercer la acción popular y resulta que yo jamás he ejercido esa acción. Lo que más gracia es lo que ha sido acusado de estar ‘apalancado’ en procedimientos espurios. Ahí ha saltado el gazapo. Es obvio que el mameluco quería escribir ‘apolancado’.

Vuelve a la carga el mameluco. Es lo suyo ¿Dónde irá el buey que no are? Decía la madre Celestina. Bueno, pues el mameluco va a la carga y vuelve a la carga. Por eso, algunos mamelucos se trajo Napoleón. Pero aquí mameluco vale vale como necio y bobo, y también ese mameluco vuelve a la carga. En realidad, el mameluco es un tonto que insiste, un tonto reiterativo, de monotonía infatigable.

Tengo dicho que el muestrario y gama de los tontos son amplios, casi inagotables en la mina del lenguaje castellano, y más si vamos a las hablas de América. Sin salirme de la letra eme, puse tres más en el soneto al mameluco, y son mastuerzo, maxmordón y majagranzas. Lo de mameluco quedaba elíptico. Lo de mastuerzo se lee en Lope. Lo de maxmordón nos lo dejaron los árabes. Lo de majagranzas está muy claro, y además anda emparentado con majadero, porque así llamaban al mazo del almirez, de modo que majagranzas viene a ser mano de almirez, o sea, majadero. El majagranzas es también un tonto que da siempre en lo mismo.

Por la eme empiezan tontos que no necesitan de mucha explicación, y ahí están el madero, el mentecato, que es tonto de libro de texto, el memo, el mendrugo, el maleta, el monigote, el mostrengo, el menguado, el modorro, que es tonto adorminado muy del gusto de Quevedo, el membrillo, el melón, el merluzo, el mulo, que aquí también vale macho, y el metepatas. Sin irme de la eme inicial, hay tontos que lo son porque no llegan como el media cuchara o el media espada. Pero hay tontos de nombre más oscuro, incluso hermético, que necesitarían de alguna investigación filológica, por ejemplo, monote, marmolillo, morral, material, mondrego, mollar, mandria, mochete y mocedor. Mojigato es un tonto con mucha propasia literaria, y mingando es un tonto tardón, boyuno y de siesta larga. Hay un tonto de eme inicial que le va al mameluco como anillo al dedo, que es el inefable meliloto. Lo de meliloto es como lo de gilimursi, que enseguida se entiende. ‘No me diga usted más’

Todas estas voces le cuadran al mameluco que yo digo, unas más que otras, claro, porque ni siquiera el sujeto de marras puede ser tonto de encaje perfecto en todas las definiciones.. Si hubiese necesidad posterior de ampliar el vocabulario aplicable, acudiríamos a otras iniciales, pero le advierto al mameluco que tengo registrada hasta quinientas veintisiete voces que le convienen y que puede quedar asfixiado bajo el alud semántico de su propia naturaleza.

Y es que el mameluco no se entera. Quiere despojarme del derecho de ejercer la acción popular y resulta que yo jamás he ejercido esa acción. Ya dije una vez que este intonsto es como fray Gerundio, que se inventa el maniqueo para zurrarle. Pero es que de paso le pega una patada a la Constitución, que otorga ese derecho a todo español mayor de edad, sin más requisito. La Constitución es tan generosa en este punto que da ese derecho incluso al tal mameluco, meliloto, mastuerzo, maxmordón y majagranzas.

Puesto el mameluco a citar sonetos, el que tendría que citar con vocación de autorretrato no es el que cita, que también equivoca el autor de algún verso, sino el que le dediqué a él en un acceso de liberalidad y munificencia. Si no lo recuerda, lo republico. Lo de ‘agrede’ es muestra de nescencia y ayuno gramatical, además de perla para el maestro Lázaro Carreter. Y del derribo del diario MADRID nunca me alegré. Quien se alegró fue su padre don Jordi. Cuando presente mi alegría, le demostraré yo la de su progenitor. Pero lo que más gracia me ha hecho del artículo del majagranzas es lo que ha sido acusado de estar ‘apalancado’ en procedimientos espurios. Ahí ha saltado el gazapo. Eso es una errata. Es obvio que el mameluco quería escribir ‘apolancado’.

Jaime Campmany

El Análisis

¿CUÁNDO? ¿DÓNDE?

JF Lamata

En febrero se hizo público el pleito judicial entre los Sres. Polanco y Campmany, en marzo se produjo el primer ataque del Sr. Tusell – columnista del Sr. Polanco – al Sr. Campmany y en abril el que aquí se señala, que fue el segundo. La base del argumento del Sr. Campmany es que su pasado franquista le inhabilita para ejercer una querella en nombre de la acusación popular ‘de Defensor del Pueblo’. Lástima que el razonamiento del Sr. Tusell tenga el problema de que el Sr. Campmany nunca se querelló en nombre de ninguna acusación popular en el tema Sogecable, se limitó a presentar una demanda. El que sí se personó fue el Sr. Cacho.

El Sr. Tusell asegura que el Sr. Campmany suelta, así por las buenas, que el Sr. Campmany que celebró el cierre del diario MADRID. Si se refiere a que esa es su impresión, igual hasta acierta, pero uno espera más documentalismo en un historiador como él. De igual modo el Sr. Campmany asegura que quién sí se alegró del cierre del MADRID fue D. Jordi Tusell, padre de D. Javier Tusell, pero tampoco dice dónde, ni cuando. En su siguiente ataque al Sr. Campmany, en junio, el Sr. Tusell reproducirá varios textos desafortunados del Sr. Campmany, pero ninguno referido al cierre del MADRID. De quién sí tenemos sobrada documentación, disponible en LA HEMEROTECA DEL BUITRE de su alegría por ese cierre fue D. Emilio Romero, a quien, curiosamente, el Sr. Tusell elogia en el citado artículo de junio, que cosas.

J. F. Lamata