11 febrero 1989

Al presentador le sorprendió su carta de despido cuando estaba siendo felicitado por el programa por un ministro del Gobierno

TVE suprime ‘Derecho a Discrepar’ y despide a Miguel Ángel Gozalo tras su programa sobre el corazón por orden de Luis Solana

Hechos

El 10.02.1989 el director general de RTVE, D. Luis Solana, ordenó la supresión del programa ‘Derecho a Discrepar’ y el despido de su director y presentador D. Miguel Ángel Gozalo por el programa del 9.02.1989.

Lecturas

El 10.02.1989 el director general de RTVE, D. Luis Solana, ordenó la supresión del programa ‘Derecho a Discrepar’ y el despido de su director y presentador D. Miguel Ángel Gozalo por el programa del 9.02.1989.

REACCIONES EN LA PRENSA

DerechoDiscrepar El semanario EL INDEPEDIENTE de D. Pablo Sebastián fue uno de los que más espacio dedicó a la cancelación del programa presentándolo como un espacio víctima de un ataque contra la libertad de expresión liderado por D. Miguel Boyer. EL INDEPENDIENTE logró que cinco de los siete participantes en el programa publicaran artículos de protesta por aquella censura (uno de ellos era su subdirector D. Jaime Peñafiel), unicamente le faltaron D. Antonio Herrero (que no era muy de escribir) y D. Jesús Mariñas (que colaboraba en otro medio, ÉPOCA).

En lo que se refiere a los periódicos el ABC de D. Luis María Anson justificó la cancelación del programa por entender que se había atentado contra la intimidad de personas sin concretar a quienes se refería. En EL PAÍS no hubo un pronunciamiento oficial, aunque la crónica que hizo D. José Miguel Contreras parecía más bien contraria al espacio del Sr. Gozalo. En el lado contrario el DIARIO16 de D. Pedro J. Ramírez defendió al despedido asegurando que le habían usado como ‘chivo expiatorio’.

11 Febrero 1989

El chivo expiatorio

DIARIO16 (Director: Pedro J. Ramírez)

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Al elegir para su programa ‘Derecho a Discrepar’ el tema de la vida privada, el director del espacio, Miguel Ángel Gozalo, no hizo sino responder a la más estricta actualidad. Al seleccionar a los invitados del debate cumplimentó básicamente el abanico de puntos de vista fundamentales implicados en el asunto. DIARIO16 publica hoy mismo, en las páginas siguientes, un conjunto de opiniones sobre la misma inexorable cuestión: el conflicto de límites entre información e intimidad. ¿Por qué ha sido cesado Gozalo si estuvo a la altura de su función como periodista, que no es otra que la de servir el tema adecuado con las personas adecuadas?

En el programa de TVE del jueves se dijeron, desde luego, cosas imrpocentes e indelicadas, si no injuriosas, que afectaban a la imagen de determinadas personas. Cosas que, desde luego, ni en su fondo, ni en su forma cuadran con el concepto que en este periódico tenemos de la información. Pero las cosas dichas no son responsabilidad del moderador del programa, sino de quienes las dijeron, que pueden ser legalmente perseguidos por quienes se consideren o, de hecho, fueren perjudicados. El moderador no puede amordazar materialmente a sus invitados en una emisión en directo.

Gozalo ha sido elegido por Luis Solana como chivo expiatorio de las contradicciones del medio que dirige. Y, por dirigirlo – es decir, por encabezar un monopolio demasiado poderoso dentro de una sociedad plural – la responsabilidad última del impacto de lo dicho en el programa es, o no, que la cabeza de Gozalo caiga cuando las opiniones vertidas el jueves afectan, sobre todo, a una destacada figura del PSOE como es Miguel Boyer. Un profesional, una vez más ,ha pagado con su piel el insostenible carácter monopolístico de TVE y su control por el partido en el poder.

13 Febrero 1989

¿Quién?

Manuel Vázquez Montalbán

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¿Quién ha sido? Me negaré a creer, aunque me apliquen la ley antiterrorista, que la decisión de destituir a Gozalo procede de Luis Solana. Una persona tan amante de la libertad de expresión, tan consciente de que la televisión ha de ser el espejo de la realidad, no puede haber cesado al director de Derecho a discrepar precisamente por ejercer la libertad de expresión y por haber abordado una mercancía que está en todos los escaparates del país. Pocas horas después, la dirección de Televisión Española en Cataluña decide prohibir el ritual segundo pase de un programa emitido con anterioridad y dedicado a uno de los personajes de la llamada beautiful people, es decir, la misma proteína pura del programa de Gozalo. ¿Otra vez Solana?Persona tan bondadosa es propensa a ser instrumentalizada y seguro que ha recibido alguna presión, sin duda telefónica, que le ha llevado a tan estrambótica decisión. No haré el chiste fácil de suponer que a Luis Solana se le cruzaron los cables nada más coger el teléfono; es decir, no se lo tomen como un chiste, sino como la constatación de que este hombre es disciplinado y, a pesar de sus convicciones más demostrables, si quien puede hacerlo le ordena que mate al mensajero, lo mata; con una sonrisaprofidén, pero lo mata. Y piense el astuto lector que este admirable Solana se lía la manta a la cabeza pocas semanas después de ocupar el cargo, cuando aún todo eran sonrisas, las suyas y las nuestras. ¿Quién? ¿Quién tiene sobre Solana el poder suficiente como para congelarle el tímpano y merecer un desmayado pero decidido: ¡a tus órdenes!?

Pues, sin duda, el espíritu santo. Todo poder tiene su espíritu santo, y durante el franquismo se valía sobre todo de los confesores privados de algunas damas del régimen para proteger la imagen de la nueva clase. Pero ahora, en plena democracia, se trata de un espíritu santo laico que ha telefoneado a Solana y quizá le ha amenazado con la pérdida del carné de beautiful people, con la consiguiente pérdida también del derecho de antigüedad. La nueva clase. El espíritu santo. La nueva clase se sucede a sí misma.

17 Febrero 1989

Del derecho a discrepar a la obligación de coincidir

Jaime Peñafiel

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El polémico programa de la televisión única ‘Derecho a Discrepar’ sobre ‘Vidas Públicas, vidas privadas’, no fue otra cosa que el fiel reflejo de este patio de vecindad que es la España de hoy.

El espectador, tanto femenino como masculino, se quedó sólo con la letra de la anécdota fácil y burda y no con el fondo musical que se dejó oír – para quien quiso escucharlo – a lo largo de la hora y media que duró la emisión.

Entristece a los que intentamos ejercer el periodismo con valor, con rigor y con verdad, que al personal, sólo le ha interesado lo del carrete como en su día sólo le interesó la mantequilla de ‘El último tango’.

Las razones alegadas por la Dirección General del Ente Público para ‘matar al mensajero’ no son en modo alguno de recibo ya que ‘todo lo que allí se dijo, ya lo conocían las gentes a las que tradicionalmente embaucan desde las portadas de las revistas, llamadas hasta ahora del corazón’ (don Teodoro González Ballesteros, catedrático de Historia y Teoría de las Libertades Públicas en la Información) ‘y era clarísimo que no atentaban a la intimidad, la expresión de hechos y opiniones que eran ya conocidas con anterioridad’ (don Xavier O´Callagham, juez, magistrado y catedrático de derecho civil.

Quien esto escribe y que, a estas alturas no sabe si tuvo la suerte o la desgracia, de participar como invitado en el debate, puede dar testimonio en los entresijos y lo que ocurrió en realidad en dicho programa. Lo que ocurrió es que, como el viejo chiste de Otto y Fritz, que cuenta don Luis Zarraluqui, sobre la mesa en torno a la que nos sentamos los invitados, ‘había más luz’ que la que ilumina habitualmente a las revistas del corazón y a las de opinión-política-corazón, que son lo mismo.

La elección de los invitados, siempre discutible y no del agrado de todos, se realizó buscando una representación de especialistas en el tema a debatir, tanto de la prensa escrita como hablada: uno del mundo de la radio, Antonio Herrero, director del programa de cinco horas: ‘El Primero de la mañana’ de ANTENA 3 RADIO, otro obligatoriamente inevitable, el malicioso Jesús Mariñas, de ÉPOCA y el tercero, un servidor de la prensa de opinión, EL INDEPENDIENTE, cuyo único mérito son los treinta años de experiencia al frente de esas revistas amables y cordiales conocidas como ‘del corazón’. Esto en lo que a medios de difusión se refiere. Como oponentes: un juez-magistrado de la categoría de don Xavier O´Callagham, un abogado matrimonialista, don Luis Zarraluqui y un catedrático de Historia y Teoría de las Libertades Públicas en la Información, don Teodoro González Ballesteros.

Es una reunión previa a la emisión del programa que, como se sabe, es en directo, con toda la grandeza y todo el riesgo de los problemas no grabados previamente, se discutió el tema de los nombres propios. Había partidarios, como el juez O´Callagham, y el abogado señor Zarraluqui, de no mencionar a nadie. Los tres periodistas invitados nos opusimos rotundamente ya que ello suponía obligarnos a marear la perdiz sin atrevernos a disparar mientras el telespectador intuiría, en el mejor de los casos, a quiénes nos estábamos refiriendo. Aceptamos nuestra propia responsabilidad, a sabiendas que, nada nuevo queda ya que contar que no se haya contado de la vida pública, particular, privada e íntima de las eminencias, los poderosos, los famosos y los personajillos de nuestro país.

Y como reconocieron juez, catedrático y abogado, nada que no se supiera ya, se puso sobre la mesa a debate hasta el extremo de que más que discrepar como exigía el anunciado programa, yo diría que hubo consenso a la hora de juzgar. Posiblemente porque todos los participantes en el programa sabíamos, como Amando de Miguel, que las eminencias pueden negarse a que se les investigue en su vida fuera de los aspectos públicos por los que destacan, mientras que los famosos no pueden oponerse a que se conozca su vida particular aunque sí tienen derecho a preservar algunos aspectos de sus vidas privadas. Los poderosos como todo ciudadanos tienen derecho a su vida íntima, pero no a sus otras vidas que van desde la privada a la pública, pasando por la particular. Quienes no pueden negarse a nada, y en esto coinciden De Miguel, O´Callagham, Zarraluqui y el profesor González Ballesteros y todos los que ejercemos el periodismo son los ‘personajllos’, esos que viven de airear su vida sentimental, familiar y todas las vidas que son capaces de vivir con tal de comerciar con ellas. Son los personajillos vergonzantes que mercantilizan con su porpia intimidad.

Lo que ignorábamos, sobre todo el moderador Miguel Ángel Gozalo, es que el que tiene el poder político, económico o social aplasta al que ha expresado lo que a él le ha disgustado como recoge en su artículo a pie de esta página el juez-magistrado señor O´Callagham.

Y ese poder, lo ejerció el señor Boyer al siguiente día de la emisión del programa, pidiendo a quien podía hacerlo, la decapitación del moderador, por la sencilla razón de que se había atentado a su intimidad y a la intimidad de su esposa. Posiblemente el famoso ex ministro ignora – y debía saberlo – que algunos de los periodistas invitados al programa valemos más por lo que callamos que por lo que contamos.

No se sabe si el Presidente González había visto el programa, pero se da la circunstancia que quien tuvo que tomar la decisión de cesar al señor Gozalo – don Luis Solana – y quien se la comunicó – el señor Carcedo – no habían visto ‘Derecho a Discrepar’.

EL INDEPENDIENTE ha sabido que el nuevo jefe de los Informativos de Televisión, Diego Carcedo, intentó durante dos horas convencer al señor Solana para que dejara ‘enfriar’ el tema y no tomara una decisión tan drástica, pero no pudo. Todo eso de ‘las presiones de un sector conservador’ no se lo cree nadie. El famoso escritor Manuel Vázquez Montalbán en un artículo publicado en EL PAÍS el lunes día 13 se preguntaba: “¿Quién tiene sobre Solana el poder suficiente como para congelarle el tímpano y merecer un desmayado pero decidido: “¡a tus órdenes!?”.

Se da la paradoja que el señor Boyer y su grávida esposa que exigieron la cabeza del señor Gozalo, por intromisión en su vida privada ofrecen, esta misma semana y en la revista donde Isabel se realiza como inefable reportera, los secretos de la alcoba de su futuro hijo, una niña según la ecografía vendida, también en exclusiva. ¡La criatura aún tiene que nacer y ya están mercadeando con ella! Los Boyer, ese manantial que no cesa, están negociando con su vida. Ya toda España conoce su cama…

Jaime Peñafiel

17 Febrero 1987

Censura y derecho a la información y a la intimidad

Xavier O´Callaghan

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Una frase que se ha hecho clásica: «Donde no hay libertad de expresarse, no es de extrañar la adulación». Un principio que ha repetido insistentemente el Tribunal Constitucional es que libertad de expresión es un derecho constitucional, sin el cual quedarían vacíos de contenido otros derechos constitucionales y falseado el principio de legitimidad democrática. Pero una libertad de expresión parte necesariamente de un derecho de información. Y el ciudadano, a su vez, tiene el derecho a ser informado.

La libertad de expresión y el derecho de información están expresados en el artículo 20 de la Constitución, pero este mismo artículo proclama que uno de los límites a los mismos es el derecho a la intimidad. Intimidad cuyos contornos son muy poco precisos. Ni la ley los suministra con claridad ni la jurisprudencia ha tenido ocasión de hacerlo. Lo que sí es clarísimo es que no atenta a la intimidad, la expresión de hechos u opiniones que eran ya conocidos con anterioridad. Refiriéndonos a las personas, aquellas cuya vida tiene una proyección pública, son objeto de información veraz – derecho y deber – bajo libertad de expresión y su intimidad queda muy delimitada por un círculo muy estricto, sin que se puedan dar reglas generales.

Todo ello trae consigo riesgos, ciertamente la lleva toda libertad, y desde luego, los conlleva la libertad de expresión. Pero es preferible soportarlos que sufrir el uso y el abuso de la censura. Así la constitución dice (artículo 20.2). «El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa». La Constitución no añade ¡ay! que tampoco cabe la censura posterior: el que detenta el poder, mediante la censura previa, hace expresar lo que a él le gusta: en la censura posterior, el que tiene el poder – político, económico o social – aplasta al que ha expresado lo que a él le ha disgustado. En todo caso, censura,  no se sabe cuál peor, con cuya práctica ‘…no es de extrañas la adulación’.

17 Febrero 1987

Las conductas públicas de las vidas privadas

Teodoro González Ballesteros

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La cuestión fue que reunidos públicamente a discutir sobre ‘Vidas públicas-vidas privadas’, un grupo de profesionales, del Derecho unos y de la Comunicación otro, alguien debió sentirse molesto, no por las cosas que en el debate se dijeron, porque no cabe ofensa para quien ha comercializado con su dignidad, sino porque todo aquello lo conocieron las gentes a las que tradicionalmente embaucan desde las portadas de las revistas, llamadas, hasta ahora, del corazón.

Lo que se dijo de esos personajillos vergonzantes que viven de sus noviazgos matrimonios, nacimientos, separaciones y hasta defunciones, mercantilizando su propia intimidad, dinero fácil que les permite seguir inventando la ficción de la jet set es público y repetido en medios de comunicación públicos y privados. No hay intromisión ilegítima cuando la persona de que se trate tiene un comportamiento social tal que ha puesto en almoneda lo más íntimo de sí misma.

La grandeza de nuestra Constitución, que establece como límites a los Derechos de Libertad de Expresión y de Información, los también Derechos al Honor, a la intimidad y a la propia imagen, no es otra que preservar la vida privada de quienes no desean pregonar sus intimidades, concediéndoles la facultad de recurrir a los tribunales contra aquello que la norma llama con acierto intromisiones ilegítimas.

Y para que haya intromisión tiene que haber previamente un bien lesionado, pero si ese bien no existe porque se ha vendido o porque con la conducta social no se ha hecho valoración suficiente de él, no caben reclamaciones posibles, y si se interponen no tienen otro fin que un intento de recomponer reputaciones mercantilizadas.

17 Febrero 1987

En la cabecera de la mesa había más luz

Luis Zarraluqui

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El cese fulminante de Miguel  Ángel Gozalo ha actuado como instrumento de megafonía para todo lo acaecido en el programa de televisión ‘Derecho a Discrepar’. Ante la imposibilidad de arremeter contra los invitados se ha hecho responsable de sus actuaciones al portador-director-moderador del espacio. Ocurre como en el viejo chiste de Otto y Fritz, en que el primero sorprende al segundo en cuelillas buscando algo bajo la luz de un farol. «¿Qué buscas?», pregunto Otto. «Mi encendedor que se ha caído allí enfrente». «Entonces, ¿por qué lo buscas aquí?». «Porque en este lugar hay más luz». Concluyó Fritz.

Lo que ocurre es que así no se soluciona nada. Existe un derecho a la información que es básico en una sociedad democrática, al igual que existe una libertad de expresión. De su reconocimiento se deriva la prohibición total de la censura previa. Cada cual puede decir lo que quiera. Pero como al propio tiempo pueden existir unos intereses generales o individuales, dignos de protección, que primen sobre la liberad de expresión o el derecho a la información, la transgresión de tales derechos fundamentales de la sociedad o del individuo es ilegítima.

Ahora bien, es preciso recordar que la ilegítimidad tiene que ser declarada por el Poder Judicial, a instancia de quien puede pedirlo y frente a quien sea responsable de la infracción: su autor. Extender esta responsabilidad al director de un programa en directo de televisión o radio sólo es posible si tuviera facultades para amordazar a los demás partícipes y omitiera hacerlo.

Cada uno – y en ello consiste la libertad de expresión – es responsable de lo que dice y si sus expresiones infringen el derecho al honor o a la intimidad de un ciudadano, éste puede ejercitar las acciones que correspondan en contra de aquel.

En todo caso, no cabe duda de que para poner orden en el caos amarillo, no puede tomare medidas porque en la cabecera de la mesa ‘haya más luz’.

17 Febrero 1989

Ceses privados, decisiones públicas

Miguel Ángel Gozalo

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La explicación de lo que pasó en TVE al día siguiente de emitirse el programa ‘Derecho a Discrepar’ sobre ‘Vidas públicas, vidas privadas’ es bien simple, y en periodismo viene definida desde hace tiempo por un tópico muy adecuado: “Matar al mensajero”. El infierno son los demás. Lo que digan libremente unos personajes cualificados en torno a cuestiones de actualidad sólo tiene repercusiones, desde la perspectiva del poder, para el intemediario del mensaje.  El culpable esta vez es el teléfono, no lo que se dice a través del aparato. La tolerancia del ex director general de Telefónica con el funcionamiento insufrible de las líneas telefónicas, no la ha aplicado al nuevo medio que ha pasado bajo su control. Aquí más bien se ha mostrado como el ministro de Defensa que, según dicen, quiere ser algún día. Ordeno y mando, y nada de discrepancias.

Sucede, sin embargo, que los ceses privados en televisión, son siempre ceses públicos, porque este medio monopolístico, necesitado de urgentes correcciones en su ordenamiento legal, es una alta caja de resonancia, en la que se mira el país entero. Ya lo decía ‘stendhalianamente’ alguien que otra vez corta el bacalao en Torrespaña: Televisión Española es un espejo a lo largo del camino. Un espejo en el que nos vemos todos y sobre el que opinamos todos. Como decía un lector de EL PAÍS el pasado día 25 de enero, “La televisión de Pilar Miró, al darle al botón, se encendía y, ahora, conocido, conocido el récord del señor Solana, ya veremos lo que pasa al apretar el botoncito…”.

Lo que tenemos que preguntarnos, dado que el asunto en su aspecto plebiscitario – aun aceptando que la emisión de marras hubiera podido molestar a algunas personas – está visto para sentencia, con abrumadora absolución popular para el mensajero, es si, con recortes de este talante, se garantiza la imparcialidad y el pluralismo de la televisión pública en plena precampaña electoral.