28 mayo 2019

Verónica, una mujer empleada de Iveco, se suicida después de que se difundiera entre los móviles de sus compañeros un vídeo sexual suyo

Hechos

El 28 de mayo de 2019 fue noticia el suicidio de una mujer llamada ‘Verónica’, empleada de Iveco tras la difusión de un vídeo de contenido sexual.

Lecturas

OTROS CASOS DE VÍDEOS SEXUALES QUE HUNDIERON VIDAS

El Sr. Matthew Burdette se suicidó en 2014 después de la difusión sexual entre sus compañeros donde un vídeo en el que se le veía masturbándose.

El Dr. Luis Senís fue despedido como cirujano en marzo de 2019 después de que su exnovia difundiera en redes sociales vídeos de contenido sexual suyo con otras mujeres en su centro de trabajo. Tras perder su trabajo entró en el mundo de las drogas.

29 Mayo 2019

Los asesinos de Verónica

Carme Chaparro

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Verónica no ha muerto.

Verónica no se ha suicidado.

A Verónica la han matado entre todos.

La ha asesinado el antiguo amante que, como venganza porque ella no quería retomar la relación, mandó por WhatsApp un vídeo erótico suyo.

La han asesinado los compañeros de su empresa que compartieron ese vídeo sexual, grabado cinco años atrás, cuando ella no estaba casada.

La ha asesinado cada una de las personas que hicieron clic y le dieron a reenviar.

La han asesinado los trabajadores de la empresa en la que trabajaba, en Madrid, que se acercaban hasta su puesto de trabajo para ver en persona a esa mujer que protagonizaba el vídeo erótico que un compañero les acababa de enviar.

La han asesinado los responsables que no hicieron nada para atajar la situación y que permitieron que el vídeo siguiera circulando entre los 2.500 empleados de esa empresa de automoción de Madrid.

La han asesinado los que difundieron el vídeo, los que lo vieron, los que lo recibieron, los que no hicieron nada para pararlo.

Y los que se lo mandaron a su marido. Y los que hicieron que se enterara toda su familia. Y los que la hicieron sentir culpable y avergonzada. Y los que la miraban con lascivia. Y los que se rieron de ella. Y los que dijeron »mira esa zorrita qué callado se lo tenía».

Verónica no pudo más. Se le cayó el mundo encima. Tenía 32 años. Deja dos niños muy pequeños. A Verónica la hemos matado un poco entre todos, por esta cultura asquerosa de los trolls de internet, de los que se creen con derecho a acosar -sobre todo a mujeres-, a insultar, a amenazar. De los que se parten de la risa compartiendo vídeos íntimos de compañeras. De ese desgraciado de amante a quien iba dirigido el vídeo y lo repartió por venganza. De esa sociedad que considera machito a un hombre -mirad, aquí estoy, el gran follador- y zorra -puta, guarra, ninfómana- a una mujer. Todos ellos son, todos nosotros, somos culpables de que Verónica ya no esté. La hemos matado un poco entre todos. Ojalá su muerte no sea en vano. Y nunca más vuelva a ocurrir.

29 Mayo 2019

No fue un suicidio, fue asesinato

Barbijaputa

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No quiero ni pensar en cómo debe de ser que tus propios compañeros se organicen para destrozarte la vida mientras ellos se divierten

Una mujer de 32 años se ha suicidado después de que un vídeo sexual donde aparecía se difundiera masivamente entre los trabajadores de la empresa en la que trabajaba.

El vídeo se grabó hace cinco años, ni siquiera estaba casada todavía, ni habían nacido sus dos hijas. Sin embargo, la presión y la ansiedad fue tal que la mujer decidió no sufrirlo más. El sindicato CGT denuncia que los compañeros no sólo siguieron viendo y difundiendo el vídeo, sino que aparecían en el puesto de trabajo de la mujer para verla en persona y comprobar de quién se trataba.

Si un vídeo de carácter sexual puede llevar a una persona a suicidarse de vergüenza, de miedo y de ansiedad no hace falta decir que esa persona es una mujer. No me quiero ni imaginar por lo que pasó esta chica, ni cómo debió ser la presión para que no pudiera soportarlo más. No quiero ni pensar en cómo debe de ser que tus propios compañeros de trabajo se organicen para destrozarte la vida mientras ellos se divierten.

CCOO explica que «la mujer estaba siendo acosada por un compañero», que fue el que presuntamente difundió las imágenes entre la plantilla. De ser así, esto es otro caso de «porno de venganza», otro caso que acaba con la mujer muerta. Este tipo de prácticas vuelven a cebarse con las mujeres, porque son ellas de las que se vengan los hombres. El porno de venganza no se entiende en el sentido contrario porque lo único que consigues difundiendo un vídeo sexual de un hombre es darle más puntos a su carné de masculinidad. No tiene sentido vengarse de un hombre viralizando contenidos donde mantiene relaciones.

Ni es la primera vez que una mujer se suicida por este motivo ni lamentablemente será la última. Y a pesar de que muchos estos días la culpen a ella por haber grabado ese vídeo, la culpa sólo recae en quienes usaron, vieron y difundieron las imágenes, y por supuesto sobre estos que tienen la osadía de culparla a ella. Sin ser vidente ya sé que la inmensa mayoría son hombres.

La noticia dice que esta chica se ha suicidado, pero no es verdad. A esta mujer la han matado entre un número incalculable aún de personas y un sistema putrefacto, machista y asesino. Cada uno de los compañeros que se rieron, que fueron a su puesto de trabajo a mirarla, que se mofaron de ella, que reenviaron el vídeo o que lo comentaron son cómplices de esta muerte en particular, y del sistema en general. Cada uno de ellos son pilares en esta sociedad patriarcal que odia a las mujeres, que las humilla y las daña tan profundamente que a veces es sencillamente imposible seguir hacia delante.

Verónica ya no está. Y a sus hijas habrá que explicarle algún día por qué no está. Espero de corazón que estas niñas crezcan en un mundo donde mantener relaciones sexuales no te mate. Que puedan vivir libremente sin miedo a que un hombre les destroce la vida sólo con pulsar el botón de reenviar.

Las feministas seguiremos peleando por ese mundo sin descanso cada día.

29 Mayo 2019

Ningún espectador del vídeo de Iveco es inocente

Loola Pérez

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El miedo. La vergüenza. La reputación. El juicio. La dignidad. La culpa. ¿Será esto lo que pudo empujar a Verónica a quitarse la vida tras la difusión de un vídeo íntimo? ¿Sigue siendo la sexualidad el chivo expiatorio mediante el cual la sociedad humilla públicamente a una mujer? La inmediatez por mostrar nuestra compasión por la víctima, de reapropiarnos del suceso a través de nuestra condición de espectadores, nos impide profundizar en el agravio a gran escala.

La viralidad de un vídeo íntimo como antesala del suicidio nos invita a reflexionar sobre los monstruos y las monstruosidades de nuestro tiempo. También nos permite poner el foco en el sentido y manejo de la responsabilidad personal y colectiva. Y es que la normalización de la indiferencia no es hoy solo la comidilla de un grupo de despiadados y morbosos, también es indiscutiblemente el ejercicio de un abuso.

A menudo los adultos nos dedicamos a sermonear a nuestros jóvenes sobre los peligros del sexting o más concretamente, sobre las consecuencias de la sextorsion y la pornovenganza. Es cierto que el sexting puede ser para muchas personas una práctica erótica consensuada y excitante, pero también, dependiendo en qué manos caiga o cómo evolucione una relación, convertirse en una auténtica pesadilla. No mentimos ni exageramos cuando explicamos que una vez que enviamos de forma consentida y deseada una imagen o vídeo de contenido sexual perdemos totalmente el control sobre ese material.

Otra de las cuestiones sobre las que esta sociedad está más sensibilizada es la pornografía infantil. No solo nos indigna la creación y distribución de este tipo de material sino, a su vez, el consumo. Repudiamos esta acción porque compartimos la idea de que la pornografía infantil es el visionado de un abuso. Por ello, el hecho de que una persona se convierta en espectador del abuso filmado de un menor y no denuncie el contenido, sino que lo oculte, coleccione y difunda, nos parece, más allá de que sea un acto delictivo, escalofriante, repugnante o terrorífico.

Sirviéndonos de estos ejemplos, podríamos concluir que conocemos los peligros y perversiones de las nuevas tecnologías, pero que continuamos agrandando las grietas de la deshumanización y la indiferencia. La distribución y visionado de un vídeo de carácter sexual no es sinónimo de diversión. Justificar la risa en la violación de intimidad que hacemos de un otro se llama tiranía y cualquiera que la conozca, sabe que alberga una fuerte humillación y un sentimiento de indefensión.

De un modo similar, no vale la excusa de que no se conoce a la protagonista para seguir dando pie al espectáculo, al fomento del morbo compulsivo o la excusa impúdica. Estoy segura que este no es el ejemplo que le queremos dar a nuestras generaciones futuras, pero caemos en la trampa porque, además de la inmundicia personal, la pantalla de nuestro móvil reduce nuestro sentimiento de empatía hacia la víctima.

Loola Pérez