20 febrero 2014

El Gobierno de Rusia acoge al mandatario depuesto y denuncia que se ha producido 'un golpe de Estado', que cuenta con las simpatías de Europa y Estados Unidos

Una nueva revuelta popular en Ucrania derriba al presidente pro-ruso Viktor Yanukovich, que es destituido por el parlamento

Hechos

El 22.02.2014 el parlamento de Ucrania comunicó que había sido destituido Viktor Yanukovich como Presidente.

Lecturas

Vitaly Klitschkó (UDAR), Oleh Tyahnybok (Sboboda) y Arseni Yatseniuk (Patria).

Petro Poroshenko

19 Febrero 2014

Ucrania ante el abismo

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La sangrienta represión de Yanukóvich coloca a Europa y Rusia en rumbo de colisión

La relativa tregua de dos semanas propiciada en Ucrania por la amnistía ha saltado por los aires con casi una treintena de muertos en Kiev, el mismo día en que supuestamente el Parlamento iba a debatir la revocación de los poderes presidenciales casi absolutos que Víktor Yanukóvich ostenta desde 2010. El baño de sangre de la capital, con miles de manifestantes enfrentados a la policía y los matones del Gobierno, coloca a la crucial exrepública soviética en el umbral de un levantamiento popular y hace imperativo un paso atrás de los bandos antagonistas.

Hasta ahora, Yanukóvich había reprimido intermitentemente a quienes piden masivamente su dimisión al frente de un poder dictatorial y corrupto. Los acontecimientos del martes, los más graves desde el comienzo de las protestas por el rechazo de un acuerdo con la UE para echarse en brazos de Moscú, no solo dinamitan los frágiles puentes entre Gobierno y oposición. La violencia extrema de Kiev sugiere que Yanukóvich ha dejado atrás el dilema entre negociar o reprimir, en un guion que solo puede haber sido escrito por el Kremlin.

Vladímir Putin, cuya agresiva política exterior le da vara alta en algunos de los más agudos conflictos mundiales (Siria, Irán), está decidido a impedir que Ucrania pase a la esfera de influencia de la UE, con el naufragio que implicaría de su visión neoimperial de Rusia. Pero no solo por eso ha comprometido más de 10.000 millones de euros en su rescate. La idea de una protesta popular derrocando a las puertas de Moscú a un régimen a imagen del suyo resulta intolerable para el presidente ruso.

Ucrania se ha convertido en un choque directo entre Putin y una Europa cuya capacidad para hacer una política exterior coordinada está a prueba. El Kremlin culpaba ayer de la violencia en Kiev a una conspiración occidental, europea en particular. Y la UE, que había evitado hasta ahora las sanciones en la confianza de negociar con Yanukóvich, se dispone a adoptarlas hoy, con el apoyo de Washington y no sin discrepancias entre sus miembros. La respuesta a un régimen “manchado de sangre”, sin embargo, no puede confinarse al castigo de una camarilla. Bruselas debe estar dispuesta a ofrecer a Kiev asistencia financiera que facilite las reformas políticas, pero también una vía de acceso realista a la UE, no meros pactos comerciales.

El momento de la verdad ha llegado para una UE que se debate entre objetivos tan alejados como mantener una relación fluida con Rusia (de la que en buena parte depende energéticamente) o combatir las maniobras de Putin para impedir la democratización de Ucrania. Entregar a Moscú la dirección de los acontecimientos no solo arruinaría la escasa credibilidad internacional de la UE. Ignoraría sobre todo que los trágicos sucesos de Ucrania —un país dividido cultural y políticamente, que desde su independencia en 1991 solo ha conocido corrupción y pésimos Gobiernos— nacen de la férrea voluntad de sus ciudadanos para formar parte de un sistema de valores como el que Europa encarna.

23 Febrero 2014

Vértigo en Ucrania

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La destitución de Yanukóvich y las dudas sobre quién tiene el poder auguran días cruciales

El paisaje político de Ucrania está sufriendo en las últimas horas cambios vertiginosos, impulsados por la fuerza de la calle y desatados por el peor baño de sangre en la historia reciente de Kiev. Los acontecimientos de esta caótica transformación significan el colapso del régimen autoritario del presidente Víctor Yanukóvich y han convertido en papel mojado el acuerdo alcanzado el viernes, con mediación de la UE, entre el dictador y la oposición.

En una sesión de alto voltaje emocional, y después de que los manifestantes se adueñaran sin oposición del complejo presidencial, el Parlamento de Ucrania ha decidido deponer a Yanukóvich y convocar elecciones presidenciales el 25 de mayo. En la misma sesión, el Legislativo ha puesto en libertad a la líder opositora y ex primera ministra Yulia Timoshenko. El Ejército asegura que no se implicará en el conflicto político y Yanukóvich afirma, en declaraciones televisadas, que no abandonará el país y que considera un golpe de Estado lo sucedido.

La vorágine parece escapar no solo al control de las figuras opositoras supuestamente al frente de las protestas, abucheadas tras el pacto del viernes. Los acontecimientos en Ucrania, escenario de un duelo geopolítico entre Rusia y Occidente, van también mucho más deprisa que la capacidad de las fuerzas exteriores para encauzarlos. La UE y EE UU, pese a su vigoroso esfuerzo diplomático de última hora, se ven por momentos tan sobrepasados como Vladímir Putin, mentor de Yanukóvich, a quien obviamente le resulta indigerible la idea del gran vecino sumido en el caos.

El espectro de una guerra civil, hacia la que Ucrania parecía encaminarse hace 48 horas, deja paso ahora, si no prevalece el buen sentido, a la amenaza de una ruptura en dos de la ex república soviética. Dirigentes de las regiones prorrusas se reunían ayer de urgencia para desafiar la legitimidad del Parlamento nacional. Que la secesión no prospere dependerá decisivamente de la actitud del Kremlin frente a la mitad del país que se identifica con su legado.

Hay muchos más interrogantes que respuestas tranquilizadoras en el tobogán de Ucrania, donde a la espera de un Gobierno provisional no manda efectivamente nadie. El reto inmediato, devolver la paz y la estabilidad a un país al borde del enfrentamiento civil, es más formidable en ausencia de estructuras institucionales consolidadas o de líderes políticos no desacreditados por décadas de corrupción (incluida Timoshenko) y con capacidad de convocatoria suficiente a escala nacional.

La reciente violencia asesina hace más difícil un compromiso civilizado. Yanukóvich, representante de una cultura política gansteril, al frente de un régimen corrompido y ensangrentado, parece amortizado. Pero en el escenario ucranio, junto a la expresión admirable de un pueblo decidido a no dejarse aplastar, han emergido fuerzas peligrosas, ultranacionalistas y ultraderechistas, cuyo papel en los acontecimientos de Kiev puede resultar determinante en el futuro inmediato.

23 Febrero 2022

Ucrania europea

Luis Yañez

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El presidente Yanukóvich ha caído, Putin derrotado, la oposición democrática ucrania ha ganado y la UE también. Ahora callarán los que desde el Parlamento Europeo (GUE [la Izquierda Europea]; el vicepresidente Martínez, María Muñiz) han estado sosteniendo al presidente depuesto. Una gran lección. Ucrania libre y europea

26 Febrero 2022

Ucrania existe

Lluís Bassets

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Las tareas que aguardan a los ucranios son ciclópeas pero lo que está en juego aún es más colosal: las relaciones Rusia-Europa

Dotarse de un Gobierno provisional, representativo y eficaz. Recuperar el orden y el funcionamiento del Estado. Poner al país a trabajar. Sortear la bancarrota. Alejar las largas manos de los oligarcas, una veintena de poderosas familias mafiosas, de la economía. Hacer justicia con quienes reprimieron violentamente la concentración en Maidán y situaron el país al borde la guerra civil. Mantener unidas las dos partes en que se podría dividir Ucrania, una más próxima a Rusia, incluida Crimea, y otra occidental. Obtener ayuda financiera internacional y una geometría de relaciones comerciales con la UE que no signifique enemistarse con Putin. Evitar una nueva guerra fría entre la OTAN y Rusia, los viejos contendientes de la guerra fría auténtica.

Cuando se desmontan las barricadas, se enfrían las cenizas de los incendios y los héroes fallecidos han sido ya sepultados bajo tierra, aparecen las tareas ciclópeas, inhumanas, que los ucranios tienen ante sí. En Maidán, como en Tahrir, hay un momento mágico, excepcional, casi increíble, en el que lo imposible se hace real. El autócrata se siente incapaz de mantenerse en el poder, un vacío glacial se hace en su entorno: nadie responde ya a sus órdenes o es él mismo quien no se atreve ya a ordenar nada a nadie. El mundo se hunde bajo sus pies y huye. La plaza ha triunfado.

Todo sucede deprisa, en este caso y en todos, sin tiempo para entenderlo. Siempre hay vectores exteriores, ángulos ciegos y maniobras oscuras. Pero no es un golpe de Estado maquinado desde Bruselas o Washington. Es ante todo el vacío de poder, el socavón que se abre cuando alguien tan inepto y mendaz como Yanukóvich es incapaz de controlar la revuelta fabricada por su corrupción y sus mentiras.

Cuando el poder yace tirado en mitad de la plaza es el más osado quien se atreve a llevárselo. Si le dejan, si nadie se opone, para no soltarlo nunca jamás. Lo intentó Morsi después de Tahrir y lo va a intentar el mariscal Al Sisi después del siguiente Tahrir. De las revoluciones suelen salir dictaduras peores que las derrocadas. Para que el que ocupe el vacío sea de verdad el pueblo, es decir, el consenso activo de los ciudadanos, tienen que concurrir muchas circunstancias, producto del lento y tenaz trabajo del tiempo en la mayor parte de las ocasiones.

Sí, hay razones para dudar de Ucrania, de su futuro, de su viabilidad, pero Maidán es la demostración todavía incipiente de una poderosa voluntad de construcción de una democracia europea, que aprende de una primera y fracasada experiencia hace 10 años en la Revolución Naranja.

Las tareas son ciclópeas, pero lo que está en juego todavía es más colosal: las relaciones entre Rusia y Europa, la capacidad de la Unión Europea como agente global, su propia definición como espacio de bienestar, paz y prosperidad capaz de proyectarse sobre sus vecinos, la estabilidad del continente euroasiático…

Todo está por hacer porque casi nada se ha hecho hasta ahora y queda por delante la tarea de levantar desde sus cimientos una nación entera, en la que los ucranios no deben estar solos.

26 Febrero 2014

De Maidán a las redes

Carmen Rigalt

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DE TODAS las estampas bellas que se han difundido últimamente, me quedo con las de la revuelta de Kiev. No lo he dicho antes porque me parecía escabroso hacer observaciones plásticas en plena ensalada de tiros, mientras los manifestantes caían abatidos en Maidán ante los atónitos ojos del mundo. Para mi consuelo, no era yo la única que reparaba en la estética de la violencia, pues día tras día, los periódicos llevaban esas fotos a portada, destacadas sobre el resto de las informaciones.

La visión nocturna de Maidán en llamas, con los manifestantes levantando los brazos entre el humo, me condujo a Goya, y de Goya, a los fusilamientos de la Moncloa. Las asociaciones de imágenes surgen espontáneamente, sin llamarlas. Otro día evoqué Los Miserables, de los que se han hecho magníficas interpretaciones en cine y teatro. Ahí influyó mucho la coreografía de los manifestantes encaramados a las barricadas. La escenificación de las distintas alturas (ausente en otros escenarios, como la plaza Tahrir de El Cairo, cuya informe planicie se prestaba menos a la foto) facilitó una mirada bastante completa. Tuve la impresión de conocer esas escenas por los grabados que se han hecho de sus precedentes histórico-estéticos. A fuerza de fijarme en los dibujos de la Comuna de París, me pregunto si no estuve allí, viendo cómo corría la sangre por los adoquines.

La épica de la revolución sigue viva gracias a las revueltas de Kiev, que nos han deparado imágenes tan impactantes como bellas. Las revoluciones germinan hoy en las plazas, que parecen platós de televisión. Desde Tiannanmen a Maidán, pasando por la plaza de las Tres Culturas (México D.F.), la Historia busca cada vez más el concurso de los medios audiovisuales. Nuestra aportación, en este sentido, fueron los campamentos de los indignados, con la Puerta del Sol como campamento base, a un tiro de piedra del Congreso. Pero ahí lo más que ardió fue una papelera, y eso relegó el suceso a simple intentona.

Escribo mientras otro Maidán, otra calle, se concentra a la orilla de las redes sociales para juzgar a Jordi Evole (inocente o culpable) de su delito más preciado: el talento. La Historia necesita escenarios sofisticados para el futuro. Las plazas del mundo se nos van a quedar chicas.

03 Marzo 2014

Lejanas revoluciones

Juan Manuel de Prada

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Observaba Nicolás Gómez Dávila que «nada enternece más al burgués que el revolucionario de país ajeno». Y es que, en efecto, el burgués abomina de las revoluciones en casa, porque dejan olor a pies en el ambiente; en cambio, gusta mucho de embellecer las revoluciones cuando suceden lejos. Vista en la distancia, la toma de la Bastilla puede parecer un magno acontecimiento histórico en el que los asaltantes pronuncian muy lindos discursos y los liberados protagonizan gestas heroicas; vista de cerca, en cambio, la toma de la Bastilla no es sino el asalto de unas turbas regurgitantes de vino peleón a una comisaría de barrio donde estaban encerrados cuatro pelmas borrachos y algún pobre loco evadido del manicomio. Pero las revoluciones acaban siempre volviéndose contra los burgueses que las embellecieron, como les ocurrió a aquellos snobs británicos del XIX que escribían tratados sobre la libre determinación de los pueblos, mientras cazaban tigres en Bengala; y que acabarían viendo consternados cómo se les escapaba la inmensa India, de cuyo saqueo tanto se habían beneficiado.

En España, nuestros burgueses se pusieron como la niña del exorcista cuando unos mozos con las tripas horras y el cacumen ahíto de propaganda quisieron montar una revolución sedente y primaveral en la Puerta del Sol; en cambio, están emocionadísimos y como poseídos de una suerte de lujuria democrática con los mozos ucranianos que han montado una revolución invernal y destrozona, deponiendo presidentes, montando parlamentos de chichinabo y descalabrando policías. Pero la razón de que los revolucionarios fracasados de la Puerta del Sol repeliesen a nuestros burgueses, tan enternecidos en cambio con los revolucionarios triunfantes de Ucrania, nos la explica también Gómez Dávila: «Las revoluciones victoriosas han sido desbordamientos de codicias. Sólo las revoluciones derrotadas suelen ser insurrecciones de oprimidos». En este desbordamiento de codicias que acontece en Ucrania descubrimos, además, otro rasgo muy propio de las revoluciones de hogaño. Las turbas hediondas que fueron a la Bastilla no sabían que aquello era «la toma de la Bastilla», porque la Historia se tomaba su tiempo en decantar los hechos. En cambio, los peleles que, al dictado de los intoxicadores de la CIA o de Bruselas, levantan barricadas en Kiev creen estar protagonizando un «acontecimiento histórico», porque así lo repiten los noticiarios, las tertulias televisivas u olimpiadas del anacoluto, los retuiteos infestados de faltas de ortografía y demás subgéneros atorrantes de la propaganda democrática. Y así, vemos en los revolucionarios ucranianos un modo de ser, de comportarse, de moverse y de saludar a la cámara propios de los «personajes históricos», aunque sólo sean unos pobres peleles que ni siquiera saben quiénes manejan sus hilos.

Como no somos burgueses, no podemos ver con agrado lo que sucede en Ucrania, porque sabemos que toda revolución no hace sino agravar los males en contra de los cuales estalla. Y, además, tampoco podemos olvidar que, allá en una noche lejana del siglo XV, rodeado por la nieve antigua y litúrgica de Rusia, el monje Filoteo profetizó: «Bizancio es la segunda Roma; la tercera Roma será Moscú». A lo mejor por eso los revolucionarios de Ucrania, cuna de Femen, quieren arrimarse a la Unión Europea, que es el campo de operaciones donde las guarras de Femen retozan tan ricamente, profanando iglesias; porque, desde luego, en la tercera Roma ya saben que, si se ponen a profanar templos, las mandan de vacaciones a Siberia, como les ocurrió a sus amiguitas del Coño Amotinado (vulgo Pussy Riot).