8 octubre 1947

El que fuera uno de los líderes de la derecha durante la II República que apoyó a Franco durante la Guerra Civil español se ha delatado como opositor al régimen desde 1944 aliado a Don Juan de Borbón (Conde de Barcelona)

Reunión en Londres entre el líder del PSOE, Indalecio Prieto y el exlíder de la CEDA, Gil Robles para conspirar contra Franco indigna a la prensa franquista

Hechos

  • En octubre de 1947 la prensa española recogió una reunión en Reino Unido entre D. Indalecio Prieto, dirigente del Partido Socialista Obrero Español (ilegal en España desde 1939) y D. José María Gil Robles, ex jefe de la coalición CEDA (integrada en el Movimiento en 1937), ambos ex ministros de la II República.

Lecturas

El 8 de octubre de 1947 la prensa española se hace eco de la reunión del líder del Partido Socialista Obrero Español, D. Indalecio Prieto Tuero y el exministro de la CEDA, D. José María Gil-Robles Quiñones, actualmente alineado en la causa en defensa del retorno de la monarquía en la persona de D. Juan de Borbón Battenberg. Los dos políticos han mantenido una reunión con el ministro de exteriores del Reino Unido, Mr. Ernest Bevin, al que habrían pedido ayuda para derrocar al dictador, presentándose ellos, Sres. Prieto Tuero y Gil-Robles Quiñones, como miembros de una oposición transversal al franquismo que representaba al conjunto de los españoles. La iniciativa no prosperó y ninguna entidad internacional dio validez representativa a los Sres. Prieto y Gil-Robles.

La prensa española carga contra el Sr. Gil-Robles Quiñones al que acusan de traidor, no sólo en diarios falangistas como Arriba, sino también los periódicos que pudieran ser más cercanos editorialmente a él como Ya o ABC, donde se esmeran en desvincular de las andanzas del Sr. Gil-Robles a D. Juan de Borbón Battenberg y a su hijo, D. Juan Carlos de Borbón y Borbón.

22 Octubre 1947

Traición a España

ARRIBA (Director: Xavier de Echarri)

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Con una tenacidad casi dolorosa la historia horrenda de la Segunda República española se aferra al corazón y a su memoria. Los mínimos conciliabolos de Londres no tienen, claro es, envergadura suficiente para levantar en el ánimo de los españoles una sombra siquiera de preocupación o de recelo. Es verdad, sin embargo, que a la escucha del suceso una oleada desdeñosa nos sube convulsivamente desde el estómago hasta la garganta. Los mil y mil sarcasmos que se nos vienen a la pluma, la rematada indiferencia que a la hora de valorar el caso invade nuestros nervios y la misma exigua sorpresa del acontecimiento no tienen cabida adecuada. Apenas podemos incluir el torpe aquelarre en el anecdotario más o menos hostil de los quehaceres políticos. ¡Si no estuvieran de por medio los muertos!… Pero está la tierra española erizada de martirios, palpitante y vigorosa aun la estela asombrosa de los muertos. A zancadas sobre la desventurada historia de esas tumbas, al mezquino resentimiento de un hombre español que concitó indebidamente la esperanza ilusionada de miles y de miles de almas, busca el apoyo y la complicidad del asesino. Ayer España entera conoció – que para deshonor del hombre ha estado, incluso, la voz colosal de la radio – la entrevista que José María Gil Robles, ministro de la República y conspirador, según dicen, de no sabemos qué tramoya antiespañola, había celebrado con Indalecio Prieto. El gran bonzo comunista ha departido mano a mano con el autor de aquel famoso slogan electorero que clamaba “¡Contra la revolución y sus cómplices!”. ¿Qué ha tenido que ocurrir sobre España y sobre el mundo para que los dos supuestos enemigos se congreguen y se entiendan a la orden exigente del Foreign Office?

De lo que Prieto es y significa poco cabe añadir al criterio unánime y a la infeliz experiencia de los españoles. El asombroso pillastre ha nacido a la política con una marca sangrienta y criminal en la frente y la huella de su terror vive, enmudecida y trágicamente en los hogares españoles. Al hablar de su historia bastaría decir: “¡Contad los muertos!” y, precisamente en ese recuento mortal abundan espantosamente los nombres de quienes creyeron heroica pero ingenuamente que Gil Robles podía marcarles un camino de limpia trayectoria española. Acaso – la vida está llena de complejidades – el primero que dudó resueltamente de la validez nacional del Sr. Gil Robles fuera su jefecillo de hoy. La memoria siempre despierta de los españoles acaso no haya olvidado el juicio que el entonces jefe de la CEDA merecía al sátrapa revolucionario: “Uno de los principales motivos de que las derechas no hayan sabido aprovechar su momento ha sido el que no han tenido un director adecuado. Gil Robles ha demostrado su incapacidad y su falta de preparación. Es un guerrillero al que las circunstancias echaron sobre sí una carga superior a sus posibilidades. Además en las mismas derechas, Calvo Sotelo tiene una capacidad y preparación superiores, y el mismo Goicoechea dispone de una experiencia parlamentaria superior al jefe de la CEDA”.

La sinceridad de Prieto al enjuiciar el panorama general de las derechas españolas es hoy, a la siniestra luz del gran drama español muy digna de crédito. ¡Bien se cuidó el opulento criminal de que Calvo Sotelo fuera eliminado! En medio de la pleamar revolucionaria, que ganaba día a día la tierra española, Gil Robles había sido colocado por una masa creciente de seres como el estratega indiscutible que habría de marcar el final del peligro y, con él, la vuelta española a situaciones de grandeza y firmeza nacionales. Todo quedó defraudado por la medrosidad política del Sr. Gil Robles. La victoria sin alas que definió José Antonio tuvo su expresión real en un quebranto fulminante de todas las esperanzas. El jefe de la CEDA aceptó con una carencia absoluta de brío moral, todas las contemporizaciones y los amaños. Las masas que lo seguían contemplaron atónitas el desplome de sus ilusiones, pero ya era tarde, Prieto y sus adláteres ordenaban ya el despliegue táctico de la revolución, mientras Gil Robles se alejaba prudentemente de España.

¡Libertad de religión! ¿Qué se ha hecho de aquellos ardores revisionistas frente a la Constitución? ¡Libertad de asociación! ¿Volverían las hordas comunistas a cerrar a sangre y fuego los mítines y la ocasión política de las derechas? El sonrojo ante tamaña servidumbre golpea las sienes de los españoles. Prieto, responsable por confesión propia de la revolución de Asturias sabe que los asesinatos en masa, los incendios de Iglesias, los saqueos en pandilla le han sido condonados donosamente por quien se calificó a sí mismo como debelador de la revolución y sus cómplices.

Si todavía estas vergonzosas negociaciones hubieran sido celebradas en un ambiente español, el pueblo habría condenado la torpeza, pero no habría tenido ocasión de conocer la vileza. Como unos ‘jeques’ a las órdenes del Foreign Office, estos nómadas de la anti-España han firmado en blanco las órdenes de un Gobierno extranjero. Esto es lo que no perdonarán jamás los españoles a los ridículos ‘valets de chambre’ de mister Bevin; pero esto es al mismo tiempo, lo que España tiene que denunciar ante el mundo. Un Gobierno que teóricamente mantiene relaciones de amistad con otro, que firma acuerdo comerciales, que sostiene, a la luz del universo mundo, una teoría normal de reconocimientos diplomáticos y consulares, juzga pertinente convocar a su servicio a los conspiradores profesionales y errabundos del rencor político. Nos apena reconocer que españoles de nacimiento se presten a hacer el juego a míster Bevín. Pero es por ellos por quien nos apena. Nada más que por ellos, que ni dentro ni fuera de España pueden ni representan nada y con su actitud de ahora se ha enajenado definitivamente la voluntad de los españoles. Nosotros estamos donde estamos y ahí seguiremos. La vida física que mantenemos pese a los esfuerzos pasados del Sr. Prieto nos sirve sólo para servir a España. Luchamos desde el ángulo más difícil de Europa por mantener la suerte de una civilización amenazada. Bien sabemos que esta vigilancia coincide con los desconcertantes esfuerzos del señor Bevin por defender los destinos imperiales, pero aunque esta coincidencia no sea agradecida, la seguiremos manteniendo por la cuenta que tiene a la humanidad entera. Resulta un tanto sorprendente observar el juego británico, que consiste en alzarse filantrópicamente con la supuesta autonomía de la India y de Birmania y pretender, en cambio, encadenar la soberanía de una tierra de tan larga y gloriosa historia como la española. ¡Vano intento! La razón política del Régimen español está sostenida por un alarde archidemocrático que para sí quisieran, incluso, las elecciones que dieron el triunfo al laborismo inglés. El referéndum español no tiene apelación posible y conviene que míster Bevin se entere. Por lo demás, es el Sr. Gil Robles, por orden de mister Bevin decide convertirse en una especie de partisano griego, no le arrendamos la ganancia. Al fin y al cabo, Prieto sabe más de estos enredos y, a la postre, si el caso llegara que no llegará, porque aquí estamos los españoles para impedir que llegue, siempre sería el jefe socialista quien se alzaría con el santo y la limosna.

22 Octubre 1947

EN EL CEPO

ABC (Director: Ramón Pastor)

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Comentábamos el día 11 de este mes los informes imprecisos que llegaban a España de una maniobra alborozada que muñía por algunos centros oficiosos de Londres, y seguramente al socaire de personajes laboristas, el redomado cacique de la II República desterrada Indalecio Prieto, famoso también por su cuquería en las artes de la política de corral, que ha cultivado siempre con tanta bulla como buenos resultados prácticos. No andaban muy descaminados nuestros informes. Indalecio Prieto se dedicaba a la caza por los parques de Londres, con el fácil señuelo de la democracia y otros reclamos igualmente vanos e inexpresivos.

El Sr. Gil Robles, que lleva muchos años alejado de España y no conoce sus realidades ni ha pulsado su temperamento después de la guerra civil, ha cometido la ingenuidad de caer en el cepo y de entrevistarse con el peje socialista-republicano. Ha perdido el contacto el Sr. Gil Robles con las huellas de nuestros desastres en los años de dominio rojo y con las indelebles injurias inferidas a esos conceptos sagrados de Patria, Religión, familia y moral que incubaron, en plena revolución marxista, desencadenada con el embozo republicano, el Movimiento nacional inolvidable del 18 de julio de 1936. El Sr. Gil Robles ha ido además, a esta entrevista malhadada sin la autorización de S. A. R. el Conde de Barcelona y por su sola cuenta y en su propia representación. Y bueno es hacerlo constar.

A los monárquicos españoles no puede alucinarnos ninguno de los cimbeles alegres colocados desde el extranjero al servicio de la República. Porque sabemos que todos los hombres que siguen viviendo en el destierro y que a él se acogieron cuando de España fueron arrojados en 1939 son hoy como entonces, fieles a la República o a sus anhelos de subversión de la sociedad española. Viéndose definitivamente desahuciados, dentro y fuera de España, tratan ahora de buscar apoyos contingentes, aun a costa de sacrificios y, en su simplicidad mental de caciques de viejos partidos políticos, aspiran incluso a cobijarse bajo el manto glorioso de la Monarquía, y a su amparo volver a España y en ella medrar otra vez vociferando hipérboles e insultos, urdiendo intrigas difamatorias y achicando la vida nacional hasta convertirla en la corraliza de los cinco años republicanos.

Indalecio Prieto, cuya codicia, desgarro e intrepidez nunca inspiraron a los españoles ajenos a compromisos doctrinarios otras emociones que la repulsión y el aborrecimiento, las cuales se hicieron más palpables y evidentes después de los pillajes y despojos cometidos en los tesoros públicos y privados del 36 al 39. Indalecio Prieto puede estar seguro de que su cuquería caciquil desplegada en Londres y en París no pasará de un ameno divertimiento en su liviana existencia de potentado en el exilio. Los monárquicos españoles no podemos pactar con nuestros enemigos, ni queremos tampoco mezclar en los anales de nuestra Institución a hombres que han originado su ruina y que han escrito, además, y, sobre todo, las páginas más bochornosas de la historia de España.

22 Octubre 1947

El suicidio de Gil Robles

YA (Director: Juan José Pradera Ortega)

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Los lectores, al pasar la vista por los telegramas que van en otro lugar y que dan cuenta de la entrevista de don José María Gil Robles con don Indalecio Prieto, formularán con tal unanimidad el comentario, que casi nos sentimos excusados de escribirlo. Pero no esté de más resaltar por obvios que sean aquellos puntos concretos que más importan en el hecho de la entrevista celebrada en Londres.

Vaya por delante que escribimos sin la menor preocupación en orden a lo que más interesa, que es España. A España le tiene sin cuidado la entrevista, porque los protagonistas de ella no representan nada en el país. Uno de ellos, el Sr. Gil Robles, que hasta ahora podía representar algo, al menos en el recuerdo de los que fueron sus amigos, acaba de enajenarse toda significación representativa de nada ni de nadie.

Pero vengamos a los puntos que interesa concretar. Séanos permitido colocar el primero un asombro plenamente justificado ante el acto de clara injerencia de asuntos interiores de España que acaba de realizar Mr. Bevin, ministro de Asuntos Exteriores de Inglaterra al organizar en Londres este concurso de conspiraciones contra el régimen español. Es insólito y es inadmisible. Suponemos que en Inglaterra resultaría inconcebible en el caso de que se tratara de otra nación que pretendiere injerirse así en los asuntos ingleses. Nosotros lo rechazamos con energía, aunque después de la experiencia de la ONU puede figurarse Mr. Bevin lo que nos afectará lo menos cuanto tan confortador efecto nos produjo lo más.

Sólo tiene el ministro inglés una disculpa que consignamos con no poca tristeza; en sus manejos para injerirse en la política interior española ha encontrado la colaboración de españoles. Los señores Gil Robles y Prieto han cometido un crimen de lesa patria prestándose al juego del exterior y secundándolo. Y este crimen, en el cual el Sr. Prieto es reincidente acreditado, resulta en el Sr. Gil Robles una flagrante traición a lo que representó toda su vida, a la confianza que en él depositaron un día las derechas españoles y a los muertos que por el sólo hecho de ser amigos del señor Gil Robles fueron asesinados por los amigos del Sr. Prieto. Ex ministros como Salmón, periodistas como Gandullo y Gracia, entre otros; diputados de tan entrañable recuerdo como Ricardo Cortés, como Esparza, como Bermúdez Cañete, Adáñez, Dimas Madariaga, Bosch, la vibrante juventud de José María Pérez de Laborda, y… ¿para qué proseguir la enumeración tristemente interminable? Por el simple hecho de pertenecer a la CEDA, en coincidencia tantas veces con la alineación a entidades y grupos de Acción Católica murieron muchos hombres con unos de cuyos asesinos se acaba de reunir el Sr. Gil Robles en Inglaterra.

¿Y qué valor puede tener la entrevista? El Sr. Gil Robles se ha tenido que dejar a la puerta hasta el recuerdo de todo eso que hemos citado. No ha llevado consigo nada del catolicismo español que, con sus prelados al frente, se unió a la Cruzada y le dio el carácter de tal. Y tampoco – no corre prisa decirlo – ha llevado el señor Gil Robles a la desdichada reunión nada que represente a los monárquicos españoles, a los que explícitamente dejamos a salvo de tales contubernios y concomilitancias.

Y si hablamos de la visión política que le hecho denota en el Sr. Gil Robles, ¿qué pensará del político que se aviene a un contacto en el que va a perderlo todo y a no ganar nada, en el que tiene la seguridad previa de ser engañado por el hombre que hizo la revolución de Asturias el año 34 sólo porque el Sr. Gil Robles había llegado al Poder? ¿Ha olvidado eso el ex ministro de la República? Pues tanto como esa falta de memoria maravilla su desconocimiento del verdadero estado de la opinión en España, su ignorancia de lo que la Cruzada representó y de la ratificación espléndida que el referéndum ha otorgado hace tan poco tiempo al régimen político que Franco acaudilla.

Repetimos que el suicidio político del Sr. Gil Robles no tiene importancia para España, ni la tienen las andanzas del señor Prieto, ni los insólitos manejos de Mr. Bevin. La paz interior de nuestro país tiene la firme garantía de la voluntad unánime de los españoles. Y el suceso de la entrevista de Londres acaba de poner muchas cosas en su punto aquí y fuera de aquí.