6 noviembre 2009

Casi seis años ha durado la vida de un periódico que pretendió disputar el liderazgo granadino al IDEAL de Vocento

Varapalo para el Grupo Prensa Ibérica: Javier Moll de Miguel cierra LA OPINIÓN DE GRANADA por las pérdidas

Lecturas

Los trabajadores  leyeron un comunicado en el que se señala que los 45 miembros de la plantilla confían en que alguna vez «una autopsia determine las causas exactas de esta muerte». Han manifestado que, «como todo proyecto editorial que comienza», tenía «grandes pérdidas, acentuadas por la escasa venta en los quioscos», aunque ante la publicación de noticias sobre su quiebra técnica, el grupo editorial siempre les «tranquilizó» asegurando que el proyecto «no corría peligro» al pertenecer a un grupo editorial «fuerte y con cabeceras consolidadas».

05 Noviembre 2009

La muerte anunciada

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Como la de Santiago Nasar, la defunción de este periódico ha sido una muerte anunciada. Nos vamos tras Ayala, pero sin conseguir el prodigio de llegar vivos a los 103 años. Quizá este proyecto se comenzó a torcer el día que cayeron las dos torres de Nueva York. Para entonces el señor Franciso Javier Moll de Miguel, dueño del grupo editorial Prensa Ibérica, se había hecho con este edificio que CajaGranada sustituyó por su sólido cubo de la carretera de Armilla.

Se siguió torciendo cuando el que iba a ser el director de este diario -un proyecto, dicen, largamente acariciado por el empresario- eligió otro grupo editorial para desarrollar su carrera profesional. A pesar de esos malos augurios, el 26 de octubre de 2003 salimos a la calle. Pocos quedamos ya de aquel primer nutrido grupo de jóvenes trabajadores. Pero los de entonces, y los que se han ido incorporando en estos seis años de andadura, hemos intentado dar lo mejor de nosotros para sacar adelante este periódico.

Como todo proyecto empresarial que comienza, teníamos grandes pérdidas, acentuadas por la escasa venta en los kioscos. No hace tanto, Granada desayunaba con la noticia de Ideal de que La Opinión de Granada estaba en quiebra técnica. Desde la gerencia las noticias siempre fueron tranquilizadoras: pertenecíamos a un grupo editorial fuerte, con cabeceras consolidades y no corríamos peligro.

Como dato extraoficial, fuentes sindicales de Prensa Ibérica aseguran que las ganacias de don Javier Moll alcanzaron los 22 millones de euros en 2008, cuando ya la crisis hacía mella en el tejido empresarial español.

A pesar de los recortes, de que la plantilla cada vez era más exigua, y en honor a la verdad, cada menos hemos cobrado religiosamente nuestras nóminas. Hoy, esta tarde, la dirección de Prensa Ibérica ha comunicado al comité de empresa que el de hoy, el 2.183, será el último ejemplar del periódico. Las razones que arguye son las pérdidas y la maldita crisis. Las mismas que cada mes, con las cifras del INEM, desde que comenzó esta espiral de las hipotecas basura, publicamos y repicamos en todos los medios de comunicación.

El próximo mes, los 45 trabajadores de La Opinión de Granada seremos un número más en esa larga cifra que en octubre alcanzó los 84.067 granadinos sin empleo. Hoy, y ante los que todavía podéis seguir contando noticias, certificamos nuestra muerte. Tal vez en algún momento la autopsia determine las causas exactas de esta defunción. Nosotros nos resistimos a echarle la culpa a la crisis, aunque todavía no sabemos quiénes son los hermanos Vicario en esta historia.

Comunicado de los trabajadores de La Opinión de Granada tras conocer, con horas de antelación, el cierre del periódico.

08 Noviembre 2009

Moll mal (McShuibhne)

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La Opinión de Granada ha sido la última víctima de los caprichos de Francisco Javier Moll de Miguel y su familia (señora e hijos). Con el estilo caciquil y feudal que le caracteriza, el presidente de Editorial Prensa Ibérica (EPI) liquida un periódico con apenas 6 años de vida y deja en la calle a medio centenar de trabajadores de un día para otro. Y una vez más la incapacidad de los gestores la pagan los trabajadores. Moll mal.

moll Moll malFrancisco Javier Moll de Miguel
El señor Moll no da la cara. Ése es su estilo. Lo suyo es pasearse por las redacciones de sus periódicos cual señor feudal —a veces acompañado por un monarca amigo suyo, un tal Juan Carlos I de España—, montarse grandes fiestas con su esposa en las suites que tienen en las instalaciones de sus diarios y llevarse la pasta. Pero cuando se levanta con resaca, abre la caja y faltan ceros, ¡zas! cierra un diario, sin pensárselo dos veces. Bueno, él ordena el cierre, pero no da la cara. En el caso de La Opinión de Granada lo hizo el director general de Gestión, Juan Antonio López Ruiz de Zuazo. El jueves pasado se presentó ante los trabajadores del diario granadino y les comunicó que habían acabado, que nadie fuese a trabajar al día siguiente y que podían ir recogiendo sus cosas. Moll mal.

Con dudas, José Carlos Rosales publica:

Alguien me lo dijo hace algunos años: los de Prensa Ibérica más que un grupo de información son un grupo inmobiliario, compran edificios, montan periódicos, venden los edificios, cierran los periódicos, se mudan de ciudad, se dejan influir, parece que la información es lo que menos les interesa. No sé si llevaba razón: los asuntos internos son asuntos internos. Sólo sé que hoy hay un periódico menos en Granada”.

Debes saber, José Carlos, que quien te lo dijo sabía bien lo que decía. A Moll le gusta la prensa tanto como el ladrillo o los viñedos. Y tanto le da una cosa que otra. Y si tiene que cerrar diez periódicos para invertir en vino y/o ladrillo, no dudes que lo hará.

Al señor Moll tanto le da el ladrillo que el vino que la información. Porque al señor Moll, como buen empresario que es, lo único que le importa es el dinero. Y en su derecho está en hacer con su dinero lo que le plazca, faltaría más. Pero lo que es cuestionable es su juego de inversión especulativa en la información, pues en el momento en el que alguien se dedica a jugar al Monopoly con medios de información, está jugando con algo llamado democracia. La información, señor Moll, no son ladrillos ni uvas ni morcillas. Moll mal.

Hay quien piensa que Moll no ha liquidado a La Opinión de Granada, sino solamente su edición impresa, ya que se mantiene su edición digital. En cuanto supe esto me di cuenta de la farsa. Las ediciones digitales de Prensa Ibérica son simplemente una aberración periodística, panfletillos digitales. En Faro de Vigo, por ejemplo, un par de personas con escasos o nulos conocimientos de periodismo se encargan de mantener la edición digital del decano de la prensa española. En La Opinión de Granada pasa más de lo mismo. Basta con leer este párrafo sacado del blog La Opinión Sigue Viva:

Ciertamente, la versión digital de La Opinión de Granada ha multiplicado una barbaridad sus visitas en el último año. Pero lo ha hecho, fundamentalmente, gracias a las noticias de la edición del papel. Apenas nos compraban en los quioscos (igual sería interesante analizar el peculiar negocio de la distribución en Granada), pero nos leían en internet. Si la apuesta de Prensa Ibérica fuera cierta, no tenía más que haber reconvertido a parte de la redacción del papel en redacción on line (que dicho sea de paso es otra empresa). Pero no, lo que pretende hacer es despedir a los 45 trabajadores de la edición papel y mantener (nadie sabe por cuánto tiempo) a tres trabajadores (un redactor, un asistente de redactor y un comercial) con un salario de miseria. ¿Entenderá Prensa Ibérica que volcar teletipos es hacer una edición digital de un periódico?”.

Como veis, la credibilidad de las versiones digitales de los medios de Prensa Ibérica es nula. ¿Por qué Moll no invierte en formación de los profesionales de su grupo para que mantegan y den brío a los digitales? ¿Es serio mantener la edición digital de un diario como Faro de Vigo, La Opinión de Granada o cualquier otro de EPI con dos o tres personas y sin apenas conocimientos periodísticos y/o digitales? Moll mal.

Hay quien se ha sorprendido por el cierre repentino de La Opinión de Granada, diario de un grupo que presume de estar saneado. A mí no me ha sorprendido lo más mínimo. ¿Por qué? Si repasamos la historia reciente de la familia Moll, encontramos sus huellas y ADN en dos escenarios con 150 muertos: el Comercio do Porto y Capital. En julio de 2005 la familia Moll liquidaba estas dos cabeceras portuguesas tras cuatro años jugando-especulando con ellas hasta que se cansó. No eran rentables. A Moll no le tembló el pulso a la hora de dar carpetazo a 151 años de historia de O Comercio do Porto (fundado en 1854). Francisco Javier Moll de Miguel —amigo íntimo del rey de España— pisoteó y quemó una parte fundamental del patrimonio histórico, cultural y periodístico de nuestros vecinos portugueses. Moll mal.

Lo hizo ese mismo tipo que conocí en mis años en Faro de Vigo, por donde se pasea un par de veces al año. Era fácil saber que don Moll iba a venir: limpieza exhaustiva de oficinas y sobacos, plantas y cerebros regados, pósters fuera… Y un trasiego de personas subiendo y bajando de la última planta de la Factoría de Chapela (Redondela), donde se ubica la suite del matrimonio Moll, encima de la redacción (cuestión de jerarquía). Y era fácil saber cuándo llegaba, no porque se dejase ver, claro, porque Moll no se mezcla con la chusma de periodistas que trabajan para él. Era fácil saberlo por los camareros que venían del restaurante El Canario y subían con manjares y grandes vinos a aquella suite encima de nuestras cabezas. Y bajo aquellos aquelarres a los que asistían directivos de EPI y Faro de Vigo, un buen puñado de periodistas trabajaban sin contratos, sin cotizar a la Seguridad Social y acongojados por unos jefes que sólo se expresaban en tono de amenaza. Moll mal.

Don Moll es ese tipo bajito y endiosado que yo veía pasearse dos veces al año por las instalaciones de Faro de Vigo en Chapela sin dedicarnos a sus trabajadores ni una mísera mirada ni un “hola” ni un “gracias por hacerme más alto“. Moll mal.

Don Moll es ese hombre que permite que sus empresas llamen a la policía para desalojar a un representante sindical despedido improcedentemente, que externaliza servicios y pone en marcha despidos baratos en Faro de Vigo (20 días por año trabajado), o que despide a 20 periodistas en el diario Levante, o que aplica un ERE frustrado en La Opinión de Tenerife a 33 trabajadores. Moll mal.

Don Moll es el hombre que permite y alienta con su negligencia casos de acoso laboral en sus empresas (preguntad por ejemplo por los casos de moving que se han denunciado en Faro de Vigo en los últimos tres años). Moll mal.

Don Moll ese ese hombre que intercambia cada 5-6 años a los directores de sus diarios como fichas, sin importar mucho lo que hagan o vayan a dejar de hacer y el (des)conocimiento que tengan de las realidades locales que van a tener que trabajar en tan corto periodo de tiempo (no olvidemos que el fuerte de los diarios de Prensa Ibérica es la información local). Moll mal.

Don Moll es el empresario que cerró un periódico antes de que se fundara: el Faro de Galicia. Decían que iba a competir directamente con La Voz de Galicia y Moll y los suyos brindaron sin recatos por aquel diario fantasma en un restaurante vigués (los que los vieron aún hoy se siguen partiendo de risa). A Pedro Pablo Alonso, por entonces director de Faro de Vigo, se la metieron doblada. Lo apartaron de la dirección de Faro de Vigo y le sustituyó Juan Carlos Da Silva, un meapilas servil que dirige una de las etapas más negras, tristes y opresivas en la redacción de Faro de Vigo. A Pedro Pablo Alonso lo confinaron a un despacho, solo, aislado, donde lo tuvieron entretenido con aquel proyecto fantasma. Pasado un tiempo, Alonso tuvo su recompensa por el tiempo dedicado: lo enviaron a La Opinión de La Coruña con el cargo de director adjunto. Aquel bluf de la familia Moll dejó en ridículo en Galicia al diario decano de la prensa española. Moll mal.

No. A mí no me sorprende el cierre de La Opinión de Granada ni de los próximos que vendrán en EPI. Porque a Moll no le interesa la información; a Moll le interesa el dinero contante y sonante. Y un pajarito ya me dijo hace como cosa de un año que para Moll sus periódicos empiezan a ser un lastre del que se quiere ir desprendiendo sea como sea. Así que nadie dude que llegado el momento, a Moll tampoco le temblará el pulso si ve que Faro de Vigo (fundado en 1853) no le resulta rentable y tiene que liquidar más de un siglo y medio de historia de Vigo, de Galicia y de España.

Pero, ¿qué hace Moll para que sus periódicos sean rentables en este momento de cambios en la elaboración, difusión, consumo y uso de la información? Nada. Moll Mal.

Desde aquí, todo mi apoyo a los 45 trabajadores de La Opinión de Granada a los que el señor Moll y familia dejan en la calle.

23 Noviembre 2009

Apuntes para una autopsia (I)

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Las razones para el alevoso cierre de La Opinión de Granada aún no están claras. Editorial Prensa Ibérica alega que la decisión se comunicó sin previo aviso porque qué periódico íbamos a hacer sabiendo que cerrábamos en unos días… Suponemos que el mismo que hicimos esa tarde-noche del 5 de noviembre, cuando pasadas las 6 de la tarde se nos comunicó que el 2.183 era el último número, que a partir del día siguiente estábamos eximidos de ir a trabajar porque el diario no se editaba más.

Una encuesta no científica (y que aún sigue abierta) creada por este blog propone siete razones para explicar el cierre. Siete razones salidas de distintas teorías (no todas) que circulan a propósito de la decisión del grupo presidido por Javier Moll de Miguel de echar el cierre y despedir a 45 trabajadores sin anestesia ni cuidados paliativos. Hay tres alternativas que acaparan la mayoría de los 123 votos emitidos (sólo se permite un voto por IP): la pésima gestión empresarial (22 votos), el pelotazo inmobiliario (33 votos) y una combinación de factores donde prima el pelotazo (42 votos).

Moll y Fainé
Moll (i) y Fainé, el 15 de septiembre de 2009. RUIZ DE ALMODÓVA

El argumento del pelotazo inmobiliario es el que con más fuerza se ha escuchado en estos días. A pesar de que la operación de venta del edificio de la plaza de Villamena no está confirmada, lo que sí está claro es que don Javier hizo un negocio redondo con la compra del edificio, allá por 1998. Según diversas fuentes (para tener crédito hay que citarlas pero esta vez no conviene), la compra de la antigua sede de CajaGranada se cerró por unos 1.200 millones de las antiguas pesetas, que al cambio vienen siendo 7,2 millones de euros. La hipoteca, con un interés muy bajo, se suscribió con la Caixa porque el Banco de España no autorizó que se hiciera a través de la propia caja de ahorros granadina que vendía el edificio. En el edificio radicaban varias delegaciones de la Junta de Andalucía (Innovación y Empleo), La Opinión de Granada y una oficina de CajaGranada. La Junta pagó durante todos estos años y hasta octubre de 2009 (cuando completó el traslado a la nueva sede de Almajáyar) unos 100.000 euros mensuales por el alquiler (si multiplicamos 100.000 euros x 12 meses x 6 años el resultado es la mágica cifra de 7,2 millones de euros), a lo que hay que sumar que tanto CajaGranada como La Opinión de Granada también pagaban alquiler. De hecho, algunas fuentes apuntan a que el 60% de los gastos de explotación del periódico correspondían al pago del alquiler al mismo dueño.

De confirmarse que don Javier ha vendido el edificio del número 1 de la Plaza de Villamena (algunas fuentes cifran en unos 3.000 millones de las antiguas pesetas, o lo que es lo mismo, unos 18 millones de euros, la operación), el negocio ya sería definitivamente redondo. Constancia no tenemos (de momento) aunque sí algunas pistas interesantes. Por ejemplo, que el edificio está en venta o se intentó vender desde 2004, año en que Moll compró el edificio donde radicaba una antigua discoteca santanderina para montar un nuevo periódico, del que nada más se ha sabido. Nos consta que el pasado 15 de septiembre, coincidiendo con la reunión de presidentes de cajas de ahorro en Granada, don Javier e Isidro Fainé, presidente de la Caixa, se entrevistaron en el ala noble de La Opinión de Granada. Ese día incluso se tuvo que preparar un cuestionario de urgencia para que Fainé respondiera y también fue necesario llamar a ‘Pepo’ Ruiz de Almodóvar para que hiciera las fotos…

La visita del presidente de Editorial Prensa Ibérica, su esposa, y el nuevo consejero delegado, el señor Vaquero, estaba prevista para el día siguiente, 16 de septiembre, pero el 14 por la noche nos avisaron que se adelantaba un día. Hay quien piensa que ese 15 de septiembre, cuando nosotros creíamos que el debate era si nos trasladábamos o no al edificio de Canal 21 (también de Moll), se decidió el cierre. En todo caso, Editorial Prensa Ibérica tuvo la sangre fría de aguantarnos la noticia para comunicarla apenas con horas de antelación.

Por cierto, que según se desprende del informe de coyuntura económica del ICEX correspondiente a enero-marzo de este año, don Javier está trasladando hacia Australia el mismo modelo de negocio. Tal vez es hora de avisar a los canguros.